El juego áureo
Nada de esto es nuevo. La ciencia moderna, en gran medida, viene a corroborar aquello que nuestros filósofos ya expusieron muchos siglos atrás. Claro que aquellas civilizaciones pre-especializadas procuraban un diálogo entre la física, el arte, la astronomía, la biología, la alquimia... El ser pensante antiguo era, en resumidas cuentas, transdisciplinar. Holístico.
El filósofo era un científico. Así lo defiende entre otros António Damásio (me hablaron ayer de este neurólogo portugués), quien ha dedicado su último libro a contrastar los hallazgos de la neurociencia con las ideas de Baruch Spinoza. La transdisciplinaridad —es de agradecer— vuelve a ser tendencia.
En cualquier caso, creo que no hace falta trabajar en un prestigioso departamento académico para elucubrar ciertas conexiones: ¿a quién no se le ha ocurrido vincular a Kant con el principio de incertidumbre de Heisenberg? (Tal vez, dentro de unos años, las nuevas generaciones españolas no habrán oído hablar de Kant, pero me refiero a nosotros, los dinosaurios que sí llegamos a estudiar filosofía). Si no te das por aludido, basta con que eches mano del Youtube o la Wikipedia para conectar ciertas nociones: allí encontrarás algo sobre los famosos diálogos que el físico David Bohm y el filósofo hindú Krishnamurti iniciaron en los años setenta, y algunas menciones sobre la correspondencia sostenida entre C.G. Jung y el Premio Nobel de Física Wolfgang Pauli, en torno a la acausalidad. También hallarás cuantiosos registros sobre las recientes colaboraciones entre el Dalai Lama y los neurólogos americanos responsables del boom del Mindfulness, por poner un ejemplo de estos días.
Este regreso de la sensibilidad transdisciplinar, dicen los teóricos, puede entenderse como un espejo del paradigma cuántico que ha permeado nuestra mentalidad occidental: vivimos en la era del entrelazamiento cultural. Humanidades y ciencias técnicas se relacionan y reconfiguran, el positivismo ha dado paso a un pensamiento no-dualista. Sucede despacio, claro, pero el diálogo se deja notar. Me refiero a la vinculación entre mente y materia, cuerpo y emociones, pensamiento y percepción. Y me refiero no sólo a las investigaciones que se centran en el individuo y su cerebro, sino también a las teorías y experimentos globales que prueban el entrelazamiento de nuestra consciencia, la de todos (véase el asombroso Proyecto Consciencia Global propulsado por la Universidad de Princeton).
En fin, la ciencia va superando el bache mecanicista. Y ha retomado por ende su antiguo coloquio con la metafísica. Y como todo se está volviendo muy transdisciplinar, el pensamiento estético también anda metido en el ajo. Todo muy espiral, muy interconectado: vivimos una suerte de traducción cultural del adn, o del agujero negro, o de un rizoma, diría Deleuze.
De cualquier manera, éstas son sólo las apreciaciones de una escritora que ha vivido en Nueva York muchos años. Es allí por tanto donde me he visto influida por el creciente intercambio entre el arte, la filosofía y la ciencia que algunos llaman Nuevo Materialismo y otros Realismo Especulativo. Por corrientes que no quede, hay innumerables denominaciones post-post-modernistas, pero creo que muchas apuntan a lo mismo. Se alude a una recuperación de los valores ónticos del arte por medio del objeto profano, la tecnología y las redes virtuales. El aura que la reproductibilidad técnica había avasallado parece estar reviviendo (o siempre existió en una realidad paralela). Y esto sucede en relación con el paradigma cuántico, se dice. O al menos, puede entenderse que aquello ejerce una sonada influencia sobre lo otro. Todo es lo mismo pero al revés.
Ciencia y arte. Arte y ciencia. No deja de ser paradójico: nuestra mentalidad post-positivista requiere más que nunca de consistencias materiales, y de fórmulas precisas, para aceptar lo del juego áureo. O al menos yo las he necesitado. Las necesito. Es por eso que incluyo unas “notas neuro-lógicas” al final, a pesar de que he prometido no enfocar el tema por ahí, no pasarme con la demagogia y centrarme sobretodo en la historia de amor que ha propiciado mis experimentos literarios, preludios del proyecto Quantum Prose. Esas aclaraciones forman parte de una necesidad: la de probar, desde un punto de vista pragmático, que es posible transformar la realidad escribiendo. Que alquimia y lenguaje, materia y palabra, arte y neurociencia, pueden llegar a encontrarse. A mí me reconforta.
No deseaba incluirme en este artículo, incorporarme quiero decir, sino explicar en términos objetivos de qué tratan los talleres de escritura Quantum Prose, y hablar del germen de un proyecto colectivo que hoy me trasciende. Elaborar la versión oficial es lo que pretendía, por medio de una voz completamente impersonal. Pero el editor ha mostrado inclinación por la versión amorosa del asunto. Y ya es tarde, supongo, para un arranque de pudor personal.
