Contenido

El puto móvil

Modo lectura

"Haced algo con vuestro punto de vista, una pizca de ejemplo vale más que
una gran tonelada de generalidades [...] haced algo con las vidas"

Henry James

La pasada primavera, en una mañana desocupada que estaba resultando áspera y difícil, me cayó entre manos un nuevo teléfono móvil por no sé qué asunto de unos puntos acumulados, así dijo una voz. Acudí a la tienda por ver si aquello era cierto y salí desconsolado con un ejemplar grande, feo y aparatoso que no deseaba en absoluto. Hasta aquellos amigos que sienten por sus teléfonos un amor maternal, cuando veían el mío no podían evitar un mohín de disgusto. Algunos me compadecían, otros guardaban un antipático silencio.

Así empezó a crecer en mí un sutil y pertinaz deseo de deshacerme de aquel monstruo que hacía ruidos y que provocaba preguntas en el prójimo que yo no sabía responder, muchas sobre las enormes posibilidades del ingenio japonés que yo infrautilizaba. En un rapto de orgullo que duró bien poco aprendí como hacer fotos con él, fue mi cometido durante algunos meses, ése y el de acabar con aquel aparato.

Mientras barruntaba durante los paseos por el barrio el modo de hacerlo y ajustaba los pasos a mi propia curiosidad, fueron apareciendo al estilo rostros de Belmez, signos, frases, símbolos, y otras piezas de los que algunos ahora llaman arte callejero. No sé si esta selección alcanza tal categoría, fue producto de detenerme entre ruidos y olores a mirar con detalle, el que la lente fija del móvil me permitía, y entender algo mejor en lugar en el que vivo. El teléfono murió ahogado en la lavadora una desocupada tarde de primavera, áspera y difícil.