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#DebateMasculinidad (2)
Cinco hombres reflexionan sobre su género
Ernesto Castro: Yo recuerdo un debate muy bueno con motivo de la presentación del libro de Carolina del Olmo Dónde está mi tribu, donde ella decía que el debate actual no está entre nuevas formas de paternidad o maternidad enrollada y el viejo modelo del que trae el pan a casa y de la que cuida al niño, sino en socializar y convertir en un bien común la idea de la maternidad. Cita por supuesto a su maestro, Santiago Alba Rico, que en su libro Leer con niños dice que los niños sirven para hacerse uno cuidadoso, que la posición privilegiada del padre es que por fin ha ido más allá de su visión egoísta y de cálculo utilitario en la vida, y es capaz, de manera altruista, de dedicarse a una persona sin esperar… bueno, esperando que le cuiden y no le metan en una residencia y tal. Recuerdo que una feminista le dijo: ‘hoy la maternidad es prácticamente una esclavitud para la mujer; es como si tú de repente, en mitad del siglo XVIII, dijeras que la recogida de algodón no es algo solo meramente sufriente, sino que nos pone en una situación privilegiada, y el algodón está blandito, y en lugar de abolir la esclavitud hay que generalizarla, y que todos podamos llegar al placer de tener hijos o de coger algodón’. Esa comparación me pareció bastante interesante como crítica, precisamente, a lo que podríamos llamar la nueva religión de la maternidad subversiva. A la maternidad en los últimos años (y en relación con estos autores, que como el caso de Carolina del Olmo, se han convertido de repente en best seller de autoayuda). Yo no conozco a ninguna pareja, de los nacidos en los 70 para acá, que no esté en ese rollo de las maternidades subversivas, de ser un padre emancipado, etc.
Juan Soto Ivars: Bueno, si alguien se quiere subir a ese carro, es porque le conviene o porque le apetece. Yo me imagino que ceder tu crío a la tribu o a la comunidad te da bastante tiempo libre.
Diego Salgado: Claro, sí, por supuesto, que cada uno que haga lo que quiera. El tema un poco es la arrogancia moral. Yo conozco personas que a partir de tener hijos se han convertido en unos monstruos. Yo digo, ¿pero a ti qué te ha pasado? E inmediatamente ves que es una justificación. Es decir, tú has tenido un hijo y automáticamente te metes en el rollo de qué padre hay que ser en el año 2016. Y hay que decirlo: luego, cuando rascas a la gente cuando no está en Facebook, sino cuando está borracha, o está débil por la razón que sea, te das cuenta de que por supuesto hay una presión para ser de una determinada manera. Toda esta venta pública que se hace ahora de las madres nuevas, ejemplares, que compaginan, y el padre que es muy guay y todo eso, a veces es verdad y a veces no. Da igual hombre, mujer o lo que sea: ser generoso con el otro no lo hace nadie. Nadie. Ni hombres, ni mujeres.
Ernesto: Hay una encuesta en Estados Unidos acerca de cuáles son las emociones que positivamente pueden expresar los valores, y básicamente se resumen en tres: enfado, desprecio y orgullo. Mientras, las mujeres se permiten satisfacción, sentirse dolidas, etc. El patriarcado es dañino para los varones porque genera en ellos lo que se conoce como la alexitimia, es decir, la imposibilidad de expresar emociones. Y de no saber expresarlas, ser incapaz en un determinado momento de reconocerlas en uno mismo, y de reconocerlas en otras personas. Y ahí es donde te conviertes en un violador. Porque tú no distingues el paso importantísimo que hay entre estar ligando y no ser capaz de interpretar la voluntad ajena.
Diego Salgado: Virginie Despentes ha dicho en más de una ocasión que lo peor que te puede pasar en la vida, siendo mujer, no es que te violen, es que si te violan, que automáticamente te cuelguen la etiqueta de violada.
Juan: Pero vuelve a ser una generalización indeseable y habría que preguntar a las mujeres violadas qué opinan de eso.
Diego: Evidentemente yo no voy a relativizar una violación. Pero a lo que voy es a que la violación de la mujer también es un tema de código. La frase es —y aquí vamos a un tema muy clásico patriarcal de doncella—: ‘te han violado’. La violación tiene un estatus, incluso cuando se trata desde un punto de vista feminista, de defensa de la mujer, etc. Es un tema icónico.
Anónimo García: Hablemos de la violación desde el punto de vista del hombre.
Juan: Interesante. Yo estoy siguiendo en las redes sociales cuentas que se dedican a denunciar microviolaciones. Y ya tuve una especie de debate, que acabó saliendo en un medio de izquierdas, porque me puse a trolear a una persona que decía que en la cafetería le habían dicho que si se quería tomar un café, y ella estaba contando la historia como si la estuvieran violando. Antes podías invitar a una chica a un café sin tener miedo que te llamara violador, y tú podías ser perfectamente educado. Joder, se nota que te quiero follar, evidentemente el café no es lo que me interesa, pero tú me dices que no quieres y yo me piro.
Diego: No hace falta tener una gran sensibilidad para saber que el hecho de creerse con derecho a invitar a un café a una chica porque te gusta, pues tiene algo de agresivo.
Anónimo: El rito del apareamiento...
Diego: No, el rito del apareamiento, no. Eso es un tópico. Es el rito del apareamiento del viernes por la noche.
Juan: ¡Pero eso no es como lanzar un piropo desde un andamio y decir: ‘ole tu coño, te la metía hasta el fondo’! Eso me parece muy agresivo y muy asqueroso.
Diego: Pues a mí me parece menos agresivo porque ese señor está en realidad viendo a una figura que pasa, le dice eso, y sigue pintando. Pero es que el otro, como has dicho tú muy bien, te está diciendo ‘te invito a un café’ cuando en realidad le está diciendo ‘¿te la puedo meter?’.
Juan: ¿Ligar es machista?
