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El humor absurdo como actitud ante la vida

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”En el humorista se mezclan el excéntrico, el payaso y
el hombre triste, que los contempla a los dos. Casi no se
trata de un género literario sino de un género de vida,
o, mejor dicho: de una actitud ante la vida.

Ramón Gómez de la Serna en el artículo 'Gravedad e importancia del humorismo',
Revista de Occidente, 1928.

 

El humor es la principal defensa que nuestra alma tiene para luchar contra el desánimo. Si examinamos la emergencia de fenómenos humorísticos en relación a los vaivenes de la sociedad, podríamos encontrar argumentos para comprender el nacimiento de una revista satírica o el éxito de tal o cual humorista. Pero algo que se hace patente es que, ante coyunturas sociales de crisis, ansiedad y tragedia, el humor absurdo emerge como un resorte de respuesta desde las pantallas o las páginas de revistas y periódicos. Y esto es bien humano porque el humor absurdo, como veremos, tiene una dimensión metafísica que libera al individuo y lo eleva por encima de cualquier contexto por muy espantoso que este sea.

Tras la Guerra Civil, España quedó sumida en una pobreza miserable y un caos social que vendría a ser agravado por una despiadada represión franquista que duró décadas. Al acabar la guerra, de entre los escombros del desastre emergen en el natural proceso de reestructuración diversas formas de modernidad social. Surge así el fenómeno humorístico de vanguardia más compacto de la historia del Estado Español, un humor nuevo articulado por un grupo de intelectuales de militancia política algo borrosa, llamados genéricamente "Otra generación del 27" (horrorosa denominación con la que hay que acabar urgentemente). Pero si una militancia dominaba por encima de cualquiera, ésa era la pleitesía hacia los escritores Ramón Gómez de la Serna y Wenceslao Fernández Flórez, ambos intelectuales de generaciones anteriores a la del grupo: éstos eran los maestros, los mayores a los que rendir tributo. Formaban el grupo Miguel Mihura, Tono, Edgar Neville, Enrique Herreros o Jardiel Poncela. El tipo de humor que desarrollarían era reflejo indudable de formas de humor que se cultivaban en Europa y América. Por ello, es una práctica de Vanguardia, si entendemos esta expresión como la ruptura respecto a los modelos anteriormente asentados en combinación con una vocación de cosmopolitismo. ¿En qué consistía la ruptura con lo anterior? Se trataba de combatir la tradición realista −sinónimo de fracaso y tristeza− a base de lo que ellos mismos llamaron “humor desorbitado”: un humor basado lo sorprendente y lo extraordinario, opuesto a lo racional y a lo cotidiano. Esta forma de humor absurdo disparado desde la trinchera intelectual fue reconocido en la cumbre de su desarrollo como Humorismo. Aunque la esencia del grupo se concentró en la revista La Codorniz, “Decana de la prensa humorística”, sus autores y otros agregados más se dejaron ver en artículos de prensa, películas, novelas y obras de teatro.

Hoy la etiqueta Humorismo está en desuso pues alude muy concretamente a aquel fenómeno contextual: suena como demodé. Pero es importante notar que la especificidad de aquel tipo de creaciones humorísticas ha llegado hasta hoy bajo otras acepciones como ‘humor absurdo’ o ‘humor surrealista’. Y es que las características de aquel Humorismo se fueron imbricando en los genes de diferentes manifestaciones culturales hasta acabar instalándose en la sensibilidad colectiva.

En la actualidad, observamos un repunte del Humorismo contemporaneizado como humor absurdo o surrealista, no sólo en su popularidad, sino en su propia práctica: reediciones de la obra de Jardiel o Gómez de la Serna, emergencia de colectivos que se autodenominan Neo‐Jardielistas, o la renovación humorística a cargo de ‘La hora chanante’ o ‘Muchachada Nui’ que beben directamente de las fuentes del Humorismo de posguerra, son sólo algunas evidencias. El auge actual del cómic  también está revelando muchos talentos nuevos que trabajan en la línea del absurdo, así como el arte contemporáneo, que refleja en sus prácticas rasgos de identificación con este humor intelectual. Y es que el repunte del Humorismo se inscribe a nivel general dentro de un clima de re-legitimación del valor intelectual del humor.

