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Cuatro mil coletas
Una conversación con Taller de Casquería
Conocí personalmente a Taller de Casquería un día en el que ganaron descaradamente un concurso con una furgoneta volcada que hacía de contrapeso de una ventana descomunal. Son precisos, exigentes con los procesos y puntos de partida desde los que desarrollan sus proyectos, y también con las condiciones en las que trabajan. Reciben llamadas como ésa de hace un par de meses, cuando casi les encargan el set de Eurovisión. Como ocurre muchas veces, al final no salió. Juntos, hemos hecho una exposición y un libro llamados The Way Things Go.
Hemos quedado a las cuatro de la tarde. Es julio, qué calor. En cambio, el bar se llama Las Nieves. Por un tubito azul claro chorrean gotas desde la climatización del bar a un bidón de agua mineral. Dentro, barra metálica en U, viejas sillas de cuero marrón claro, el Tour. Están al fondo en una mesa a rebosar de cafés, botellines y algún gin-tonic.
Vais a dar una clase en el IED que se llama Material y color. ¿Sí, no, mentira?
Elena Fuertes: Sí, nos ha llegado esa información de manera directa: “Vais a dar un curso que se llama Material y color”. La parte dura es qué es “material” y qué es “color”.
En realidad, vosotros, más que materiales, usáis productos. Cosas enteras que traéis de otro lado. Por ejemplo, en el proyecto para el Festival Internacional de Benicàssim de 2012 instalasteis unas cabinas de rayos UVA en la playa. Leí una entrevista en la que hablabais de contraponer efecto frente a placer. A mí lo que me interesa es esta cosa de llevar una cabina a la playa.
Jorge Sobejano: Estábamos jugando a la saturación. Es decir: a poner la playa en la playa, a poner el sol debajo del sol.
Ledo Pérez Vázquez: En relación al ready-made, nos parece interesante aprovecharnos de todas las consecuencias de los procesos u objetos que importamos desde otras disciplinas, como sus condiciones logísticas o sus normativas.
Ramón Martínez Pérez: A la vez que el objeto, hay que poner en marcha todo el sistema legal que hace posible su funcionamiento. Entonces se generan situaciones que a nosotros nos interesan, como por ejemplo que hay que hacer un testeo de piel a toda la gente que se va a meter en una cabina de rayos UVA, hacer una especie de pantonera de colores de piel. O que tienen que tener un albornoz antes de entrar en la cabina. Y unas gafitas.
Jorge: Eso nos hizo jugar con la idea de una playa llena de gente en albornoz, o de gente tapada porque ya se ha dado su baño de sol. Entonces la playa pasa a ser un territorio nuevo. La imagen bizarra de una lucha contra el sol. Nuestros carteles eran soles tachados.
Álvaro Molins: Cuando vimos que la cosa funcionaba relativamente bien fue al ver que a la gente les producía esa misma reacción que te produce a ti, como de: “qué gilipollas…”.
Jorge: Vender rayos UVA gratis, debajo de un sol que de por sí es gratis. Era alinear dos soles.
Igual que en Benicàssim, para la exposición The Way Things Go en la galería Monoambiente de Buenos Aires en 2015, vuestro proyecto, Virtual Faith, desplazaba un sistema industrial. Llevaba al absurdo la forma de realizar un sistema de alicatado, alterando su manual de aplicación, que estaba colgado en internet. Además, surgieron otros errores durante el proceso de proyecto. Por ejemplo, cuando estabais haciendo la medición de la instalación había una gran confusión con el cambio de divisa. La cantidad de material que se podía adquirir con el presupuesto que teníais iba variando en paralelo al estado del sistema económico en Argentina. Como si fuera una especie de medidor de la inflación. Algo que llegó a prolongarse hasta el momento en que se hizo el pedido de material. A esto se le sumó el hecho de que el propio proyecto expositivo partía de trabajar en torno a una comunicación interrumpida y a unas instrucciones que debían ser limitadas. Era el galerista quien decidía qué superficies ocupaba el proyecto, siguiendo las instrucciones generales que fueron enviadas. ¿Qué pensáis de esta acumulación de cosas imprevistas o de errores?
Elena: Al principio ni nos dimos cuenta de que los precios iban fluctuando, pensábamos que era un error nuestro.
Jorge: La referencia de la que partimos para Virtual Faith era el video tutorial. Cuando la gente consulta videos, de Bricomanía, de cómo hacerse una coleta o de lo que sea, al rehacerlos, los elementos que se usan fallan, o se cambian: “Vale, pero pongo esta otra baldosa”. Y también funciona, en la variedad está la riqueza. Yo me acuerdo de un Pinterest que teníamos de gente que copiaba tartas, era horrible, ¿os acordáis? Tiene un poco de eso. En Virtual Faith provocábamos un error cambiando un elemento. Pequeñas malformaciones dentro de un sistema.
