Contenido
Semana LI: Lo que ha de hacerse
Capítulo suelto
1. Agenda póstuma
Me dice el doctor que ya debería estar muerto. Que mi plazo se ha agotado y que mi indisciplina en los tratamientos, unida a mi nulo cuidado personal (ausencia de ejercicio, ingestión de alcohol y de drogas, vida desordenada...) tendrían que haber adelantado mi adiós, en lugar de, como está sucediendo, prorrogarlo. Mi amigo Juan C. siempre me dijo que mi organismo era tan tóxico que hasta asesinaba todos mis virus, bacterias y tumores. El caso es que, inesperadamente, ayer, cumplí medio siglo de vida, y aunque en absoluto llegaré a fin de año, he alcanzado los 50. No puedo separar esta información de un hecho evidente: todo lo que me propuse al comenzar a escribir esta serie de textos ha sido traicionado: literal y disciplinadamente: no he vivido este año como pretendía vivir el último de mi vida. Así que hago un cálculo redondo, vuelvo a unir mi futuro a una cifra, 99, y me propongo cambiar o iniciar algo cada día, desde hoy hasta ese día cien. Cien de cenizas.
Busco mi agenda para anotar mis 99 propósitos. Es mi segunda agenda del año, porque en diciembre me compré una roja de tamaño A4 que arrojé a la basura en marzo. Y en abril otra gris, más pequeña, en la que adelanto el marca-páginas cada noche, sin atreverme a comprobar las bajas de la jornada previa. Antes de tirar la primera, copié en la nueva algunas fechas que ahora entiendo que son tan sarcásticas como inútiles.
23 de agosto: Concierto de P J Harvey en Barcelona
20 de octubre: Limpieza dental
31 de octubre: Festival de arpa
2 de noviembre: Cumpleaños de Nancy
4 de noviembre: Cumpleaños de Paula
7 de noviembre: Revisión oftalmológica
13 de noviembre: Exposición de H. J. W.
21 de noviembre: Juicio
28 de noviembre: Estreno de “T. R. S.”
29 de noviembre: Boda de J. A. R.
1 de diciembre: Presentación del libro de Claudia
24 de diciembre: Nochebuena
Me quedo mirando mi agenda, el peso de los días y su eco. Algo me lleva a buscar la etimología de esa palabra, agenda, y al leer su origen comienzo a entenderlo todo, otra vez.
agenda.
Del lat. agenda 'lo que ha de hacerse', pl. n. del gerundivo de agĕre 'hacer'.
1. f. Libro, cuaderno o dispositivo electrónico en que se apunta, para no olvidarlo, aquello que se ha de hacer.
2. f. Relación de los temas que han de tratarse en una junta.
3. f. Relación ordenada de asuntos, compromisos o quehaceres de una persona en un período.
Que agenda signifique en latín “lo que ha de hacerse” supera todas mis expectativas. Y me hace volver a refugiarme en mi artesanal elaboración de lotes.
Lote 000/F
1. 1001 discos que hay que escuchar antes de morir, de Robert Dimery (Grijalbo, 2005). 962 PÁGINAS DE PAPEL
2. La Mujer Pantera, de Jacques Tourneur (Edición de Manga Films, 2000. Original: RKO, 1942). DVD
3. Mon Lichtenstein a moi!, de Anne Weiss (Editions de Centre Pompidou, París, 2013). CARTULINA Y PEGATINAS
4. Libreta tauroextra (tapa dura) azul. LIBRETA CUADRICULADA DE 60 x 90 MM., CON MUELLE Y CÓDIGO DE BARRAS Y UNA SOLA PÁGINA GASTADA
5. Mariconera azul vestuario de reducidas dimensiones. (Iberia, Siglo XX). Contiene: Ladrón negro machihembra. Sacapuntas rojo para lápices delgados. Candadito inútil. 3 copias de llaves JMA y 2 de llaves UCEM. Foto de carnet de una amante en B/N. Caja de fósforos, caja vacía, del restaurante neoyorquino The Red Baron. 2 carretes de 36 fotos EPj 320. SOUVENIRS MULTIMATERIA
6. Elefantes, de Elefantes (Ritual Music, 1996). 1ª edición. Copia 176 de 500. CD
7. Romeo y Julieta, de William Shakespeare (Colección Millenium, X aniversario de El MUNDO. Unidad Editorial, 1999). Prólogo de Federico Trillo. Colabora: ENDESA. PAPEL ENSUCIADO
8. Invocations / The Moth And The Flame, de Keith Jarret (ECM/Warner, 1981). VINILO
9. Amor mío, estoy aquí, de ARCHY INTERNATIONAL MAGAZINE, Nº 1. (Mayo, 1992). PAPEL SATINADO
10. El erotismo, de Georges Bataille (Tusquets, 2007). LIBRO
Texto del Lote 000/F:
Conocí a un hombre que me contó una historia increíble.