Anónimo: Podemos hablar de las diferencias insoslayables entre hombres y mujeres. Por ejemplo, existe la tendencia de decir que los hombres tienen más voluntad de practicar sexo que las mujeres porque para ellas significa ‘otra cosa’. ¿Cómo se trataría esto, y sobre todo teniendo en cuenta —dejo aquí mi aportación— si esto es parte de un ‘ritual de apareamiento’, que puede ser adecuado en un contexto o en otro? En los años 60 que un hombre le dijera algo a la mujer era adecuado, hoy no.
Ernesto: Mira, yo llevo dos años sin follar. En parte por decisión, y en parte de manera involuntaria. En parte por motivos productivistas, en el sentido de que no encuentro tiempo para entrar en la dinámica de la interpretación de la voluntad ajena, que es complicadísimo y que, además, teniendo en cuenta los entornos en los que yo me muevo, evidentemente el tipo de mujer a la que yo me dirigiría conoce todos estos términos y filosofías del micromachismo. Yo ya no sé si pedir la hora es un micromachismo. Hay un problema con la filosofía de lo políticamente correcto, que desde los 80 para acá ha ido generando sus capas cada vez más delirantes. Como los espacios de seguridad, o como los trigger warnings o avisos de daño emocional. En las universidades estadounidenses puedes elegir no leer Las penas del joven Werther alegando motivos personales como por ejemplo un intento de suicidio. Poco a poco nos vamos cerrando a nuestra propia individualidad, mediada, de manera segura, a través de las redes sociales o Internet, pero el contacto físico cada vez se hace más difícil por los nuevos códigos o la nueva cortesía, y como va creando un celo sobre las conductas legítimas, que a mí me parece que reafirma uno de los daños que ejerce el patriarca contra el varón: la alexitimia. Esta se reafirma en el momento en que tú, como varón, ni siquiera puedes mostrar excitación o atracción sexual, algo tan sencillo como eso, y desvincularla de la agresividad.
Ismael Crespo: Pero es que estamos hablando de sectores que tengan en cuenta la filosofía de lo políticamente correcto en España. Este es una especie de parche de emergencia tras la liberación sexual en los años 60 y 70. Hubo un momento donde se dijo que abajo las convenciones sociales, y estuvo bien durante un par de años en Woodstock, pero a lo mejor no lo hemos podido recuperar. Porque los ritos de apareamiento, como dice Anónimo, eran útiles, tenían su utilidad en el sentido de que al final hay algo innegable, y es que la gente folla entre sí.
Juan: Menos Ernesto.
Ismael: Menos Ernesto, ¡pero por esto mismo! En los años 60, Ernesto se hubiera puesto un traje y hubiera salido el viernes, que es lo que sigue haciendo cualquier persona en un pueblo de España, donde no hay mucha izquierda que digamos. Y están sanos: ¡cuánta salud, cuánta exuberancia, cuántos niños hay en el País Vasco (y aquí en Madrid no hay ningún niño)! El asunto es cuando has abolido, considerándolo carca, sistema, establishment, machismo, cualquier tipo de rito. El feminismo tiene un test muy fácil: tú esto que haces con una mujer, ¿lo harías con un hombre? Yo no me veo gastándome mi dinero invitando a un café a un desconocido. Hasta la persona más intelectual del mundo, cuando va con un par de copas de más, dice: ‘ay, qué culo’. Y si es hetero, siempre tiende a hacerle más favores a las mujeres que a los hombres. Eso es innegable.
Juan: Entramos en el tema de la caballerosidad, que ahora está mal vista.
Ismael: La caballerosidad era un ritual de apareamiento mítico en los años 70. Y de repente dejó de funcionar en cierta clase contracultural. Después de eso hemos tenido dos vertientes: o se han empezado a sacar temas de relaciones abiertas (entender el amor como un contrato mucho más libre y sin tapujos), y otra gente que no se ha metido en esos circuitos, porque además son más cerrados, que tienen graves problemas al entablar una conversación, por ejemplo, con una chica. En plan tú, por ejemplo, a las cuatro de la mañana...
Juan: ¿Pero tú qué estás haciendo a las cuatro de la mañana en una discoteca? ¿Para qué narices están las chicas ahí bailando hasta las cuatro de la mañana?
Ernesto: Pues para pasárselo bien. La estupidez es un factor explicativo histórico.
Ismael: …Una chica que está a las cuatro… O mejor a las cinco, que ya es el desfase máximo. Tú pregúntale a esa chica cuántas veces le han entrado; te puede llegar a decir que le han entrado 15 veces. Y tú puedes que tú vayas en plan: ‘mira me apetece mucho invitarte a una copa porque te he visto físicamente y creo que podemos tener un debate muy guapo sobre la ética de la razón pura’.
Juan: Pero estás haciendo trampa porque yo planteaba la situación en una biblioteca.
Ismael: Yo siempre defiendo que hay que estudiar en sitios como el desierto con los beduinos y que te dé un poco el aire, porque en las bibliotecas se cortan las feromonas como si fueran mortadela. Follar en una discoteca es algo muy complicado, hay mucho ruido, la gente va muy alcoholizada… Pero en una biblioteca, el que no folla es porque no quiere. Ese ejemplo, justamente, no me vale.
Juan: ¡Cómo que no te vale, ese ejemplo es maravilloso! Si todo lo leemos desde las teorías de género, y desde la contraposición, la débil y el fuerte, el agresor y la gacelita, todo esto, en seguida estamos constriñendo nuestro comportamiento posible, y estamos negando una serie de oportunidades maravillosas que surgen, por ejemplo en las bibliotecas.
Anónimo: Estamos hablando de que cuando un chico se acerca a una chica con un ‘te invito a una copa’, hay un subtexto que el feminismo señala como micromachismo.
Diego: A lo mejor yo soy muy raro y tengo una carga de testosterona muy pobre, pero en la vida me he acercado a una chica para invitarla a un café o una copa. Bueno yo nunca he salido de copas, y lo digo así de claro. Solo el hecho salir de viernes y a hacer todo el papelón que hay que hacer de selva, de jugar a que yo soy el tío y entonces te abordo y luego no sé qué… Como comentabas tú, a mucha gente le va muy bien en este código. Gente que nunca va a leer esto, que no tiene Twitter ni Facebook, ni tiene ningún problema con los machismos o el feminismo porque se la suda…
Ismael: Que es la mayoría. No olvidemos que nos estamos poniendo como ejemplo, pero nosotros somos gente muy excéntrica. Tú no sales de fiesta en España, por ejemplo. No sé cuánta gente no sale de fiesta en España, pero muy pocos.