Elena: Es también interesante cómo en esa suma de errores, que tiene que ver con que es una cosa a distancia, esa distancia te da libertad.
No tienes responsabilidad, hasta un punto.
Ramón: Era un poco lanzar ese modelo inicial, y esperar.
Jorge: Que luego la instalación encima tenga una lectura socioeconómica, ya es lo máximo.
Me gustaría preguntaros sobre otros proyectos vuestros que trabajan con estos dos lados de la realidad, el más físico y el virtual. Creo que es algo que está presente en Black Island. En él, detectabais unos fallos de mapeado en Google Earth, nueve manchas negras en el Mar Sur de China, una zona en la que seis estados están inmersos en un conflicto por la soberanía de las aguas. A la vez, mostrabais cómo distintos usuarios habían reclamado dichos puntos como parte de alguno de los seis estados, “habitando” ese territorio virtual a través de imágenes geolocalizadas. Esta práctica tiene fines parecidos a los de colocar una bandera izada en la realidad física, su coste es más bajo y la comprobación de su veracidad, difícil, convirtiéndose en una estrategia de colonización virtual.
Jorge: A veces hacemos una lectura superficial de las cosas de la que sacamos una ley inamovible. Nos proponemos leer el mundo de una manera muy plana y llevarlo hasta sus últimas consecuencias. En Black Island descubrimos unas manchas negras que evidentemente eran un fallo. Decidimos construir una investigación, que aún tenemos en marcha, a partir de esa fricción que hay en la translación entre lo real y lo virtual.
Ramón: A priori, es muy pasivo estar delante de un ordenador, delante de ese gran flujo de información. Pero de repente podemos encontrar parcelitas de posibilidad que tienen un punto muy fantasioso. Si un video sobre cómo hacerse una coleta tiene cuatro mil visualizaciones, para mí hay cuatro mil coletas.
Ese agujero de información no es sólo un agujero de visualización, sino de narrativa.
Jorge: Por eso decimos, “y si esto fuera…”. Y ese “y si” es superficial, pero vamos a creerlo, vamos a hacer una instalación acerca de un video de cómo hacerse la coleta de Khaleesi.
La pregunta sería entonces por qué esa lectura posible se hace sobre lo virtual.
Elena: Porque existen canales virtuales y podemos jugar con sus reglas y con sus herramientas. No creamos esas plataformas sobre las que intervenir, sino que intervenimos sobre plataformas ya creadas, que ya están siendo utilizadas.
Jorge: Lo virtual tiene unas leyes que no son tan sólidas. También significa entender en qué mundo te mueves, qué puede ser un like. Pensar que una visualización equivale a una realización. Te pueden decir que no es así, igual no el cien por cien, pero si hay un video de peinados, un sesenta por ciento, mínimo, sí que se han ejecutado.
¿No os parece que las cosas no tengan forma da problemas para comunicarlas a la gente?
Jorge: Molins y yo venimos de un encuentro de proyectos ganadores de Europan, y somos el único equipo que no había formalizado nada de nada. Nosotros conectamos a un nivel que no está vinculado con la forma. La forma es algo que viene luego. En Europan igual estamos pagando eso. Nos hacían muchas preguntas acerca de si el planteamiento más político o económico de nuestra propuesta era arquitectura. Estas preguntas sobre la forma se las hacen a un arquitecto, al resto no.
En este proyecto para Europan (un concurso europeo para jóvenes arquitectos en el que se involucran los ayuntamientos de distintas ciudades) planteasteis la renovación de un complejo fabril en desuso, en Alemania, a través de una industria de reciclaje de componentes electrónicos. Efectivamente, lo que proponíais era una estrategia.
Jorge: Nosotros no tenemos ningún miedo a formalizar. Lo que pasa es que nuestro interés está en pasos previos a la forma, sin caer en la versión moderna de “form follows function”, porque no es eso, porque la abordamos libremente, pero no es fundamental. En Europan, nuestro planteamiento era el más abierto de todos, el que más debate intentaba generar con todo el resto de agentes, y al final el que menos aceptación tuvo por parte de su propia ciudad.
Álvaro: Igual que no dudamos del valor que tiene nuestra propuesta, sí que, como autocrítica, quizá debamos ser más capaces de comunicar sus bondades.
Los formatos en los que trabajamos los arquitectos para comunicar los proyectos, tienen que ver con propuestas de tipo tradicional. En el caso de proyectos más estratégicos, ¿hasta qué punto debería ser necesario desarrollar posibles formas que pueden tomar esas estrategias, de manera meramente ilustrativa?
