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Statement arquitectónico y statement ideológico

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Este texto tiene una vocación crítica global, si bien convendría leerlo en el marco político económico de Europa del sur, desde la rotura del contrato social y las actuales condiciones de producción. Cabe señalar el caso español como contexto local, con la idiosincrasia que la crisis desvela sobre él, sintetizada con facilidad, respecto de la problemática que aquí se plantea, en una frase de César Rendueles en conversación con Pablo Iglesias: “La tecnología más influyente de los últimos treinta años en España tal vez sea el hormigón pre-tensado, que ha intervenido en muchas construcciones de obra pública y ha determinado la estructura especulativa española"[i]. Asimismo, el presente texto tiene un carácter generacional. Puede servir también como detonante para un posible estudio retrospectivo, siguiendo la tesis de Guillem Martínez: CT [ii](2) y arquitectura.

1. Arquitectura como ideología
La proximidad entre arquitectura y economía, a través de concesiones municipales y valores inmobiliarios, establece entre ambas una relación que durante décadas no ha encontrado mediaciones o resistencias culturales fuertes. Es por eso por lo que, a pesar de la crisis orgánica que padecemos, la arquitectura sigue siendo un lenguaje estético privilegiado, capaz de (re)presentar anticipadamente la degeneración de las ideas políticas.

En el año 1968, el historiador, teórico y crítico marxista Manfredo Tafuri publica Teorías e historia de la arquitectura, primera parte de su contribución programática a una revisión crítica de la arquitectura como institución, es decir, como anticipación ideológica y proceso de producción capitalista. En esta obra cuestionaba, desde el interior del combate propio de una revolución cultural, la connivencia entre crítica y práctica –operación, en su lenguaje– inevstigando la crisis del proyecto iniciado por la arquitectura moderna dentro del marco general de caída de las ideologías utópicas.

En la Nota a la segunda edición italiana del libro, Tafuri sintetiza sus ideas sobre la ideología, definiéndola como aquella estructura que los intelectuales presentan ante los sistemas hegemónicos. Parafraseando a Marx, escribe: “así como no es posible fundar una Economía Política de clase, sino sólo una crítica de clase de la Economía Política, así tampoco no se puede anticipar una arquitectura de clase (“una arquitectura para una sociedad liberada”), sino que sólo es posible introducir una crítica de clase a la arquitectura[iii]. Desde este posicionamiento, la falsa conciencia de los intelectuales, en cuanto hablan de anticipaciones disciplinares como futuras realidades revolucionarias, se arriesga a acabar en un frustrante laberinto tautológico que, neutralizando su potencial negativo, lo pone al servicio del desarrollo ilimitado.

Poco tiempo después, la hipótesis de una nueva lectura “política” de la arquitectura moderna se lleva hasta sus máximas consecuencias con la publicación del ensayo Por una crítica de la ideología arquitectónica (Contropiano nº 1, ene/abr 1969), donde Tafuri expone la existencia de un entendimiento tácito y cínico entre vanguardias intelectuales y vanguardias del capital. Cierra el texto esta inquietante frase: “Sólo las futuras condiciones de la lucha de clases nos dirán si la tarea que estamos estableciendo nosotros mismos es la de una vanguardia o la de una retaguardia”[iv].  

Desde nuestra actual condición de sureuropeos, caracterizada por una muy débil autonomía, cabe reflexionar sobre la relación entre localismo y vanguardia, para pensar las potencialidades, tal vez efímeras, de una praxis comprometida ejercida desde posiciones periféricas que ayude a fundar un nuevo compromiso de tipo histórico, aunque contingente. Para ello, es necesario preguntarse por la sumisión de nuestras agendas ante la crisis, pero también por su superación; por las posibilidades del contexto, o la voluntad. El poder o la resistencia. Si tenemos en cuenta la banalización del significante “vanguardia” que viene sucediéndose desde los años setenta, con más énfasis durante las últimas dos o tres décadas, resulta esclarecedor, y tal vez operativo, atender a la relación histórica entre los movimientos de vanguardia y la liberación del trabajo, especialmente en una situación de total ausencia de este, un hecho que ahora dificulta la completa afirmación de la ideología del trabajo. Frente a la función del término vanguardia como una, no tan reciente, herramienta de marketing, existe una diferencia de uso para una posible retaguardia contemporánea –económica, material, posicional– que, sin embargo, recupere toda su capacidad transformadora y emancipadora.