Diego: Y así nos va.
Ismael: Es que esto pasa es la realidad. En el ámbito práctico siempre va a haber una atención. Lo típico: a una mujer le falta un mechero y hay ahí veinte mecheros. Estamos hablando del español medio, y el español medio es una cosa muy rara.
Diego: Bueno, y del ser humano medio. Antes hablábamos de que el feminismo está triunfando, y el feminismo está triunfando en Twitter. Hace tiempo estuve en un festival de cine y hablando con un compañero se me ocurrió sacar el tema de las mujeres en la crítica de cine, que ahora hay bastante debate al respecto. Y el tío me preguntó directamente de qué le estaba hablando. Esta persona ha coordinado varios libros todos escritos por tíos. Y no es que sea machista —que lo es—; es que está tan impregnado que no lo ve. Y eso es el 99% de la población. Y es que el tema, Juan, es que quién está adquiriendo qué. Es hora de decir que la educación no garantiza nada. Llevamos 40 años de democracia en España, de la defensa de ciertos valores, de que en el colegio se enseñe la Constitución y todo eso, y España sigue siendo, como la humanidad va a seguir siendo toda la vida, un país de pitecántropos, y es así. Salimos a la calle, le preguntamos al señor que hay enfrente y no entiende nada de lo que estamos hablando.
Ernesto: Pero ese es un debate diferente, que tiene que ver con la clase media española.
Diego: En realidad sí tiene que ver.
Ismael: Estamos hablando de un país donde la mayoría de la gente tiene más de 65 años y vota al PP. Es decir, es un país donde a una mujer de 65 años, de un pueblo de Cuenca o de Ávila, no le puedes explicar qué es una nueva masculinidad, porque para empezar le tendrías que explicar qué ha pasado en los últimos 20 años. Entonces el público al que se dirige este discurso es gente que va a ser padre ahora, gente que se siente oprimida por el tema del patriarcado, es decir, gays, transexuales, gente afeminada, gente que no quiera participar del circuito hormonal-libidinal del mundo de la noche, y este tipo de cosas, ¿no? Ése es el público, y ahí sí que está calando. En España las cosas cambian, de vez en cuando.
Diego: Yo a lo que voy es que esas personas hacen su vida normal, como lo hacemos todos de acuerdo a sus códigos, y nosotros, los que estamos hablando y los que nos lean o escuchen, van a jugar al mismo juego solo que de una manera más sofisticada. Es decir: la salida, el tonteo, el condicionamiento de la corrección política.
Ismael: Es que creo que tienes una concepción como de que los hombres pueden jugar a un juego más perverso, más sutil, y en realidad no, se puede describir el fenómeno diciendo: los hombres ahora saben que no tienen que traspasar ciertas líneas, van a cambiar las estrategias para ligar, al igual que las mujeres pueden ligar con los hombres, y ya está.
Diego: Es que ya solo la expresión ligar ni se cuestiona. ¿De qué hablamos, qué significa ligar? Ligar efectivamente es ir a por una cuestión predatoria, elemental.
Juan: ¡No, es crear lazos afectivos! Hay una cuestión elemental que no se está tocando, y que se llama sentido común, y que hay gente que lo tiene averiado, y que considera que no es agresivo entrarle o tocarle el culo o hacer cualquiera de las barbaridades que las tías, por desgracia, siguen sufriendo a diario. Pero si tú, según tu sentido común, consideras que ligar no es lo tuyo y que has conseguido una pareja de otra manera y consideras que eso está bien, está muy bien. Y si otra persona considera que con su sentido común, llega a ser una persona delicada, no agresiva, que no vas por ahí metiendo dedos en coños…
Diego: Juan, tú no puedes saber cuándo eres agresivo y cuándo no. Solo hasta cierto punto. Porque a lo mejor sí que hay una tía que sí que le gusta que directamente le metas el dedo en el coño, y sin embargo le parece agresivo que tú intentes entrarla de otra manera. No sé si habéis visto un artículo en El País de hace unos días; entrevistaban a un montón de mujeres acerca de los hombres, y la mayor parte de las cosas eran: me gusta su brazo nervudo cuando conduce, que me empotre, que sude mientras riega el jardín, que me aplaste la cabeza contra la almohada...
Ernesto: Yo quisiera comentar dos cosas. En relación con hasta qué punto esto permea en la masa, la gente, el cuñado o quien sea… Yo creo que sí han permeado todas las oleadas del feminismo, pero bajo la idea de la libertad como emancipación respecto a cualquier norma. Yo creo que viene por ahí viene, digamos, lo políticamente correcto como imposición de al menos una cortesía, allí donde había unas normas de género muy definidas. Yo creo que por ahí va la cosa. Lo realmente difícil a día de hoy es imponer en un mundo que ya se ha emancipado, presuntamente, de todas las normas de género, un mínimo de cortesía que permita el juego entre situaciones estereotipadas. Uno de los problemas recientes en el mundo de la literatura, en la Alt Lit en Estados Unidos, es la cantidad de denuncias de violación que están produciendo. Por ejemplo Tao Lin fue acusado por una ex novia de violación en varias ocasiones. El problema de hasta qué punto uno consiente cuando no ha expresado contractualmente su voluntad acerca de lo que va a hacer, porque vamos hacia eso.
Juan: En el humor también está pasando. El otro día, en una charla en San Millán de la Cogolla, hubo un momento en que alguien llegó a plantear que para hacer una ironía en los medios tenías que poner una especie de asterisco. Pero vamos a ver, ¿de verdad creemos que la gente es tan subnormal como para que haya que protegerla?
Anónimo: ¿Cómo afecta el feminismo de la red al sentido del humor? ¿Intentáis ser más correctos, u os da igual?
