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Trabajo Angélico

Jarrett Earnest conversa con Genesis P-Orridge

Tras décadas de experimentación desde plataformas artísticas radicales como Throbbing Gristle o Thee Temple ov Psychick Youth, Genesis P-Orridge, cerebro del arte industrial y discípulo de Burroughs, apela a la liberación del cuerpo hasta sus últimas consecuencias. En esta charla en su apartamento del Lower East Side habla de la relación entre el lenguaje, el sexo, el poder y el futuro del arte.

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Genesis Breyer P-Orridge fue precursor/a del performance art con su colectivo COUM Transmissions (1969-1976) y está considerado/a como el padre de la música industrial con su grupo Throbbing Gristle (1975-1981). En 1981, P-Orridge formó el influyente grupo Psychic TV y Thee Temple ov Psychick Youth (TOPY) como una red mágica para promover nuevas ideas sociales alternativas. En 1993, P-Orridge se casó con Lady Jaye Breyer y los dos se sometieron a una serie de operaciones quirúrgicas para convertirse en lo que denominaron el “pandrógino”, una figura híbrida llamada Breyer P-Orridge (el proceso fue documentado en la aclamada película de 2011 La Balada de Génesis y Lady Jane). Con el proyecto pandroginia, Breyer P-Orridge empezaron –ambos– a utilizar exclusivamente los pronombres ingleses “s/he”, “h/er” (una mezcla entre él y ella, ella y él), y la primera persona del plural inglesa (“we”), que no indica el género.

Aunque durante mucho tiempo fue considerado/a una leyenda viva en el mundo de la música, su trabajo no ha sido incluido en la narrativa general de la historia del arte y la performance hasta hace bien poco, una reconsideración que se refleja en la adquisición de sus archivos por la Tate y en una retrospectiva completa exhibida en el Andy Warhol Museum de Pittsburgh (GENESIS P-ORRIDGE: S/HE IS HER/E que se pudo ver entre el 15 de junio y el 15 de septiembre de 2013). Recientemente, la editorial francoinglesa First Third Books ha publicado una amplia colección de fotografías extraídas de medio siglo de la vida artística de Breyer P-Orridge, editada por la artista Leigha Mason y el periodista musical Mark Paytress.

 

Quiero empezar haciendo una refle-xión sobre lo que hacías con COUM: performances en las que aparecíais desnudos, eróticas y violentas al mismo tiempo. Parece importante analizarlas en el contexto de la vida en la Inglaterra de la posguerra. ¿Cómo piensas que ha cambiado desde entonces el potencial del sexo como fuerza socialmente transgresora? 

En los años cincuenta, incluso en los primeros años sesenta, no existían las revistas pornográficas en Gran Bretaña. Había libritos de erotismo escrito —como los que editaba Olympia Press, con títulos como Furcias Vírgenes Mortíferas y cosas así— que básicamente satisfacían fines masturbatorios. Si tenías suerte y el encargado de la tienda confiaba en ti, podías pedir “un sobre” y te daban uno de ésos, marrones, que contenían fotos de gente follando. Ésa era la única fuente de información visual sobre lo que las personas hacían unas con otras, y muy pocos adolescentes podían llegar ni siquiera a saber que existía o dónde podían encontrarla. 

Con 11 años te podían calificar como inteligencia precoz y enviarte a un colegio privado especial donde leías literalmente: “Aquí estamos para fabricar a los líderes del futuro del país”. Pero sobre el sexo todo lo que oías era “ojo con dejar embarazada a una chica si no estás casado con ella”. Para los chicos de 9 a 11 años todo se reducía a la masturbación en círculo. La costumbre era pajearse en la parte de atrás de la clase, siempre pendientes de ver quién era el primero en correrse mientras el profesor hablaba de Chaucer. Se daba una extraña dicotomía: estos chicos, en principio heterosexuales —que es en lo que se convertirían más tarde—, celebraban masivas orgías homosexuales de masturbación mutua mientras las chicas eran una entidad distinta, absolutamente misteriosa. Uno ni siquiera sabía el aspecto que tenía una vagina. Hasta que de repente las mujeres pasaban a ser perseguidas por los depredadores, y entonces la vagina se convertía en un valor. Éste es el pensamiento que se imponía a la gente en la sociedad inglesa: las chicas protegen su virginidad porque ésa es la forma para conseguir un marido que cuidará de ellas, y a cambio ellas les darán niños; el ciclo se repite una y otra vez, siempre en secreto y con culpa, nunca desde el placer. Al revés: todo giraba en torno a esas cosas que una fuerza oculta e invisible de la sociedad te permitía o no hacer.

