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#DebateMasculinidad (1)
Cinco hombres reflexionan sobre su género
Anónimo García: ¿Qué significa ser hombre hoy? ¿Se puede combatir desde el masculinismo la desigualdad de género? ¿Cómo afecta esta desigualdad a los hombres? Las mujeres llevan décadas estudiándose a sí mismas y las relaciones de género; ¿los hombres tenemos claro quiénes somos? Disculpe la audiencia: no hay paridad de género. Hemos preferido que sean los hombres los que reflexionen sobre sí mismos. Hoy somos todos hombres.
Ismael Crespo: He notado que todos los análisis de nuevas masculinidades nacen muertos, porque se piensa —sobre todo desde el feminismo— que sacar el tema es una especie de subterfugio, un paraguas para evitar un hipotético exceso de radicalismo feminista. Que al final son hombres diciendo: “No somos todos iguales ni por tanto tenemos que caer todos bajo las críticas del feminismo”. Y denunciando ciertos daños colaterales del heteropatriarcado de los que también somos víctimas en cierto sentido: hemos tenido que ir a la guerra, ser las principales víctimas de violencia del mundo, etc. Ese es un punto a revisar a fin de que las nuevas masculinidades, si se quieren construir como un campo de reflexión, no acaben en saco roto según nacen. Que tiene pinta de que va a acabar así.
Ernesto Castro: Tienes razón que es un campo relativamente muerto, porque extiende una victimización que en las versiones más histéricas del feminismo hasta ahora estaba restringido a las mujeres. Hay que decir que los segundones del patriarcado, los varones, también son víctimas de cierta violencia estructural y coyuntural. Y no solamente los perdedores del patriarcado, los nerds, los pringados, que son objeto de bullying, de acoso en el colegio, sino también los propios ‘victoriosos’: los que encarnan el ideal del hombre viril también se puede decir que llevan una vida dañada, en la medida que tienen menor capacidad de empatía, de expresar sus sentimientos y de reconocerlos en otras personas, y eso les afecta a nivel personal y profesional.
A. G.: ¿Entonces creéis que puede ser necesario un nuevo movimiento masculinista que se equipare al feminismo en el sentido de combatir el heteropatriarcado?
Juan Soto Ivars: Yo no me sumaría a un movimiento que intentara equiparar la condición de los hombres desde una perspectiva de género. Poco a poco he ido entendiendo que el feminismo no es algo que me ataque. Y estoy empezando a comprender que, en contra de lo que yo pensaba desde cierta insensibilidad, el feminismo es necesario también en esta época. Por ejemplo, no sé si recordaréis que hace tiempo @Barbijaputa escribió un artículo donde acusaba a todos los hombres de ser violadores en potencia. Cuando leí eso me sentí bastante atacado. Y no tengo por qué: si niego formar parte de un colectivo llamado hombre, ¿por qué me afecta una crítica como esa? Lo que pasó es que después de leer ese artículo lo hablé con Andrea, mi chica, y me dijo: “Creo que no lo estás entendiendo bien. Te estás centrando en el tono de cómo lo dice (sí, desagradable y violento), pero estás olvidándote de una cosa que nos pasa a todas las tías, y es que por la noche cuando vamos por la calle y un tío viene detrás de nosotras, nos podemos acojonar”. Esto me pasó hace poco en Tel Aviv. Me estoy empezando a dar cuenta de problemas involuntarios que tú provocas simplemente por ser un tío y por cómo están las cabezas. No tengo porqué sentirme insultado si una tía dice que todos los hombres podemos ser violadores en potencia si lo entiendo desde ese punto de vista. Estoy intentando desarrollar mi sensibilidad para darme cuenta de cuándo género problemas y estoy perpetuando problemas involuntariamente. Bastante esfuerzo es ése como para ponerme a pensar en mí mismo, y en si las mujeres me deben algo.
Ismael: He estado rastreando el tema de cuando empezó a surgir el debate en campos mainstream, y coincide con el caso del golfista Tiger Woods y sus repetidas infidelidades. Eso me abrió el campo. Al parecer los psicólogos determinaron que ése comportamiento era anómalo y hasta crearon una patología que era adicción al sexo. Parece que hay un eufemismo en el sentido que no se quieren aceptar los comportamientos típicos que tendría un hombre o una mujer en posición privilegiada de poder. Por eso tenemos que inventar categorías psicológicas —una patraña—: para poder justificar a la gente que no tiene esas condiciones de poder o de dinero. No queremos asumir que nada ha cambiado, por eso tenemos que inventarnos eufemismos.
Diego Salgado: Yo quería, desde un punto de vista pragmático, echar por tierra todo el tema que hemos empezado y es el de poner etiquetas continuamente. Aquí se habla de feministas, de hombres, de lo masculino, de lo femenino… Creo que ahí está el problema precisamente: en qué posición toma cada uno para empezar a hablar. Yo no creo en la nueva masculinidad. Sí que creo que todos los hombres somos violadores en potencia. Y que no podemos arreglar nada al respecto. Todos somos culpables y las feministas tienen razón. Ahora, también me preguntaría quién es feminista y quién no lo es. @Barbijaputa para mí no es feminista, como no lo es Isabel Coixet. Son figurones estrambóticos, aferrados a etiquetas, como nosotros hablando de este tema. ¿Por qué no hay mujeres en esta mesa? ¿Lo hemos aceptado como normal para hablar sobre masculinidad siendo hombres? Insisto: yo no sé si soy un hombre o no, yo no sé qué significa ser masculino o no, pero este debate ya empieza partiendo de categorías. Apelo un poco al objeto humano no identificado. Es decir, algo que no sabe muy bien lo que es, que tiene una cabeza bastante jodida, como creo que la tenemos todos los aquí sentados, y todos y todas, y a partir de ahí entablar otro tipo de relaciones que no pasen por autocalificarnos.
Juan: Yo estaba yendo un poco por ahí con lo de cultivar tu propia sensibilidad. Otra situación: estás con una pareja de amigos, los dos heterosexuales, y notas cómo el chico empieza a sentirse inseguro porque tú la estás haciendo reír mucho a ella. Si piensas en ello desde una perspectiva de género puedes sacar un millón de teorías, de etiquetas, como dices tú, pero el único camino es que cada uno se vaya dando cuenta en qué momento está cometiendo errores, no tanto de género, sino descritos por los problemas de género.
