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El 3
El 3, Puerta de Toledo-San Amaro, es el único autobús que cruza de un lado a otro la Puerta del Sol. Entra desde Mayor y sale por la Carrera de San Jerónimo, y es uno de los pocos que pasa por debajo de dos plazas, la de Olavide y la de Oriente. Quizá convenga describir su particular Odisea, que sin ser marítima, mítica y mística como la que se narra en la leyenda del santo, sí que nos ayuda a conocer algunos secretos y peculiaridad de la ciudad.
El 3 da muchas vueltas. Sale de su parada en San Amaro hacia el norte para tomar General Yagüe y así enfilar Bravo Murillo en dirección sur. Cruza Cuatro Caminos y gira a la izquierda en José Abascal delante de la mismísima estatua del fundador del Canal. Es un gesto misterioso porque después de mil vueltas acabará en San Bernardo a donde podría llegar sin tanta complicación siguiendo todo tieso el camino iniciado. Sin embargo prefiere darse el gustazo de circular por Álvarez de Castro que es una calle magnífica con dos filas de árboles en cada acera, bajar por una especie de tobogán bajo la Plaza de Olavide, girar en Luchana para llegar hasta Santa Engracia y recorrer ésta como si no hubiera pasado nada. Ese giro de Luchana a Santa Engracia se produce encima de la antigua estación de Metro de Chamberí, que se clausuró en los años sesenta y ahora han reabierto como museo, convertida en una singularísima cápsula de tiempo. Se llama Andén Cero y es una atracción de pasillos bajos y estrechos, con carteles publicitarios antiguos y unos mapas de línea en los que llaman José Antonio a la Gran Vía.
Esa vuelta que lleva al 3 a Alonso Martínez le obliga luego a recorrer Sagasta y Carranza para alcanzar la Glorieta de San Bernardo. La municipalidad nos ha castigado con una pesada estatua de Alonso Martínez enfrente del Bar Santander y, si bien Sagasta no suele necesitar presentación, conviene recordar que Carranza fue un arzobispo de Toledo al que la Inquisición arrestó en Torrelaguna en tiempos de Felipe II y cuyo proceso demoró casi veinte años, acusado de sutilísimas herejías. No es casualidad que esa calle lleve el nombre que lleva dado que por allí estuvo el quemadero de la Inquisición.
“Santa Engracia y San Amaro unidos por los peligros de los viajes y reunidos en un autobús de Madrid”
El autobús gira a la izquierda y se deja caer por San Bernardo hasta la Gran Vía. Un Madrid céntrico con la antigua Universidad hoy troceada, y el Ministerio de Justicia al otro lado de la calle del Instituto Cardenal Cisneros. Aficionado a la cuesta abajo el 3 gira a la derecha en Gran Vía para llegar a la Plaza de España y allí a la izquierda para tomar Bailén. Lástima que una calle tan hermosa la recorra bajo tierra por el subterráneo de la Plaza de Oriente. Las vistas de la sierra, las elegancias del Palacio, los sones del Teatro Real y los equilibrios calculados del caballo de Felipe IV, hay que imaginarlos porque la vida sólo es humo, tráfico y la sensación de que cualquier día un atasco dejará al 3 allí abajo por horas.
Afortunadamente no sucede y hasta el horror catedralicio se soporta cuando uno sale de nuevo a superficie. Más allá el Viaducto trae memorias terribles, las Vistillas ayudan a mejorar el ánimo y, al final de la calle Bailén, San Francisco el Grande marca un límite y un estilo de permanente estado de obras que la ciudad ha acabado tomando como propio. Queda ya poco y estamos en la Puerta de Toledo.
El camino del revés es muy distinto. Cuando el 3 llega a Capitanía gira a la derecha y recorre Mayor. Pocos autobuses se dan ese gusto y el 3 es el único que puede presumir de hacerse entera la calle más histórica de la ciudad. Luego cruza Sol y es un placer verle con el cartel de San Amaro como entra, pasa por delante de lo que fue correos, mazmorra y ahora comunidad, y sale por la Carrera de San Jerónimo camino de Lhardy y el Congreso de los Diputados. Si bien es un recorrido de primera también tiene sus contrapartidas. Siempre que hay manifestación en los alrededores el recorrido del 3 sufre variaciones y sus usuarios desconcertados no saben dónde cogerlo.