Si te paras a pensarlo, cuando tienes hijos, da igual de qué sexo, mean y cagan y tú les limpias todo; es un simple proceso biológico. Hasta que en determinado momento consideras que existe un nivel de consciencia suficiente y empiezas a decir: “Sería bueno que no te cagaras encima todo el rato y utilizaras un orinal”. Entonces viene la formación del orinal. Y de repente, cada vez que te sientas en esa cosa de plástico y cagas o meas, todo el mundo aplaude y dice: “¡Sí, muy bien hecho! ¡Es fantástico!”. Pero en cuanto aprendes a hacerlo tú solo te dicen: “Hazlo ahí dentro con la puerta cerrada. Avergüénzate. No vuelvas a dejar que te vea cagar en la vida”. ¿Cómo no va a joder esto la cabeza de la gente? Primero es natural, luego es una celebración pública y al final se convierte en culpa. Este proceso se repite en la cultura occidental en relación a todos los aspectos de la intimidad y la sexualidad.

En aquella época, en Inglaterra se vivía una increíble autorepresión e incomodidad hacia la vida erótica. Y es un contexto que no tiene absolutamente nada que ver con la situación en la que ha crecido gente como tú, en el que puedes encontrar de todo inmediatamente en Internet. ¿Que sólo te excita alguien aplastando cucarachas con tacones altos? Vas y lo encuentras en una página web. Esta especie de torrente ilimitado de información sexual debería, de alguna forma, haber equilibrado la partida entre el control y la libertad, pero parece que sólo ha logrado convertir el juego en una promiscuidad voluntaria sin objetivo final específico. Como ya hemos contado muchas veces, probablemente por tener una visión un poco anticuada, lo que buscábamos en la vida era la “mujer suprema” o la “persona” —no importaba realmente si se trataba de un hombre o una mujer—, pero era una búsqueda de reconexión con el equilibrio divino. De alguna manera esto ha quedado degradado por el acceso ilimitado a inclinaciones infrecuentes y la comercialización y transformación de todos los fetiches posibles en productos de consumo.

Si la sensualidad y la sexualidad forman parte del aprendizaje de la sabiduría —que es lo que nosotros pensamos que debe ser— y pueden funcionar en la deconstrucción y reconstrucción de las distintas percepciones de la realidad, éstas deberían enfocarse como un aspecto increíblemente divino, potente y esencial de nuestras vidas, y no como una mera emoción o como un tabú. Son un trabajo sagrado. El sexo con alguien al que quieres… eso es un trabajo angélico. Es manifestar que quieres volver a un estado divino de inclusión, de equilibrio, de no separación.

Autor: Chris Buck

 

Las performances de body art que hacías con COUM y TG abordaban, a través de su alto contenido sexual, la transgresión de determinados límites corporales y culturales. Si se ha producido un cambio social en la representación de lo erótico, ¿cómo se podría provocar el efecto en las convenciones sociales actuales?

La naturaleza de la relación que tenemos con nosotros mismos como cuerpos siempre está politizada. Por algún motivo, este fin de semana hablamos de Emmeline Pankhurst, que fue la líder de las sufragistas en Inglaterra. Hicieron manifestaciones, marchas, panfletos, entrevistas, se encadenaron a Buckingham Palace y nadie las escuchó. Hasta que ella decidió dar el empujón definitivo. En Inglaterra hay una competición ecuestre llamada Grand National, patrocinada por la familia real. Pues ella se tiró a los pies del caballo del rey y murió para decir: basta ya. Lo que queremos decir con esto es que las estrategias cambian. Para los más jóvenes de hoy es difícil comprender COUM porque les resulta prácticamente impensable que hubiera un tiempo en el que, pongamos por caso, estaba prohibido tatuarse. Cuando los británicos estaban construyendo su imperio, hubo quienes —como no podía ser de otra forma— decidieron que eso era una gilipollez y que no querían ir a luchar, y se disparaban en el pie. Por eso en la era victoriana autolesionarse se convirtió en ilegal, y como había que definir qué se entendía por lesión, se decretó que “cualquier cosa que perforara la piel” lo era. En 1991  lanzaron una ley para impedir que las personas fueran “cobardes” y decretaron que tatuarse era perforarse la piel, igual que hacerse un piercing, y que uno y otro eran actos criminales casi al nivel del asesinato, porque suponían lesionar deliberadamente a otro ser humano. Así que un día se fueron a por nuestro amigo Mr. Sebastian, que nos había tatuado y perforado, se metieron en su estudio, cogieron su libro de citas y tomaron al azar 13 nombres como prueba de que estaba provocando lesiones deliberada, malintencionada y lucrativamente. Le acusaron de 13 delitos de lesiones corporales graves y pidieron una condena de hasta 20 años de prisión. Aunque te parezca increíble, entre 1980 y 1985, sólo existían unas cinco personas que hacían piercings en Europa. Él nos hizo el primero en 1981. 