Como pensaba Tafuri, es necesario dar un paso desde la crítica ideológica hacia propuestas programáticas que tengan capacidad real de incidir sobre las relaciones de producción. El pensamiento crítico o negativo contiene una profunda voluntad de supervivencia que se expresa en el combate anti-institucional.  Una batalla donde la arquitectura es la institución que da forma y “realiza” la ideología. Y donde cada arquitecto, lo quiera o no, es un ideólogo.

2. Estado de Bienestar VS auto-organización
Ante un tiempo de crisis sistémica y urgencia social, en un momento político[v] como el nuestro, es necesario re-leer ideológicamente ciertas consignas generalmente aceptadas, bajo las cuales convivimos y producimos. Tomamos como excusa el statement de Europan 13 (2015), concurso promovido por altas instancias y gobiernos europeos para “jóvenes arquitectos de hasta 40 años” [para una reflexión más detenida sobre juventud y emergencia ver el punto 5]. Tras el tema general "The adaptable city 2", continuación de la edición anterior, la organización de Europan dice preguntarse por lo que su Comité Científico identifica como los tres principales cambios en las actuales condiciones de producción de las ciudades europeas, elaborando así un marco discursivo cuyo objetivo es la incorporación de estas problemáticas en la futura práctica profesional: autogestión, lógica del compartir y énfasis en el proceso frente al objeto.

Nos detenemos tan solo en el primero de los tres statements por su evidente carga significativa. "Welfare State vs self-organization" o Estado de Bienestar vs auto-organización, introducido por Thomas Sieverts, Presidente de Europan, en el enunciado general del concurso: “El primer cambio es 'menos Estado de Bienestar y más auto-organización'. Una de las cuestiones que los profesionales enfrentan ahora es que no podemos esperar que el Estado de Bienestar continúe de la misma manera en que lo ha hecho durante los últimos 40 años. Europan es uno de sus “hijos”, haciendo de la dinámica pública la principal fuerza de desarrollo urbano, con un papel dominante por parte de los municipios. Por lo que, aunque siguen siendo nuestros socios principales, proporcionando emplazamientos y contenidos para el concurso, ahora necesitamos explorar un rango más amplio de clientes. Los solares no deberían continuar siendo totalmente patrocinados por los municipios, sino en colaboración con emprendedores privados, con grupos de participación que quieran construir por sí mismos, tal vez con grupos de acción que empleen nuevas formas de actividad en el planeamiento urbano y la arquitectura, para cambiar y adaptar la ciudad”.

“Welfarse state vs self-organization” pretende radiografiar un hecho que está teniendo lugar entre nosotros a día de hoy, ese desplazamiento que implica “menos Estado de Bienestar y más auto-organización”[vi]. Para ello propone: a) Establecer una nueva relación posible entre los dominios público y privado a través de co-estrategias (cooperación, colaboración, co-programación) que vinculen agentes públicos y desarrolladores privados. b) Repensar el rol de los jóvenes arquitectos bajo la óptica del emprendimiento como ideología de emergencia, con un papel proactivo y emprendedor por parte de estos. c) Huir de una visión victimista de la crisis y ponerse “manos a la obra”  –¿a qué obra?, podríamos preguntarnos: no a una obra arquitectónica seguramente– comprendiéndola como un espacio y, especialmente, un tiempo de oportunidad, enfatizando una visión performativa del diseño urbano donde iniciativas como las intervenciones temporales o el crowdfounding sean predominantes.