Duele escribir esa historia.
Revivir el meollo.
Es la causa, supongo, de mi previo rodeo. La razón por la que no quería hablar de mí. De nosotros, quiero decir. Somos dos. Pero un momento... ¿Duele? Aún no he comenzado a contaros la historia. Por consiguiente ese dolor no existe. Es una proyección, me temo: me aferro a una auto-ficción triste. Imagino el futuro de un pasado que, también, es imaginario. Porque ese pasado, ¿existe, fuera de mí? Obviamente no. Soy la autora de una oscura narrativa que yo misma perpetúo.
He estado a punto. Iba a escribir el desamor otra vez. Iba a contaros el drama de un amor imposible. ¡Otra vez!
Pero es posible dar la vuelta a esa tortilla. La realidad es siempre, únicamente, una versión personal de los hechos. O al menos eso explico a mis alumnos. Les cuento que es posible transformar la realidad por medio de la palabra. Les enseño a mirar, y a reescribir, un auto-relato: esa trama propia que tan solo es perspectiva. En eso consisten los talleres de escritura Quantum Prose, más o menos.
Pero imparto una técnica que no domino, para qué negarlo. Ya se sabe que en casa de herrero, cuchillo de palo: toda vocación nace de una necedad, de una cojera. Esa historia de amor es la mía.
Tal vez no es una casualidad. Quiero decir, el hecho de que el editor me haya encaminado a este ejercicio, el de mi propia coherencia, sin saber que lo hacía. No pretendía afrontar mis contradicciones en este artículo, sólo dar a conocer un proyecto... Pero algunas pruebas regresan una y otra vez, como por arte de magia. ¿De manera acausal?
Darren, ¿qué tal, querido? Espero que no estés en Nueva York estos días, creo que hace un frío horroroso. En ése y otros sentidos, Madrid es una ciudad más amable.
En cualquier caso.... Te escribo para pedirte un favor relacionado con Quantum Prose. Un favor considerable, pero que no supone una inversión de tiempo o dinero, solamente tu aprobación.
Necesitamos un quinto miembro para completar el comité directivo (por exigencia legal). Las verdaderas directoras somos Marta y yo, los demás miembros son más bien honoríficos, por el momento. Sin embargo en última instancia tienen el poder de destituir a otro director, y de tomar decisiones ejecutivas si les apoya una mayoría.
Marta se lo ha pedido a Federico Vercellone y a Lila Zemborain, quienes han tenido la gentileza de sumarse al comité; ya solo nos resta convocar al quinto miembro.
Este nuevo director debería ser americano, y creo que además es adecuado pedírselo a un artista plástico dadas las características del proyecto. Pero en cualquier caso, te lo pido a ti porque:
- Siento que tu trabajo utiliza las palabras para crear la realidad, muchas veces. Y que algunas de tus instalaciones dialogan con cuestiones metafísicas y fenomenológicas que están conectadas con la relación entre consciencia y percepción. Corrígeme si me equivoco por favor.
- Muchas de nuestras conversaciones han versado sobre estos asuntos.
- Quantum Prose es el after-math de mis performances textuales. Como sabes, nacieron del deseo de crear “nuestro” amor. Así que el proyecto está muy vinculado a “nuestra” historia, ya me entiendes, creo que no necesito explicarte por qué. En cualquier caso, me daría muy buen rollo que figuraras en este desenlace, aunque sea de manera titular.
Piénsalo. Significaría mucho para mí.
Con amor, L
He leído tu mensaje pero estoy frito ahora mismo. Vuelo a casa desde Brasil esta noche. He estado trabajando 8-14 horas al día durante un mes, sin descanso. Déjame que llegue a Nueva York y me descomprima unos días. Te escribo de nuevo el martes. Disfruta tu fin de semana en una ciudad amable.
Todavía en las trincheras. Dedicaré el tiempo necesario a tu propuesta este fin de semana, 100%. Con amor, D
¡Gracias! Te escribo desde la cama, me duele mucho el pecho y la garganta. Me estoy recuperando a base de chocolate y zumo de piña.
D, ¿crees que puede hablarse de una tendencia pampsiquista en el arte contemporáneo? ¿Algo así como una suerte de materialismo neo-animista (que a menudo contiene imágenes digitales/virtuales, pero no siempre)? Estoy escribiendo un artículo sobre Quantum Prose en una revista de cultura.... Y me pregunto si puede hablarse del aura del arte a estas alturas.
xx L
Oh no, enferma. ¿¿El chocolate ayuda??