Ismael: El tema del feminismo se ha llevado a un terreno que tiene que ver con un sector de la sociedad que oprime a otros sectores de la sociedad. En realidad, la gente hace chistes con el feminismo porque ya se basan en siglos de estereotipos, por ejemplo, sobre el matrimonio. Hoy han salido mil artículos de eso, y mañana saldrán otros mil. ¿Cuántos chistes han salido sobre el tema de los refugiados, pero chistes de verdad? Cuando no salen chistes de refugiados, la gente no dice: ¡malditos refugiados, nos han constreñido para que no hagamos chistes sobre ellos! Es que simplemente no se nos ocurre. Ahí está el humor de nuestra época, muy posmoderno, un humor que dices: me río pero qué mala persona soy. Los chistes crudos, de machismo, tienen ese tipo de humor muy negro, y están dentro de ese circuito.
Ernesto: Se está produciendo una patrimonialización del humor. Es legítimo que los negros en The Wire se llamen entre ellos nigger, pero si lo hace un blanco es racismo. Es razonable que los sudamericanos entre ellos se llamen ‘sudacas’ pero si lo hace un español… Lo mismo está pasando con el humor. Se está restringiendo la esfera de cualquier tipo de interacción a tu propia identidad definida en términos muy estrictos. Si tú eres español y escritor, puedes hacer chistes sobre escritores españoles; las lesbianas pueden llamarse entre ellas bolleras, los gays se pueden llamar a sí mismos maricones… No es casual que el debate de nuevas masculinidades se plantee solamente entre hombres porque es una cosa que se va a patrimonializar en algún momento. Cuando intervenga una mujer en un debate se le podrá decir algo, los expertos podrán pedirle cuentas. Porque va a haber becas. Hace poco investigué una cosa que es una frikada salvaje: un colectivo internacional que se llama Asexualidad que tiene unos 3.000 miembros en internet, y ya están dando becas de 10.000 euros a investigadores que tan solo tienen que hacer entrevistas a 60 personas. 10.000 euros por entrevistar a 60 personas. Pues ya hay gente que se está aprovechando, con lo cual tienes académicos asexuales que reivindican su identidad y no permiten que los demás hablen. Porque si tú hablas no siendo de la tribu eres el que está prejuiciando desde fuera, etc.
Juan: Ayer leí en Twitter una conversación involuntariamente divertida para la persona que la provocó. Un tío decía: joder, qué puto calor, primer tuit; segundo tuit, lo peor es que uno no tiene ni ganas de follar. Y entonces entra una chica —o a lo mejor era un chico con un avatar de chica— que en su descripción ponía algo de reventar cabezas de hombres contra bordillos, y le acusó de estar ofendiendo a los asexuales.
Diego: La conversación de entrada es: por favor, ¿puedes hacer el favor de quitar eso?
Juan: Repitió lo de borrar varias veces. Esto pasa como cuando va alguna gente a Cataluña, y se cruza con el típico gilipollas indepe que le habla mal por ser español, y le dice que los españoles son una mierda, y ya piensa que todos…
Anónimo: El quid de la cuestión: corrección política versus humor.
Diego: Ahora mismo hay una enorme censura, más que hace cinco años. Hay una histeria colectiva de corte ideológico que está haciendo mucho daño a la creatividad y también al humor, y que tiene que ver mucho con la crisis económica, que ha producido un estado de polarización ideológica, y en el caso de las redes sociales, la toma por parte de un determinado segmento ideológico. Yo hace poco, hablando con alguien, tuve la clara sensación de que al ser blanco, heterosexual, de mediana edad, y nacido en Madrid, tenía todas las papeletas para ser juzgado y ejecutado en cuanto llegue la próxima revolución del signo que sea, porque ya soy culpable por definición. Asumir eso en cierto modo te da bastante libertad, porque una vez que has sido juzgado porque sí, ya te puedes reír de bastantes cosas. Y una de ellas, insisto, es la asfixiante corrección política que estamos viviendo. Hace unos días, una chica norteamericana decía en un tuit que ya está bien de que la gente le asigne sexo a las mascotas porque así la estás configurando heteronormativamente, y que hay que poner a las mascotas nombres neutros. Estas locuras están ocurriendo a diario.
Anónimo: ¿Conclusiones? En plan tuit: 140 caracteres, o un poquito más, si queréis.
Juan: ¿Os acordáis de la novela Sentido y sensibilidad? Pues sentido común y sensibilidad, joder. Es lo único que nos puede salvar de la locura colectiva, de cualquiera de las muchas que nos van a atacar próximamente. Si va a haber una nueva masculinidad, yo me salgo de ella y me quedo con mi sentido común y mi sensibilidad. Espero seguir cultivándola, vaya.
Ismael: Yo le recomiendo a la gente que en vez de dedicarse a la nueva masculinidad, que es un concepto convencional, que se va enfrentar con otros debates y lo va a asfixiar, que se dedique a otras cosas. A leer a Homero, por ejemplo.
Diego: Seguramente hemos dicho muchas tonterías y cometido muchos errores en esta charla, que seguramente no servirá para nada. Pero tampoco tiene ninguna importancia, la verdad.
Ernesto: Yo quería reafirmarme en la apuesta institucional. Creo que la cuestión importante es la socialización de los hijos, no en relación a sus padres, sino entre ellos. Ahí es donde se constituye la identidad, entre ellas la identidad de género masculina, que se reafirma desde dentro y no en dicotomía con las mujeres, que son al final y al cabo otro trofeo, junto con los deportivos, económicos y profesionales. Apostaría por las reformativas educativas, e ir más allá de un modelo de varón competitivo, incapaz de expresar sus sentimientos, y por tanto de reconocerlos en el otro.
Anónimo: Por mi parte, creo que estamos intentando arrojar un poco de luz, y entenderlo mejor nosotros. Tal vez dentro de veinte años algunas de estas ideas han calado algo en ese señor de enfrente que no entiende nada de lo que estamos hablando. Quizás dentro de veinte años Mariano Rajoy tendrá que tener en cuenta algo de esto para poder gobernar. Ahí dejo esa idea. Gracias a todos por venir. Muchas gracias.
Lee la primera parte de este artículo en este enlace.
Este texto es una transcripción reducida de un debate más largo. Puedes escucharlo en su versión íntegra en EEM Radio en este enlace.