Álvaro: Para el encuentro de Europan preparamos unos gifs; el tío decía, “es que me gusta más esto, porque comunica”. Claro, pero es Europan, tuvimos que entregar en forma de paneles de tamaño A1… Los propios agentes que reclaman mayor innovación te lo piden en un formato que no te permite dar pie a eso que piden.
Nos pasa mucho que la gente no nos entiende hasta que no vamos a verlos. Yo pienso que a mí me pasa igual, que de primeras caigo pesado, pero luego, si me conoces, soy majo.
Elena: A todo el mundo le ha caído mal Molins al principio.
Mientras preparaba la entrevista, curiosamente la conexión intuitiva que me ha surgido ha sido con el trabajo de Fermín Jiménez Landa. Por otro lado, además de “sin forma”, la estética de vuestros proyectos es algo cruda, ¿no?
Jorge: Yo creo que tiene que ver con que nosotros trabajamos en equipo.
Álvaro: En realidad, la convergencia es mucho más amplia que la base no común, pero la base no común es probablemente la más divertida, el anecdotario personal de cada uno, Ledo con Padrón, Ramón porque le gustan cosas borricas de su pueblo o yo porque… veo más videos de YouTube que cualquier cosa. Las divergencias en el campo de lo personal son los ingredientes que generan la cohesión.
Ruido de botellas, está el camarero.
Álvaro: Espera que te ayudo.
Jorge: [Se dirige al camarero] Yo quiero otra, porfa, la última.
Y… la Bienal de Arquitectura Española. Hicisteis el proyecto expositivo de 2013. A mí esa propuesta me gusta mucho, la verdad. Es muy sistemática. Volvemos a esas ideas de una cosa que está en un sitio y representada en otro…
Ruido de vasos.
Ramón: Un gin-tonic.
Ledo: A mí otro.
Contadme un poco el proyecto para la Bienal. No tanto su descripción, treinta y seis cámaras en streaming en treinta y seis edificios, ¿no? Y luego mostrados en una gran pantalla.
Jorge: Estaban muy preocupados con la difusión de la arquitectura y dijimos, ¿por qué no hacer un programa de arquitectura por la tele? Y la idea era también conseguir cómo llevar eso a los formatos de uso habitual. ¿Tiene el interés suficiente la arquitectura como para que sea un programa de TV? No salió.
Ramón: Las treinta y seis cámaras fueron elegidas con una calidad determinada, con un formato determinado, que daba unas características estéticas que ayudaban a esa homogeneización de todas las vistas de todos los edificios.
Jorge: Fue una deriva desde la idea de la TV, que dio como resultado esa estética de imagen. La intención era que si eliminas lo estrambótico de la forma de un edificio, ¿qué más hay?, ¿cuánto de interesante es mirarlo hora tras hora?
Ramón: Nosotros fuimos a instalar las cámaras a treinta y seis puntos de España. A mí personalmente me tocó instalar una en el tejado de la catedral de Zamora. Esto nos metió en situaciones muy surrealistas. Yo tuve que sobornar al deán de la catedral para que pudiésemos subir a instalar. Nos gusta sentirnos como el Equipo A. Sobre todo antes.
Jorge: Luego hay documentos muy bonitos, que nos encantan. Los seleccionados se mostraban a través de una serie de planos grabados con móviles. Los del aeropuerto de Murcia, que está cerrado, nos los hizo el guardia de seguridad. Son unos documentos del aeropuerto vacío. Las dinámicas de la gestión están intrínsecas en las imágenes: al final las imágenes están cargadas de connotaciones. Cada imagen es una negociación.
Álvaro: Muchos de los arquitectos autores acabaron contentos y otros muchos acabaron cabreados. Porque, para ellos, mostrar su edificio era hacerlo de la manera en la que ellos creen que es de la que va su edificio. “En mi edificio lo importante es la fachada.” Pero hay un edificio detrás de esa fachada, entero, que tiene que servir para algo.
En el Taller que hicisteis hace poco en la UEM, Una casa ideal, trabajasteis con el espacio doméstico.
Jorge: De forma parecida a lo que planteamos en la Bienal al generar un marco homogéneo para los treinta y seis proyectos, intentábamos entender la plataforma de Idealista como una red con determinados códigos. Deriva de un proyecto que no salió, en el que investigábamos grandes obras de la arquitectura a través de Idealista. En ese caso planteábamos que Idealista era una gran plataforma arquitectónica, la más consultada, probablemente, en España. ¿Qué ocurre al mirar grandes obras de la arquitectura a través de ese punto de vista: con unas normas determinadas, que tienen que ver con vender mejor una casa…? La casa Huarte, de Corrales y Molezún, la tenías ahí, era muy atractivo verla desde el punto de vista de la venta en internet. El taller trataba de investigar mejor esos procesos. Por otro lado, el proyecto reflexionaba en torno a la ocupación virtual: ¿qué pasa cuando yo ocupo el plano paralelo de un espacio físico?¿A qué nos lleva? Y a modo de experimento, ocupamos virtualmente una dirección física en Madrid. “Vamos a construir posibles viviendas sobre esta vivienda.” Además podíamos pensar en cómo la venta está directamente relacionada con la arquitectura, de la manera más clásica, y cómo eso configura muchas veces las imágenes de la arquitectura.