A modo de anexo, se adjuntan al enunciado diferentes puntos de vista con la intención de enriquecer e ilustrar cada uno de los statements propuestos. Destaca el titulado “The entrepreneurial architect”, con introducción de Kristiaan Borret y desarrollo de David Saxby, donde el giro del Estado de Bienestar a la autoorganización se narra desde una posición de total aceptación respecto de lo que los autores identifican como “los cambios de las condiciones económicas en tiempos de crisis” y el compromiso con la ideología política hegemónica, esto es, el neo-liberalismo. De esta manera, se perfila un papel para el arquitecto del futuro como agente de consenso, a la vez que se hace un llamamiento a las nuevas generaciones, quienes, pese a la ausencia de oportunidades laborales en forma de trabajo, ya sea éste asalariado o autónomo, son conminados a la total aceptación del presente. Se emplea para ello un frágil soporte conceptual, donde términos como “economía social” se definen ligeramente como híbridos a medio camino entre el Estado social y la economía privada, pero activamente participados por los ciudadanos. Los autores ejemplifican en este panfleto la figura del arquitecto como “emprendedor cívico”, portador del “espíritu del emprendimiento” –auténtico Zeitgeist contemporáneo– valiéndose de proyectos como, entre otros, el Campo de la Cebada en Madrid, muy alejado, tanto en sus presupuestos ideológicos como en sus metas sociales, de la tesis que el enunciado plantea.

Este statement desarrolla una perspectiva dirigista de la futura práctica arquitectónica, apelando al emprendimiento ante la “inevitable” desaparición del Estado de Bienestar como una acción ya consumada. La principal coestrategia que el enunciado lleva a cabo, a modo de metaejercicio, es la cooptación de discursos y conceptos progresistas por la razón neoliberal. Se fomenta así, como un hecho ante el cual no hay alternativa, el abandono de la institución por parte de las fuerzas transformadoras y, por tanto, su arrinconamiento y desactivación, al fin, su irrelevancia. En otras palabras: su neutralización por la vía de la integración[vii]. El statement no opera tan solo a nivel técnico –marcando el camino a seguir de la arquitectura como dispositivo tecnológico –, sino que lo hace también en un sustrato biopolítico, señalando las infraestructuras materiales y organizativas que el sistema desea para las nuevas generaciones de arquitectos europeos, así como los objetivos económicos y la implantación social a perseguir. Se trata, pues, de interpretar un enunciado –siguiendo la máxima nietzscheana “no hay hechos sin interpretaciones” – que es tan arquitectónico como ideológico. Una visión neoliberal de la práctica arquitectónica por venir que nos dice: ante la desaparición inevitable del Estado de Bienestar debemos emprender.

3. Agonística contra la retirada
En un texto reciente, la teórica política radical Chantal Mouffe, quien ejerce una profunda influencia sobre la última generación de la izquierda europea, argumenta su posición respecto de la estrategia del ‘éxodo’ o el ejercicio de la crítica como una forma de retiro de la institución. Agonistics. Thinking the world politically es una compilación de los conceptos elaborados en torno a la democracia y el antagonismo –ya presentes en Hegemonía y estrategia socialista, El retorno de lo político y La paradoja democrática, trabajos anteriores que funcionan como borradores de este–, un esfuerzo por aclarar reiteraciones pasadas, sistematizar y contextualizar en el momento presente la aproximación agonística, cuestionando su relevancia en nuevas áreas –el futuro de la construcción europea o las prácticas artísticas contemporáneas – para lograr impulso bajo una misma perspectiva: la esencia de "lo político”.