Diego: Yo sé que cometo errores a diario, pero más allá del autoanálisis que uno puede hacer, tampoco hay que estar pidiendo disculpas por existir y por haber estado condicionado por una serie de razones que ahora conviene que se culpabilicen. Ahora, porque hace cinco años no, y dentro de cinco años ya veremos. Yo tengo amigos, más jóvenes que yo, a los que efectivamente les preocupa mucho el tema de las nuevas masculinidades. Gente que ha sido padre y que por ejemplo sube una foto a Facebook diciendo: ‘Mi hijo está ayudando en la cocina. Le estoy enseñando nuevos valores’. Agradezco el esfuerzo pero es absurdo, no arregla para nada el problema que tenemos. Las etiquetas vienen por un tema de mercado. Decís que en nueva masculinidad no hay casi nada hecho. Será porque no vende. En el momento en que empiece a vender o que alguien saque el best seller de turno, pues venderá y habrá debates. ¿Y qué pasará? Que esa nueva masculinidad no será nada más que un código de mercado. Igual que el feminismo ahora mismo es un código de mercado. De realidad tiene muy poquito.
Ernesto: Una parte del feminismo es un código de mercado.
Diego: El 99% del feminismo que se lleva ahora es absolutamente inverosímil. El feminismo no es una conciencia que te surja, como a Nacho Vigalondo, de la noche a la mañana, y te pongas a postular en Twitter que eres feminista, eso es grotesco. El feminismo es transversal con otras cosas que surgen cuando uno nace, y ves cómo son las cosas. ¿Quién no se ha sentido una bollera negra en silla de ruedas, incomprendida, totalmente apaleada, una puta mierda avasallada por el mundo? Imagino que en esta mesa, todos. Cada uno se coloca en la posición que le es más cómoda para sobrevivir, pero hay que ser consciente de eso: de que es una posición y una etiqueta.
Ismael: Sí, pero has mencionado algo importante. El tema del amigo que sube la foto de ‘mi hijo ya cocina’ o ‘le dejo que juegue con niñas’. Si nos ponemos realmente pragmatistas, en el tema de la masculinidad siempre acabas remitiendo al ámbito privado, de cuidado y reproducción. Si quieres apoyar a alguien que está en silla de ruedas o en temas de precariedad salarial, ahí la masculinidad no tiene nada que aportar.
Juan: ¿Por qué no?
Ismael: Porque tú puedes ayudar en el ámbito de los cuidados, puedes hacerte cargo del 50% o del resto de responsabilidades en una especie de estado puro, donde hay una familia con una madre y un padre con las mismas horas, pero más allá de los cuidados domésticos, me parece que es muy complicado que un hombre pueda… incluso el gay o el transexual más oprimido, está mejor que una mujer en muchos sentidos. No me imagino a ningún hombre reduciendo su salario hasta equipararlo con el de las mujeres, como no me imagino a un negrero trabajando mano a mano con el esclavo que tiene trabajando en los campos. Eso no deja de ser una etiqueta que no soluciona nada. Por eso me parece que la nueva masculinidad es una reforma estética que tiene que ver mucho con el ámbito privado, con cierto ámbito psicológico individual, pero que realmente es autorreferencial, no tiene nada que ver con el feminismo. Simplemente es: tenemos que hacernos cargo de ciertas cosas, porque las feministas han conseguido ciertas conquistas, y nosotros tenemos que readaptarnos porque no podemos hacer una guerra armamentística ad infinitum, una especie de estado de naturaleza en guerra de sexos.
Ernesto: Hay una frase muy mítica de Monique Wittig, que yo creo que marca el paso de lo que se considera la teoría queer: “las lesbianas no son mujeres”. ¿Por qué? Porque se escapan a ese circuito de la mercantilización o la comercialización de las mujeres como medio de intercambio entre varones. Si hay dos tíos y una mujer, la mujer es el objeto que se van a disputar ellos dos. Esa frase no se podría haber dicho en el caso de los gays. Se podría decir algo muy loco, e incorporarlo al debate de las nuevas masculinidades: un gay no es un hombre. De hecho es prácticamente al contrario. El movimiento gay nace de la afirmación de los valores típicamente viriles YMCA: el vaquero, el soldado, el policía, el motorista, el indio, etc. Y de hecho la identidad gay, en adelante, se reafirma contra lo que era la maricona, la loca, la afeminada. Algo que hay que replantear es la posibilidad, en primer lugar, de una teoría gay que no se reafirme en una masculinidad ultra, sino en una comprensión de la sexualidad más abierta. Una de las cosas más interesantes de la teoría de la nueva masculinidad es la idea de ir más allá de la dicotomía entre el activo y el pasivo, e ir a una idea de sexualidad receptiva, por que como sabéis el final del recto del varón conecta con la próstata, que puede ser excitada con presión y tal: la idea básica es que todos los hombres podemos gozar analmente, con independencia de nuestras preferencias sexuales. Yo creo que por ahí puede ir la movida en términos del movimiento masculinista, como forma de despegarse de la vieja categoría de la construcción identitaria del género masculino desde dentro.
También creo que es muy importante subrayar que el varón ejemplar no es magnánimo, templado y fuerte porque así se construye su género en relación con la mujer, sino porque son los varones los que están vigilando que no sea una nenaza. Y de ahí vienen las amenazas del patio del colegio. Es, por recuperar un tópico muy clásico, como lo de que las mujeres no se visten guapas para un hombre si no para ellas mismas. Yo creo que la nueva masculinidad tiene que ir más allá de los típicos gestos de señores vascos en la cocina de su casa, y tiene que pasar por modificar la forma en la que se relacionan los chavales, de nueve años en adelante, en el colegio, reafirmando su identidad intra. Ese es el gran desafío.
Anónimo: Solo por aclarar, hemos querido invitar solo a hombres porque hemos querido ver la imagen que un hombre tiene de sí mismo en este contexto social. No es por desacreditar la opinión que puedan tener las mujeres, que también debe ser considerada. Es más bien un nivel formal.
Diego: Yo insisto en qué significa ser un hombre. Porque lo masculino son atributos sociales, estéticos, de actitudes… Es cierto que hay injusticias en el mundo en que vivimos y muchas de ellas atañen a lo que definimos como mujer, y yo puedo hacer más o menos al respecto. ¿Cómo qué? No lo sé. Cuando uno se levanta por la mañana, antes incluso de mirarse al espejo, a oscuras, uno no es nada, es una criatura que aún no se ha definido a sí misma. Desde que te levantas hasta que te acuestas, tratas de estar en un estado de lucidez continuo en torno a lo que estás haciendo y por qué lo estás haciendo.
