Contenido

Y ahora... la música

Modo lectura

El presente texto lo escribí a partir de la invitación que me hizo el Área de Cultura Podemos y el Instituto 25M para participar con un concierto en las jornadas culturales para la Universidad Podemos los días 22, 23, 24 y 25 de septiembre de 2016, en la Universidad Complutense de Madrid. Lo titulé Y ahora… la música inspirado en una frase que dijo la artista Yamila Ríos durante una cena junto a Miguel Álvarez-Fernández, en un debate sobre cómo se utilizaba a los artistas, y a los músicos en particular, en los actos que organizaban los partidos políticos. 

Jorge Lago contactó conmigo mediante correo electrónico. Su amable correo comenzaba así: “Estimado Francisco, soy Jorge Lago, espero que no te moleste que te escriba, soy uno de los responsables del área de cultura y formación de Podemos”.

Esta forma de enunciado para comenzar el correo me hizo recordar la reflexión de la teórica política Hannah Arendt cuando exponía que todo juicio emitido en un contexto social, más que un juicio se podía considerar un prejuicio, y como tal, se podría considerar como mecanismo de protección, ya que se juzga algo en concreto y no el criterio por el que lo juzgamos. Arendt, que continúa siendo catalogada por los movimientos de izquierda ortodoxos como radical o anarcoderechista, nos decía que pensar y actuar son cosas completamente diferentes pero que pueden encontrarse juntas en alguna ocasión, al igual que la teoría y la práctica. La ex filósofa creía que hay una posibilidad de unión entre el pensar y el actuar, y que esta se da cuando emitimos juicios y los exponemos en público a través del ejercicio de hablar o escribir. Tal prejuicio, y por ello también tal presuposición planteada por Jorge al comienzo de su correo, me ofreció un campo donde pensar y actuar públicamente, o sea, ejercer el ejercicio de la libertad individual y por algunos minutos el de la libertad colectiva.

Desde esta libertad que nos otorgamos me gustaría comenzar con algunos interrogantes ante dos de los continentes en los que hoy nos reunimos.

El primero sería el continente de Universidad y todo lo que recae sobre ella en el ámbito educativo y formativo. ¿Cómo entendemos la Universidad, como espacio de aprendizaje o más bien como espacio de enseñanza? ¿Podríamos tomar en cuenta las palabras de Valcárcel Medina cuando nos habla de la diferenciación entre la enseñanza y el aprendizaje? Como diría Isidoro, soy enemigo de la enseñanza y amigo del aprendizaje. ¿La Universidad? ¿Un espacio donde maestros no te enseñan nada, para aprender mucho? ¿Estamos dispuestos a poner en cuestión la Universidad al más puro estilo García Calvo? ¿Estamos dispuestos a seguir llamando a los espacios de formación política igual que los llaman todos los partidos políticos conservadores o es que acaso puede existir un partido político no conservador? ¿Somos conscientes de que el continente es igual de importante que el contenido, que el continente condiciona muchas veces el contenido?

El segundo continente sería el área de cultura, porque cuando hablamos de área de cultura,  ¿hablamos sobre la acción de delimitar una zona en el sentido de aclarar dicha zona o hablamos de limitar una zona para ejercer un mejor control sobre ella? ¿O es que acaso ya sabemos lo que es cultura y, por ende, reconocemos la zona que ocupa? Ya nos aprendía el libro del Tao, un Tao que se pueda delimitar no es el Tao constante de todo.

La verdad es que hubiera preferido que Jorge fuera el no responsable de la no área de la no cultura de la no Universidad del no Podemos. Si hay algo claro por nuestra vivencia cultural es que si ese área de cultura existe de seguro que no se encuentra cercana a esos a los que llamaba Marx despectivamente la boheme o la gente de vida a lo gitano.

Partiendo de estos interrogantes y reconociéndole a Jorge mis desacuerdos con Podemos en muchos aspectos, sobre todo en lo que a política cultural se refiere, si es que eso existe, le propuse participar de otra forma a la que se presupone que debería hacerlo y se me ocurrió acompañarme de muchas voces amigas mediante la palabra, el sonido, el gesto. Voces que por desgracia nunca han sido referenciadas por dirigentes de Podemos y menos de Unidos Podemos. Mis palabras exactas fueron “conferencia ilustrada”. Sobre el cómo ilustrar una conferencia se podría debatir mucho y por ello os explicaré brevemente sobre qué entiendo por una conferencia ilustrada en un marco como el de hoy.