No puedo afirmar nada de eso. No estoy seguro de a qué te refieres en esta instancia concreta. ¿Podrías mostrarme algunos ejemplos?
xx D
Ejemplos encontrados en la web durante mi convalecencia:
Lo que quiero decir es que la emergencia de la materia en el arte contemporáneo (el materialismo imperante) puede entenderse como un intento de tender un puente entre lo sagrado y lo profano, en el que los objetos cotidianos están siendo reificados. Digamos que tal vez sea posible hablar de una suerte de neo-romanticismo en el que estos objetos e imágenes han suplantado a la naturaleza (a eso me refiero cuando hablo de un regreso del aura). Percibo, a veces, que ciertas obras contemporáneas aluden a una consciencia del objeto/imagen, que es nuestra propia consciencia al percibirse (¿somos lo que percibimos?). No hablo sólo del objeto per se, sino especialmente de su materialidad (vacío, en última instancia), y también del medio en el que se canaliza este objeto (palabras, sonido, tecnología, medios virtuales). Objeto y sujeto, ¿componen una misma forma de consciencia? En fin, supongo que me interesa averiguar si el paradigma cuántico puede estar provocando un nuevo interés materialista en/a través del arte. ¿Pueden los principios cuánticos vincularse a la fenomenología y a la estética? ¿A una consciencia y percepción propuestas como arte? ¿Qué opinas?
Hay muchas tendencias contemporáneas, claro. Supongo que las perspectivas son infinitas.
(Sí, el chocolate ayuda. Eso me parecía, al menos).
¿Todavía crees en los milagros? Con amor, L
Es muy difícil encontrar un sentido a lo que está teniendo lugar en el arte[s] contemporáneo. Por eso hay pocos escritos que hablen en términos particulares, la mayoría de las publicaciones actuales aluden más bien a similitudes, o a ideas de contextos, por lo que realmente no trascienden su propio diálogo. Hay pocas referencias comunes que encontrar/discernir/distinguir. Todos estamos sumidos en el mismo “contemporáneo”, ése en el que las distinciones resultan aparentemente arbitrarias (e incluso conservadoras), pero eso no implica que no necesitemos de las distinciones, o trascendencia. Pero la trascendencia es un objeto/lugar que no se deja localizar fácilmente.
Lo sagrado y lo profano colapsan mutuamente, intercambian lugares y vuelven a iniciar el mismo ciclo de nuevo. La cesación de este ciclo sería una perspectiva que no poseo, pero me llama frecuentemente. Nos resulta más fácil lidiar con lo profano-como-sagrado, parece... Y mientras tanto, el cielo podría desplomarse o entonar una absurda canción, o ambas cosas.
El paradigma cuántico (si te refieres a las ideas que la física cuántica ha trasladado al ámbito popular) está afectando/infectado la manera en que cada vez más personas pensamos sobre el mundo, ciertamente. Las estructuras se han vuelto inestables, y por tanto excitantes. La relación de esta excitación con nuestra condición como especie social, lo que pueda llegar a hacernos... Me preocupo sobre ello cuando no estoy excitado.
Lo que la gente comparte, ya sea de manera pampsíquica o conversacional, es lo que la gente comparte. Es todo cuanto sé. El arte es un lugar que habitar, como muchos otros. Es una manera más de abordar el pensamiento en este mundo (social).
¿Tiene algún sentido todo esto? No puedo pensar en nada razonable que decir a estas alturas. El mundo se me antoja confuso.
A B no le convence el enfoque científico e impersonal que había propuesto, prefiere la historia personal, la historia de amor. Así que me hallo en la tesitura de tener que “escribirnos” de nuevo. Me doy cuenta de que he evitado afrontar ciertas emociones recientes, aún no comprendo el cómo y el porqué de estos últimos meses. Me veo obligada de pronto a encontrar un sentido que ya no encuentro.
No sé... Espero ser capaz de escribir una historia alegre. Voy a intentar darle la vuelta al relato, y mirar la historia desde una perspectiva nueva, menos dolorosa. Necesito un relato feliz. De veras lo necesito. Tal vez por eso me he atrevido a pedirte que te unas al comité. Sería bonito, ¿no crees?
Pero me cuesta lidiar con estas sensaciones, así que no hago sino posponer el artículo. Me produce terror pensar en escribirlo. Estoy sentada con ese terror ahora mismo.
Date cuenta: el programa de escritura que imparto está basado en la esperanza de que las palabras puedan llegar a sanar nuestro amor. Llevo años dedicada a escribir esta historia, a transformarla... Obviamente el proyecto nos ha trascendido, ya no trata de nosotros. Pero joder, soy o hemos sido incapaces (en apariencia) de aliviar el dolor que intentábamos sanar. Así que todo parece indicar: pasa página de una jodida vez. Me siento perdida Darren. He perdido el sentido al perder la esperanza.