#DebateMasculinidad (2)
Ernesto Castro: Yo recuerdo un debate muy bueno con motivo de la presentación del libro de Carolina del Olmo Dónde está mi tribu, donde ella decía que el debate actual no está entre nuevas formas de paternidad o maternidad enrollada y el viejo modelo del que trae el pan a casa y de la que cuida al niño, sino en socializar y convertir en un bien común la idea de la maternidad. Cita por supuesto a su maestro, Santiago Alba Rico, que en su libro Leer con niños dice que los niños sirven para hacerse uno cuidadoso, que la posición privilegiada del padre es que por fin ha ido más allá de su visión egoísta y de cálculo utilitario en la vida, y es capaz, de manera altruista, de dedicarse a una persona sin esperar… bueno, esperando que le cuiden y no le metan en una residencia y tal. Recuerdo que una feminista le dijo: ‘hoy la maternidad es prácticamente una esclavitud para la mujer; es como si tú de repente, en mitad del siglo XVIII, dijeras que la recogida de algodón no es algo solo meramente sufriente, sino que nos pone en una situación privilegiada, y el algodón está blandito, y en lugar de abolir la esclavitud hay que generalizarla, y que todos podamos llegar al placer de tener hijos o de coger algodón’. Esa comparación me pareció bastante interesante como crítica, precisamente, a lo que podríamos llamar la nueva religión de la maternidad subversiva. A la maternidad en los últimos años (y en relación con estos autores, que como el caso de Carolina del Olmo, se han convertido de repente en best seller de autoayuda). Yo no conozco a ninguna pareja, de los nacidos en los 70 para acá, que no esté en ese rollo de las maternidades subversivas, de ser un padre emancipado, etc.
Juan Soto Ivars: Bueno, si alguien se quiere subir a ese carro, es porque le conviene o porque le apetece. Yo me imagino que ceder tu crío a la tribu o a la comunidad te da bastante tiempo libre.
Diego Salgado: Claro, sí, por supuesto, que cada uno que haga lo que quiera. El tema un poco es la arrogancia moral. Yo conozco personas que a partir de tener hijos se han convertido en unos monstruos. Yo digo, ¿pero a ti qué te ha pasado? E inmediatamente ves que es una justificación. Es decir, tú has tenido un hijo y automáticamente te metes en el rollo de qué padre hay que ser en el año 2016. Y hay que decirlo: luego, cuando rascas a la gente cuando no está en Facebook, sino cuando está borracha, o está débil por la razón que sea, te das cuenta de que por supuesto hay una presión para ser de una determinada manera. Toda esta venta pública que se hace ahora de las madres nuevas, ejemplares, que compaginan, y el padre que es muy guay y todo eso, a veces es verdad y a veces no. Da igual hombre, mujer o lo que sea: ser generoso con el otro no lo hace nadie. Nadie. Ni hombres, ni mujeres.
Ernesto: Hay una encuesta en Estados Unidos acerca de cuáles son las emociones que positivamente pueden expresar los valores, y básicamente se resumen en tres: enfado, desprecio y orgullo. Mientras, las mujeres se permiten satisfacción, sentirse dolidas, etc. El patriarcado es dañino para los varones porque genera en ellos lo que se conoce como la alexitimia, es decir, la imposibilidad de expresar emociones. Y de no saber expresarlas, ser incapaz en un determinado momento de reconocerlas en uno mismo, y de reconocerlas en otras personas. Y ahí es donde te conviertes en un violador. Porque tú no distingues el paso importantísimo que hay entre estar ligando y no ser capaz de interpretar la voluntad ajena.
Diego Salgado: Virginie Despentes ha dicho en más de una ocasión que lo peor que te puede pasar en la vida, siendo mujer, no es que te violen, es que si te violan, que automáticamente te cuelguen la etiqueta de violada.
Juan: Pero vuelve a ser una generalización indeseable y habría que preguntar a las mujeres violadas qué opinan de eso.
Diego: Evidentemente yo no voy a relativizar una violación. Pero a lo que voy es a que la violación de la mujer también es un tema de código. La frase es —y aquí vamos a un tema muy clásico patriarcal de doncella—: ‘te han violado’. La violación tiene un estatus, incluso cuando se trata desde un punto de vista feminista, de defensa de la mujer, etc. Es un tema icónico.
Anónimo García: Hablemos de la violación desde el punto de vista del hombre.
Juan: Interesante. Yo estoy siguiendo en las redes sociales cuentas que se dedican a denunciar microviolaciones. Y ya tuve una especie de debate, que acabó saliendo en un medio de izquierdas, porque me puse a trolear a una persona que decía que en la cafetería le habían dicho que si se quería tomar un café, y ella estaba contando la historia como si la estuvieran violando. Antes podías invitar a una chica a un café sin tener miedo que te llamara violador, y tú podías ser perfectamente educado. Joder, se nota que te quiero follar, evidentemente el café no es lo que me interesa, pero tú me dices que no quieres y yo me piro.
Diego: No hace falta tener una gran sensibilidad para saber que el hecho de creerse con derecho a invitar a un café a una chica porque te gusta, pues tiene algo de agresivo.
Anónimo: El rito del apareamiento...
Diego: No, el rito del apareamiento, no. Eso es un tópico. Es el rito del apareamiento del viernes por la noche.
Juan: ¡Pero eso no es como lanzar un piropo desde un andamio y decir: ‘ole tu coño, te la metía hasta el fondo’! Eso me parece muy agresivo y muy asqueroso.
Diego: Pues a mí me parece menos agresivo porque ese señor está en realidad viendo a una figura que pasa, le dice eso, y sigue pintando. Pero es que el otro, como has dicho tú muy bien, te está diciendo ‘te invito a un café’ cuando en realidad le está diciendo ‘¿te la puedo meter?’.
Juan: ¿Ligar es machista?
