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Diez pronunciamientos

por mor de la obra 'El Niño' de Rocío Márquez

  

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Primero: 

Hace algunos años, al término de una charla que yo había dado en una peña flamenca andaluza, vino a saludarme un aficionao para darme las gracias: en mi disertación proclamé la honda grandeza de Pepe Marchena y el aficionao, que llevaba en secreto su devoción marchenera, podría, al fin, después de oírme, argumentar en voz alta, sin avergonzarse, su condición de partidario del Niño, según hubiera dicho el de la Matrona. Ahora, con la publicación de este precioso trabajo de Rocío Márquez, el aficionao o dígase mejor: la afición tiene más que argumentos motivos de intensa alegría, placer colmado. Se llama orgullo de saber y celebrar que el Niño existió y dejó en herencia obra tan caudalosa como bella.

Segundo: 

Se puede decir por to lo alto: En tiempos de mediocridades tantas en todo y casi por todo, verlahí como una mujer valiente y un equipo de rango, pueden conseguir la excelencia de una obra ejemplar, perdurable le auguro, rompedora y clásica, medida, soñada y tela, pero tela, de trabajada con amor que pone profesionalidad y talento y pone entusiasmo y pone esfuerzo y pone magia y pone fantasía.

Tercero: 

Para mí este Niño tiene y tendrá el alcance que en su momento tuvo el Homenaje a Don Antonio Chacón que impresionaron Morente y Pepe Habichuela en los años setenta del siglo que pasó. Y aunque formalmente no conste, en las costuras del disco está Enrique como eslabón que une y que ilumina; pienso: Sin Silverio no hay Chacón, sin Chacón no hay Niño Marchena, sin Niño Marchena no hay Morente, sin Morente no hay esta Rocío Márquez. Obvio es que hay y son muchos más los nombres pero éstos son arquitectos que dibujan la estructura de los cantes que aquí se tratan, considero.

Cuarto: 

El Niño tiene la precisión del baile de los astros y la lozanía de una rosa y tiene la transparencia de un cristal bañado de luz y el sutil nervio apasionado de la música y tiene fragancia de ensueño y el aire adorable de la voz que predomina en los tonos que son que conoce que alcanza que domina y que goza.

Quinto: 

Puede ser una cuestión menor pero a mí me es la mar de grato y me emosiona ese formidable fraseo de eses marcheneras que tan frecuente se mese y se barselonea y se esensia y resa y se estremese y vosea galarosa y nueses y dise floresío y esperansa y dise sincuenta y siete y amaneser y corasones y sierta…

Sexto: 

El álbum contiene erudición afición y ciencia, además de la omnipresencia de Rocío admirable cuenta con la sabiduría de Pedro G. Romero y la memoria de Faustino Núñez, y eso se nota.

Séptimo: 

No sólo se pretende y se logra traer al Niño de Marchena al siglo XXI, también se vuelcan sobre el pasado y el futuro gritos alaríos palabras y versos que pertenecen a lo contemporáneo: no todo, manque casi todo sea recordar y restablecer con brillo magnífico: también hay poderosos guiños a lo nuevo que no se cantaba y entonces el Niño de Elche con Rocío juegan a descubrir y se encuentran, se quejan, se duelen… así fueran el punto de sal a tanta caminata de melancolía y dulzura.

Octavo: 

La voz es la voz pero la voz además de fresca y hermosa y estudiosa y limpia y clara es sabia y busca apoyos: el de Raül Fernandez Refree, colosal; y el de Raúl Rodríguez, puntero; y el de Manuel Herrera, imponente; y el de Manolo Franco, juncal; y el de Pepe Habichuela, magistral. Hagan el favor de revisarlo, si quieren, cuando escuchen el disco, y comprueben si se corresponden así los adjetivos; podría haber más, sin duda, uno por uno.

Noveno: 

El Niño este me lleva a recordar que en cierta ocasión me dio por pensar que el cante, en su más primitiva y originaria condición tiene semblante femenino, es expresión de mujer, de hembra. ¿Qué gritos se oyen cuando las multitudes claman? ¿Por qué no existe en castellano la palabra plañidero? ¿Quién como una mujer para gemir con desvergüenza el placer o el llanto? Todas estas y más preguntas me hacen formular la siguiente: ¿Acaso el maestro Pepe Marchena, que era tan hombre, no buscó –deliberadamente o por instinto– en su lado femenino para organizar su obra cantaora? ¿No tiene toda ella, tan limpiamente caprichosa, como llena de bordados, claros aspectos de lo que se acostumbra a señalar como propio de mujer?

Décimo: 

“Saeta sin melodía del siglo XVI” se le ocurrió de llamar a Pepe a estas cumbres estremecidas por las maravillosas entonaciones que él compuso a partir de la copla popular. Es el canto que culmina este Niño. O sea el omega. Pero también es aviso de principio, creo. Señala no únicamente ecos del tiempo pasado sino legítimos aldabonazos de ahora, del tiempo en que somos y del tiempo que viene. Rocío se emplaza a lo futuro. Ha cumplido un deber, una devoción, tal vez una promesa. Se ha enfrentado a un reto y para mí que el desafío ha colmado de satisfacción el gusto de nosotros, aunque ella quiera más y hace bien en no conformarse: ha subío un peldaño y tiene abiertas las puertas de la vida. 

José Luis Ortiz Nuevo

José Luis Ortiz Nuevo (Archidona, 1948) ha publicado una veintena de libros de temática flamenca. Ha sido inductor y director de la Bienal de Flamenco de Sevilla (1980-1996), director en dos ocasiones de la Cumbre Flamenca de Madrid (1986-87) y de la Bienal Málaga en Flamenco (2007).

Fotografía: Curro Cassillas