Ramón: Igual tiene que ver también con algo cinematográfico. Nosotros empezamos con el tema audiovisual, y se nota.
Volviendo a un tema que hemos hablado al principio, el de la ironía, el uso que hacéis de los referentes suele tener un punto de humor. Sacados de la cultura popular pero llevados casi al sarcasmo, ¿no?
Jorge: Son referentes que en realidad forman gran parte de lo que somos, de manera inconsciente.
Elena: El objetivo no es ser provocador, sino poner en contacto la educación arquitectónica que tenemos, y lo mainstream, las décadas de los noventa y los dos mil en las que hemos crecido… Nos interesa sacar de contexto unas cosas hacia un mundo, y otras cosas hacia otro, para ver en ese choque qué ocurre. Es un mecanismo. Ese punto de equilibrio o desequilibrio es bastante importante. Es un punto de tensión.
Álvaro: Es también bastante castizo. La cultura popular española es irónica. Desde la serie más popular que se te ocurra, como…
Ramón: Compañeros.
Álvaro: No, como La que se avecina, como cualquiera de estas que son parodias excéntricas.
El proyecto en el que esto es más evidente es Panoramah; en realidad, porque es una cosa muy de feria, ¿no? Se trataba de diseñar el stand de una marca de ventanas de gran formato (y por tanto gran peso) y decidisteis que la mejor manera de visualizar su sofisticación técnica era sustituir el contrapeso de uno de los modelos por una furgoneta del revés. Os salió una cosa de feria dentro de una feria.
Elena: Era la atracción de la feria.
Álvaro: Exactamente, todo lo que tenía de pro lo tenía de contra. Estábamos haciendo algo tan de feria para una feria que igual no salía bien…
Ellos no se dieron cuenta.
Álvaro: Evidentemente. No sabíamos si les iba a encantar, ni si nos iban a pagar la participación en el concurso. De verdad pensábamos que era el planteamiento más idóneo, pero también es verdad que lo presentamos con un discurso más serio de lo que nosotros mismos considerábamos que era.
Elena: Una de las cualidades del proyecto es que, al proponerlo, la empresa lo tomó como un reto; entonces se convirtió en algo ilusionante, con lo que eso conlleva, una especie de nerviosismo, un “vamos a conseguirlo”. Algo que tiene que ver con cosas que a nosotros nos flipan como “¿qué apostamos?”. No hubiéramos podido hacer el proyecto si las personas involucradas no hubiesen asumido ese reto.
Está claro, eso es lo que pensábamos los que estábamos en la presentación. El concurso era restringido y cada equipo lo explicaba ante los demás equipos y la empresa. Ese día, yo os miraba diciendo ¡si no lo saben hacer…!
Álvaro: En teoría, debía funcionar. Lo tanteamos, tenía que funcionar. Pero el momento decisivo fue cuando nosotros acabamos de hablar y ahí estaba…, ¿te acuerdas?, el ingeniero portugués. Yo vi como que hacía así [Molins hace un gesto] y dije “vale, ya está”. Si este tío ha visto que eso es viable…
Fue convincente como una sensación, no sólo como un pensamiento…
Álvaro: Nos planteamos incluso que fuera un comercial a vender el proyecto. Y gastarnos los trescientos euros, o el dinero que fuera que nos dieron por participar, que era nada, era muy poquito, en eso. Y eso habría acabado de redondear la historia de que estábamos haciendo un anuncio.
Ledo: Al final, como generó mucho interés dentro de Ifema, pusieron el pabellón en una zona mejor, exento, porque la imagen que tenía les interesó a los directores de la feria.
Álvaro: Conseguimos que el proyecto no necesitara que lo explicásemos para que se explicase. El gran acierto fue conseguir que la técnica de sus ventanas se asociase a un acto.
El proyecto era muy preciso.
Álvaro: Pasa a veces, habíamos dado en la clave. Eso fue muy guay. Con los dibujos les contamos las cinco palabras clave que ellos tenían en su memoria. Fue un trabajo que hicimos, pasamos el mismo tiempo leyendo su memoria, leímos tantas veces cuántas veces ponían la palabra “técnica”… Fue un acierto dedicarle el tiempo a eso, porque el proyecto era la comunicación de esa memoria. Por eso yo hablaba antes de comunicación, porque cuando está muy bien enfocada ayuda a que nosotros nos salgamos con la nuestra, a que podamos hacer un dispositivo muy cachondo, y a que ellos también se salgan con la suya.