Anónimo: Podemos hablar de las diferencias insoslayables entre hombres y mujeres. Por ejemplo, existe la tendencia de decir que los hombres tienen más voluntad de practicar sexo que las mujeres porque para ellas significa ‘otra cosa’. ¿Cómo se trataría esto, y sobre todo teniendo en cuenta —dejo aquí mi aportación— si esto es parte de un ‘ritual de apareamiento’, que puede ser adecuado en un contexto o en otro? En los años 60 que un hombre le dijera algo a la mujer era adecuado, hoy no.
Ernesto: Mira, yo llevo dos años sin follar. En parte por decisión, y en parte de manera involuntaria. En parte por motivos productivistas, en el sentido de que no encuentro tiempo para entrar en la dinámica de la interpretación de la voluntad ajena, que es complicadísimo y que, además, teniendo en cuenta los entornos en los que yo me muevo, evidentemente el tipo de mujer a la que yo me dirigiría conoce todos estos términos y filosofías del micromachismo. Yo ya no sé si pedir la hora es un micromachismo. Hay un problema con la filosofía de lo políticamente correcto, que desde los 80 para acá ha ido generando sus capas cada vez más delirantes. Como los espacios de seguridad, o como los trigger warnings o avisos de daño emocional. En las universidades estadounidenses puedes elegir no leer Las penas del joven Werther alegando motivos personales como por ejemplo un intento de suicidio. Poco a poco nos vamos cerrando a nuestra propia individualidad, mediada, de manera segura, a través de las redes sociales o Internet, pero el contacto físico cada vez se hace más difícil por los nuevos códigos o la nueva cortesía, y como va creando un celo sobre las conductas legítimas, que a mí me parece que reafirma uno de los daños que ejerce el patriarca contra el varón: la alexitimia. Esta se reafirma en el momento en que tú, como varón, ni siquiera puedes mostrar excitación o atracción sexual, algo tan sencillo como eso, y desvincularla de la agresividad.
Ismael Crespo: Pero es que estamos hablando de sectores que tengan en cuenta la filosofía de lo políticamente correcto en España. Este es una especie de parche de emergencia tras la liberación sexual en los años 60 y 70. Hubo un momento donde se dijo que abajo las convenciones sociales, y estuvo bien durante un par de años en Woodstock, pero a lo mejor no lo hemos podido recuperar. Porque los ritos de apareamiento, como dice Anónimo, eran útiles, tenían su utilidad en el sentido de que al final hay algo innegable, y es que la gente folla entre sí.
Juan: Menos Ernesto.
Ismael: Menos Ernesto, ¡pero por esto mismo! En los años 60, Ernesto se hubiera puesto un traje y hubiera salido el viernes, que es lo que sigue haciendo cualquier persona en un pueblo de España, donde no hay mucha izquierda que digamos. Y están sanos: ¡cuánta salud, cuánta exuberancia, cuántos niños hay en el País Vasco (y aquí en Madrid no hay ningún niño)! El asunto es cuando has abolido, considerándolo carca, sistema, establishment, machismo, cualquier tipo de rito. El feminismo tiene un test muy fácil: tú esto que haces con una mujer, ¿lo harías con un hombre? Yo no me veo gastándome mi dinero invitando a un café a un desconocido. Hasta la persona más intelectual del mundo, cuando va con un par de copas de más, dice: ‘ay, qué culo’. Y si es hetero, siempre tiende a hacerle más favores a las mujeres que a los hombres. Eso es innegable.
Juan: Entramos en el tema de la caballerosidad, que ahora está mal vista.
Ismael: La caballerosidad era un ritual de apareamiento mítico en los años 70. Y de repente dejó de funcionar en cierta clase contracultural. Después de eso hemos tenido dos vertientes: o se han empezado a sacar temas de relaciones abiertas (entender el amor como un contrato mucho más libre y sin tapujos), y otra gente que no se ha metido en esos circuitos, porque además son más cerrados, que tienen graves problemas al entablar una conversación, por ejemplo, con una chica. En plan tú, por ejemplo, a las cuatro de la mañana...
Juan: ¿Pero tú qué estás haciendo a las cuatro de la mañana en una discoteca? ¿Para qué narices están las chicas ahí bailando hasta las cuatro de la mañana?
Ernesto: Pues para pasárselo bien. La estupidez es un factor explicativo histórico.
Ismael: …Una chica que está a las cuatro… O mejor a las cinco, que ya es el desfase máximo. Tú pregúntale a esa chica cuántas veces le han entrado; te puede llegar a decir que le han entrado 15 veces. Y tú puedes que tú vayas en plan: ‘mira me apetece mucho invitarte a una copa porque te he visto físicamente y creo que podemos tener un debate muy guapo sobre la ética de la razón pura’.
Juan: Pero estás haciendo trampa porque yo planteaba la situación en una biblioteca.
Ismael: Yo siempre defiendo que hay que estudiar en sitios como el desierto con los beduinos y que te dé un poco el aire, porque en las bibliotecas se cortan las feromonas como si fueran mortadela. Follar en una discoteca es algo muy complicado, hay mucho ruido, la gente va muy alcoholizada… Pero en una biblioteca, el que no folla es porque no quiere. Ese ejemplo, justamente, no me vale.
Juan: ¡Cómo que no te vale, ese ejemplo es maravilloso! Si todo lo leemos desde las teorías de género, y desde la contraposición, la débil y el fuerte, el agresor y la gacelita, todo esto, en seguida estamos constriñendo nuestro comportamiento posible, y estamos negando una serie de oportunidades maravillosas que surgen, por ejemplo en las bibliotecas.
Anónimo: Estamos hablando de que cuando un chico se acerca a una chica con un ‘te invito a una copa’, hay un subtexto que el feminismo señala como micromachismo.
Diego: A lo mejor yo soy muy raro y tengo una carga de testosterona muy pobre, pero en la vida me he acercado a una chica para invitarla a un café o una copa. Bueno yo nunca he salido de copas, y lo digo así de claro. Solo el hecho salir de viernes y a hacer todo el papelón que hay que hacer de selva, de jugar a que yo soy el tío y entonces te abordo y luego no sé qué… Como comentabas tú, a mucha gente le va muy bien en este código. Gente que nunca va a leer esto, que no tiene Twitter ni Facebook, ni tiene ningún problema con los machismos o el feminismo porque se la suda…
Ismael: Que es la mayoría. No olvidemos que nos estamos poniendo como ejemplo, pero nosotros somos gente muy excéntrica. Tú no sales de fiesta en España, por ejemplo. No sé cuánta gente no sale de fiesta en España, pero muy pocos.