Juan: Tienes mucha razón. Mi caso: ahora hay reivindicaciones de los escritores, escritores con los que no me identifico, o sí. Se supone que yo soy un escritor, ¿pertenezco entonces a ese colectivo? Y vuelvo a decir que no. Me niego a participar de cualquier colectivo. Y siempre me niego por una cuestión de darme permiso para dudar. Me incomoda cuando se ataca como heteropatriarcal la conducta de un tipo que posiblemente no habrá reflexionado sobre lo que está haciendo. Ya tienes información suficiente como para darte cuenta de que cuando hay una fiesta en tu casa y vienen chicas, son ellas las que se van a la cocina con los platos, y los tíos se quedan en el salón; esto pasa constantemente. Si tú tienes las herramientas para darte cuenta de eso y dejas de hacerlo, ya estás haciendo algo que te saca del esquema. Cuando ciertas personas hablan de heteropatriarcado —y sobre todo me refiero a hombres que se han pasado al feminismo militante de Twitter—, lo hacen como si hubieran salido de una secta que les manejaba, y no es así.
A mí uno de los conceptos que me interesan más es el de la opresión. En la opresión hay dos vertientes, una es la de dolor y sufrimiento, pero otra que se ve muy a menudo, es el de la opresión gustosa: ese placer de ser una víctima.
Ernesto: Sí, va por ahí la cosa. Una nueva identidad victimista que reclama su puchero previsto por el estado benefactor, que acoge a todos los tarados que han recibido en algún momento de su vida el daño capitalista del mundo heteropatriarcal. Hay que romper con esa dinámica ‘de qué hay de lo mío, yo también he sido la lesbiana apaleada de la silla de ruedas’.
Ismael: Eso me recuerda a lo que pasaba con los judíos en el debate ese famoso de Bruno Bauer contra Karl Marx, cuando el primero quería que los judíos estuvieran reconocidos por el Estado y Marx le respondió que no se trataba de eso, no se trata de que al final hagamos un reparto de migajas de un sistema que, en verdad, no beneficia nada a nadie.
Hace unos cuantos meses me disfracé de coneja con un tutú, y al día siguiente, cuando volví donde habíamos hecho esa fiesta, el hijo del camarero, que tiene cinco años y está en esa fase tímida-agresiva, me dijo: “yo contigo no hablo que eres una maricona”. Es imposible desde un punto de vista discursivo apelar a que la gente esté prestando atención todo el rato. Y también es inútil pedirle a la academia que no haga más que redefinir de forma ontológica o epistemológica qué es ser un hombre, una mujer o cualquier tipo de cosa. El debate cuando creo que funciona es cuando te lo llevas a la pregunta pragmática por antonomasia, que es realmente qué importa de nuestras caracterizaciones. Al final, desde el comunismo hasta el feminismo, hasta el cholosimeonismo, tienden a caer en una especie de fondo sin salida donde la gente aprovecha ese discurso en plan tolerancia represiva: ‘bueno, me voy a hacer feminista porque sino no me compra el periódico nadie’.
Diego: Más aún: ‘voy a hacerme feminista porque a partir de ahí voy a hacer lo que me da la gana’; es algo que pasa muy a menudo. Como decir que eres de izquierdas para a continuación hacer lo que te da la gana porque eres de izquierdas porque te has autoproclamado de izquierdas. Por tanto, a partir de ese momento todo lo que hagas, no importa.
Juan: Creo que lo dices por haber tenido muchas discusiones con la izquierda. Si una tía se declara feminista públicamente, sí, va a tener ámbitos en los que va a tener una ventaja porque a lo mejor va a haber gente que va a ser permeable a sus discursos, ser simpático con ella y tal. Pero una tía que haga esa declaración puede tener problemas en otros ámbitos, por ejemplo en un curro.
Diego: Vivimos en una época de exposición pública, de comunicación o de la falacia de la comunicación, de comunicarnos todos con todos. Cuando alguien dice de sí mismo que es feminista hay que tener un poquito de pudor. Es como decir: ‘yo soy muy progresista’. O ‘soy una buena persona’: indica un autoanálisis tan pobre, una desvergüenza tan grande, que evidentemente hay que sospechar. Antes de empezar el programa, Anónimo ha propuesto hacernos una foto con unas prendas de chica, y yo me he negado a hacerlo porque me parece un circo. Yo me imagino que muchas feministas que ya nos odian de por sí nos van a llamar de todo. Pero es que además lo van a hacer con razón. ¿Qué significa que yo me ponga un tutú de mujer?
Juan: ¡Es que no significa nada! Yo soy de Águilas, un pueblo de Murcia, y hace dos años me compré unas tetas postizas y me disfracé de FEMEN. Y pasó una cosa muy graciosa, que es que en Águilas la gente no tenía ni idea de lo que es FEMEN. Decían: “¿Eso qué es? ¿Femme fatal?”. Si alguien me hubiera dicho marica, o si por salir con una prenda femenina en una foto alguien me llama machista o lo que sea, a mí me da igual.
Diego: Si no es que te lo llamen, es qué significado tiene, qué mérito tiene, qué ruptura hace uno. Porque vuelvo a lo mismo: estamos considerando por convención que esa prenda es de chica.
Ernesto: El problema de tus argumentos es que parece como si aquí decidiésemos hacer empuje de los tópicos y las dicotomías que utilizan mayoritariamente en Águilas o en el bar del tutú. Como tú bien dices, esa foto va a causar precisamente lo contrario que queríamos exponer. Quizás. En caso de que quisiéramos exponer algo, allá cada quien con sus intenciones. Yo lo que quisiera plantear es que en qué consiste conductualmente que un hombre sea feminista. Es ahí donde se puede luchar.
Anónimo: Como ha dicho Juan, ser consciente de los micromachismos te hace replantearte tu condición, sensibilidad o actitud hacia las mujeres.
Ernesto: El tema es que hasta qué punto un hombre feminista no es un machista reprimido, que yo creo que es lo que soy. Yo nunca me he definido como feminista, me parece una palabra falsa en mi boca, porque en realidad yo tengo una identidad de género que se me construyó en la infancia, y eso es como el equipo de fútbol al que tú adorabas cuando eras pequeño: sigues siendo fiel a los colores que te inculcaron. Yo tuve una infancia de educación hetero muy bestia, y digamos que mi ideal o mi fantasía es ser como Kinder Malo, que en la canción Ley de Eddie Murphy canta: “Yo follo con tu puta y me pone el pijama”. Sin embargo soy consciente; es como si viviera en Barcelona y fuera del Madrid reprimido. Yo soy un machista reprimido. Esa es la identidad. Y por eso yo considero que conductualmente puedes fregar los platos… pero lo importante es la identidad de la construcción de género en la tierna infancia. Ese chaval de cinco años puede ir transformando su identidad, pero hay un sustrato básico que se inculca, y por eso yo creo que lo importante es el diseño institucional: escuelas y jardines de infancia que no reafirmen las identidades de género.
Juan: El comportamiento es mucho más importante que la identidad de género.
Ernesto: Civilmente sí, y legamente por supuesto. Tú puedes soñar con violar a una mujer y no hacerlo. Y hay una diferencia importante.
