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El 130

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El 130 es un autobús periférico. Un autobús al que se puede invitar a un amigo y siempre se queda bien porque se ven cosas que no salen en el telediario. El 130 es la única línea regular de la EMT que entra en Mercamadrid, recinto al que tuvo acceso a partir de 2007. Desde los ochenta hasta el dos mil y pico circuló con protección por efectuar paradas en lugares como La Celsa o Las Barranquillas. Fue de los primeros en incorporar mampara protectora para el conductor. El 130 es un autobús con historia.

Tiene su cabecera en Vicálvaro junto a los antiguos cuarteles de artillería donde se alojó parte de la División Acorazada Brunete y que hoy son, convenientemente ampliados, campus de la Universidad Rey Juan Carlos. Sale de enfrente de una de las bocas del Metro Vicálvaro, de la línea 9, y rodea a la Universidad por la calle Calahorra. Brujulea por el barrio de Ambroz y acaba accediendo a la plaza de Alosno, límite entre Vicálvaro y Valdebernardo, frente a un solar enorme y enigmático del ejército que en la esquina incorpora un huerto urbano. Ni rastro de la Vicalvarada.

Desde allí avista el edificio de la Fundación Prodis que financió Caja Madrid y que marca el inicio del bulevar Indalecio Prieto al que el 130 accede por la calle Tren de Arganda, recuerdo del mítico tren que salía desde Madrid a Arganda por detrás del Hospital del Niño Jesús y que, como se decía, pitaba más que andaba. Mientras que el Vicálvaro que recorre el 130 es un barrio gastado y con pocos brillos, un antiguo municipio venido a menos, Valdebernardo es un barrio completamente nuevo, de medio lujo y amplísimas avenidas, aunque un poco falto de comercio más allá de las arterias principales. Se compone principalmente de residenciales-fortaleza, con piscina incluida, a los que los vecinos acceden por los garajes.

El 130 recorre Indalecio Prieto y luego el bulevar José Prats, que es casi más ancho que la 9 de Julio porteña. Abandona Valdebernardo, bordeando Faunia, por el acceso a la carretera de Valencia y cruza ésta para tomar una avenida llamada de la Democracia. Una carretera cochambrosa entre eriales y talleres y naves rotas por la que se llega al Metro Sierra de Guadalupe de la línea 1 y a la estación de cercanías de Vallecas. Un importante cruce de caminos. Desde el centro de Madrid llegan aires gastados de ciudad, a través de la avenida de la Albufera, que se adentran en el casco histórico de Vallecas. Domina una atmósfera turbia que en gran parte proviene de esa desordenada avenida de la Democracia que nunca sabremos si adquirió el nombre por guasa, casualidad o escarnio.

Nuestro autobús sale del embrollo pasando bajo la vía del tren y toma la calle San Jaime, que viene a ser el comienzo de la carretera de Vallecas a Villaverde, hasta la Glorieta de Valdeperdices. Durante ese tramo se siente uno en un barrio madrileño de toda la vida. Casas regulares pero con sus tiendas y sus bares en los bajos y la gente en la calle. Al llegar a la Glorieta se divisa a lo lejos el bulevar de la naturaleza, también llamado Ecobulevar. Un tramo singular del Ensanche de Vallecas que merece un comentario.

El 130 lo divisa de lejos. Ese nuevo trozo de Madrid se vendió como espacio para la arquitectura y el urbanismo experimental. Los tres “árboles de aire” que según la propaganda iban a proteger a los peatones de los rigores del clima hasta que crecieran los verdaderos árboles, podrían ser trasplantados a otro punto cuando dejaran de ser necesarios, abriendo “claros del bosque”. Siguen en su sitio sin que sus macetas florezcan en exceso.  Al final esos tres cilindros en fila,  lejos de crear ese pretendido espacio poético, son esculturas extrañas en medio de unas arquitectura cuyo mayor valor es el uso de colores vivos en las fachadas. Para rematar, el adyacente parque de la Gavia, cuyo diseño se encargó a Toyo Ito y que se iba a usar en las nonatas olimpiadas, para las pruebas de aguas bravas, languidece sin terminar con el cobre de las farolas arrancadas y con el único atractivo de las vistas que ofrece un cerro testigo.