Veamos a continuación, brevemente, cuatro vías de transmisión por las que ha transitado el Humorismo de Posguerra hasta emerger de nuevo en las prácticas actuales.

 

1. LO CASTIZO Y LO ESPERPÉNTICO

El Humorismo es un fenómeno español. El Humorismo se construye sobre el concepto de Lo castizo, entendido este como el conglomerado de expresiones, giros y formas populares que son propios de una cultura, española en este caso. De hecho, el Humorismo opera según un mecanismo sistémico de la cultura española: el esperpento. 

Lo esperpéntico es un concepto extraído de la literatura de Valle-Inclán y que hace referencia al forzamiento total de lo grotesco: los dioses, los valores y aquello que es virtuoso (y que en lo grotesco es sólo parodizado) al reflejarse en el espejo deformante del esperpento se convierten en bajeza, amoralidad y aquelarre. Lo grotesco y la deformación esperpéntica son las bases del sainete, género escénico que marca el tono del humor de entretenimiento durante décadas en España por obra y gracia principalmente de Carlos Arniches. Los intelectuales de La Codorniz basaron su humor nuevo en una reinterpretación y actualización de la comicidad sainetesca. De entre todos los artífices del Humorismo, probablemente Edgar Neville fue quien dejó transparentar con mayor claridad esta tradición, lo cual redunda en sus obras (desde Verbena de 1942, pasando por Domingo de carnaval, hasta la postrera Mi calle de 1960, su última película) a las que también añade fantasía y disparate. Pero será Gila y sus encarnaciones en paleto surreal quien llevaría a cabo la deformación más potente del estereotipo castizo, presionándolo hasta pasarlo de vueltas y abocarlo al absurdo.

El absurdo de ecos castizoides ha cabalgado hasta la actualidad a lomos de fenómenos como el dúo Tip y Coll (cuyo nombre artístico proviene del juego de palabras “tip-i-coll Spanish”) o el volumen Celtiberia Show, de Luis Carandell, que asentaría las coordenadas de la impepinable absurdidad española: lo llevamos en la sangre y punto.

En la actualidad podemos afirmar que vivimos dentro de un fenómeno generacional y casi puramente estético llamado Neocasticismo, que consiste en el rescate de unas formas que son propias de la cultura española , y que son puestas en circulación de nuevo, dentro del ámbito del ocio, desposeídas totalmente de su significación ideológica y política. Unos ejemplos: el éxito de los gadgets de diseño, camisetas y libretas de una falsísima e inexistente tasca de tapas llamada 'Casa Lolo', o de las reproducciones mini de los carteles con la típica rotulación de ultramarinos. Sin embargo, lo Neocastizo parece no tener sentido como esperpentización de lo castizo: es más bien un universo visual de consumo.

En este contexto de Neocasticismo, Lo castizo es bien recibido, pero sólo algunos autores lo emplean como vía crítica o de camino al absurdo. Desratizando el panorama de chistes localistas y cachondeo regional al estilo Morancos o Marianico el corto, citamos a Alberto Calvo, autor de SuperMaño, al gañán de Ernesto Sevilla (el paleto despedido hacia el absurdo total), a los inefables Ortega y Pacheco con su botijo del tiempo, y al repertorio bien traído de dejes castizos de José Mota, con mención especial a estereotipos muy forzados como El tío la Vara o La Blasa. Y haciendo equilibrios en la línea entre lo grotesco y el esperpento, las imitaciones aplastantes de las celebrities de Joaquín Reyes, que apuesto a que tú mismo, que estas leyendo este artículo, recuerdas muy bien.