"El enfoque revolucionario tradicional en su mayoría ha sido abandonado, pero es progresivamente reemplazado por otro que, bajo el nombre de 'éxodo', reproduce, aunque de una manera diferente, muchas de sus deficiencias. En este libro discrepo con el rechazo total de la democracia representativa por aquellos que, en lugar de apuntar a una transformación del estado a través de una lucha hegemónica agonística, abogan por una estrategia desertora de las instituciones políticas. [Su creencia en la disponibilidad de una "democracia absoluta" donde la multitud sería capaz de auto-organizarse sin necesidad de las instituciones estatales o políticas significa una falta de comprensión de lo que designo como "lo político"].

Mouffe denomina su modelo de democracia "pluralismo agonista o agonístico". Al inscribir la dimensión negativa en el dominio de lo político, propone establecer una distinción entre the political (lo político) y politics (la política). Por "the political" se refiere a la dimensión ontológica del antagonismo, mientras que "politics" designa el conjunto de prácticas e instituciones que velan por la organización de la coexistencia humana. Estas prácticas, sin embargo, operan siempre en un terreno de conflicto caracterizado por "lo político". La cuestión central de la política democrática sería proporcionar las instituciones necesarias que permitan dar forma agonística a los conflictos, allí donde los oponentes no son enemigos, sino adversarios entre los cuales existe un conflicto consensuado. Diferenciando entre "antagonismo" y "agonismo" es posible visualizar una forma de democracia que no reniegue de su esencia constitutiva, la negatividad radical.

La profunda nostalgia social del Estado de Bienestar tras años de políticas neoliberales, la conversión posfordista del modelo productivo capitalista, la extensión del trabajo inmaterial, son algunos de los hechos diferenciales que caracterizan el presente, señales también de la creciente dificultad para materializar pensamiento arquitectónico en forma construida, así como del avance de otras prácticas posibles que lo vehiculicen: activismo, mediación, docencia, arte, escritura. Consciente de esta problemática, Chantal Mouffe defiende una posición operativa y emancipadora, a través de un proceso de radicalización democrática fundamentado en la construcción de instituciones más igualitarias, oponiéndose a aquellos que, como Negri y Hardt, persiguen la deserción, el éxodo de las estructuras de poder para fomentar la autoorganización de la Multitud, una forma social donde el antagonismo desaparece. Para la autora no es sino una reformulación, con otro lenguaje, de la idea de comunismo encontrada en Marx, que ha servido para (mal) interpretar muchas de las recientes movilizaciones globales.

En nuestro país, César Rendueles, de filiación intelectual marxista, ha reflexionado en profundidad sobre los vínculos entre técnica y política, señalando que el Estado de Bienestar se pensó inicialmente como una estructura de des-centralización de la fuerza de trabajo, es decir, de limitación del mercado laboral[viii]. Para Rendueles, que describe con claridad la apropiación liberal de conceptos que provienen del mundo creativo y la gestión cultural, el anti-institucionalismo radical es una posición “más estética que política”, de manera que propone, ante una retórica de la innovación absoluta, repensar el cambio político radical desde las instituciones y el ámbito del trabajo.

Ante la retirada existe otra posibilidad. Aquella que representa un compromiso agonístico con la institución, un proceso de re-construcción institucional, técnico y político, para recuperarla como herramienta de transformación social. Un lugar donde establecer una necesaria “cadena de equivalencias” entre las distintas demandas democráticas, determinar un “ellos” y crear un “nosotros” común.

4. Común, la revolución instituyente
Una de las cooptaciones ideológicas más profundas que operan en el statement que interrogamos, y por consiguiente en sus posibles desarrollos arquitectónicos, es la referida al cooperativismo en el ámbito socio-económico, las prácticas libertarias, el anarquismo de autogestión y las instituciones del procomún, cuestiones sobre las que, en el contexto local, viene prestando una delicada atención el activista e investigador Amador Fernández-Savater, en un diálogo abierto con las potencialidades técnicas y políticas [ix] que detonó el 15M.