Juan: Cuando Carmena y Colau empezaron a hacerse oír antes de las elecciones que ganaron, se hablaba mucho de las políticas de los cuidados. ¿Os acordáis de ese concepto? Ahí me di cuenta de que las mujeres se cuidan más, tienden a ser más cuidadosas unas con otras. Se nota mucho en las discusiones. Cuando discutes con tu novia por un asunto de política, ella puede acabar dolida y tú intentando razonar. Tú eres racional. Le dices: no te pongas así que solo estamos discutiendo un tema concreto, pero noto que la identidad femenina va más con el cuidado. Yo estoy intentando imitar ese comportamiento, hacer yo las cosas antes de que las haga mi novia. Tiene que ver con los cuidados. Posiblemente yo me esté convirtiendo en un machista reprimido, pero no me importa porque lo que yo quiero es cuidar a la gente. Yo no era consciente de que me estaba volviendo feminista. Si el mundo sigue siendo heteropatriarcal y los hombres somos cazadores y las mujeres son gacelas… bueno, siempre van a quedar cosas así. Pero si en los colegios se intenta que los niños hagan tareas de niñas, o tareas de cuidado, ya tenemos avanzado muchísimo.
Ernesto: Yo creo que hay unos efectos colaterales que se han visto en todos los modelos educativos. Por ejemplo el modelo de la separación por sexos, lo que reafirma es precisamente el cuestionamiento de esos géneros. Lo vemos en la proliferación clásica de la homosexualidad en lugares como el ejército, los hospicios… Yo tengo muchas dudas acerca de cómo construir una educación que no sea una pamema: que nos formen para conseguir un trabajo y desarrollarnos intelectualmente, pero que al mismo tiempo no nos reafirme en las identidades de género preestablecidas.
Ismael: La cuestión es que los hombres que ya estamos más o menos educados en un fenómeno patriarcal: todos somos violadores en potencia. Entonces, intentar ponerse desde el lado de la mujer, en el sentido de ‘voy a intentar cuidarme más’, o caer más en el mundo de los cuidados, que también es un discurso que critica el propio feminismo, por cierto...
Juan: Una parte del feminismo.
Ismael: …Eso al final es llevarse el debate a una especie de filantropía, y al final al debate de la tolerancia, en plan: ‘ahora voy a tolerar a las mujeres, y voy a intentar ser un poco como ellas por mi salud mental y para quedar bien’. El mundo puede funcionar igual si yo llevo el plato a la mesa o si lo ha llevado mi hermana. El problema es que parece que no va haber un hombre puramente feminista hasta que cambien las instituciones y las reformas educativas de aquí a cien años, y desde entonces tendremos feministas por presión o machistas encubiertos. Ahí está el problema: no tenemos ninguna herramienta, ni siquiera conceptual, para que en el ámbito práctico podamos educar a nuevas generaciones en otro tipo de modelos. Aparte, todo el rato aparece en el debate la contradicción del feminismo, que es justamente la de que este tiene que ser de masas, y por lo tanto acaba siendo un potito para bebés. Tenemos esa presión de cómo lo hacemos de masas, porque para que lo sea tienes que hacer un circo. Todo lo que realmente mueve a la sociedad ha sido gracias a tecnologías concretas. Sin las redes sociales el 90% que dice ser feminista no lo sería. Ni vegano. Ni ecologista.
Anónimo: ¿Y cómo se tiene que redibujar el hombre una vez que ha pasado el filtro feminista en esta época?
Ismael: Tú puedes hacer lo mismo mientras no busques problemas. Imagínate que Bertín Osborne siguiera bebiendo vino, yendo a los toros y vistiendo sus náuticos y sus pantalones chinos, pero que no hiciera ningún comentario vejatorio contra las mujeres. ¿Sería una nueva masculinidad? En realidad sí, porque si las nuevas masculinidades son simplemente un cambio estético. David Bowie es nueva masculinidad, sí, pero desde un punto de vista estético; no desde un punto de vista conductual, de la eticidad, de la civicidad. Al final la nueva masculinidad se define por dos vertientes: por una oposición a las conductas machistas clásicas, y otra por cosas positivas que son ambiguas, como por ejemplo vestimenta y tono de voz, incluso. Es tremendamente ambiguo.
Diego: Hace unos minutos, Juan, has dicho algo muy interesante. Hablabas de que cuando discutes con tu pareja, tú empleas la razón y ella, en cierto modo, se siente agredida porque se mueve con otros códigos. Yo vuelvo a lo mismo, el tema es de códigos aprendidos, que normalmente están asignados a hombre y mujeres en líneas muy generales.
Juan: ¿Estás convencido de que son aprendidos?
Diego: Eso no lo sé. Yo creo que no se puede decir que todo es cultural y aprendido, puesto que esa cultura y ese aprendizaje han venido de algún lado. A lo que yo voy es a que tú empleas, como los hombres tienden a emplear en general, el tema de la razón. La razón es una forma de masculinidad, y es una forma que en realidad es una herramienta y con ella se abusa y se violenta. Eso es así. Igual que las mujeres violentan con las emociones, porque ellas también violan con las emociones y con los sentimientos. Eso es así. Y eso es un código. Las mujeres no son más sensibles ni más emocionales que los hombres, eso no es cierto. Hay una codificación que hace parecer que lo son. Pero no existe ningún fundamento que diga que una mujer es más emocional, tiende más a los cuidados o es más sensible. Lo que pasa es que ahora hay cierto tipo de feminismo que se ha arrogado cualidades tradicionales de la mujer, porque, por decirlo así, las ha heredado, e intenta imbricarlas en el tema del feminismo. Yo prefiero a la feminista radical que dice que todos los tíos somos basura, que hay que exterminarnos y cortárnosla, antes que este feminista enrollado que dice que tenemos que primar más nuestro lado femenino de las emociones y los sentimientos, porque no es cierto. En ese sentido respeto lo que comentabas, Juan, de que has adoptado una actitud de prestar más atención pero, en cierto modo, lo que estás haciendo es hacer perder tu código para beneficiar el de ella. No algo que intrínsecamente tenga más valor.
Juan: Claro. La palabra ‘cuidados’ significa hacer un esfuerzo, dejas de hacer una cosa porque te apetece, porque optas por hacer otra que no te apetece hacer…
Diego: Sí, pero el tema este de la mujer de sacar siempre el cuidado, por el cual siempre se quiere poner por encima que uno cuida, da igual que sea a la abuelita, a la madre o al niño, al famoso niño, yo lo discuto. ¿Por qué las feministas, excepto alguna radical, no dicen que ya basta de dar el coñazo con los hijos?