 

Esto pone también en contexto las performances en las que os provocabais cortes en público como un acto explícitamente político. 

Absolutamente. Nos preguntábamos: “¿Quién es el dueño de mi piel? Tengo cicatrices que me he hecho a mí mismo y que otras personas me han provocado, tengo agujeros, tengo tatuajes y, por ello, soy ilegal. ¿Dónde me coloca eso física y políticamente? Buena parte de esa primera etapa en COUM pasó a desempeñar un papel aún más importante con Throbbing Gristle, porque nos dimos cuenta de que éste era un asunto muy serio. Nos preguntábamos: “¿Por qué no me permiten hacer esto a mi propio cuerpo?”. Así fue como nos dimos cuenta de que estábamos en la misma lucha que esas mujeres que reclamaban el control de su cuerpo, aunque resultaba verdaderamente difícil conseguir que ciertas feministas entendieran que estábamos defendiendo lo mismo. 

 

Estabais intentando alterar la sociedad mediante la transformación de la relación con vuestro cuerpo, propósito que más tarde tomó forma en los cut-ups quirúrgicos de la pandroginia. Sin embargo, también estabais realizando intervenciones similares en el ámbito del lenguaje. ¿Cuándo tomasteis conciencia por primera vez de la relación entre el lenguaje y el poder? 

A través de William Burroughs, y sin duda, con Brion Gysin. Hasta el día de hoy creemos que su interpretación y/o redescubrimiento de la técnica del cut-up o recorte es la herramienta cultural más importante del siglo xx, ya que se puede aplicar al vídeo, las películas, la escritura, la conversación… a lo que se te ocurra. Es el camino para salir de la trampa en la que nos hacen caer el lenguaje y la cultura. Hay un libro que todo el mundo debería leer, The Third Mind, que recoge los experimentos de Burroughs y Gysin para romper la linealidad de la denominada “realidad consensuada” que nosotros llamamos realidad no sensuada por razones obvias. Cuando dirigimos un taller intensivo de performance art en PS1 hablamos sobre algunas de las ideas del libro.

Por ejemplo, planteamos esto. Si alguien os llamara en este momento, mientras estáis aquí sentados, vosotros diríais que estáis en un taller con Genesis Breyer P-Orridge, pero eso sería incierto. Lo que realmente estáis experimentando es una transmisión masiva de datos sin orden lógico específico: un crujido de un árbol prácticamente subliminal, el suelo duro en el culo, necesito ir a cagar pronto, tengo hambre, ¿crees que todavía le gusto a esa persona? Esto sigue y sigue y sigue. Y lo filtramos. Pero ¿quién crea los filtros? Ésa es la gran pregunta, quién controla lo que pasa o no por los filtros. En todo momento está esa enorme cascada de información lloviendo sobre nosotros y nuestros sentidos recogiéndolo todo. Luego les hicimos realizar un ejercicio que consistía simplemente en escribir todo lo que ocurre durante un minuto. Todo el mundo escribió varias páginas, el texto no era lineal y era una poesía de las más bellas que habíamos oído en nuestra vida. 

Nuestro concepto de lo que interpretamos como realidad es completamente maleable. Y precisamente por ser maleable cualquiera puede modelarla. Buena parte de nuestra lucha ha consistido en ayudar a otros a darse cuenta de que la pueden modelar ellos mismos utilizando herramientas tan simples como la técnica del recorte para revelar la guerra secreta del lenguaje, y demostrar la facilidad con la que estamos siendo manipulados para convertirnos en consumidores. El capitalismo occidental es un producto casi mejor que la heroína. Si en la Edad Media hubieras dicho a la gente: “Queremos que llevéis los símbolos del enemigo en vuestra ropa y que paguéis por ello” simplemente te hubieran contestado: “¡Cierra el pico, idiota!”. Pero ahora la gente está deseando llevar marcas corporativas en su cuerpo, se venden a sí mismos con el enemigo puesto y pagan enormes sumas de dinero para hacerlo todavía más patente. 