Recientemente se ha presentado en España Común, de Christian Laval y Pierre Dardot (sociólogo y filósofo respectivamente, profesores y fundadores del grupo de investigación Question Marx) una caja de herramientas bajo la influencia de autores como Arendt, Foucault, Lacan, Marx, Negri o Proudhon, que asume la necesidad de construir dispositivos críticos que opongan resistencia al neoliberalismo –la nueva razón del mundo[x] –, una auténtica biopolítica contrarrevolucionaria de orden teleológico, fundamentada en un pensamiento anti-utópico que ha desarrollado progresivamente una infraestructura institucional propicia. Según Laval y Dardot, el neo-liberalismo es la forma histórica para un nuevo ser humano, bajo el imperativo del rendimiento y la ley de la competencia, donde el sujeto, como soporte de la praxis, está totalmente intervenido por la norma. Para los autores, la crisis financiera no sería tanto un error político-económico pasajero, a la vez indicio de muerte del neoliberalismo y retorno del Estado social y el keynesianismo, sino el momento de oportunidad para desplegar un principio político ordenador que apele a la práctica hoy. El principio político de (lo) “común”, equidistante y transversal tanto de la forma Estado como de la forma propiedad. “Común” es lo inapropiable por el liberalismo, aquello de lo que no hay que apropiarse: los bienes comunes y la producción colectiva de la realidad. “Común” se define como una razón económica, democrática, colectiva y artificial, cuyo objetivo es limitar la jouissance (el goce) de la acumulación y su promesa de plenitud.

“El municipio (comuna) constituye la forma elemental del autogobierno en la esfera propiamente política y es, en este sentido, el común político de base. Queda, pues, excluido perpetuar el modelo del Estado-nación unitario y centralizado, sometido al principio de soberanía”[xi] . “Común” propone, de esta manera, una repolitización de la forma arquitectónica en la vida comunitaria y su revisión como principio político elemental. Un planteamiento sobre el que, recientemente, ha reflexionado el arquitecto y profesor Fernando Quesada en la propuesta editorial Comunidad. Común. Comuna.: “En la última década hemos asistido a un intenso debate, en paralelo a otros medios disciplinares, sobre la posibilidad de devolver a la arquitectura cierta capacidad instituyente del espacio, en concreto mediante la proliferación de colectivos que trabajan de modo muy entretejido con el medio social, pero en muchas ocasiones al margen del vector político instituido, en la búsqueda de una ansiada autonomía que se ha pretendido alcanzar desde los presupuestos de la sostenibilidad radical, la autogestión y la participación”[xii], donde se reconoce la potencialidad y el excedente utópico de estas propuestas pero también sus limitaciones –en parte por la profunda crisis de definición y sentido que experimentamos–, a la hora de afrontar la arquitectura de las instituciones.

Nos encontramos, pues, ante problemas políticos frente a los que la arquitectura y quienes se dedican a ella han de tomar posición[xiii] ¿Cómo determinar colectivamente los límites de la actividad económica? ¿Cómo entender la soberanía como principio de limitación? “Común” cuestiona la lógica representativa existente mientras afirma que hay alternativa a las relaciones de producción que se establecen entre sujeto e institución, mediante el desarrollo de micropolíticas o prácticas cotidianas instituyentes, favorecidas o no por el Estado. “Común” no abandona la vieja institución sino que llama a construir una nueva.

El subtexto de Común está enunciado en su subtítulo, Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI. Revolución como “reinstitución explícita de la sociedad” mediante la “actividad colectiva y autónoma”. Un claro alegato a favor de la revolución democrática como “praxis instituyente” y principio de transformación radical.

5. El arquitecto como productor en el campo arquitectónico
Las resistencias crecientes, tanto a nivel global como local, que encuentra la praxis de una arquitectura comprometida –esto es, para con su propia disciplina y sociedad mediante un ejercicio auto-reflexivo e intelectual– son sintomáticas también de la dificultad para establecer una mínima distancia crítica, inexistente o silenciada, que fisure su tratamiento mediático todavía anclado en el pasado, ante unos cambios que, se desean reversibles, pero son orgánicos y sin retorno.

