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La pastoral del mate

El Cristo Redentor gobierna desde lo alto Río de Janeiro. Abajo, el Maracaná, la iglesia donde todo jugador quiere consagrarse. El fútbol es una religión en Brasil, sí. Pero no hay país con más ayuda divina que Argentina. La albiceleste no sólo parte hacia el Mundial con Messi. Ni con el papa Francisco. También lo hace con un cura: el padre Medina.

 

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Cierren los ojos. Imagínense por un momento la visita de un Papa argentino a Brasil. A Río de Janeiro. Imagínense su discurso en la Jornada Mundial de la Juventud. No lo recordarán. Posiblemente nadie lo recuerde. No se trata de eso. Imagínense ahora un montaje. Cómo sonaría ese montaje con trozos de frases sueltas del discurso del Papa Francisco; frases sueltas intercaladas con imágenes. Imágenes de Maradona levantando la Copa del Mundo en 1986, de Messi con el brazalete de capitán, de Caniggia marcando un gol, del Kun Agüero y del Pipa Higuaín, de Javier Mascherano… Escuchen esas frases sueltas con la música de fondo y la voz dulce del nuevo Papa. “El señor os llama a vos, a vos y a vos, a cada uno”… —a Messi, a Higuaín, a Mascherano a la afición—. “Nos pide que seamos sus discípulos, que juguemos en su equipo” —el equipo en el que Lio Messi, como le llaman en Argentina, luce el brazalete de capitán—. “Nunca estamos solos, en las buenas y en las malas” —ni cuando se para un penalti ni cuando se falla; las banderas de la albiceleste siempre ondean—. “Sé que ustedes apuntan a lo alto” —la estatua del Cristo Redentor con los brazos abiertos que domina Río y el nuevo Maracaná—. “No les tengan miedo, los cariocas saben recibir bien” —ahí es cuando marca Caniggia—. “Pensé en tres imágenes, tres” —Maradona levantando la Copa del Mundo desde tres ángulos diferentes—. “¡Ustedes son los que tienen el futuro!” —un Messi jovencito luciendo el brazalete en la sub-20—. “Quiero que salgan fuera” —saque del portero—, “que cuiden los extremos” —carreras del Pipa Higuaín y del Kun Agüero—... “Que acá dentro va a haber Lio, va a haber” —Messi regateando a media defensa de Brasil—, “… que en Río va a haber Lio, va a haber. Pero sean protagonistas, jueguen para adelante, pateen para adelante. El Papa está con vosotros”. Con este anuncio, llamado Jogo Bonito, la cadena argentina TyC Sports ha promocionado el Mundial (y si no lo habéis visto todavía, deberíais hacerlo). “Si un argentino hizo esto en Brasil, imagínate 23”, se lee en los títulos finales. 

“El Papa está con vosotros”. Mundial en Brasil y Papa argentino. La mezcla explosiva perfecta dada la histórica rivalidad entre las dos selecciones. La albiceleste no sólo tiene Papa. También tiene un cura. Se llama Juan José Medina (padre Juanjo para todos),  tiene 56 años y lleva 18 siguiendo a la albiceleste en el predio de la AFA (Asociación de Fútbol Argentino) en Ezeiza. Tomando mate con Leo Messi, Javier Mascherano y compañía. Confesando y casando jugadores, bautizando a sus niños, bendiciendo sus casas. Dándoles misa. Consejos y charlas. Incluso escuchando chistes. Acompañándoles a la visita al Santo Padre que hicieron en agosto del año pasado. 