Para acabar, me gustaría preguntaros acerca de cómo enfocáis el proyecto de Taller de Casquería, desde un punto de vista estratégico y comercial.
Ramón: Valoramos mucho los proyectos empresariales. Hay un reto en la comunicación de lo que, como profesionales, ofrecemos. Ahora empezamos a posicionarnos como una especie de asesoría artística.
Jorge: Idílicamente, intentamos plantearnos qué queremos hacer y buscar al interlocutor que quiera llevarlo a cabo. Igual hay un acto de cierta rebeldía con respecto a lo que nos enseñan en la Escuela de Arquitectura, una representación del agente libre, intelectual, que nada tiene que ver con el mundo comercial. Intentamos no prejuzgar al interlocutor; en cambio, valoramos que el proceso del proyecto pueda ser interesante para nosotros. A la vez, nos cuesta mucho concebirnos como herramienta tanto para una marca como para un particular.
Elena: Nos interesan las estructuras comerciales, ¿por qué no mezclarlas con unos procesos que vienen más del artesano y del artista?
¿El proyecto de Casquería está dentro de la arquitectura?
Jorge: Hacemos arquitectura, entendiendo eso de manera más amplia. Es un rol que tiene que redefinirse, por pura supervivencia. Nos consideramos arquitectos porque nuestra formación es ésa.
Elena: Y hemos ido desarrollando una metodología en base al proceso arquitectónico. Hacia donde vamos es hacia el desarrollo de herramientas que hagan que esa metodología tenga cabida en otros campos.
Álvaro: Lo que estamos haciendo es encontrar nuestro sitio, el que hace que todas nuestras cosas sean válidas… Y eso es guay, eso es lo que me emociona a mí casi cada día. En realidad, es entender que todo lo que hacemos nos define. Lo que pasa es que no hemos encontrado la manera de enunciar cómo todo eso nos define como lo que somos.
*
Tomo una foto, y acabamos. Algunos nos quedamos fuera charlando, apoyados en un coche, frente al rótulo de Las Nieves.
Cuatro mil coletas
Conocí personalmente a Taller de Casquería un día en el que ganaron descaradamente un concurso con una furgoneta volcada que hacía de contrapeso de una ventana descomunal. Son precisos, exigentes con los procesos y puntos de partida desde los que desarrollan sus proyectos, y también con las condiciones en las que trabajan. Reciben llamadas como ésa de hace un par de meses, cuando casi les encargan el set de Eurovisión. Como ocurre muchas veces, al final no salió. Juntos, hemos hecho una exposición y un libro llamados The Way Things Go.
Hemos quedado a las cuatro de la tarde. Es julio, qué calor. En cambio, el bar se llama Las Nieves. Por un tubito azul claro chorrean gotas desde la climatización del bar a un bidón de agua mineral. Dentro, barra metálica en U, viejas sillas de cuero marrón claro, el Tour. Están al fondo en una mesa a rebosar de cafés, botellines y algún gin-tonic.
Vais a dar una clase en el IED que se llama Material y color. ¿Sí, no, mentira?
Elena Fuertes: Sí, nos ha llegado esa información de manera directa: “Vais a dar un curso que se llama Material y color”. La parte dura es qué es “material” y qué es “color”.
En realidad, vosotros, más que materiales, usáis productos. Cosas enteras que traéis de otro lado. Por ejemplo, en el proyecto para el Festival Internacional de Benicàssim de 2012 instalasteis unas cabinas de rayos UVA en la playa. Leí una entrevista en la que hablabais de contraponer efecto frente a placer. A mí lo que me interesa es esta cosa de llevar una cabina a la playa.
Jorge Sobejano: Estábamos jugando a la saturación. Es decir: a poner la playa en la playa, a poner el sol debajo del sol.
Ledo Pérez Vázquez: En relación al ready-made, nos parece interesante aprovecharnos de todas las consecuencias de los procesos u objetos que importamos desde otras disciplinas, como sus condiciones logísticas o sus normativas.
Ramón Martínez Pérez: A la vez que el objeto, hay que poner en marcha todo el sistema legal que hace posible su funcionamiento. Entonces se generan situaciones que a nosotros nos interesan, como por ejemplo que hay que hacer un testeo de piel a toda la gente que se va a meter en una cabina de rayos UVA, hacer una especie de pantonera de colores de piel. O que tienen que tener un albornoz antes de entrar en la cabina. Y unas gafitas.
Jorge: Eso nos hizo jugar con la idea de una playa llena de gente en albornoz, o de gente tapada porque ya se ha dado su baño de sol. Entonces la playa pasa a ser un territorio nuevo. La imagen bizarra de una lucha contra el sol. Nuestros carteles eran soles tachados.