¿Cómo interrogarnos, a la luz del contexto actual, sobre la derrota de la arquitectura como práctica ideológica en la potencial construcción de subjetividad que ésta puede habilitar? ¿Para cuándo una reflexión colectiva sobre la inexistente autonomía del campo arquitectónico que ayude a esclarecer algunos de los malentendidos con los que convivimos y desde los que producimos? ¿Cuáles son, desde una perspectiva crítica materialista, las relaciones sociales de producción de la arquitectura contemporánea? No conviene olvidar en este punto que el Estado, a través de políticas públicas activas, ha sido la base material que ha permitido el despliegue de una arquitectura de autor –entendiendo esta tanto en sentido positivo como negativo–, con las trayectorias biográficas que la acompañan, durante los últimos treinta años en nuestro país.

En El autor como productor, Walter Benjamin cuestiona la autonomía del que escribe y su libertad para escribir lo que quiera, enfrentando esa deseada autonomía a la toma de posición, junto al proletariado, en la lucha de clases. Un debate polarizado en torno a las dialécticas calidad-tendencia, forma-contenido, técnica-política, que se pregunta por el posicionamiento del autor y su obra en las relaciones de producción:

“Antes de preguntar qué relación guarda cierta obra con las relaciones de producción de su época, quiero preguntar cómo está en ellas. Esta pregunta se refiere de inmediato a la función de esa obra dentro de las relaciones de producción literaria de una época. O, en otras palabras: se refiere inmediatamente a la técnica.[xiv]

La narración de los hechos que elabora Benjamin para presentar al autor como productor toma como punto de partida la prensa, donde el periódico representa, desde una perspectiva técnica, la posición más relevante captada por el capital –un medio contra los productores– que junto a la presión de las relaciones económicas existentes dificulta la necesaria autoconsciencia del escritor para desarrollar su tarea técnica-política, es decir, “repensar revolucionariamente su propio trabajo y su relación con los medios de producción, así como su técnica.”

Junto a interesantes referencias al teatro épico brechtiano –donde el trabajo no se entiende ya como obra sino como uso transformador de la institución– o la muy dudosa relación mecánica entre progreso técnico y progreso político, el discurso de Benjamin incide sobre la necesidad de autoconsciencia para identificar, con la máxima claridad, el puesto que cada uno ocupa dentro del proceso de producción, y “conocer cuán pobre es y cuánto lo ha de ser para poder empezar de cero.” Su preocupación reside en la posibilidad por parte del autor, en tanto que técnico especialista, de experimentar solidaridad con el proletariado y, al mismo tiempo, con otros productores en una posible cadena de equivalencias solidaria. Esta angustia por la solidaridad hoy debería estar inducida por otras razones –de entre las cuales la biopolítica neoliberal no es la menor– distintas del supuesto privilegio cultural, con la consecuente relación de reciprocidad entre cultura y clase hegemónica. En el caso del arquitecto, en particular el joven o futuro arquitecto, su lugar como productor pobre[xv] dentro del actual sistema de trabajo está señalado de antemano, al desempeñar masivamente la labor de desarrollador en alguna de las infraestructuras corporativas globales. Con ello, se define su clara pertenencia a la clase social emergente, teorizada por Franco Berardi bajo el nombre de “cognitariado” o proletariado cognitivo, a la que otros autores se refieren también como “precariado”.

Desde la exigencia de reflexión sobre las condiciones de producción, Benjamin apela a los mejores técnicos de su campo a desplegar una actividad mediadora, en forma de tarea reconstructiva sobre los aparatos de producción. No sólo a trabajar sobre los productos (la arquitectura), sino también sobre los medios de producción, para lo cual los productos han de poseer, antes que su carácter de obra, una función organizadora transformadora.