 

2. EL INDIVIDUO FRENTE AL SISTEMA

- Mariano Rajoy: “Luis, tenemos que hablar”  

- Luis Bárcenas: “¿Sobre?”

- Mariano Rajoy: “Sí, gracias”.

Un chiste como este, que tiene todo el sentido en el marco de nuestra actualidad, será de difícil comprensión dentro de 20 años. El humor absurdo más puro, sin embargo, es aquel que no caduca porque contempla al hombre, antes que inserto en las circunstancias socio-políticas que le rodean, de manera distanciada: como individuo enfrentado a grandes conceptos como Civilización, Muerte o Dios. El humor absurdo, en su calidad de expresión que arremete contra las propias bases de la lógica, acaba perfumándose a menudo de notas metafísicas.

Una temática con gran tradición dentro de la cultura española es la de la indefensión del individuo ante el Sistema, que al ser tratada desde el humor, camina por el derrotero del absurdo. En el cine de los 50 y 60 encontramos probablemente los casos más llamativos, a cargo de cineastas como Nieves Conde (El Inquilino) o Berlanga (El verdugo, Plácido) que hicieron un uso ejemplarizante del humor para retratar el desamparo ante la burocracia y sus entresijos, destacando entre ellas la menos conocida ¡Viva lo imposible! de Rafael Gil (1958), que cuenta con los descabellados diálogos de Miguel Mihura y la presencia protagónica del ínclito Gila.

Dentro del humor gráfico, encontramos al dibujante Cesc trabajando de manera sutil y silenciosa en las microhistorias de calado filosófico. Y en un estilo gráfico en las antípodas, Chumy Chúmez, sórdido y metafísico, puente sólido entre las posturas de la vanguardia humorística de Posguerra y los autores de actualidad. A esta cuerda se agarra El Roto, dibujante que no sé si podríamos llamar humorístico, pero uno de los pocos casos que ha alcanzado un cierto estatus de artista conceptual. El cabo de la cuerda lo sostienen hoy otros humoristas que trabajan en personajes directamente afectados por el peso del sistema, individuos al margen de la sociedad como Super Ñoño –incapaz de salir de la cama–  y Enjuto Mojamuto –incapaz de desconectarse de Internet– de Joaquín Reyes, el Capitán Torrezno de Santiago Valenzuela, o los pringosos inútiles que dibuja Paco Alcázar.

Al hilo de las relaciones entre individuo y Sistema, nos topamos con una estrategia del humor para rebelarse contra la premura de productividad, ahorro y pragmatismo impuestos. Es la de realizar deliberadamente acciones improductivas o bien acciones en las que se derrocha un enorme esfuerzo para conseguir una simpleza. Los ineficaces inventos del TBO del Profesor Franz de Copenhague son el paradigma visual de esta concepción de la subversión a través del malgasto del tiempo y el esfuerzo. Dentro del arte contemporáneo, la insubordinación ante las lógicas del trabajo como valor moral es hoy tendencia a nivel internacional. Pienso en los japoneses Yamashita y Kobayashi lamiendo una bola de caramelo de 50 centímetros de diámetro durante dos meses hasta dejarla reducida al tamaño de un caramelo normal (el absurdo a través del esfuerzo desmedido), o en el colectivo austriaco Gelitin, quienes durante un mes cavaron un agujero por el día para taparlo por la noche (el absurdo de la improductividad absoluta). Dentro de nuestro país, cabe mencionar a Josechu Dàvila, entre el absurdo y lo psicomágico, hilando un denso discurso conceptual para justificar el engrase de las bisagras de unas puertas que chirriaban en “Aportación de contenido graso”, o a Bestué y Vives con sus “Acciones en casa”, microgestos absurdos sin finalidad práctica alguna. Estos son sólo dos ejemplos de una lista de artistas que trabajan el vínculo entre absurdo e improductividad, una lista que va engrosándose con artistas cada vez más jóvenes.