“Me llamaron por teléfono y no entendí nada, todavía hoy no lo entiendo. ¡Si yo no sé nada de fútbol!”, cuenta divertido el padre Medina al otro lado del teléfono. Acaba de regresar de Navarro, su pueblo, como él lo llama, a 120 kilómetros de Buenos Aires. “Somos diez hermanos y es irrenunciable verme con ellos de vez en cuando. La familia viene antes que todo”, dice. Su otra familia desde esa llamada en enero de 1997 también es el fútbol. Los jugadores de la selección, pero también de Boca y de los equipos de la Segunda y la Tercera argentina. El que le llamó por teléfono fue el Cardenal Quarracino. Suya fue la idea de crear un equipo pastoral de fútbol. “El Cardenal Bergoglio siguió la idea que había implantado Quarracino. Querían que los sacerdotes vivieran en las parroquias, estuvieran a cargo de ellas, pero desarrollaran también sus tareas pastorales en otros sectores: el fútbol, el deporte, las universidades, las cárceles, los colegios”, explica Medina, que es capellán interno en la parroquia de la Inmaculada Concepción en el barrio bonaerense de Virgen Devoto. Duerme allí pero se desplaza dos o tres veces por semana a los varios clubes que le reclaman, y cuando la albiceleste se reúne en Ezeiza, se pasa las horas en la sede de la concentración (casi 50 hectáreas de bosque a 30 kilómetros de la capital). Allí estará estos días, los días previos al Mundial. Allí estuvo en 2010, cuando bendijo a la Argentina de Maradona antes de que viajara a Sudáfrica. Es lo que viene haciendo desde 1997. En el pasado, en el parque del predio de Ezeiza, cuando hacía sol; en caso de lluvia las misas se celebraban en la sala de prensa. Desde 2008 en la Capilla. Sí, porque la AFA también tiene Capilla, la Capilla de San Francisco de Asís. Una antigua petición de Saviola, Gago, Burdisso, Willy Caballero y Coloccini a la mujer de Grondona (el presidente de la AFA) después de ganar el Mundial Sub-20 en 2001. Una capilla en la que rezar y celebrar las misas; una capilla de la que Maradona, cuando era seleccionador, se hizo con las llaves y que ordenó mantener abierta las 24 horas. 

“Había sacerdotes que sabían mucho más de fútbol que yo, incluso los había que habían jugado al fútbol. Nunca entendí por qué el Cardenal Quarracino me llamó a mí. Quizás porque, muy sabiamente, lo que quería no era un sacerdote que hablara de fútbol y que jugara a fútbol con los jugadores, para ello tienen a sus entrenadores. Querían a alguien que les apoyara humanamente, que les acompañara”, explica el padre Medina. El apoyo se convierte en charlas delante de un mate. “A eso le llamo yo la pastoral del mate. Es raro encontrarte a un jugador argentino que no beba mate. Nos sentamos y charlamos de todo. Me cuentan que el padre, la esposa o la madre están enfermos y que rece por ellos. Me cuentan que sus nenas y nenes han empezado a ir al colegio, me preguntan si hay alguna Biblia para niños…”, explica. “Yo no voy a la AFA a hacer un censo de quién se confiesa o quién comulga, de quién está casado por la Iglesia o quién no. Mi tarea es estar presente, crear un clima de amistad. Lo sacramental me lo van a pedir ellos cuando lo crean necesario. Algunos me exponen dudas: ‘Mira, yo creo mucho, pero mucho no sé. No sé mucho de la Iglesia, no me atrae, pero creo en Dios’. Yo escucho a todos, no voy a hacer que crean en Dios sí o sí. No depende de mí que se acerquen a Dios o no. Se hacen preguntas, sin más y yo estoy allí para contestarles. Lo importante es prestarles el corazón y escucharles”, añade. Y tomar mate. 

 

Algunos, como Cambiasso, Burdisso o Coloccini, se llevaban las biblias a las concentraciones. Otros han llegado a confesarle al padre Medina no creer demasiado en la Iglesia. “El día que visitamos al Santo Padre en agosto del año pasado se me acercó uno de los jugadores y me dijo: ‘Padre, yo creo en Dios pero no en la Iglesia”. Y le dije: ‘me parece muy bien porque hay que creer en Dios, la Iglesia es mediadora’ ”, cuenta. Es imposible sacarle el nombre del que le hizo esa confesión. “Es famosísimo, pero no es Messi”, aclara. ¿Higuaín o Agüero? “Mire, señorita, cuando venga a visitarme a Buenos Aires, con confianza, se lo contaré.” Lo que sí que cuenta es que “los más conmocionados y emocionados” con la visita al Papa fueron Javier Mascherano y Leo Messi. ¿Messi? “Sí, incluso Messi. Es muy cauto y no deja ver sus emociones. Pero se emociona, lo que pasa es que no es tan expresivo como para que se vea”, afirma el padre Medina, que con Messi llegó a ver un partido del Barcelona el pasado mes de diciembre cuando la Pulga se desplazó a Argentina para recuperarse de su lesión. “Todos quieren ver a Messi, en la parroquia y en el colegio me piden constantemente que les traiga una firma de Messi y siempre digo que no, porque no es mi rol, todos le están pidiendo cosas, ¡si encima el cura de la selección va y le pide una firma, imagínense! Eso sonaría antipático. Para mí, Leo siempre ha sido un chico más, un chico tranquilo que nunca llamó la atención. Un chico muy callado y reservado, es más bien de escuchar y sonreír”, cuenta. 