El campo disciplinar que nos ocupa es el “campo arquitectónico”, un conjunto de elementos construido artificialmente mediante un equilibrio de “fuerzas posibles, que se ejercen sobre todos los cuerpos que pueden entrar en él, el campo del poder también es un campo de luchas, y cabe, en este sentido, compararlo con un juego: las posesiones, es decir el conjunto de propiedades incorporadas, incluyendo la elegancia, el desahogo o incluso la belleza, y el capital bajo sus diversas formas, económica, cultural, social, constituyen bazas que impondrán tanto la manera de jugar como el éxito en el juego, en resumidas cuentas todo el proceso de ‘envejecimiento social’ que Flaubert llama educación sentimental”. Esta definición del campo de poder que hace el sociólogo Pierre Bourdieu en “La cuestión de la herencia”, capítulo de su fundamental Las reglas del arte[xvi], es clarificadora para comprender el funcionamiento del campo arquitectónico y las frágiles posibilidades de autonomía para la producción cultural que pueden darse en su interior; también lo es la relación de dependencia directa que su investigación sociológica, de intención totalizadora, establece entre acumulación de capital económico y vanguardia artística. Siguiendo a Bourdieu, “los campos de producción cultural ocupan una posición dominada, temporalmente, en el seno del campo del poder. Por muy liberados que puedan estar de las imposiciones y de las exigencias externas, están sometidos a la necesidad de los campos englobantes, la del beneficio, económico o político”. El campo arquitectónico es, en este sentido, paradigmático.

En el prefacio de Architecture and Utopia. Design and Capitalist Development, último eslabón del proyecto teórico programático que impulsó Manfredo Tafuri, podemos leer: “Paradójicamente, las nuevas tareas asignadas a la arquitectura son algo más allá de la arquitectura... No hay que lamentarlo, porque cuando el papel de una disciplina deja de existir, tratar de detener el curso de las cosas es solamente una utopía regresiva, y de la peor especie. No es una profecía, porque el proceso está teniendo lugar realmente todos los días ante nuestros ojos. Y para aquellos que deseen una prueba clara, basta con observar el porcentaje de graduados en arquitectura ejerciendo realmente esa profesión”[xvii].

Liberados ya del pesimismo teleológico que envolvía el discurso, profético a su pesar, de Tafuri, tras el aprendizaje de la decepción experimentado durante los últimos treinta años, rearmados con las nuevas herramientas técnicas y políticas que nos brinda el momento presente, a todos esos graduados en arquitectura que realmente no ejercen su profesión, bien porque no tienen trabajo, bien porque la ejercen de forma mistificada en precariedad, cabe exigirles dar un paso necesario, anterior y paralelo a la repolitización de la forma arquitectónica. Re-construir el papel del arquitecto como productor en el campo arquitectónico.

 

Abre el artículo la contraportada de Teorías e historia de la arquitectura, Laia, Barcelona, 1972. Un diseño de Enric Satué. Desde aquí, nuestro agradecimiento.

Portada de la revista Contropiano.

Auxiliares de Peter Behrens en el trabajo: Mies van der Rohe, H. Meyer, Hertwig, Weyrather, Chandler, Gropius (1908).

Arquitectos trabajan en el estudio Lyons, en Melbourne.

Sin título. Diseño de Andrés Carretero y Ana Cubero.


[i] Otra vuelta de Tuerka – Pablo Iglesias con César Rendueles- La Tuerka, nov. 2015.

[ii] Martínez, Guillem (Coord.), CT o la Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española, Debolsillo, Barcelona, 2012.

[iii] Tafuri, Manfredo, Teorías e historia de la arquitectura, Laia, Barcelona, 1972 [Laterza, 1968].

[iv] “Towards a Critique of Architectural Ideology”, en Hays, K. Michael (Ed.), Architecture Theory since 1968, The MIT Press – Columbia University, New York, 1998 [Contropiano, Materiali Marxisti, nº 1, ene/abr 1969]. Traducción del autor. El número 1 de Contropiano fue dirigido por Toni Negri.