Dar un concierto en cierta forma es exponer, pero en un concierto no se exponen solamente sonidos. Sobre esa lógica, si realizar un concierto es exponer, también se puede exponer un concierto, o sea, contar o mostrar un concierto, que también sería exponer sonidos. Por eso decidí plantearle a Jorge y al área de cultura de Podemos el no dar un concierto al uso sino el ofrecer una conferencia ilustrada no al uso. En el intercambio de correos le expuse mi visión sobre los eventos masturbatorios de los partidos políticos, que utilizan a la gente de acción artística —y más concretamente a los de acción musical o sonora— como colofón ajeno a toda invitación al debate, y claro, desde mi posición eso es algo con lo que estoy totalmente no en desacuerdo, sino en contra. Ese modus operandi de los partidos conservadores no podía darse bajo el eslogan del cambio o de la nueva política.

Por todo esto, mi propuesta a Jorge.

Pero en este caso la ilustración no serán canciones, porque el sonido, lo sonoro o sea la música ya va implícita en mi exposición sino que lo ilustrado de mi exposición serán las diferentes voces en las que me apoyaré y en las que me estoy apoyando desde el inicio de mi exposición.

 

Para mí el cantar es un acto de celebración, incluso en las derrotas, y por desgracia, hoy hay poco que celebrar.

Hay una letra flamenca que dice:

Por no tener quien te quiera
Serrano te estás quedando
Como el panal de la cera.

Al cantaor José de la Tomasa no le gustaba esta letra porque decía que a la hora de cantarla se entendía la palabra porno y eso de no tener quien te quiera se podía relacionar con la masturbación y el color de la cera con la textura pegajosa similar a la del semen… Por todo ello mi primer cante lo he titulado Porno tener quien te quiera. Y dice así:

¿Cuántas veces habré pedido en Facebook una orgía entre Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Pedro Sánchez y Albert Rivera? La pido, porque en una orgía no existe la política del consenso, no existe la política del acuerdo, solo existe la política de los cuerpos, de los flujos químicoviscerales, de las tensiones por la fricción, y, por ende, del orgasmo colectivo desde la diferencia y el nexo común del placer y del disenso. Nuestro hijo más trasnochador, López Petit, ya nos recordaba que una cosa es tener una vida y otra es vivir, o ya que estamos en una Universidad nunca viene de más recordar que es mejor vivir lo que se sabe que saber, en palabras de Valcárcel Medina. El filósofo Marc Richir nos decía que una cosa es tener cuerpo y otra es ser cuerpo o como cuando Paul B. Preciado nos cuenta que los flujos como el semen, la sangre o la saliva ya no son flujos naturales y que por eso entiende que la revolución se debe de hacer desde los cuerpos con una mirada farmacopostética y no desde miras de crisis económica, que es la forma normativa de analizar. ¿Cómo es posible que en las decenas de mesas redondas que se han convocado no exista ninguna sobre la sanidad trasladada no solamente a las necesidades básicas de lo que entendemos hoy como sanidad universal sino como campo de lucha de creación de la subjetividad? Como diría el hermano Enrique Falcón, ¿de qué van a hablar las escrituras sino del poder de los cuerpos?

Mi segundo cante lo he titulado Heteramente de izquierdas, y lo vocalizaré al estilo de Porrito, Chocolate y El Raya, tres grandes cantaores de flamenco.

Decía un estribillo de una de las canciones del artista Jaume Ferrete: “España es hetera de puertas para afuera”; y si pensamos los movimientos gays y lesbianos, en palabras del filósofo Paul B. Preciado, son precisamente desacuerdos radicales con la izquierda tradicional porque la homosexualidad y la utilización de las drogas son pensados desde la izquierda tradicional como vicios de la burguesía y esto nos dice todo de cómo la izquierda no entendió las transformaciones en la producción de la subjetividad que se estaban produciendo en los años 60, puesto que precisamente toda la producción de subjetividad tendrá que ver con la gestión de las drogas, que tienen que ver con la gestión farmacológica. Cada vez que oigo a los políticos, incluidos muchos de Podemos, hablar tanto sobre el consumo no puedo evitar relacionar el concepto del consumo con el consumo de las drogas, y no ya desde una óptica rebelde o aparentemente revolucionaria, sino simplemente desde la actitud del gozo, del placer. Ya nos contaba el cantante de La Polla Records, no con poca sorna, el recuerdo en sus años mozos de los pasacalles comunistas y sindicalistas manifestándose por una mayor parte del pastel partitocrático mientras ellos se drogaban y se follaban para evadirse de las personas rectas. Continuando con las palabras de Paul B. Preciado, la izquierda tradicional no ha entendido nada de cómo se estaban estructurando no solamente las luchas sino la producción de la norma, el control de la vida, la gestión de la vida, y por lo tanto siguió articulándose en torno a las nociones de trabajo y de expropiación del trabajo y no desde la expropiación de la fuerza de reproducción o la fuerza vital. ¿Sigue siendo ésta la dinámica desde Podemos?