 

3.  SURREALISMO: FANTASMAS E INTELECTUALES

El plano de la realidad paranormal hace posibles todo tipo de fenómenos fantásticos y es un terreno ideal para que todas las convenciones salten por los aires. La recurrencia al mundo de los sueños dentro del ámbito del humor puede haber propiciado la curiosa identificación popular de aquello que no tiene lógica con “Lo surrealista”. Esta etiqueta se emplea desacomplejadamente para describir pequeñas discontinuidades de carácter gracioso en nuestra vida cotidiana (“me ha pasado algo muy surrealista hoy en el autobús”). El movimiento surrealista deseaba manifestar la esencia del individuo a través de métodos como la escritura automática o la transcripción de los sueños, es decir, ahuyentando el pensamiento racional y controlado. La búsqueda de la irracionalidad es lo que conecta el surrealismo con Lo absurdo. En cualquier caso, Lo surrealista ha quedado hoy fijado en España (no así en otros países) como sinónimo de Lo absurdo, hecho en el que muy probablemente tenga algo que ver el calado popular del desnortado Dalí.

Dentro de los nombres involucrados en el Humorismo, nos topamos de entrada con uno de los másters, Wenceslao Fernández Flórez, quien pobló su obra de mundos paranormales, espectros alegóricos y muertos que vuelven a la vida (El Destino se disculpa, La antesala del infierno o El bosque animado, que daría lugar a la conocida película dirigida por José Luis Cuerda en 1984). Pero sin duda, de entre las producciones del grupo de Postguerra es la película La torre de los siete jorobados, de Edgar Neville, pionera y pilar fundamental de la ciencia ficción en el Estado español. Por ella entré yo en el mundo del humorismo de Posguerra. Humor y más allá seguirían fusionándose en la cultura española del entretenimiento con el personaje de tebeo “Tumbita” de Tunet Vila (un esqueleto viviente que vive diversas tropelías) o el tema musical hoy reivindicado “Rascayú”, de Bonet de San Pedro, por mencionar sólo dos ejemplitos.

Tanto el movimiento surrealista como el Humorismo fueron manifestaciones de vanguardia llevadas a cabo por intelectuales. El ingrediente que esta coyuntura aporta al humor absurdo es una pátina de intelectualidad que se trasluce en la búsqueda del efecto humorístico a base de citas agudamente cultas o recursos metalingüísticos (aquellos que evidencian la tramoya del medio en el que se están expresando). El insolente género periodístico-humorístico característico de La Codorniz y las esquizofrénicas novelas de Jardiel está trufadas de ejemplos.

Pero la manifestación cultural que condensaría magistralmente con posterioridad estas condiciones es la película Amanece que no es poco, con razón la cumbre del humor surrealista español. Esta comedia coral dirigida por José Luis Cuerda en 1988 está repleta de personajes fantásticos (hombres-árbol, aparecidos) y contiene fragmentos maravillosos que apuntan el efecto del surrealismo en el humor: taberneros que citan a Pedro Salinas y Kavafis, la devoción local por Faulkner, o el personaje en ropa interior que procura durante toda la película en que alguien le cambie el papel. Amanece que no es poco es un fenómeno transgeneracional. Año tras año, los fans siguen realizando la ‘Ruta Amanece que no es poco’, que les lleva a recorrer en moto, como los protagonistas, las localizaciones reales.

Así pues, el concepto de Lo surrealista en el ámbito del humor, aúna dos vertientes: lo paranormal y la retórica intelectual. Hoy, célebre hace tiempo el latiguillo “Yo leo a Kierkegaard”, de Faemino y Cansado (los grandes humoristas del absurdo tomados como maestros por las generaciones recientes), encontramos rasgos de este tipo de humor en los dibujos de Micharmut, Tamayo, o el lisérgico Fernando Krahn, así como trazas en la línea editorial Revista Monográfico, que publicó un volumen dedicado a ilustrar las greguerías de Gómez de la Serna. Entre los participantes figuraban el dibujante Darío Adanti o Sergio Mora. El primero tiene en su haber varios personajes que podemos tildar de surrealistas (el Niño dios, el Hombre gato), y forma parte del núcleo duro de la revista Mongolia, que sigue la estela de la tradición de revistas satíricas que estaba casi extinguida en este país. Por otro lado, Sergio Mora, siendo el artista más representativo de la corriente internacional de ilustración y pictórica del Surrealismo pop en España (esa mezcla sugestiva de absurdo, humor, anti-capitalismo y pintura), también se caracteriza por beber del esperpento y Lo castizo. No hay más que ver su nueva creación en cómic para La Cúpula, Botijoman.