[v] Un momento político ocurre cuando la temporalidad del consenso es interrumpida, cuando una fuerza es capaz de actualizar  la imaginación allí y de oponerle otra configuración de la relación de cada uno con todos.” Rancière, Jacques, Momentos políticos, Clave Intelectual, Madrid, 2011.

[vi] Todo es hoy en día auto-organizado, auto-gestionado, auto-editado y auto-institucionalizado. En muchos casos, no es sino el efecto de superficie de la progresiva precariedad que invade la cotidianeidad y el trabajo.” Aguirre, Peio, “The Century of the Self”, en Crítica y metacomentario, 1 de septiembre de 2015.

[vii] Sirva como ejemplo la frágil resistencia que, en ocasiones, ofrecen discursos como el de Bifo: “No podemos, esa es la verdad. El tiempo de la voluntad y de la política se acabó. Tenemos que desplazar la energía social hacia una dimensión que no es ni la democracia representativa ni la subversión política, sino la imaginación de nuevas formas de organización del conocimiento y de la producción, la creación de una plataforma técnica y política para la auto-organización de la inteligencia colectiva (fuerza productiva principal del tiempo presente).” Franco Berardi (Bifo) entrevistado por Amador Fernández-Savater. eldiario.es, 31 de octubre de 2014. 

[viii]  España sin (un) franco. I Congreso de pensadores nacidos después de 1975, CENDEAC, Murcia, octubre de 2014.

[ix] Fernández-Savater, Amador, “La revolución como problema técnico: de Curzio Malaparte al Comité Invisible”, eldiario.es, 31 de octubre de 2015. En publicaciones recientes AMF se ha referido al uso de la crisis como técnica de gobernabilidad.

[x] Laval, Christian y Dardot, Pierre, La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, Gedisa, Barcelona, 2013.

[xi] Laval, Christian y Dardot, Pierre, Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo  XXI, Gedisa, Barcelona, 2015.

[xii] 15. Quesada, Fernando (Ed.), Comunidad. Común. Comuna., Ediciones Asimétricas, Madrid, 2015.

[xiii] Ante una visión de la técnica de origen heideggeriano, teleológica y negativa, Laval y Dardot piensan que “a cada técnica le corresponde una praxis”, abriendo la posibilidad de un uso emancipador de los dispositivos. [Laval y Dardot en conversación con el autor de este texto. Las razones del mundo: la razón neoliberal vs. la razón de lo común. Encuentro con Christian Laval y Pierre Dardot, MNCARS, Madrid, octubre de 2015].

[xiv] Benjamin, Walter, “El autor como productor”, en Useros, Ana y Rendueles, César (Ed.), Escritos políticos, Abada, Madrid, 2012.

[xv] Algunos datos. Las profesiones con el porcentaje más altos de titulados universitarios en 2009/2010 que trabajan fuera de España son: 1º Traducción e interpretación: 25.9%; 2º Arquitecto: 24.6%; frente a una media del 8% [INE, dic. 2015]. El paro del sector es de un 71% [Sarq, Sindicato de arquitectos]. La burbuja universitaria española, aún por estallar: en 2005 el título de arquitecto se impartía en 15 Escuelas públicas y privadas. En 2016, en 33 [El País]. Este conjunto de hechos significativos, junto a la desaparición del modelo profesional de arquitecto como liberal autónomo y su sustitución por grandes despachos corporativos globales, señalan hacia un único horizonte de esperanza para la arquitectura como disciplina e institución: su ejercicio como una nueva profesión plebeya.

[xvi] Bourdieu, Pierre, Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario, Anagrama, Barcelona, 1995.

[xvii] Tafuri, Manfredo, Architecture and Utopia. Design and Capitalist Development, The MIT Press, Cambridge, 1976 [Laterza, 1973]. Traducción del autor.