Mi tercer cante lo he titulado como un librito de mi querida filósofa Marina Garcés editado por la editorial amiga Pensaré Cartoneras, titulado Común sin ismos.

No puedo evitar acordarme de Rosa Luxemburgo, de Engels o de la carta de Marx a Cafiero cuando este le enumera quiénes son para él los gitanos o literalmente los de la vida a la bohemia. Según Marx eran los desocupados, los delincuentes, las fulanas y los gitanos, la descontenta masa campesina, iluminada y esotérica, mística y alocada, sarnosos limpiabotas, mendigos y sicarios, andaluces fanáticos y sanguinarios, madrileños vagos y delincuentes, los resentidos, los fracasados, los desempleados, la hez obrera, el lumpen, las marchitas y corruptas prostitutas; en definitiva, todos los amargados del mundo. Porque cuando algunos dirigentes de Podemos se vanaglorian de que Podemos ha sabido encarnar muy bien a parte del 15M, siempre pienso que dicen una verdad a medias, algo normal en cualquiera que se presente como político en un Estado corrupto como es España. En esa verdad a medias se olvidan de comentar que han sabido encarnar a ese 15M que anhelaba ser mileurista, ese 15M formado por muchos universitarios que no cuestionaban un ápice la institución de la Universidad y lo que suponía en la estructura corrupta estatal, esa parte del 15M que estaba encantada con volver a los rediles del pensamiento de clase media, que curiosamente, los nuevos marxistas españoles, muchos en Unidos Podemos, en vez de pedir la eliminación de toda clase social, su demanda hoy está basada en intentar mantener la clase media, y cuidado, que cuando hablamos de clase media no solo hablamos de un estatus económico sino que hablamos de una forma de pensamiento y de relación social. Aquí me vuelvo a tragar el libro de las derrotas de Antonio Orihuela. En su día ya me dijo mi amigo Marquet Sempere, del colectivo Compartir Dona Gustet, que “Marx era de derechas” y claro, me acordé de la anécdota que cuenta el gran Fernando Arrabal cuando le preguntaron a Nabokov que qué le parecía el Quijote y éste contestó que le parecía una mierda y el periodista le volvió a preguntar sorprendido por su respuesta, que por qué decía eso y desde la tranquilidad que otorga el estar fuera de toda tendencia le dijo, porque me lo he leído. Y creo que el problema de muchos marxistas es ese, que tal vez no se hayan leído al de las barbas industriales porque como diría el niño Arrabal tal vez somos de izquierdas porque lo único que hacemos de izquierdas es decir que somos de izquierdas, bueno, no siempre.

El cantaor jerezano Manuel Torre cantaba una malagueña al estilo del Canario que comenzaba así: “Castigoooo, caiga del cielo un castigo”. Por eso a mi cuarto cante lo he titulado Caerá del cielo un castigo.

Y todo caerá, como diría el poeta-amigo Antonio Orihuela. Y la verdad es que todo cae, como cuando le dijeron a Antonio en la Ejecutiva Federal de Podemos Extremadura que no se podía hablar del cierre de las centrales nucleares como la de Almaraz o de la legalización de la marihuana aunque en este caso sea más partidario de la normalización de las drogas y la derogación de la prohibición, tal como nos aconseja Antonio Escohotado. Todo ello cayó en saco roto porque según Podemos Extremadura tales cuestiones restaban votos. O bien podríamos decir que todo deberá caer si queremos acercarnos a la creación como la entendía Deleuze. Intuimos que el colapso está lejos de llegar, a pesar de los llamamientos a la deserción de nuestro querido Carlos Taibo. Viendo el desplome venir, desde el PDR (partido de la ruta), El Coletas y un servidor pedíamos la presidencia del gobierno para Chimo Bayo, el mismo que cantaba en los 90 “bombas, bombas”. La destrucción está al llegar, ¿qué pasa? ¿no la oyes? Eso mismo se preguntaba el escritor Erri de Luca. ¿No la oyes? Siempre hay una. Lo que ya no sabemos es si De Luca se refería a la guerra o a las elecciones españolas. Ya dije que la abstención llamó. a mi puerta y ahora se encuentra en mi salón. Tomaré el té con ella y aunque no suela compartir los postres compartiremos la tranquila dulzura que supone saber que todo caerá, que no hay futuro, como nos recordaba aquella pieza ardiente de Santiago Serra que conocí gracias a un pressentiment del colectivo Espai en Blanc. Porque pertenezco a una generación que ha tenido el privilegio de criarse sabiendo que el futuro no existe, que no hay luz más allá del túnel del trabajo a pesar de lo que diga Eduardo Garzón, ese conocimiento del no-futuro que nos otorga la máxima libertad, que la puerta exit está allí donde no hay fuego social, la zona fronteriza donde nos encontramos con nuestros iguales al más puro estilo de Juan Ramón.