Imagen del archivo personal de Genesis P-Orridge

Imagen de COUM Transmissions

 

Vuestros escritos y performances tienen mucho que ver con las Escrituras, los sermones o los cánticos; un tipo de lenguaje al que se le atribuye poder, o la capacidad de lograr cambios. Siempre os ha interesado la organización de cultos e incluso tú mismo has sido acusado —por el Gobierno británico, entre otros— de ser un líder sectario. ¿Cómo comenzó vuestro interés en el culto como organización social, y qué relación tiene con el lenguaje?

No estamos seguros de por qué las conexiones del sistema nervioso de nuestro cerebro son como son, pero parece que buscan pautas soterradas bajo el aparente camuflaje de la cultura popular. Como diría Burroughs, cuando haces un recorte, ¿qué es lo que dices realmente? Al hacer un collage te das cuenta de que no hay ninguna lógica o pauta inviolable: todo es manipulable.

Claro, nosotros nacimos en los sesenta y oímos hablar de Charlie Manson y eso nos fascinaba, y como estábamos en Inglaterra sabíamos de la Cienciología y del Proceso y los veíamos como un fenómeno paralelo a las estructuras de poder tradicionales. A través de la prensa underground pudimos saber más sobre estas cosas, y cuando empezamos a recopilar toda la información que fuimos capaces de encontrar nos preguntamos: ¿Qué es esto? ¿Por qué le atrae a la gente? ¿Qué hace que funcione? Queríamos saber si este tipo de cultos son un microcosmos del macrocosmos, porque si así fuera, a lo mejor podríamos detectar su debilidad más fácilmente. Ahí es donde empezó todo.

Por supuesto, todo esto nace de la pregunta: ¿Acaso no existe otra forma de hacerlo? Nos gustan las ideas de comunidad y fidelidad esencial: una vez has elegido una tribu, cuentas con una familia elegida que tiene lo suficiente en común como para que existan el apoyo y el abrazo. Si estás en eso, ¿por qué no crear factores de reconocimiento —símbolos como la cruz psíquica— y ver hasta dónde puedes llegar? Tal vez haya otra gente como yo, hambrienta de un nuevo tipo de comunidad, de un nuevo tipo de relación con los otros; algo basado en la creación, la generosidad, la bondad y la productividad de la mente y la imaginación, en lugar del arribismo y la avaricia. Para mí es una elección fácil, pero ¿cómo funciona? Solíamos decir a la gente de TOPY: todos estamos de acuerdo en que despreciamos el neocristianismo dogmático y burocrático, porque sus seguidores no son personas generosas y buenas como Jesucristo, pero ello no quiere decir que no sepan ganar dinero. Entonces, ¿cómo lo hacen? ¿Por qué no hacemos lo mismo que ellos: tomar lo que funciona y tirárselo a la puñetera cara? Eso es lo que hizo TOPY. Charlie Manson es un asesino, pero dijo: “Éstos son vuestros hijos, vosotros los hicisteis como son” —absolutamente cierto—, por ello lo adoptamos, seguimos avanzando y tratamos de completar un rompecabezas que tenga sentido. Y de alguna forma no se trata de un dibujo cada vez más borroso sino de algo cada vez más nítido, que viene de un lugar más profundo que estás tratando de reenfocar.

 

Has hablado de algo que puede formar parte del futuro del proyecto pandrógino, que es la creación de una COUMunidad pandrógina, y me pregunto qué parte de lo que fracasó en TOPY haríais de otra forma para crear esta nueva organización social. ¿Qué aprendisteis de aquello como experimento?