Lee la segunda parte de este artículo a partir de mañana, lunes 17, a partir de las 18:00 (hora peninsular)
Este texto es una transcripción reducida de un debate más largo. Puedes escucharlo en su versión íntegra en EEM Radio a partir de mañana, lunes 17, a partir de las 18:00 (hora peninsular)
#DebateMasculinidad (1)
Anónimo García: ¿Qué significa ser hombre hoy? ¿Se puede combatir desde el masculinismo la desigualdad de género? ¿Cómo afecta esta desigualdad a los hombres? Las mujeres llevan décadas estudiándose a sí mismas y las relaciones de género; ¿los hombres tenemos claro quiénes somos? Disculpe la audiencia: no hay paridad de género. Hemos preferido que sean los hombres los que reflexionen sobre sí mismos. Hoy somos todos hombres.
Ismael Crespo: He notado que todos los análisis de nuevas masculinidades nacen muertos, porque se piensa —sobre todo desde el feminismo— que sacar el tema es una especie de subterfugio, un paraguas para evitar un hipotético exceso de radicalismo feminista. Que al final son hombres diciendo: “No somos todos iguales ni por tanto tenemos que caer todos bajo las críticas del feminismo”. Y denunciando ciertos daños colaterales del heteropatriarcado de los que también somos víctimas en cierto sentido: hemos tenido que ir a la guerra, ser las principales víctimas de violencia del mundo, etc. Ese es un punto a revisar a fin de que las nuevas masculinidades, si se quieren construir como un campo de reflexión, no acaben en saco roto según nacen. Que tiene pinta de que va a acabar así.
Ernesto Castro: Tienes razón que es un campo relativamente muerto, porque extiende una victimización que en las versiones más histéricas del feminismo hasta ahora estaba restringido a las mujeres. Hay que decir que los segundones del patriarcado, los varones, también son víctimas de cierta violencia estructural y coyuntural. Y no solamente los perdedores del patriarcado, los nerds, los pringados, que son objeto de bullying, de acoso en el colegio, sino también los propios ‘victoriosos’: los que encarnan el ideal del hombre viril también se puede decir que llevan una vida dañada, en la medida que tienen menor capacidad de empatía, de expresar sus sentimientos y de reconocerlos en otras personas, y eso les afecta a nivel personal y profesional.
A. G.: ¿Entonces creéis que puede ser necesario un nuevo movimiento masculinista que se equipare al feminismo en el sentido de combatir el heteropatriarcado?
Juan Soto Ivars: Yo no me sumaría a un movimiento que intentara equiparar la condición de los hombres desde una perspectiva de género. Poco a poco he ido entendiendo que el feminismo no es algo que me ataque. Y estoy empezando a comprender que, en contra de lo que yo pensaba desde cierta insensibilidad, el feminismo es necesario también en esta época. Por ejemplo, no sé si recordaréis que hace tiempo @Barbijaputa escribió un artículo donde acusaba a todos los hombres de ser violadores en potencia. Cuando leí eso me sentí bastante atacado. Y no tengo por qué: si niego formar parte de un colectivo llamado hombre, ¿por qué me afecta una crítica como esa? Lo que pasó es que después de leer ese artículo lo hablé con Andrea, mi chica, y me dijo: “Creo que no lo estás entendiendo bien. Te estás centrando en el tono de cómo lo dice (sí, desagradable y violento), pero estás olvidándote de una cosa que nos pasa a todas las tías, y es que por la noche cuando vamos por la calle y un tío viene detrás de nosotras, nos podemos acojonar”. Esto me pasó hace poco en Tel Aviv. Me estoy empezando a dar cuenta de problemas involuntarios que tú provocas simplemente por ser un tío y por cómo están las cabezas. No tengo porqué sentirme insultado si una tía dice que todos los hombres podemos ser violadores en potencia si lo entiendo desde ese punto de vista. Estoy intentando desarrollar mi sensibilidad para darme cuenta de cuándo género problemas y estoy perpetuando problemas involuntariamente. Bastante esfuerzo es ése como para ponerme a pensar en mí mismo, y en si las mujeres me deben algo.
Ismael: He estado rastreando el tema de cuando empezó a surgir el debate en campos mainstream, y coincide con el caso del golfista Tiger Woods y sus repetidas infidelidades. Eso me abrió el campo. Al parecer los psicólogos determinaron que ése comportamiento era anómalo y hasta crearon una patología que era adicción al sexo. Parece que hay un eufemismo en el sentido que no se quieren aceptar los comportamientos típicos que tendría un hombre o una mujer en posición privilegiada de poder. Por eso tenemos que inventar categorías psicológicas —una patraña—: para poder justificar a la gente que no tiene esas condiciones de poder o de dinero. No queremos asumir que nada ha cambiado, por eso tenemos que inventarnos eufemismos.
Diego Salgado: Yo quería, desde un punto de vista pragmático, echar por tierra todo el tema que hemos empezado y es el de poner etiquetas continuamente. Aquí se habla de feministas, de hombres, de lo masculino, de lo femenino… Creo que ahí está el problema precisamente: en qué posición toma cada uno para empezar a hablar. Yo no creo en la nueva masculinidad. Sí que creo que todos los hombres somos violadores en potencia. Y que no podemos arreglar nada al respecto. Todos somos culpables y las feministas tienen razón. Ahora, también me preguntaría quién es feminista y quién no lo es. @Barbijaputa para mí no es feminista, como no lo es Isabel Coixet. Son figurones estrambóticos, aferrados a etiquetas, como nosotros hablando de este tema. ¿Por qué no hay mujeres en esta mesa? ¿Lo hemos aceptado como normal para hablar sobre masculinidad siendo hombres? Insisto: yo no sé si soy un hombre o no, yo no sé qué significa ser masculino o no, pero este debate ya empieza partiendo de categorías. Apelo un poco al objeto humano no identificado. Es decir, algo que no sabe muy bien lo que es, que tiene una cabeza bastante jodida, como creo que la tenemos todos los aquí sentados, y todos y todas, y a partir de ahí entablar otro tipo de relaciones que no pasen por autocalificarnos.
Juan: Yo estaba yendo un poco por ahí con lo de cultivar tu propia sensibilidad. Otra situación: estás con una pareja de amigos, los dos heterosexuales, y notas cómo el chico empieza a sentirse inseguro porque tú la estás haciendo reír mucho a ella. Si piensas en ello desde una perspectiva de género puedes sacar un millón de teorías, de etiquetas, como dices tú, pero el único camino es que cada uno se vaya dando cuenta en qué momento está cometiendo errores, no tanto de género, sino descritos por los problemas de género.