El quinto cante lo he titulado La limitancia mata.

Arrabal contaba que la gran tragedia picassiana de nuestra historia artística ha sido y es buscar las razones del azar. Ante tal afirmación es imposible no invocar a John Cage y su posición revolucionaria ante las prácticas ya no solo artísticas sino vitales, a pesar de los reproches de elitista que me dedicaron dirigentes de Izquierda Unida en Graná cuando lo nombré como ejemplo de cultura popular. También criticaron las colaboraciones en mi trabajo sobre Miguel Hernández, primero como burgueses y más tarde rectificaron y les tildaron de elitistas. Se referían a seres tan referenciales en la cosa como Jorge Riechmann, ese que me regaló una dedicatoria recordándome que todos somos minusválidos, o el gran sabio iconoclasta, mi querido Pedro G. Romero. Pasado el tiempo, verdaderamente, no sé si les molestó más la palabra cultura o la palabra popular; por cierto, son dos conceptos hoy en día antagónicos al igual que Estado y personas, Estado y gentes, o Estado e individuo, si no leamos al científico Taylor para convencernos.

En palabras de otro filósofo, Luis Andrés Bredlow, la filosofía ha sobrevivido a nuestros días porque se convirtió en un trabajo estatal, cambiemos filosofía por flamenco, política o poesía. Poesía en mal Estado, como la que denunciaba Roque Dalton sobre los poetas asalariados como podrían ser hoy en día Luis García Montero o Benjamín Prado, entre otros. Y digo otros, ni otras ni mucho menos otres. Porque ni ellas ni elles aparecen en sus textos, como no aparecieron en el concierto del bueno de Paco Ibáñez en el Teatro Apolo de Madrid donde García Montero mandaba piropos al cielo de Madrid, obviando que es el cielo más contaminado de España. Menos mal que las personas que ocupaban las butacas del Teatro ese día no cometieron el error de votar al ex representante de Izquierda Unida Madrid en las últimas autonómicas. O el poeta invitado en representación de la llengua catalana, Joan Margarit, que comenzó declamando textos en catalán sobre qué solos se quedan los muebles de su apartamento de la playa cuando se va después de pasar el verano en ella, y al ver que el público asistente, en su mayoría madrileño, no le aplaudía con tanto furor como lo hacía con García Montero, cambió al castellano, que en este caso sería el español, para recibir su ración egomaníaca de aplausos. El cliente siempre tiene la razón y más cuando paga alrededor de 40 euros por una entrada al teatro. Todo sea por la revolución, pensé, aunque nunca creí en el comunismo porque no creo en la aristocracia. Esa aristocracia partitocrática que se sufre en Andalucía, donde tuve-tuvimos la suerte de recibir en nombre de Yolanda de la Fuente, como vicerrectora de la UNIA (Universidad Internacional de Andalucía), el homenaje inmerecido de ser vetados en la inauguración de los cursos de verano que se celebraban en la sede de la UNIA en Baeza por miedo a las críticas del Ayuntamiento de dicho pueblo por nuestro concierto ‘Raverdial’. Fenómeno Carmena, es el fenómeno llamado al miedo que se genera ante la crítica sobre las políticas culturales, porque se sigue creyendo en el consenso como forma de producción política, una política del acuerdo o una política que crea identidades y las consolida mientras se abandona la posibilidad de la verdadera riqueza política, la política del disenso, la verdadera pluralidad como procesos moleculares, en palabras del filósofo Paul B. Preciado. Por una desidentificación que ayude a salirse de la producción normativa. Por ello hemos ido viendo un conjunto de fugas en la izquierda ¿Podemos ser una fuga? Como diría aquel, ya no sé si soy de los nuestros. Porque fugarse no es huir, porque quien se fuga de un CIE no huye, porque quien se fuga de un Estado no huye, porque quien se fuga de una identidad no huye, porque quien se fuga de la policía no huye, porque quien se fuga de la universidad no huye, porque quien se fuga de una familia no huye, porque quien se fuga de un colegio no huye, porque quien se fuga de una pareja no huye, por todo ello seamos fugas en busca de los ex.