Por la carrera de San Jerónimo llega hasta Cedaceros, Alcalá, Virgen de los Peligros y un pequeño tramo de Gran Vía para tomar la calle Hortaleza que en tiempos fue camino hacia el municipio de tal nombre. El 3 inicia una recta que le lleva hasta Cuatro Caminos. El tramo primero es encajonado e incómodo. Hortaleza ganará mucho el día que la peatonalicen como ha sucedido con Fuencarral, pero mientras tanto es un lugar sufrido, permanentemente sucio y en el que Madrid parece que no tiene cielo. Al llegar a Alonso Martínez las cosas cambian y Santa Engracia es una ancha avenida. Una santa famosa entre los historiadores del arte por un retablo que pintó en Daroca Bartolomé Bermejo. A la pobre le arañaron las carnes, le cortaron un pecho y le clavaron un clavo en la cabeza. No fueron buenos, tampoco, los tiempos de Diocleciano para las protestas. Santa Engracia y San Amaro unidos por los peligros de los viajes y reunidos en un autobús de Madrid. Más allá de Cuatro Caminos vuelven las apreturas que se extreman en la calle Ávila quizá para recordar las dificultades del santo en su empeño de dar con el paraíso. En este caso la luminosa avenida del General Perón que, como tantos lugares argentinos de Madrid, se asocian al confort y la amplitud de las orillas del Río de la Plata. También al astro argentino Alfredo Di Stefano que se encargó de mitificar el estadio que se vislumbra al fondo.
En la leyenda medieval San Amaro es un hombre bueno pero amargo. Cree que Dios le debe una por su bondad, conocer el paraíso, y que se la regatea. Se embarca en un viaje lleno de peligros que va superando y, gracias a la dueña Baralides que le orienta en el monte Sinaí, al fin llega. Cuando se acerca y mira se queda embobado por siglos. Al volver con sus compañeros se encuentra con una ciudad fundada trescientos años antes. El pasajero del 3 no puede aspirar a una experiencia de ese calibre, pero recorre un laberinto y, al tiempo, recompone su estado mental.
El 3
El 3, Puerta de Toledo-San Amaro, es el único autobús que cruza de un lado a otro la Puerta del Sol. Entra desde Mayor y sale por la Carrera de San Jerónimo, y es uno de los pocos que pasa por debajo de dos plazas, la de Olavide y la de Oriente. Quizá convenga describir su particular Odisea, que sin ser marítima, mítica y mística como la que se narra en la leyenda del santo, sí que nos ayuda a conocer algunos secretos y peculiaridad de la ciudad.
El 3 da muchas vueltas. Sale de su parada en San Amaro hacia el norte para tomar General Yagüe y así enfilar Bravo Murillo en dirección sur. Cruza Cuatro Caminos y gira a la izquierda en José Abascal delante de la mismísima estatua del fundador del Canal. Es un gesto misterioso porque después de mil vueltas acabará en San Bernardo a donde podría llegar sin tanta complicación siguiendo todo tieso el camino iniciado. Sin embargo prefiere darse el gustazo de circular por Álvarez de Castro que es una calle magnífica con dos filas de árboles en cada acera, bajar por una especie de tobogán bajo la Plaza de Olavide, girar en Luchana para llegar hasta Santa Engracia y recorrer ésta como si no hubiera pasado nada. Ese giro de Luchana a Santa Engracia se produce encima de la antigua estación de Metro de Chamberí, que se clausuró en los años sesenta y ahora han reabierto como museo, convertida en una singularísima cápsula de tiempo. Se llama Andén Cero y es una atracción de pasillos bajos y estrechos, con carteles publicitarios antiguos y unos mapas de línea en los que llaman José Antonio a la Gran Vía.
Esa vuelta que lleva al 3 a Alonso Martínez le obliga luego a recorrer Sagasta y Carranza para alcanzar la Glorieta de San Bernardo. La municipalidad nos ha castigado con una pesada estatua de Alonso Martínez enfrente del Bar Santander y, si bien Sagasta no suele necesitar presentación, conviene recordar que Carranza fue un arzobispo de Toledo al que la Inquisición arrestó en Torrelaguna en tiempos de Felipe II y cuyo proceso demoró casi veinte años, acusado de sutilísimas herejías. No es casualidad que esa calle lleve el nombre que lleva dado que por allí estuvo el quemadero de la Inquisición.