Diego: Y así nos va.
Ismael: Es que esto pasa es la realidad. En el ámbito práctico siempre va a haber una atención. Lo típico: a una mujer le falta un mechero y hay ahí veinte mecheros. Estamos hablando del español medio, y el español medio es una cosa muy rara.
Diego: Bueno, y del ser humano medio. Antes hablábamos de que el feminismo está triunfando, y el feminismo está triunfando en Twitter. Hace tiempo estuve en un festival de cine y hablando con un compañero se me ocurrió sacar el tema de las mujeres en la crítica de cine, que ahora hay bastante debate al respecto. Y el tío me preguntó directamente de qué le estaba hablando. Esta persona ha coordinado varios libros todos escritos por tíos. Y no es que sea machista —que lo es—; es que está tan impregnado que no lo ve. Y eso es el 99% de la población. Y es que el tema, Juan, es que quién está adquiriendo qué. Es hora de decir que la educación no garantiza nada. Llevamos 40 años de democracia en España, de la defensa de ciertos valores, de que en el colegio se enseñe la Constitución y todo eso, y España sigue siendo, como la humanidad va a seguir siendo toda la vida, un país de pitecántropos, y es así. Salimos a la calle, le preguntamos al señor que hay enfrente y no entiende nada de lo que estamos hablando.
Ernesto: Pero ese es un debate diferente, que tiene que ver con la clase media española.
Diego: En realidad sí tiene que ver.
Ismael: Estamos hablando de un país donde la mayoría de la gente tiene más de 65 años y vota al PP. Es decir, es un país donde a una mujer de 65 años, de un pueblo de Cuenca o de Ávila, no le puedes explicar qué es una nueva masculinidad, porque para empezar le tendrías que explicar qué ha pasado en los últimos 20 años. Entonces el público al que se dirige este discurso es gente que va a ser padre ahora, gente que se siente oprimida por el tema del patriarcado, es decir, gays, transexuales, gente afeminada, gente que no quiera participar del circuito hormonal-libidinal del mundo de la noche, y este tipo de cosas, ¿no? Ése es el público, y ahí sí que está calando. En España las cosas cambian, de vez en cuando.
Diego: Yo a lo que voy es que esas personas hacen su vida normal, como lo hacemos todos de acuerdo a sus códigos, y nosotros, los que estamos hablando y los que nos lean o escuchen, van a jugar al mismo juego solo que de una manera más sofisticada. Es decir: la salida, el tonteo, el condicionamiento de la corrección política.
Ismael: Es que creo que tienes una concepción como de que los hombres pueden jugar a un juego más perverso, más sutil, y en realidad no, se puede describir el fenómeno diciendo: los hombres ahora saben que no tienen que traspasar ciertas líneas, van a cambiar las estrategias para ligar, al igual que las mujeres pueden ligar con los hombres, y ya está.
Diego: Es que ya solo la expresión ligar ni se cuestiona. ¿De qué hablamos, qué significa ligar? Ligar efectivamente es ir a por una cuestión predatoria, elemental.
Juan: ¡No, es crear lazos afectivos! Hay una cuestión elemental que no se está tocando, y que se llama sentido común, y que hay gente que lo tiene averiado, y que considera que no es agresivo entrarle o tocarle el culo o hacer cualquiera de las barbaridades que las tías, por desgracia, siguen sufriendo a diario. Pero si tú, según tu sentido común, consideras que ligar no es lo tuyo y que has conseguido una pareja de otra manera y consideras que eso está bien, está muy bien. Y si otra persona considera que con su sentido común, llega a ser una persona delicada, no agresiva, que no vas por ahí metiendo dedos en coños…
Diego: Juan, tú no puedes saber cuándo eres agresivo y cuándo no. Solo hasta cierto punto. Porque a lo mejor sí que hay una tía que sí que le gusta que directamente le metas el dedo en el coño, y sin embargo le parece agresivo que tú intentes entrarla de otra manera. No sé si habéis visto un artículo en El País de hace unos días; entrevistaban a un montón de mujeres acerca de los hombres, y la mayor parte de las cosas eran: me gusta su brazo nervudo cuando conduce, que me empotre, que sude mientras riega el jardín, que me aplaste la cabeza contra la almohada...
Ernesto: Yo quisiera comentar dos cosas. En relación con hasta qué punto esto permea en la masa, la gente, el cuñado o quien sea… Yo creo que sí han permeado todas las oleadas del feminismo, pero bajo la idea de la libertad como emancipación respecto a cualquier norma. Yo creo que viene por ahí viene, digamos, lo políticamente correcto como imposición de al menos una cortesía, allí donde había unas normas de género muy definidas. Yo creo que por ahí va la cosa. Lo realmente difícil a día de hoy es imponer en un mundo que ya se ha emancipado, presuntamente, de todas las normas de género, un mínimo de cortesía que permita el juego entre situaciones estereotipadas. Uno de los problemas recientes en el mundo de la literatura, en la Alt Lit en Estados Unidos, es la cantidad de denuncias de violación que están produciendo. Por ejemplo Tao Lin fue acusado por una ex novia de violación en varias ocasiones. El problema de hasta qué punto uno consiente cuando no ha expresado contractualmente su voluntad acerca de lo que va a hacer, porque vamos hacia eso.
Juan: En el humor también está pasando. El otro día, en una charla en San Millán de la Cogolla, hubo un momento en que alguien llegó a plantear que para hacer una ironía en los medios tenías que poner una especie de asterisco. Pero vamos a ver, ¿de verdad creemos que la gente es tan subnormal como para que haya que protegerla?
Anónimo: ¿Cómo afecta el feminismo de la red al sentido del humor? ¿Intentáis ser más correctos, u os da igual?