Aprendimos que la guerra entre la gente empieza en la cocina y el cuarto de baño. Éstos son los lugares donde se producen las peleas: hay personas que no se lavan, que dejan el baño sucio, que utilizan el champú del resto. Aprendimos que todo el mundo necesita privacidad y la opción de la soledad. Por ello, no estamos interesados en la idea de una comuna tradicional, sino más bien en la idea de un pueblo. Habría un gran edificio central donde se encontrarían los recursos —una librería, ordenadores portátiles, hardware—; tiene que haber una cocina grande y otra habitación muy grande para las comidas en común, porque la comida es una de las experiencias que más une a las personas en la vida. Esta gran habitación puede estar organizada en filas para que alguien interesante que pase por allí pueda dar una charla. El que quiera se puede ir a su yurta y a lo mejor no molestarse en hablar con nadie durante años, pero aun así tener el derecho a asistir a todos los actos de la comunidad. Se construiría teniendo en cuenta su interpretación de la vida como creación, como una fuerza creativa, la vida como arte, el final de la separación de géneros. Estamos hablando de la creación de una tribu impulsada de forma consciente: Thee One True TOPI Tribe. Para mí, éste sería el experimento más fabuloso para tratar de unir todos los hilos que hemos ido siguiendo hasta el momento. Analicemos los fracasos y eliminemos lo que no funciona, y tratemos de extenderlo. Incluso aunque seamos ridiculizados y fracasemos —desde el punto de vista económico o por cualquier otra razón— qué buen intento sería y qué gran regalo para la especie. Como no cambiemos la forma de relacionarnos como especie estamos condenados: tendríamos suerte de llegar al mundo de Mad Max.

Imagen de Sheila Rock

Imagen del archivo personal de Genesis P-Orridge

Imagen del archivo personal de Genesis P-Orridge

Imagen del archivo personal de Genesis P-Orridge

¿Consideras el trabajo pandrógino que has realizado con Lady Jane como un experimento para un proyecto más grande con la finalidad de cambiar las relaciones sociales?

Evolucionó porque estábamos locamente enamorados. Expresábamos un deseo totalmente real cuando decíamos: “Te comería”. Era la pura verdad y allí es donde empezó todo. El primer día que nos encontramos, Jaye nos vistió con su ropa. Es muy importante que la gente comprenda que Jaye no era una seguidora nuestra, al contrario. Incluso más allá de Brion Gysin y William Burroughs, Jaye era la influencia más importante en nuestra vida. Era ajena al miedo de un modo sobrehumano cosa que, según descubrimos después, era una de las cualidades que la hacían tan poderosa. Toda nuestra forma de vivir cambió: solíamos estar enfadados, tratábamos de romper las cosas, de desmontarlas para ver cómo funcionaban. Ahora todo se centra en curarlas y volver a juntar los trozos. Y ésa es Jaye.

 

Me gustaría plantearte esta pregunta: ¿qué es el arte?

Mi respuesta es: vida. Realmente creemos que no existe una separación entre la vida y el arte. Hay un dicho sufí que reza: “Vive cada día como si fuera el último de tu vida y será ese día por el que serás juzgado”. Dicho de otra forma: cada segundo es precioso, nunca vas a poder recuperar el tiempo y no sabes cuánto tiempo te queda, por lo que deberías aprovechar al máximo tu potencial; y a través de tu potencial, tu imaginación; y, a través de ello, la creación; y a través de ello cambiar el puto mundo.

 

¿Cuál crees que es la función del artista como posición social? ¿Puede cualquiera ser un artista?

Todo el mundo posee una faceta de genio y solamente dejando a un lado los condicionamientos e imposiciones de la cultura imperante, el individuo puede liberar suficientemente su percepción e imaginación como para saber cómo serlo realmente. Se supone que el artista debe poner en tela de juicio el status quo, siempre y en todo momento. El artista debe preguntar: ¿Por qué? Los artistas son el gran signo de interrogación y nuestro trabajo consiste en refutar todo lo que se dé por supuesto por el mero hecho de refutarlo, con el objeto de tratar de conseguir ver el mundo desde un nuevo punto de vista. Sin un enfoque nuevo no se puede crear un mundo nuevo. Los seres humanos, nuestra especie, son los que han creado este entorno. Brion Gysin dijo que la única otra especie que vive amontonada sobre sí misma y se caga y mea encima es la de las ratas. Somos ratas inteligentes, pero podríamos serlo mucho más. Podríamos ser tan fabulosos como para dejar atrás el espacio y el tiempo y descubrir nuevas dimensiones, nuevos universos, nuevas formas de ser y de recrearse. Hay infinitas posibilidades a las que ni imaginamos tener acceso o incluso a las que tenemos derecho a acceder. Por ello, pensamos que el artista es un significante de la capacidad de cortocircuitar todos los filtros de control social que heredamos, durante el tiempo suficiente para dejar que penetre una nueva visión.  

 

Jarrett Earnest

Jarrett Earnest es artista, escritor y codirector de la galería 1:1. Escribe habitualmente en The Brooklyn Rail y colabora en el San Francisco Arts Quarterly

® The Brooklyn Rail

Traducción de María Casani