“Santa Engracia y San Amaro unidos por los peligros de los viajes y reunidos en un autobús de Madrid”
El autobús gira a la izquierda y se deja caer por San Bernardo hasta la Gran Vía. Un Madrid céntrico con la antigua Universidad hoy troceada, y el Ministerio de Justicia al otro lado de la calle del Instituto Cardenal Cisneros. Aficionado a la cuesta abajo el 3 gira a la derecha en Gran Vía para llegar a la Plaza de España y allí a la izquierda para tomar Bailén. Lástima que una calle tan hermosa la recorra bajo tierra por el subterráneo de la Plaza de Oriente. Las vistas de la sierra, las elegancias del Palacio, los sones del Teatro Real y los equilibrios calculados del caballo de Felipe IV, hay que imaginarlos porque la vida sólo es humo, tráfico y la sensación de que cualquier día un atasco dejará al 3 allí abajo por horas.
Afortunadamente no sucede y hasta el horror catedralicio se soporta cuando uno sale de nuevo a superficie. Más allá el Viaducto trae memorias terribles, las Vistillas ayudan a mejorar el ánimo y, al final de la calle Bailén, San Francisco el Grande marca un límite y un estilo de permanente estado de obras que la ciudad ha acabado tomando como propio. Queda ya poco y estamos en la Puerta de Toledo.
El camino del revés es muy distinto. Cuando el 3 llega a Capitanía gira a la derecha y recorre Mayor. Pocos autobuses se dan ese gusto y el 3 es el único que puede presumir de hacerse entera la calle más histórica de la ciudad. Luego cruza Sol y es un placer verle con el cartel de San Amaro como entra, pasa por delante de lo que fue correos, mazmorra y ahora comunidad, y sale por la Carrera de San Jerónimo camino de Lhardy y el Congreso de los Diputados. Si bien es un recorrido de primera también tiene sus contrapartidas. Siempre que hay manifestación en los alrededores el recorrido del 3 sufre variaciones y sus usuarios desconcertados no saben dónde cogerlo.
Por la carrera de San Jerónimo llega hasta Cedaceros, Alcalá, Virgen de los Peligros y un pequeño tramo de Gran Vía para tomar la calle Hortaleza que en tiempos fue camino hacia el municipio de tal nombre. El 3 inicia una recta que le lleva hasta Cuatro Caminos. El tramo primero es encajonado e incómodo. Hortaleza ganará mucho el día que la peatonalicen como ha sucedido con Fuencarral, pero mientras tanto es un lugar sufrido, permanentemente sucio y en el que Madrid parece que no tiene cielo. Al llegar a Alonso Martínez las cosas cambian y Santa Engracia es una ancha avenida. Una santa famosa entre los historiadores del arte por un retablo que pintó en Daroca Bartolomé Bermejo. A la pobre le arañaron las carnes, le cortaron un pecho y le clavaron un clavo en la cabeza. No fueron buenos, tampoco, los tiempos de Diocleciano para las protestas. Santa Engracia y San Amaro unidos por los peligros de los viajes y reunidos en un autobús de Madrid. Más allá de Cuatro Caminos vuelven las apreturas que se extreman en la calle Ávila quizá para recordar las dificultades del santo en su empeño de dar con el paraíso. En este caso la luminosa avenida del General Perón que, como tantos lugares argentinos de Madrid, se asocian al confort y la amplitud de las orillas del Río de la Plata. También al astro argentino Alfredo Di Stefano que se encargó de mitificar el estadio que se vislumbra al fondo.
En la leyenda medieval San Amaro es un hombre bueno pero amargo. Cree que Dios le debe una por su bondad, conocer el paraíso, y que se la regatea. Se embarca en un viaje lleno de peligros que va superando y, gracias a la dueña Baralides que le orienta en el monte Sinaí, al fin llega. Cuando se acerca y mira se queda embobado por siglos. Al volver con sus compañeros se encuentra con una ciudad fundada trescientos años antes. El pasajero del 3 no puede aspirar a una experiencia de ese calibre, pero recorre un laberinto y, al tiempo, recompone su estado mental.