Diego: Yo sé que cometo errores a diario, pero más allá del autoanálisis que uno puede hacer, tampoco hay que estar pidiendo disculpas por existir y por haber estado condicionado por una serie de razones que ahora conviene que se culpabilicen. Ahora, porque hace cinco años no, y dentro de cinco años ya veremos. Yo tengo amigos, más jóvenes que yo, a los que efectivamente les preocupa mucho el tema de las nuevas masculinidades. Gente que ha sido padre y que por ejemplo sube una foto a Facebook diciendo: ‘Mi hijo está ayudando en la cocina. Le estoy enseñando nuevos valores’. Agradezco el esfuerzo pero es absurdo, no arregla para nada el problema que tenemos. Las etiquetas vienen por un tema de mercado. Decís que en nueva masculinidad no hay casi nada hecho. Será porque no vende. En el momento en que empiece a vender o que alguien saque el best seller de turno, pues venderá y habrá debates. ¿Y qué pasará? Que esa nueva masculinidad no será nada más que un código de mercado. Igual que el feminismo ahora mismo es un código de mercado. De realidad tiene muy poquito.
Ernesto: Una parte del feminismo es un código de mercado.
Diego: El 99% del feminismo que se lleva ahora es absolutamente inverosímil. El feminismo no es una conciencia que te surja, como a Nacho Vigalondo, de la noche a la mañana, y te pongas a postular en Twitter que eres feminista, eso es grotesco. El feminismo es transversal con otras cosas que surgen cuando uno nace, y ves cómo son las cosas. ¿Quién no se ha sentido una bollera negra en silla de ruedas, incomprendida, totalmente apaleada, una puta mierda avasallada por el mundo? Imagino que en esta mesa, todos. Cada uno se coloca en la posición que le es más cómoda para sobrevivir, pero hay que ser consciente de eso: de que es una posición y una etiqueta.
Ismael: Sí, pero has mencionado algo importante. El tema del amigo que sube la foto de ‘mi hijo ya cocina’ o ‘le dejo que juegue con niñas’. Si nos ponemos realmente pragmatistas, en el tema de la masculinidad siempre acabas remitiendo al ámbito privado, de cuidado y reproducción. Si quieres apoyar a alguien que está en silla de ruedas o en temas de precariedad salarial, ahí la masculinidad no tiene nada que aportar.
Juan: ¿Por qué no?
Ismael: Porque tú puedes ayudar en el ámbito de los cuidados, puedes hacerte cargo del 50% o del resto de responsabilidades en una especie de estado puro, donde hay una familia con una madre y un padre con las mismas horas, pero más allá de los cuidados domésticos, me parece que es muy complicado que un hombre pueda… incluso el gay o el transexual más oprimido, está mejor que una mujer en muchos sentidos. No me imagino a ningún hombre reduciendo su salario hasta equipararlo con el de las mujeres, como no me imagino a un negrero trabajando mano a mano con el esclavo que tiene trabajando en los campos. Eso no deja de ser una etiqueta que no soluciona nada. Por eso me parece que la nueva masculinidad es una reforma estética que tiene que ver mucho con el ámbito privado, con cierto ámbito psicológico individual, pero que realmente es autorreferencial, no tiene nada que ver con el feminismo. Simplemente es: tenemos que hacernos cargo de ciertas cosas, porque las feministas han conseguido ciertas conquistas, y nosotros tenemos que readaptarnos porque no podemos hacer una guerra armamentística ad infinitum, una especie de estado de naturaleza en guerra de sexos.
Ernesto: Hay una frase muy mítica de Monique Wittig, que yo creo que marca el paso de lo que se considera la teoría queer: “las lesbianas no son mujeres”. ¿Por qué? Porque se escapan a ese circuito de la mercantilización o la comercialización de las mujeres como medio de intercambio entre varones. Si hay dos tíos y una mujer, la mujer es el objeto que se van a disputar ellos dos. Esa frase no se podría haber dicho en el caso de los gays. Se podría decir algo muy loco, e incorporarlo al debate de las nuevas masculinidades: un gay no es un hombre. De hecho es prácticamente al contrario. El movimiento gay nace de la afirmación de los valores típicamente viriles YMCA: el vaquero, el soldado, el policía, el motorista, el indio, etc. Y de hecho la identidad gay, en adelante, se reafirma contra lo que era la maricona, la loca, la afeminada. Algo que hay que replantear es la posibilidad, en primer lugar, de una teoría gay que no se reafirme en una masculinidad ultra, sino en una comprensión de la sexualidad más abierta. Una de las cosas más interesantes de la teoría de la nueva masculinidad es la idea de ir más allá de la dicotomía entre el activo y el pasivo, e ir a una idea de sexualidad receptiva, por que como sabéis el final del recto del varón conecta con la próstata, que puede ser excitada con presión y tal: la idea básica es que todos los hombres podemos gozar analmente, con independencia de nuestras preferencias sexuales. Yo creo que por ahí puede ir la movida en términos del movimiento masculinista, como forma de despegarse de la vieja categoría de la construcción identitaria del género masculino desde dentro.
También creo que es muy importante subrayar que el varón ejemplar no es magnánimo, templado y fuerte porque así se construye su género en relación con la mujer, sino porque son los varones los que están vigilando que no sea una nenaza. Y de ahí vienen las amenazas del patio del colegio. Es, por recuperar un tópico muy clásico, como lo de que las mujeres no se visten guapas para un hombre si no para ellas mismas. Yo creo que la nueva masculinidad tiene que ir más allá de los típicos gestos de señores vascos en la cocina de su casa, y tiene que pasar por modificar la forma en la que se relacionan los chavales, de nueve años en adelante, en el colegio, reafirmando su identidad intra. Ese es el gran desafío.
Anónimo: Solo por aclarar, hemos querido invitar solo a hombres porque hemos querido ver la imagen que un hombre tiene de sí mismo en este contexto social. No es por desacreditar la opinión que puedan tener las mujeres, que también debe ser considerada. Es más bien un nivel formal.
Diego: Yo insisto en qué significa ser un hombre. Porque lo masculino son atributos sociales, estéticos, de actitudes… Es cierto que hay injusticias en el mundo en que vivimos y muchas de ellas atañen a lo que definimos como mujer, y yo puedo hacer más o menos al respecto. ¿Cómo qué? No lo sé. Cuando uno se levanta por la mañana, antes incluso de mirarse al espejo, a oscuras, uno no es nada, es una criatura que aún no se ha definido a sí misma. Desde que te levantas hasta que te acuestas, tratas de estar en un estado de lucidez continuo en torno a lo que estás haciendo y por qué lo estás haciendo.