Mi sexto cante lo he titulado State quieto o si se lee en castellano, Estate quieto.

Trabajo estatal, que no público porque no hay ningún público inteligente que aplauda el trabajo de Estado. Como la seguridad del Estado. Extado o Expaña como diría Guillem Martínez a pesar de tener que escuchar repetidamente las palabras España, Estado o Patria en bocas hermanas y que como nos aconsejaría Samuel Beckett, “en vista de que no es posible suprimir de una vez por todas los códigos lingüísticos dominantes, al menos no dejar de hacer nada que pueda favorecer su desprestigio”. Como la coplilla de Isabel Escudero que suelo cantar que dice: “Caballo que va a la guerra, ni sabe por qué motivo ni sabe por qué pelea, y tú te crees que lo sabes, soldado de la bandera porque tú eres como el aire que la baila y no se entera”. Por todo esto nuestra bandera ondea por la cuarta república.

Mi séptimo cante lo he titulado inspirándome en Bécquer. ¿Y me preguntas qué es poesía?

La poesía significa hacer, decía el teatrero de destierrolandia. ¿Hoy en día se poetiza la vida como el músico que labra su jardín a las afueras de Burdeos, según me contaba el cantante de Iparralde Beñat Achiary? O mejor dicho, ¿se poetiza la política? ¿Porque poetizar políticamente es lo mismo que hacer política? ¿Todo lo que se poetiza se politiza? Recuerdo a mi querido Chesús Yuste, diputado en el Congreso por la Chunta Aragonesista y portavoz del grupo parlamentario Izquierda Plural, finalizar los debates de la nación con poemas del extremo de Antonio Orihuela, Ana Pérez Cañamares o Enrique Falcón, por cierto hoy recitando en el centro Dos de Mayo de Móstoles invitados por el artista Isaías Griñolo, perteneciente a la Mesa de la Ría, colectivo de acción en contra de la balsa de Fosfoyesos, por cierto, tema tabú también para Podemos Huelva, por eso de los votos. El citado anteriormente Roque Dalton, asesinado por los miembros de su mismo partido político, se-nos preguntaba: “¿Para qué debe servir la poesía revolucionaria? ¿Para hacer poetas o para hacer la revolución?”. Los amigos de la plataforma La Tortura No Es Cultura invitaron a un acto a Fran Perea y les sugerí que la tortura no es cultura pero que Fran Perea tampoco.

Mi octavo cante lo he sonado: Sonar mal inspirado, sobre un comentario de Llorenç Barber.

Llorenç Barber decía que lo que él hacía se podía resumir en que él sonaba igual de mal que sonaba el mundo. ¿Si vibramos al ritmo del mundo malsonante eso quiere decir que vibramos al ritmo del fascismo sociológico? Fascismo sociológico considerado como un problema relacionado con la psicología de las masas y no con la personalidad de Hitler o con la política del partido nacionalsocialista. Recuerdo a nuestro padre campanólogo denunciar en su libro El placer de la escucha, allá por el año 2003, que la izquierda hablaba de la música clásica como de algo propio de un colegio de señoritas, de coros de parroquia, de gente burguesa que no iba a las manifestaciones, y se refería con absoluto desprecio a la ópera como el paraíso de los retrógrados. Recordad que Lenin nunca entró en el Cabaret Voltaire, en Zurich. Ruido contra capital, y no esas manifestaciones silenciosas que propone Julio Anguita, porque el silencio no existe y el acto más revolucionario es el de la escucha activa. Recordemos las palabras de Zygmunt Bauman cuando decía que no sabemos lo crueles que podemos llegar a ser con quienes no podemos ver ni oír. Por eso nunca dieron a montañas y ríos, árboles y animales, el voto, en palabras de Gary Snyder en su ‘Canción del mañana’. El mañana fue lo que divisó el poeta de Lizania cuando escribió su primer poema y que supo transmitirnos que en esa Tierra el ruido siempre estaba en contra del capital y que el callar no formaba parte de nuestro vivir. Ruido no como eslogan sino como acción, ya que arriba de un eslogan está el fascista y abajo el fascismo. Necesitamos seres que no le pidan a son de rap a los maltratados hermanos del Tíbet que pongan la otra mejilla.

¿Recordáis eso de… “No quiero un solo aplauso en mi intervención, shhhhhh, silencio, ningún aplauso”?

 

Fotografía: Celia Macías.
Gracias a Ruth Toledano y Estefanía Serrano.