Todo lo contrario que Maradona. El padre Medina dice que nunca, en los 18 años que lleva en la AFA, ha oído a un jugador soltar una palabrota delante de él. Pero se ríe cuando se le recuerda ese “que la chupen y que la sigan chupando” que soltó Maradona en una rueda de prensa en octubre de 2009 cuando empezó a recibir criticas por los partidos de clasificación para el Mundial de Sudáfrica. Por entonces Maradona era el seleccionador de la albiceleste. Todos soñaban con que repitiera en el banquillo sus triunfos como jugador. Nada de eso pasó en Sudáfrica. “Los jugadores son respetuosos y sin embargo se permiten hacerme bromas y chistes. Eso a mí me ayuda a estar más cerca de ellos. Las palabrotas no las usan conmigo, no es el lenguaje habitual, en la cancha puede que sí. Pero no es mi estilo regañarles por eso. Los curas también hacemos chistes, el otro día en una reunión de curas uno contó uno, un poco subido de tono pero gracioso al fin. ¡Nosotros también contamos chistes, no siempre estamos rezando! En mi caso no, porque vengo de una familia en la que mi padre siempre fue muy estricto”, confiesa. 

Dice el padre Medina que, pese a la presión que rodea a la albiceleste, el ambiente en las concentraciones es de camaradería. Que el seleccionador con el que más amistad entabló fue José Pékerman, que estaba al mando de la selección Sub-20 cuando el sacerdote empezó su tarea en la AFA. “Más que empezar con los mayores, mejor empezar con los más chicos”, recuerda que le dijo Pékerman. “Quería que los chicos leyeran, para que tuvieran cultura. Él me decía: ‘Padre, todo lo que usted crea que es bueno para los chicos, hagámoslo’. Fundamos una biblioteca, trajimos a un profesor de inglés y a otro de computación. A él le preocupaba la formación integral del jugador, del juvenil. Fue una experiencia muy linda. Pude tener mucha injerencia porque Pékerman daba lugar a ella. Tuvimos muchas charlas a solas, en las que le preguntaba cosas de fútbol. Aprendí algo de fútbol con él. Poco, y de hecho no entiendo todavía por qué estoy allí”, bromea.  

Con ningún otro seleccionador llegó a tener una relación tan estrecha. ¿Con Maradona y lo exagerado y excesivo que llega a ser a veces era imposible, no? “No, no. Conmigo siempre fue muy respetuoso. Lo que pasa es que con él no llegué a entablar una relación de amistad. Era un hombre acosado, muy ajetreado, cuando estaba él en la AFA había el doble de seguridad. Y yo más bien soy de tratar de no molestar. Por eso no teníamos tantos momentos para pasar juntos. Siempre trato de despegarme del personaje, me acerco a la persona y no a la estrella”, se sincera el padre Medina, que recibió una pequeña bronca de Maradona por cerrar la capilla. “Yo no estoy en la AFA a diario, así que cuando regresaba a mi parroquia cerraba la capilla con llave”, recuerda. La capilla está situada entre en el complejo de los juveniles y el de la selección mayor, por lo que está de paso para cualquier entrenador. Maradona la visitaba fuera de horario. Tres veces se la encontró cerrada. “Y la tercera vez se incomodó, se quejó con algunos empleados y llamó a Grondona para pedir las llaves. Nunca más se cerró la capilla, desde entonces está abierta las 24 horas. Gracias a Maradona”, explica.

“No aprendí de un día para otro a estar con los jugadores y a ser oportuno. Recuerdo que el primer día que llegué a la AFA me dije: ¿Qué hago yo acá? Cambiasso, al que conocía porque había estudiado en el colegio en el que daba clases me ayudó a integrarme. Montamos un asado y me presentó a todos sus compañeros”, recuerda ahora el padre Medina. “Para nosotros el padre siempre fue una válvula de escape. Juanjo era una persona externa, caía bien, podíamos hablar con él de cualquier cosa que no fuera fútbol. Tanto fútbol acaba cansando y con él podíamos quitarnos la presión, tomar mate, charlar de otras cosas. De nuestras ciudades, de nuestras familias, de los problemas que podíamos tener cada uno. No eran confesiones, es amistad”, cuenta por teléfono Walter Samuel, al que el Padre Medina casó y que le conoce desde sus tiempos de Boca. 