Pero el 130 no puede perder el tiempo y por la calle Hormigueras se adentra en el polígono industrial de Vallecas que corre paralelo a la M-40. Es un paisaje de naves industriales llenas de letreros que le permiten al pasajero reconocer almacenes y talleres de diferentes marcas. Hormigueras termina en el Camino del Pozo del Tío Raimundo y el autobús gira a la izquierda para llegar a la carretera de Vallecas a Villaverde. Allí, en un complejo nudo de comunicaciones hace las maniobras oportunas para acceder al CTM (Centro de Transportes de Madrid). Llama la atención que es un recinto vallado, con guardias jurados en la puerta y un cartel que recuerda al visitante que va a ser filmado y fotografiado en todo su recorrido. En el CTM hay todo tipo de oficinas de empresas relacionadas con el transporte y un gran hotel, Diana Plus, con restaurantes y fama de mala vida. Es un espacio controlado y desde él, a través de unos accesos que parecen peajes de autopista, se entra en Mercamadrid, el centro neurálgico del recorrido del 130 y por donde la ciudad devora diariamente miles de camiones de víveres.

Mercamadrid ocupa un espacio ortogonal que en algunos tramos tiene un aire latinoamericano, compuesto por naves grises con materiales pobres, y en otros, con cierres elaborados y materiales más cuidados, nos recuerda que estamos en Europa. Los camiones son formidables, en general extralargos y frigoríficos. Una glorieta señaliza las direcciones hacia los mercados centrales de pescado y de carne. El 130 nunca abandona su recorrido, pero si fuera humano le costaría resistirse a la tentación de ver las lonjas de pescado que abastecen la ciudad o las diferentes piezas de carne preparadas para su distribución. Son sólo dos paradas en Mercamadrid y el 130 sale de nuevo por otro, igual pero distinto, peaje de autopista y ve cómo, en dirección contraria, se forma una cola de camiones, furgonetas y coches que aspiran a entrar en ese espacio de ciudad invertida que vive sus momentos estelares de madrugada. Unas horas en las que el 130 no circula, por lo que quien quiera visitarlo en sus momentos de plenitud tiene que tomar desde Legazpi la línea T32. La T32 forma parte de la subred TCT (Transporte al Centro de Trabajo) de la EMT, una especie de línea especializada cuyos horarios se adaptan a los del gran mercado central.

De salida hacia Villaverde el 130 tiene que hacer virguerías en el nudo de la M-40. Un pasajero acostumbrado a los ritmos de los autobuses urbanos puede llegar a sentir mareos porque, durante unos segundos, la mole azul del autobús municipal alterna con vehículos que circulan a cien por hora y se siente, sin cinturones de seguridad ni cambio de motor, cierto peligro. La circulación de autobuses urbanos por autovías no está regulada y el día que pase algo no pasará nada.

Un tramo de M-40, otro de M-301 y de nuevo la carretera de Vallecas a Villaverde. Paisaje de casco urbano  con jardines y casas no muy altas que bordea Villaverde Bajo. Deja a la derecha Los Rosales y cruza la Avenida de Andalucía para tomar la calle Alcocer. Es como si el 130 tuviera poco que ver con Villaverde Bajo y lo atravesara con la única intención de llegar al otro lado de la que fue Nacional IV. Ya en Villaverde Alto sube por Alcocer con algunos momentos notables. Como cuando se ve la torre de la ThyssenKrupp y el cartelón de la Sociedad Deportiva Boetticher, que forman dúo histórico.  O cuando se cruza el paso a nivel con barreras en el punto en el que una vieja vía de tren viene de la antigua fábrica Barreiros. Por allí, donde se juntan, Alcocer, Cifuentes y Talleres está la restaurada nave histórica de Boetticher y Navarro que Botella quería convertir en Madrid Innovation Center y que Carmena dijo no.  El viejo Madrid industrial y sus diferentes derivadas.

Arriba del todo la estación de Cercanías de Puente de Alcocer es uno de los centros claves de Villaverde Alto. Desde allí, por la Avenida Real de Pinto, el 130 se introduce en el Villaverde íntimo y estrecho. La plaza de Ágata, a la que se llega por Doctor Pérez Domínguez y desde la que se ve el Paseo de Alberto Palacios, es su destino. Aparcar es un arte en esos espacios. Villaverde se presenta como el pueblo que fue con comercio y animación en la calle. Una fuente del siglo XVIII y una tortuga gigante en piedra adornan la plaza en la que el 130 se cruza con el 86 que va a Atocha y el 79 y el 22 que tienen cabecera en Legazpi.

La línea se creó en 1980 al absorber a la periférica P.30 operada por una empresa privada. A lo largo de su recorrido se atisban distintas ciudades y se entiende que además del centro hay otros centros y también asuntos descentrados. Como le gustaba citar a Borges, vivimos una esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna.

 

De arriba abajo, cartel con el recorrido del 130; mapa de Madrid de principios del siglo XX, con la estación de Niño Jesús destacada en rojo; detalle del Ecobulevar de Vallecas; entrada a Mercamadrid; vista de la Fábrica Boetticher y Navarro.