Álvaro Molins: Cuando vimos que la cosa funcionaba relativamente bien fue al ver que a la gente les producía esa misma reacción que te produce a ti, como de: “qué gilipollas…”.
Jorge: Vender rayos UVA gratis, debajo de un sol que de por sí es gratis. Era alinear dos soles.
Igual que en Benicàssim, para la exposición The Way Things Go en la galería Monoambiente de Buenos Aires en 2015, vuestro proyecto, Virtual Faith, desplazaba un sistema industrial. Llevaba al absurdo la forma de realizar un sistema de alicatado, alterando su manual de aplicación, que estaba colgado en internet. Además, surgieron otros errores durante el proceso de proyecto. Por ejemplo, cuando estabais haciendo la medición de la instalación había una gran confusión con el cambio de divisa. La cantidad de material que se podía adquirir con el presupuesto que teníais iba variando en paralelo al estado del sistema económico en Argentina. Como si fuera una especie de medidor de la inflación. Algo que llegó a prolongarse hasta el momento en que se hizo el pedido de material. A esto se le sumó el hecho de que el propio proyecto expositivo partía de trabajar en torno a una comunicación interrumpida y a unas instrucciones que debían ser limitadas. Era el galerista quien decidía qué superficies ocupaba el proyecto, siguiendo las instrucciones generales que fueron enviadas. ¿Qué pensáis de esta acumulación de cosas imprevistas o de errores?
Elena: Al principio ni nos dimos cuenta de que los precios iban fluctuando, pensábamos que era un error nuestro.
Jorge: La referencia de la que partimos para Virtual Faith era el video tutorial. Cuando la gente consulta videos, de Bricomanía, de cómo hacerse una coleta o de lo que sea, al rehacerlos, los elementos que se usan fallan, o se cambian: “Vale, pero pongo esta otra baldosa”. Y también funciona, en la variedad está la riqueza. Yo me acuerdo de un Pinterest que teníamos de gente que copiaba tartas, era horrible, ¿os acordáis? Tiene un poco de eso. En Virtual Faith provocábamos un error cambiando un elemento. Pequeñas malformaciones dentro de un sistema.
Elena: Es también interesante cómo en esa suma de errores, que tiene que ver con que es una cosa a distancia, esa distancia te da libertad.
No tienes responsabilidad, hasta un punto.
Ramón: Era un poco lanzar ese modelo inicial, y esperar.
Jorge: Que luego la instalación encima tenga una lectura socioeconómica, ya es lo máximo.
Me gustaría preguntaros sobre otros proyectos vuestros que trabajan con estos dos lados de la realidad, el más físico y el virtual. Creo que es algo que está presente en Black Island. En él, detectabais unos fallos de mapeado en Google Earth, nueve manchas negras en el Mar Sur de China, una zona en la que seis estados están inmersos en un conflicto por la soberanía de las aguas. A la vez, mostrabais cómo distintos usuarios habían reclamado dichos puntos como parte de alguno de los seis estados, “habitando” ese territorio virtual a través de imágenes geolocalizadas. Esta práctica tiene fines parecidos a los de colocar una bandera izada en la realidad física, su coste es más bajo y la comprobación de su veracidad, difícil, convirtiéndose en una estrategia de colonización virtual.
Jorge: A veces hacemos una lectura superficial de las cosas de la que sacamos una ley inamovible. Nos proponemos leer el mundo de una manera muy plana y llevarlo hasta sus últimas consecuencias. En Black Island descubrimos unas manchas negras que evidentemente eran un fallo. Decidimos construir una investigación, que aún tenemos en marcha, a partir de esa fricción que hay en la translación entre lo real y lo virtual.
Ramón: A priori, es muy pasivo estar delante de un ordenador, delante de ese gran flujo de información. Pero de repente podemos encontrar parcelitas de posibilidad que tienen un punto muy fantasioso. Si un video sobre cómo hacerse una coleta tiene cuatro mil visualizaciones, para mí hay cuatro mil coletas.
Ese agujero de información no es sólo un agujero de visualización, sino de narrativa.
Jorge: Por eso decimos, “y si esto fuera…”. Y ese “y si” es superficial, pero vamos a creerlo, vamos a hacer una instalación acerca de un video de cómo hacerse la coleta de Khaleesi.
La pregunta sería entonces por qué esa lectura posible se hace sobre lo virtual.
Elena: Porque existen canales virtuales y podemos jugar con sus reglas y con sus herramientas. No creamos esas plataformas sobre las que intervenir, sino que intervenimos sobre plataformas ya creadas, que ya están siendo utilizadas.