Juan: Tienes mucha razón. Mi caso: ahora hay reivindicaciones de los escritores, escritores con los que no me identifico, o sí. Se supone que yo soy un escritor, ¿pertenezco entonces a ese colectivo? Y vuelvo a decir que no. Me niego a participar de cualquier colectivo. Y siempre me niego por una cuestión de darme permiso para dudar. Me incomoda cuando se ataca como heteropatriarcal la conducta de un tipo que posiblemente no habrá reflexionado sobre lo que está haciendo. Ya tienes información suficiente como para darte cuenta de que cuando hay una fiesta en tu casa y vienen chicas, son ellas las que se van a la cocina con los platos, y los tíos se quedan en el salón; esto pasa constantemente. Si tú tienes las herramientas para darte cuenta de eso y dejas de hacerlo, ya estás haciendo algo que te saca del esquema. Cuando ciertas personas hablan de heteropatriarcado —y sobre todo me refiero a hombres que se han pasado al feminismo militante de Twitter—, lo hacen como si hubieran salido de una secta que les manejaba, y no es así.
A mí uno de los conceptos que me interesan más es el de la opresión. En la opresión hay dos vertientes, una es la de dolor y sufrimiento, pero otra que se ve muy a menudo, es el de la opresión gustosa: ese placer de ser una víctima.
Ernesto: Sí, va por ahí la cosa. Una nueva identidad victimista que reclama su puchero previsto por el estado benefactor, que acoge a todos los tarados que han recibido en algún momento de su vida el daño capitalista del mundo heteropatriarcal. Hay que romper con esa dinámica ‘de qué hay de lo mío, yo también he sido la lesbiana apaleada de la silla de ruedas’.
Ismael: Eso me recuerda a lo que pasaba con los judíos en el debate ese famoso de Bruno Bauer contra Karl Marx, cuando el primero quería que los judíos estuvieran reconocidos por el Estado y Marx le respondió que no se trataba de eso, no se trata de que al final hagamos un reparto de migajas de un sistema que, en verdad, no beneficia nada a nadie.
Hace unos cuantos meses me disfracé de coneja con un tutú, y al día siguiente, cuando volví donde habíamos hecho esa fiesta, el hijo del camarero, que tiene cinco años y está en esa fase tímida-agresiva, me dijo: “yo contigo no hablo que eres una maricona”. Es imposible desde un punto de vista discursivo apelar a que la gente esté prestando atención todo el rato. Y también es inútil pedirle a la academia que no haga más que redefinir de forma ontológica o epistemológica qué es ser un hombre, una mujer o cualquier tipo de cosa. El debate cuando creo que funciona es cuando te lo llevas a la pregunta pragmática por antonomasia, que es realmente qué importa de nuestras caracterizaciones. Al final, desde el comunismo hasta el feminismo, hasta el cholosimeonismo, tienden a caer en una especie de fondo sin salida donde la gente aprovecha ese discurso en plan tolerancia represiva: ‘bueno, me voy a hacer feminista porque sino no me compra el periódico nadie’.
Diego: Más aún: ‘voy a hacerme feminista porque a partir de ahí voy a hacer lo que me da la gana’; es algo que pasa muy a menudo. Como decir que eres de izquierdas para a continuación hacer lo que te da la gana porque eres de izquierdas porque te has autoproclamado de izquierdas. Por tanto, a partir de ese momento todo lo que hagas, no importa.
Juan: Creo que lo dices por haber tenido muchas discusiones con la izquierda. Si una tía se declara feminista públicamente, sí, va a tener ámbitos en los que va a tener una ventaja porque a lo mejor va a haber gente que va a ser permeable a sus discursos, ser simpático con ella y tal. Pero una tía que haga esa declaración puede tener problemas en otros ámbitos, por ejemplo en un curro.
Diego: Vivimos en una época de exposición pública, de comunicación o de la falacia de la comunicación, de comunicarnos todos con todos. Cuando alguien dice de sí mismo que es feminista hay que tener un poquito de pudor. Es como decir: ‘yo soy muy progresista’. O ‘soy una buena persona’: indica un autoanálisis tan pobre, una desvergüenza tan grande, que evidentemente hay que sospechar. Antes de empezar el programa, Anónimo ha propuesto hacernos una foto con unas prendas de chica, y yo me he negado a hacerlo porque me parece un circo. Yo me imagino que muchas feministas que ya nos odian de por sí nos van a llamar de todo. Pero es que además lo van a hacer con razón. ¿Qué significa que yo me ponga un tutú de mujer?
Juan: ¡Es que no significa nada! Yo soy de Águilas, un pueblo de Murcia, y hace dos años me compré unas tetas postizas y me disfracé de FEMEN. Y pasó una cosa muy graciosa, que es que en Águilas la gente no tenía ni idea de lo que es FEMEN. Decían: “¿Eso qué es? ¿Femme fatal?”. Si alguien me hubiera dicho marica, o si por salir con una prenda femenina en una foto alguien me llama machista o lo que sea, a mí me da igual.
Diego: Si no es que te lo llamen, es qué significado tiene, qué mérito tiene, qué ruptura hace uno. Porque vuelvo a lo mismo: estamos considerando por convención que esa prenda es de chica.
Ernesto: El problema de tus argumentos es que parece como si aquí decidiésemos hacer empuje de los tópicos y las dicotomías que utilizan mayoritariamente en Águilas o en el bar del tutú. Como tú bien dices, esa foto va a causar precisamente lo contrario que queríamos exponer. Quizás. En caso de que quisiéramos exponer algo, allá cada quien con sus intenciones. Yo lo que quisiera plantear es que en qué consiste conductualmente que un hombre sea feminista. Es ahí donde se puede luchar.
Anónimo: Como ha dicho Juan, ser consciente de los micromachismos te hace replantearte tu condición, sensibilidad o actitud hacia las mujeres.
Ernesto: El tema es que hasta qué punto un hombre feminista no es un machista reprimido, que yo creo que es lo que soy. Yo nunca me he definido como feminista, me parece una palabra falsa en mi boca, porque en realidad yo tengo una identidad de género que se me construyó en la infancia, y eso es como el equipo de fútbol al que tú adorabas cuando eras pequeño: sigues siendo fiel a los colores que te inculcaron. Yo tuve una infancia de educación hetero muy bestia, y digamos que mi ideal o mi fantasía es ser como Kinder Malo, que en la canción Ley de Eddie Murphy canta: “Yo follo con tu puta y me pone el pijama”. Sin embargo soy consciente; es como si viviera en Barcelona y fuera del Madrid reprimido. Yo soy un machista reprimido. Esa es la identidad. Y por eso yo considero que conductualmente puedes fregar los platos… pero lo importante es la identidad de la construcción de género en la tierna infancia. Ese chaval de cinco años puede ir transformando su identidad, pero hay un sustrato básico que se inculca, y por eso yo creo que lo importante es el diseño institucional: escuelas y jardines de infancia que no reafirmen las identidades de género.
Juan: El comportamiento es mucho más importante que la identidad de género.