“He comprobado”, me dijo, “que tengo más páginas mudas que páginas escritas. Durante los últimos años pensé en seguir esa inercia de los escritores tímidos o cobardes y recopilar todas las palabras errantes que se van dejando cada día en la papelera de nuestra importancia. Siempre tenemos a mano una papelera: cuadernos, documentos, emails, molesquines, servilletas, márgenes, neuronas… Es casi imposible no jugar al capricho de querer que toda esa basura acabe construyendo un todo con sentido que nos explique y, de alguna manera, nos salve”.
A veces sitúo esta escena en un lugar, otras en una ciudad distinta. En otro momento, en otra luz.
“Sé que es difícil de creer, pero un día me puse a buscar mis deshechos. Fue una decisión muy cercana a la locura, infectada de soberbia. Pero muy pronto me di cuenta de algo maravilloso: la mayoría de mis cuadernos tenía dos o tres páginas escritas, como mucho. Mis agendas acumulaban muchos días sin citas ni compromisos. Por cada documento escrito tenía diez o doce con no más de tres o cuatro palabras, casi siempre títulos muy desafortunados. Mis mensajes y mis chats eran ejercicios de desesperación, no de conversación ni de delirio, y nunca de comunicación. Fundamentalmente eran contenedores de silencios y ausencias de respuestas. Una desolación continua.”
Pedí dos botellas más de lo mismo, y lo hice sin detener su discurso. Rellené nuestros vasos. Cerré los ojos.
“Ese hueco sistemático de palabras y pensamientos, incluso de energía, me pareció mucho más valioso que mis ridículos espasmos literarios. Hoy estoy convencido de que lo mejor que puedo publicar son esas páginas vacías.”
En portada: Sin palabras ©PG2017
Semana LI: Lo que ha de hacerse
1. Agenda póstuma
Me dice el doctor que ya debería estar muerto. Que mi plazo se ha agotado y que mi indisciplina en los tratamientos, unida a mi nulo cuidado personal (ausencia de ejercicio, ingestión de alcohol y de drogas, vida desordenada...) tendrían que haber adelantado mi adiós, en lugar de, como está sucediendo, prorrogarlo. Mi amigo Juan C. siempre me dijo que mi organismo era tan tóxico que hasta asesinaba todos mis virus, bacterias y tumores. El caso es que, inesperadamente, ayer, cumplí medio siglo de vida, y aunque en absoluto llegaré a fin de año, he alcanzado los 50. No puedo separar esta información de un hecho evidente: todo lo que me propuse al comenzar a escribir esta serie de textos ha sido traicionado: literal y disciplinadamente: no he vivido este año como pretendía vivir el último de mi vida. Así que hago un cálculo redondo, vuelvo a unir mi futuro a una cifra, 99, y me propongo cambiar o iniciar algo cada día, desde hoy hasta ese día cien. Cien de cenizas.
Busco mi agenda para anotar mis 99 propósitos. Es mi segunda agenda del año, porque en diciembre me compré una roja de tamaño A4 que arrojé a la basura en marzo. Y en abril otra gris, más pequeña, en la que adelanto el marca-páginas cada noche, sin atreverme a comprobar las bajas de la jornada previa. Antes de tirar la primera, copié en la nueva algunas fechas que ahora entiendo que son tan sarcásticas como inútiles.
23 de agosto: Concierto de P J Harvey en Barcelona
20 de octubre: Limpieza dental
31 de octubre: Festival de arpa
2 de noviembre: Cumpleaños de Nancy
4 de noviembre: Cumpleaños de Paula
7 de noviembre: Revisión oftalmológica
13 de noviembre: Exposición de H. J. W.
21 de noviembre: Juicio
28 de noviembre: Estreno de “T. R. S.”
29 de noviembre: Boda de J. A. R.