Jorge: Lo virtual tiene unas leyes que no son tan sólidas. También significa entender en qué mundo te mueves, qué puede ser un like. Pensar que una visualización equivale a una realización. Te pueden decir que no es así, igual no el cien por cien, pero si hay un video de peinados, un sesenta por ciento, mínimo, sí que se han ejecutado.
¿No os parece que las cosas no tengan forma da problemas para comunicarlas a la gente?
Jorge: Molins y yo venimos de un encuentro de proyectos ganadores de Europan, y somos el único equipo que no había formalizado nada de nada. Nosotros conectamos a un nivel que no está vinculado con la forma. La forma es algo que viene luego. En Europan igual estamos pagando eso. Nos hacían muchas preguntas acerca de si el planteamiento más político o económico de nuestra propuesta era arquitectura. Estas preguntas sobre la forma se las hacen a un arquitecto, al resto no.
En este proyecto para Europan (un concurso europeo para jóvenes arquitectos en el que se involucran los ayuntamientos de distintas ciudades) planteasteis la renovación de un complejo fabril en desuso, en Alemania, a través de una industria de reciclaje de componentes electrónicos. Efectivamente, lo que proponíais era una estrategia.
Jorge: Nosotros no tenemos ningún miedo a formalizar. Lo que pasa es que nuestro interés está en pasos previos a la forma, sin caer en la versión moderna de “form follows function”, porque no es eso, porque la abordamos libremente, pero no es fundamental. En Europan, nuestro planteamiento era el más abierto de todos, el que más debate intentaba generar con todo el resto de agentes, y al final el que menos aceptación tuvo por parte de su propia ciudad.
Álvaro: Igual que no dudamos del valor que tiene nuestra propuesta, sí que, como autocrítica, quizá debamos ser más capaces de comunicar sus bondades.
Los formatos en los que trabajamos los arquitectos para comunicar los proyectos, tienen que ver con propuestas de tipo tradicional. En el caso de proyectos más estratégicos, ¿hasta qué punto debería ser necesario desarrollar posibles formas que pueden tomar esas estrategias, de manera meramente ilustrativa?
Álvaro: Para el encuentro de Europan preparamos unos gifs; el tío decía, “es que me gusta más esto, porque comunica”. Claro, pero es Europan, tuvimos que entregar en forma de paneles de tamaño A1… Los propios agentes que reclaman mayor innovación te lo piden en un formato que no te permite dar pie a eso que piden.
Nos pasa mucho que la gente no nos entiende hasta que no vamos a verlos. Yo pienso que a mí me pasa igual, que de primeras caigo pesado, pero luego, si me conoces, soy majo.
Elena: A todo el mundo le ha caído mal Molins al principio.
Mientras preparaba la entrevista, curiosamente la conexión intuitiva que me ha surgido ha sido con el trabajo de Fermín Jiménez Landa. Por otro lado, además de “sin forma”, la estética de vuestros proyectos es algo cruda, ¿no?
Jorge: Yo creo que tiene que ver con que nosotros trabajamos en equipo.
Álvaro: En realidad, la convergencia es mucho más amplia que la base no común, pero la base no común es probablemente la más divertida, el anecdotario personal de cada uno, Ledo con Padrón, Ramón porque le gustan cosas borricas de su pueblo o yo porque… veo más videos de YouTube que cualquier cosa. Las divergencias en el campo de lo personal son los ingredientes que generan la cohesión.
Ruido de botellas, está el camarero.
Álvaro: Espera que te ayudo.
Jorge: [Se dirige al camarero] Yo quiero otra, porfa, la última.
Y… la Bienal de Arquitectura Española. Hicisteis el proyecto expositivo de 2013. A mí esa propuesta me gusta mucho, la verdad. Es muy sistemática. Volvemos a esas ideas de una cosa que está en un sitio y representada en otro…
Ruido de vasos.
Ramón: Un gin-tonic.
Ledo: A mí otro.
Contadme un poco el proyecto para la Bienal. No tanto su descripción, treinta y seis cámaras en streaming en treinta y seis edificios, ¿no? Y luego mostrados en una gran pantalla.
Jorge: Estaban muy preocupados con la difusión de la arquitectura y dijimos, ¿por qué no hacer un programa de arquitectura por la tele? Y la idea era también conseguir cómo llevar eso a los formatos de uso habitual. ¿Tiene el interés suficiente la arquitectura como para que sea un programa de TV? No salió.
Ramón: Las treinta y seis cámaras fueron elegidas con una calidad determinada, con un formato determinado, que daba unas características estéticas que ayudaban a esa homogeneización de todas las vistas de todos los edificios.
Jorge: Fue una deriva desde la idea de la TV, que dio como resultado esa estética de imagen. La intención era que si eliminas lo estrambótico de la forma de un edificio, ¿qué más hay?, ¿cuánto de interesante es mirarlo hora tras hora?