El vínculo entre lo paranormal, intelectualidad y humor ha encontrado buen acomodo en el videoarte; mencionar al galope la obra del chispeante Carles Congost como “La mala pintura”, “El oráculo del aro” (2010) de Momu y No es, o el enfoque general desde el que Antonio Ortega dispara sus gargajos y perogrulladas con forma de vídeo, con homenaje directo a Faemino y Cansado en la pieza “Determinación de personaje”. Por lo demás, como todos sabemos, el arte contemporáneo rebosa de intelectualismo y absurdez, pero no siempre con finalidad humorística. De hecho, es un ámbito que se distingue por su falta de espontaneidad y de capacidad de reírse de sí mismo. 

 

4. FRAGMENTACIÓN Y CAOS LÉXICO

La piedra angular del absurdo es la negación de la lógica. En términos de narratividad, accederíamos a esta negación mediante la dislocación de una estructura secuencial lineal. O lo que es lo mismo: mediante el planteamiento de un caos narrativo que altere por completo lo que entendemos por normalidad. En el humor, la negación de la lógica narrativa puede expresarse a través del ensamblaje de diferentes partes sin correlación alguna para conformar un nuevo sentido (base del collage), pero también se manifiesta mediante el uso experimental del léxico y de las pautas del habla, sustituyendo la expresión hablada clara y directa por balbuceos, desbarres e irregularidades de todo tipo (muy al estilo dadá).

En el Humorismo, las primeras portadas collage de La Codorniz a cargo de Enrique Herreros son ejemplo excepcional del uso humorístico de este procedimiento gráfico. Dentro del proceso conceptual del collage (o unión de fragmentos en desconexión entre sí, que en fricción, crean un efecto humorístico) se enmarcarían el subtitulado y el doblaje como prácticas humorísticas. Ya lo hicieron los pioneros Tono y Mihura en Un bigote para dos (1940), una excéntrica película que, junto con los Falsos noticieros que Edgar Neville hizo en Hollywood y los Celuloides rancios de Jardiel, conforman los primeros pasos de un cine de humor experimental en España.

Hoy como ayer, algunos siguen esgrimiendo el irresistible efecto cómico del doblaje y el subtitulado, como hacen el propio Joaquín Reyes con las secciones “Retrospecter” y “Mundo viejuno”, o Alberto González Vázquez (también conocido como Querido Antonio) en sus cápsulas para La Sexta o en piezas audiovisuales como “El fin del mundo”, que son tildadas de videoarte. Por otro lado, las fotografías con pie de foto jocoso de la revista Mondo Brutto recogen el testigo de una práctica empleada a fondo en La Codorniz. Esta publicación también perpetúa, a su manera, el espíritu periodístico carpetóvetonico, engolado y completista propio del acuñado en las páginas de La Codorniz. También los montajes audiovisuales del programa de TV3 APM, collages vertiginosos de imágenes de otros programas, son muestras patentes del potencial cómico de lo fragmentario.  