Ernesto: Civilmente sí, y legamente por supuesto. Tú puedes soñar con violar a una mujer y no hacerlo. Y hay una diferencia importante.
Juan: Cuando Carmena y Colau empezaron a hacerse oír antes de las elecciones que ganaron, se hablaba mucho de las políticas de los cuidados. ¿Os acordáis de ese concepto? Ahí me di cuenta de que las mujeres se cuidan más, tienden a ser más cuidadosas unas con otras. Se nota mucho en las discusiones. Cuando discutes con tu novia por un asunto de política, ella puede acabar dolida y tú intentando razonar. Tú eres racional. Le dices: no te pongas así que solo estamos discutiendo un tema concreto, pero noto que la identidad femenina va más con el cuidado. Yo estoy intentando imitar ese comportamiento, hacer yo las cosas antes de que las haga mi novia. Tiene que ver con los cuidados. Posiblemente yo me esté convirtiendo en un machista reprimido, pero no me importa porque lo que yo quiero es cuidar a la gente. Yo no era consciente de que me estaba volviendo feminista. Si el mundo sigue siendo heteropatriarcal y los hombres somos cazadores y las mujeres son gacelas… bueno, siempre van a quedar cosas así. Pero si en los colegios se intenta que los niños hagan tareas de niñas, o tareas de cuidado, ya tenemos avanzado muchísimo.
Ernesto: Yo creo que hay unos efectos colaterales que se han visto en todos los modelos educativos. Por ejemplo el modelo de la separación por sexos, lo que reafirma es precisamente el cuestionamiento de esos géneros. Lo vemos en la proliferación clásica de la homosexualidad en lugares como el ejército, los hospicios… Yo tengo muchas dudas acerca de cómo construir una educación que no sea una pamema: que nos formen para conseguir un trabajo y desarrollarnos intelectualmente, pero que al mismo tiempo no nos reafirme en las identidades de género preestablecidas.
Ismael: La cuestión es que los hombres que ya estamos más o menos educados en un fenómeno patriarcal: todos somos violadores en potencia. Entonces, intentar ponerse desde el lado de la mujer, en el sentido de ‘voy a intentar cuidarme más’, o caer más en el mundo de los cuidados, que también es un discurso que critica el propio feminismo, por cierto...
Juan: Una parte del feminismo.
Ismael: …Eso al final es llevarse el debate a una especie de filantropía, y al final al debate de la tolerancia, en plan: ‘ahora voy a tolerar a las mujeres, y voy a intentar ser un poco como ellas por mi salud mental y para quedar bien’. El mundo puede funcionar igual si yo llevo el plato a la mesa o si lo ha llevado mi hermana. El problema es que parece que no va haber un hombre puramente feminista hasta que cambien las instituciones y las reformas educativas de aquí a cien años, y desde entonces tendremos feministas por presión o machistas encubiertos. Ahí está el problema: no tenemos ninguna herramienta, ni siquiera conceptual, para que en el ámbito práctico podamos educar a nuevas generaciones en otro tipo de modelos. Aparte, todo el rato aparece en el debate la contradicción del feminismo, que es justamente la de que este tiene que ser de masas, y por lo tanto acaba siendo un potito para bebés. Tenemos esa presión de cómo lo hacemos de masas, porque para que lo sea tienes que hacer un circo. Todo lo que realmente mueve a la sociedad ha sido gracias a tecnologías concretas. Sin las redes sociales el 90% que dice ser feminista no lo sería. Ni vegano. Ni ecologista.
Anónimo: ¿Y cómo se tiene que redibujar el hombre una vez que ha pasado el filtro feminista en esta época?
Ismael: Tú puedes hacer lo mismo mientras no busques problemas. Imagínate que Bertín Osborne siguiera bebiendo vino, yendo a los toros y vistiendo sus náuticos y sus pantalones chinos, pero que no hiciera ningún comentario vejatorio contra las mujeres. ¿Sería una nueva masculinidad? En realidad sí, porque si las nuevas masculinidades son simplemente un cambio estético. David Bowie es nueva masculinidad, sí, pero desde un punto de vista estético; no desde un punto de vista conductual, de la eticidad, de la civicidad. Al final la nueva masculinidad se define por dos vertientes: por una oposición a las conductas machistas clásicas, y otra por cosas positivas que son ambiguas, como por ejemplo vestimenta y tono de voz, incluso. Es tremendamente ambiguo.
Diego: Hace unos minutos, Juan, has dicho algo muy interesante. Hablabas de que cuando discutes con tu pareja, tú empleas la razón y ella, en cierto modo, se siente agredida porque se mueve con otros códigos. Yo vuelvo a lo mismo, el tema es de códigos aprendidos, que normalmente están asignados a hombre y mujeres en líneas muy generales.
Juan: ¿Estás convencido de que son aprendidos?
Diego: Eso no lo sé. Yo creo que no se puede decir que todo es cultural y aprendido, puesto que esa cultura y ese aprendizaje han venido de algún lado. A lo que yo voy es a que tú empleas, como los hombres tienden a emplear en general, el tema de la razón. La razón es una forma de masculinidad, y es una forma que en realidad es una herramienta y con ella se abusa y se violenta. Eso es así. Igual que las mujeres violentan con las emociones, porque ellas también violan con las emociones y con los sentimientos. Eso es así. Y eso es un código. Las mujeres no son más sensibles ni más emocionales que los hombres, eso no es cierto. Hay una codificación que hace parecer que lo son. Pero no existe ningún fundamento que diga que una mujer es más emocional, tiende más a los cuidados o es más sensible. Lo que pasa es que ahora hay cierto tipo de feminismo que se ha arrogado cualidades tradicionales de la mujer, porque, por decirlo así, las ha heredado, e intenta imbricarlas en el tema del feminismo. Yo prefiero a la feminista radical que dice que todos los tíos somos basura, que hay que exterminarnos y cortárnosla, antes que este feminista enrollado que dice que tenemos que primar más nuestro lado femenino de las emociones y los sentimientos, porque no es cierto. En ese sentido respeto lo que comentabas, Juan, de que has adoptado una actitud de prestar más atención pero, en cierto modo, lo que estás haciendo es hacer perder tu código para beneficiar el de ella. No algo que intrínsecamente tenga más valor.
Juan: Claro. La palabra ‘cuidados’ significa hacer un esfuerzo, dejas de hacer una cosa porque te apetece, porque optas por hacer otra que no te apetece hacer…
Diego: Sí, pero el tema este de la mujer de sacar siempre el cuidado, por el cual siempre se quiere poner por encima que uno cuida, da igual que sea a la abuelita, a la madre o al niño, al famoso niño, yo lo discuto. ¿Por qué las feministas, excepto alguna radical, no dicen que ya basta de dar el coñazo con los hijos?
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