 

Porque Medina no se dedica en exclusiva a la selección. Cuando los muchachos de Sabella están jugando sus ligas en Europa y no tienen compromisos internacionales, se acerca a la AFA para apoyar a las selecciones inferiores. Y, sobre todo, a los clubes más y menos modestos. “Yo venía del interior, de Entre Ríos, llegué a Boca con 14 años y me instalé en la pensión —así llaman a la residencia de los canteranos que vienen de fuera— y me reconfortó tener el apoyo del padre Juanjo, como les reconfortaba a todos los que veníamos del interior. De repente llegas a la capital, eres joven, te crees que la vida de futbolista es una cosa y te vas chocando con la realidad. El Padre Juanjo nos llevaba a la iglesia, a la parroquia donde él daba misa. No es la figura del cura que todos se imaginan, es una persona diferente, muy cercana. Además. no hacía distinciones entre los que creíamos en Dios y los que no, era un apoyo para todos”, cuenta Willy Caballero, el portero del Málaga. Caballero tiene hoy 33 años, unos cuantos menos que Walter Samuel, que a Boca llegó directamente para jugar en el primer equipo. También era del interior, y también recibía las visitas y la ayuda del Padre Medina. “Yo ya vivía solo, él iba a la casa amarilla así se llama la residencia de los chicos de Boca que vienen de fuera y a mí me visitaba a casa, venía a mi departamento, a bendecir o charlar. Para los que veníamos del interior era muy importante tenerle cerca. Fue un apoyo grande y la confianza que agarramos entonces con él la hemos ido manteniendo hasta hoy”, resume Samuel. 

Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. “El futbolista, con más o menos formación, es creyente. Por una cuestión práctica no puede practicar mucho, está concentrado durante el fin de semana y le va a ser difícil ir a misa. Y ahí está la pastoral, lo que el Papa llama la periferia. La periferia no es el lugar de los pobres, la periferia es salir e ir afuera de los límites de la parroquia, ir a los lugares donde la gente se encuentra. En el caso de los clubes, hay que ir a los clubes. Me piden, de Nacional B, por ejemplo, que les dé una charla a los jugadores, y no les voy a decir a los directivos ‘tráiganme los chicos a la Iglesia’. Soy yo el que va allí”, explica el padre Medina. ¿Qué tipo de charlas da? “Los llamo al compañerismo, al juego en equipo, a que usen la cabeza y no solamente las piernas. Le digo que no es bueno irse de parranda dos días antes de jugar, si no van a estar arrastrándose en la cancha”, añade. Eso, en los clubes modestos. En la selección es más un psicólogo que otra cosa. Alguien que está allí para escuchar intimidades, conversar. “El clima de la selección, pese a la presión, es más de camaradería”, cuenta. Todavía no ha decidido si viajará a Brasil con la albiceleste para los primeros partidos. Se lo han pedido. “Pero tengo que ver cómo lo encajo con mis tareas en la parroquia y en los colegios. Además yo soy más de hablar antes que durante”, dice.  No se despide sin antes hacer dos confesiones. Una, que es amigo del papa Bergoglio. “Pero amigo de verdad, no como todos los que le han salido cuando le nombraron Santo Padre. Le conozco desde antes que fuese mi obispo. Mi iglesia, la parroquia del Carmen, estaba a cuatro cuadras de la suya, la del Salvador. Todavía conservo una carta que me escribió cuando se murió mi padre. El Papa escribe a mano, siempre”, cuenta. “Los argentinos no somos tan creyentes como los mexicanos o los colombianos, pero es increíble como Bergoglio ha movilizado a la población, las Iglesias de repente se han llenado de gente. Cuando fuimos a visitarle en agosto, la AFA sacó una revista especial sobre esa visita”, cuenta. “El fútbol argentino rezará siempre por ti, Francisco”, se lee en el encabezado. Ahora le toca a Francisco rezar por el fútbol argentino. Porque si un argentino hizo eso en Río en julio de 2013, imagínense 23 en junio de 2014. 

Eleonora Giovio

Eleonora Giovio nació en Italia hace 34 años. Periodista, según sus propias palabras, por vocación e ilusión, trabajó en Deportes de El País hasta 2012. Actualmente escribe como freelance en Terra.es. También trabaja como colaboradora en Onda Cero.

La mano de Dios, ilustración de Darío Adanti, (Buenos Aires,1971), historietista, ilustrador y animador argentino, afincado actualmente en Madrid. Ha realizado varios cortos de animación como Vacaláctica, Elvis Christ, Minas de cobre o La hora de Hombre Cacto, entre otros. Es uno de los fundadores de Revista Mongolia.