Centrándonos ahora en la subversión de la palabra hablada, hemos de mencionar de saque el monólogo y el discurso performado como formatos humorísticos en vivo por excelencia. De nuevo Gómez de la Serna se erige como gurú: célebres son su imagen de 1923 dando un discurso sobre un columpio del Circo Americano, o el magnífico monólogo El Orador, en el que Ramón se pone a cacarear, en una decidida voluntad de experimentación con el léxico. Pero en lo que a alocuciones disparatadas se refiere, las grandes estrellas asomarían después, astros del léxico trastocado como Antonio Ozores, Martes y Trece, Pedro Reyes, Pepe Rubianes, y en lo más alto, Chiquito de la Calzada.

Amén de la moda de los monólogos que se inició a finales de los 90 en nuestro país y que hoy se ha convertido en cosa de pesadilla, observamos en la actualidad que el monólogo se ha escaqueado por la puerta de atrás del teatro para colarse en ámbitos legitimados por la cultura como museos o congresos. Las programaciones culturales de centros de arte abrazan el humor a través de un tipo de figura híbrida, siendo Miguel Noguera o los tales Venga Monjas algunos de los chistosos que más acogida tienen. Si ellos no se entienden como artistas, el hecho de que sean cobijados bajo instituciones de fomento al arte les presta ese hibridismo artista-humorista que en realidad les favorece mucho. De todas formas, hay en la actualidad tal barrillo entre spoken word, monólogos humorísticos y conferencias performadas, que da la impresión de que con tener el morro de salir a escena a hacer cualquier gansada es suficiente para inscribirse como humorista del absurdo.

 

GANSADAS Y CONCLUSIONES

Decíamos gansada. Hoy se confunde falta de lógica con la falta de vergüenza y preparación, con lo cual la práctica del humor absurdo es llevada a cabo por legiones de desahogados que cuelgan su delirio en Internet. Unos cuantos “Me gusta” validan su atrevimiento. Pero, una vez considerado lo anterior, desearía haber dejado patente que existe una tradición propia cuyos entresijos argumentales ponen a prueba esos delirios de manera natural. De todas formas, tampoco nos pongamos demasiado serios: el humor es humor si hace gracia.

El porqué del repunte actual del humor absurdo en la estela del Humorismo de Posguerra tiene que ver –por un lado– con el flujo y reflujo de manifestaciones culturales que va produciéndose periódicamente. Existen unas mecánicas invisibles que producen piruetas generacionales, esto es, rescates de fenómenos del pasado que vuelven a ser puestos en circulación por artífices actuales. Disculpadme si atribuyo la razón del repunte a un motivo tan inconcreto como las mecánicas invisibles de los rescates generacionales. Pero al humor absurdo de Posguerra, por su resistencia al paso del tiempo y por poder retomarlo con la distancia suficiente, le tocaba.

Por otro lado, hay una cierta simetría en las coyunturas de Posguerra y de actualidad que puede haber propiciado el estallido de prácticas relacionadas con el humor absurdo. Si bien no podemos compararnos en precariedad de condiciones de vida a la devastación que deja una guerra tras de sí, el sentimiento colectivo de injusticia y desamparo que genera para una mayoría la situación sociopolítica actual es análogo. Y dentro de este desasosiego, la misma búsqueda de escapismo, de salir de donde dicen que no hay salida y colocarnos lejos, muy alto. Éste pasaporte hacia fuera del tiempo y el espacio nos lo proporciona el humor absurdo, que es una forma de liberación en sí mismo. El humor absurdo nos coloca fuera del cuadro, por encima de todo, y devuelve la dignidad al ser humano. Por ello, bien merece ser valorado como una actitud ante la vida.

 

De arriba abajo, viñeta de Chumy Chúmez; Ernesto Sevilla caracterizado como superhéroe; fotograma de Domingo de Carnaval, de Edgar Neville; imitación de Ferrán Adrià en la sección "Celebrities" de Muchachada Nui; cartel de El inquilino, de José Antonio Nieves Conde; Acciones en casa, por Marc Vives y David Bestué; la página web de Monográfico; El orador, que es Ramón Gómez de la Serna en el Retiro; fragmento de Go, Ibiza, Go! en el que Didac Alcaraz simula entrevistar a Miguel Noguera.