1 de diciembre: Presentación del libro de Claudia
24 de diciembre: Nochebuena
Me quedo mirando mi agenda, el peso de los días y su eco. Algo me lleva a buscar la etimología de esa palabra, agenda, y al leer su origen comienzo a entenderlo todo, otra vez.
agenda.
Del lat. agenda 'lo que ha de hacerse', pl. n. del gerundivo de agĕre 'hacer'.
1. f. Libro, cuaderno o dispositivo electrónico en que se apunta, para no olvidarlo, aquello que se ha de hacer.
2. f. Relación de los temas que han de tratarse en una junta.
3. f. Relación ordenada de asuntos, compromisos o quehaceres de una persona en un período.
Que agenda signifique en latín “lo que ha de hacerse” supera todas mis expectativas. Y me hace volver a refugiarme en mi artesanal elaboración de lotes.
Lote 000/F
1. 1001 discos que hay que escuchar antes de morir, de Robert Dimery (Grijalbo, 2005). 962 PÁGINAS DE PAPEL
2. La Mujer Pantera, de Jacques Tourneur (Edición de Manga Films, 2000. Original: RKO, 1942). DVD
3. Mon Lichtenstein a moi!, de Anne Weiss (Editions de Centre Pompidou, París, 2013). CARTULINA Y PEGATINAS
4. Libreta tauroextra (tapa dura) azul. LIBRETA CUADRICULADA DE 60 x 90 MM., CON MUELLE Y CÓDIGO DE BARRAS Y UNA SOLA PÁGINA GASTADA
5. Mariconera azul vestuario de reducidas dimensiones. (Iberia, Siglo XX). Contiene: Ladrón negro machihembra. Sacapuntas rojo para lápices delgados. Candadito inútil. 3 copias de llaves JMA y 2 de llaves UCEM. Foto de carnet de una amante en B/N. Caja de fósforos, caja vacía, del restaurante neoyorquino The Red Baron. 2 carretes de 36 fotos EPj 320. SOUVENIRS MULTIMATERIA
6. Elefantes, de Elefantes (Ritual Music, 1996). 1ª edición. Copia 176 de 500. CD
7. Romeo y Julieta, de William Shakespeare (Colección Millenium, X aniversario de El MUNDO. Unidad Editorial, 1999). Prólogo de Federico Trillo. Colabora: ENDESA. PAPEL ENSUCIADO
8. Invocations / The Moth And The Flame, de Keith Jarret (ECM/Warner, 1981). VINILO
9. Amor mío, estoy aquí, de ARCHY INTERNATIONAL MAGAZINE, Nº 1. (Mayo, 1992). PAPEL SATINADO
10. El erotismo, de Georges Bataille (Tusquets, 2007). LIBRO
Texto del Lote 000/F:
Conocí a un hombre que me contó una historia increíble.
“He comprobado”, me dijo, “que tengo más páginas mudas que páginas escritas. Durante los últimos años pensé en seguir esa inercia de los escritores tímidos o cobardes y recopilar todas las palabras errantes que se van dejando cada día en la papelera de nuestra importancia. Siempre tenemos a mano una papelera: cuadernos, documentos, emails, molesquines, servilletas, márgenes, neuronas… Es casi imposible no jugar al capricho de querer que toda esa basura acabe construyendo un todo con sentido que nos explique y, de alguna manera, nos salve”.
A veces sitúo esta escena en un lugar, otras en una ciudad distinta. En otro momento, en otra luz.
“Sé que es difícil de creer, pero un día me puse a buscar mis deshechos. Fue una decisión muy cercana a la locura, infectada de soberbia. Pero muy pronto me di cuenta de algo maravilloso: la mayoría de mis cuadernos tenía dos o tres páginas escritas, como mucho. Mis agendas acumulaban muchos días sin citas ni compromisos. Por cada documento escrito tenía diez o doce con no más de tres o cuatro palabras, casi siempre títulos muy desafortunados. Mis mensajes y mis chats eran ejercicios de desesperación, no de conversación ni de delirio, y nunca de comunicación. Fundamentalmente eran contenedores de silencios y ausencias de respuestas. Una desolación continua.”
Pedí dos botellas más de lo mismo, y lo hice sin detener su discurso. Rellené nuestros vasos. Cerré los ojos.
“Ese hueco sistemático de palabras y pensamientos, incluso de energía, me pareció mucho más valioso que mis ridículos espasmos literarios. Hoy estoy convencido de que lo mejor que puedo publicar son esas páginas vacías.”
En portada: Sin palabras ©PG2017