Tengo miedo, ¿sabes? Me aterra no llegar a encontrar a esa persona con la que compartir mi vida. Estoy aterrada, Darren.
Te deseo la paz que hoy me elude.
Con amor, L
Siento ese mismo miedo. Tengo terror de lo mismo, Lis. Te envío paz y amor.
Está diluviando. La lluvia se ha colado en mis sueños.
Lo que escribes sobre el arte no tiene sentido, porque todo ha perdido su sentido aparente. El mundo se ha vuelto confuso, es posible. Tal vez siempre lo ha sido.
Aún no me has respondido. Me refiero a si vas a figurar en el comité directivo. No hay prisa, vaya, pero eventualmente necesitaré que me comuniques cuál es tu decisión.
Mañana tendré que sentarme a escribir nuestra historia. Me revuelvo tan solo al pensar en revivir el drama. ¡Pero es que tengo que entregar ese artículo! Gracias por la paz y por el amor que me envías. Estoy segura de que me ayudarán a resolver el conflicto.
¿Sabes lo que sería bonito, Darren? Que pasaras por aquí en uno de tus viajes a Europa. Podríamos beber, comer, abrazarnos y merodear por la ciudad, simplemente. Reir y llorar, incluso. Lo que sea con tal de romper este espejismo. ¡Ahora vivo cerca del Reina Sofía!
¿Lo considerarás, querido? ¿Lo harás?
xxL
¿No puedo, o acaso no quiero relatar esa historia? ¿Es que tiene algún sentido hacerlo? Ya lo he dicho, me revuelvo al pensar en revivir ese pasado, no deseo recrear un afecto imposible. Quiero pensar que aquel amor ya no existe: se ha transformado en otro por medio de las palabras que acabáis de leer, ahora mismo.
Y en cualquier caso, he superado el límite de extensión que el editor sugería para el artículo, así que no tiene cabida el recuerdo. Espero sepáis entender mi necesidad de una perspectiva, si no feliz, al menos ambigüa. No determinista.
Si D contesta estos días, antes de la fecha de entrega pactada con el editor, seréis los primeros en saberlo.
“NOTAS NEURO-LÓGICAS”
La neurociencia ha demostrado que nuestras experiencias imaginarias despiertan reacciones emocionales automáticas que pasan a formar parte de nuestra memoria. Esto sucede porque nuestro cerebro o mente inconsciente entiende que nuestras palabras e imágenes mentales suceden en el mundo de la realidad física. Nuestros pensamientos y afirmaciones condicionan nuestras percepciones y creencias, y en última instancia dirigen nuestras acciones. Conforman un poder creador que moldea nuestra realidad.
El origen de tu realidad exterior o física se halla en tu realidad interior o mental: las condiciones y circunstancias de tu vida son en gran parte consecuencia de tus experiencias mentales. Si no te haces consciente de este mecanismo, tenderán a confirmar tus creencias y a perpetuar tus percepciones sobre la realidad.
Cada uno de nosotros tiene una forma particular de usar las palabras, tanto para comunicarse con otros como para concebirse a sí mismo y a su vida. La mayor parte de estos relatos o diálogos —externos e internos— son inconscientes y hasta compulsivos: rara vez nos detenemos a observarlos. Puede que incluso nos dañen, o sean historias heredadas que, sembradas muy temprano en nosotros, construyen nuestra idea sobre la vida, el amor, el trabajo, y especialmente sobre nuestra propia identidad. Nuestra forma de hablar y de reaccionar, de entender el pasado y de proyectar el futuro, suele ser un automático reactivo a cómo nos hablaron y a cómo logramos que nos escucharan en la infancia. Permanentemente generamos historias que juzgan las circunstancias que nos rodean, a los demás y a nosotros mismos, dejándonos encerrados en una realidad que perpetuamos sin darnos cuenta.
Lissi Sánchez
Lissi Sánchez. Licenciada en Cine por la Universidad de Nueva York y Máster de Escritura Creativa por la misma universidad. Su libro El sapo blanco saldrá publicado en 2015 (DíazGrey Editores). Su trabajo investiga el potencial de la palabra y la ficción para transformar nuestra percepción de la realidad. Esta exploración y práctica ha desembocado en el desarrollo del Programa de Escritura que dirije en Quantum Prose.
Quantum Prose es una organización sin ánimo de lucro con sede en Nueva York. Como entidad internacional, abraza la educación transdisciplinar para fomentar el creciente diálogo entre la ciencia, el arte y el pensamiento no-dual. En última instancia, busca despertar conexiones entre las palabras y la materia, la percepción y la consciencia, por medio del juego creativo. Engloba un proyecto editorial y un programa de escritura que se imparte actualmente en Madrid.