Ismael: El tema del feminismo se ha llevado a un terreno que tiene que ver con un sector de la sociedad que oprime a otros sectores de la sociedad. En realidad, la gente hace chistes con el feminismo porque ya se basan en siglos de estereotipos, por ejemplo, sobre el matrimonio. Hoy han salido mil artículos de eso, y mañana saldrán otros mil. ¿Cuántos chistes han salido sobre el tema de los refugiados, pero chistes de verdad? Cuando no salen chistes de refugiados, la gente no dice: ¡malditos refugiados, nos han constreñido para que no hagamos chistes sobre ellos! Es que simplemente no se nos ocurre. Ahí está el humor de nuestra época, muy posmoderno, un humor que dices: me río pero qué mala persona soy. Los chistes crudos, de machismo, tienen ese tipo de humor muy negro, y están dentro de ese circuito.
Ernesto: Se está produciendo una patrimonialización del humor. Es legítimo que los negros en The Wire se llamen entre ellos nigger, pero si lo hace un blanco es racismo. Es razonable que los sudamericanos entre ellos se llamen ‘sudacas’ pero si lo hace un español… Lo mismo está pasando con el humor. Se está restringiendo la esfera de cualquier tipo de interacción a tu propia identidad definida en términos muy estrictos. Si tú eres español y escritor, puedes hacer chistes sobre escritores españoles; las lesbianas pueden llamarse entre ellas bolleras, los gays se pueden llamar a sí mismos maricones… No es casual que el debate de nuevas masculinidades se plantee solamente entre hombres porque es una cosa que se va a patrimonializar en algún momento. Cuando intervenga una mujer en un debate se le podrá decir algo, los expertos podrán pedirle cuentas. Porque va a haber becas. Hace poco investigué una cosa que es una frikada salvaje: un colectivo internacional que se llama Asexualidad que tiene unos 3.000 miembros en internet, y ya están dando becas de 10.000 euros a investigadores que tan solo tienen que hacer entrevistas a 60 personas. 10.000 euros por entrevistar a 60 personas. Pues ya hay gente que se está aprovechando, con lo cual tienes académicos asexuales que reivindican su identidad y no permiten que los demás hablen. Porque si tú hablas no siendo de la tribu eres el que está prejuiciando desde fuera, etc.
Juan: Ayer leí en Twitter una conversación involuntariamente divertida para la persona que la provocó. Un tío decía: joder, qué puto calor, primer tuit; segundo tuit, lo peor es que uno no tiene ni ganas de follar. Y entonces entra una chica —o a lo mejor era un chico con un avatar de chica— que en su descripción ponía algo de reventar cabezas de hombres contra bordillos, y le acusó de estar ofendiendo a los asexuales.
Diego: La conversación de entrada es: por favor, ¿puedes hacer el favor de quitar eso?
Juan: Repitió lo de borrar varias veces. Esto pasa como cuando va alguna gente a Cataluña, y se cruza con el típico gilipollas indepe que le habla mal por ser español, y le dice que los españoles son una mierda, y ya piensa que todos…
Anónimo: El quid de la cuestión: corrección política versus humor.
Diego: Ahora mismo hay una enorme censura, más que hace cinco años. Hay una histeria colectiva de corte ideológico que está haciendo mucho daño a la creatividad y también al humor, y que tiene que ver mucho con la crisis económica, que ha producido un estado de polarización ideológica, y en el caso de las redes sociales, la toma por parte de un determinado segmento ideológico. Yo hace poco, hablando con alguien, tuve la clara sensación de que al ser blanco, heterosexual, de mediana edad, y nacido en Madrid, tenía todas las papeletas para ser juzgado y ejecutado en cuanto llegue la próxima revolución del signo que sea, porque ya soy culpable por definición. Asumir eso en cierto modo te da bastante libertad, porque una vez que has sido juzgado porque sí, ya te puedes reír de bastantes cosas. Y una de ellas, insisto, es la asfixiante corrección política que estamos viviendo. Hace unos días, una chica norteamericana decía en un tuit que ya está bien de que la gente le asigne sexo a las mascotas porque así la estás configurando heteronormativamente, y que hay que poner a las mascotas nombres neutros. Estas locuras están ocurriendo a diario.
Anónimo: ¿Conclusiones? En plan tuit: 140 caracteres, o un poquito más, si queréis.
Juan: ¿Os acordáis de la novela Sentido y sensibilidad? Pues sentido común y sensibilidad, joder. Es lo único que nos puede salvar de la locura colectiva, de cualquiera de las muchas que nos van a atacar próximamente. Si va a haber una nueva masculinidad, yo me salgo de ella y me quedo con mi sentido común y mi sensibilidad. Espero seguir cultivándola, vaya.
Ismael: Yo le recomiendo a la gente que en vez de dedicarse a la nueva masculinidad, que es un concepto convencional, que se va enfrentar con otros debates y lo va a asfixiar, que se dedique a otras cosas. A leer a Homero, por ejemplo.
Diego: Seguramente hemos dicho muchas tonterías y cometido muchos errores en esta charla, que seguramente no servirá para nada. Pero tampoco tiene ninguna importancia, la verdad.
Ernesto: Yo quería reafirmarme en la apuesta institucional. Creo que la cuestión importante es la socialización de los hijos, no en relación a sus padres, sino entre ellos. Ahí es donde se constituye la identidad, entre ellas la identidad de género masculina, que se reafirma desde dentro y no en dicotomía con las mujeres, que son al final y al cabo otro trofeo, junto con los deportivos, económicos y profesionales. Apostaría por las reformativas educativas, e ir más allá de un modelo de varón competitivo, incapaz de expresar sus sentimientos, y por tanto de reconocerlos en el otro.
Anónimo: Por mi parte, creo que estamos intentando arrojar un poco de luz, y entenderlo mejor nosotros. Tal vez dentro de veinte años algunas de estas ideas han calado algo en ese señor de enfrente que no entiende nada de lo que estamos hablando. Quizás dentro de veinte años Mariano Rajoy tendrá que tener en cuenta algo de esto para poder gobernar. Ahí dejo esa idea. Gracias a todos por venir. Muchas gracias.
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Este texto es una transcripción reducida de un debate más largo. Puedes escucharlo en su versión íntegra en EEM Radio en este enlace.