Ramón: Nosotros fuimos a instalar las cámaras a treinta y seis puntos de España. A mí personalmente me tocó instalar una en el tejado de la catedral de Zamora. Esto nos metió en situaciones muy surrealistas. Yo tuve que sobornar al deán de la catedral para que pudiésemos subir a instalar. Nos gusta sentirnos como el Equipo A. Sobre todo antes.
Jorge: Luego hay documentos muy bonitos, que nos encantan. Los seleccionados se mostraban a través de una serie de planos grabados con móviles. Los del aeropuerto de Murcia, que está cerrado, nos los hizo el guardia de seguridad. Son unos documentos del aeropuerto vacío. Las dinámicas de la gestión están intrínsecas en las imágenes: al final las imágenes están cargadas de connotaciones. Cada imagen es una negociación.
Álvaro: Muchos de los arquitectos autores acabaron contentos y otros muchos acabaron cabreados. Porque, para ellos, mostrar su edificio era hacerlo de la manera en la que ellos creen que es de la que va su edificio. “En mi edificio lo importante es la fachada.” Pero hay un edificio detrás de esa fachada, entero, que tiene que servir para algo.
En el Taller que hicisteis hace poco en la UEM, Una casa ideal, trabajasteis con el espacio doméstico.
Jorge: De forma parecida a lo que planteamos en la Bienal al generar un marco homogéneo para los treinta y seis proyectos, intentábamos entender la plataforma de Idealista como una red con determinados códigos. Deriva de un proyecto que no salió, en el que investigábamos grandes obras de la arquitectura a través de Idealista. En ese caso planteábamos que Idealista era una gran plataforma arquitectónica, la más consultada, probablemente, en España. ¿Qué ocurre al mirar grandes obras de la arquitectura a través de ese punto de vista: con unas normas determinadas, que tienen que ver con vender mejor una casa…? La casa Huarte, de Corrales y Molezún, la tenías ahí, era muy atractivo verla desde el punto de vista de la venta en internet. El taller trataba de investigar mejor esos procesos. Por otro lado, el proyecto reflexionaba en torno a la ocupación virtual: ¿qué pasa cuando yo ocupo el plano paralelo de un espacio físico?¿A qué nos lleva? Y a modo de experimento, ocupamos virtualmente una dirección física en Madrid. “Vamos a construir posibles viviendas sobre esta vivienda.” Además podíamos pensar en cómo la venta está directamente relacionada con la arquitectura, de la manera más clásica, y cómo eso configura muchas veces las imágenes de la arquitectura.
Ramón: Igual tiene que ver también con algo cinematográfico. Nosotros empezamos con el tema audiovisual, y se nota.
Volviendo a un tema que hemos hablado al principio, el de la ironía, el uso que hacéis de los referentes suele tener un punto de humor. Sacados de la cultura popular pero llevados casi al sarcasmo, ¿no?
Jorge: Son referentes que en realidad forman gran parte de lo que somos, de manera inconsciente.
Elena: El objetivo no es ser provocador, sino poner en contacto la educación arquitectónica que tenemos, y lo mainstream, las décadas de los noventa y los dos mil en las que hemos crecido… Nos interesa sacar de contexto unas cosas hacia un mundo, y otras cosas hacia otro, para ver en ese choque qué ocurre. Es un mecanismo. Ese punto de equilibrio o desequilibrio es bastante importante. Es un punto de tensión.
Álvaro: Es también bastante castizo. La cultura popular española es irónica. Desde la serie más popular que se te ocurra, como…
Ramón: Compañeros.
Álvaro: No, como La que se avecina, como cualquiera de estas que son parodias excéntricas.
El proyecto en el que esto es más evidente es Panoramah; en realidad, porque es una cosa muy de feria, ¿no? Se trataba de diseñar el stand de una marca de ventanas de gran formato (y por tanto gran peso) y decidisteis que la mejor manera de visualizar su sofisticación técnica era sustituir el contrapeso de uno de los modelos por una furgoneta del revés. Os salió una cosa de feria dentro de una feria.
Elena: Era la atracción de la feria.
Álvaro: Exactamente, todo lo que tenía de pro lo tenía de contra. Estábamos haciendo algo tan de feria para una feria que igual no salía bien…
Ellos no se dieron cuenta.
Álvaro: Evidentemente. No sabíamos si les iba a encantar, ni si nos iban a pagar la participación en el concurso. De verdad pensábamos que era el planteamiento más idóneo, pero también es verdad que lo presentamos con un discurso más serio de lo que nosotros mismos considerábamos que era.
Elena: Una de las cualidades del proyecto es que, al proponerlo, la empresa lo tomó como un reto; entonces se convirtió en algo ilusionante, con lo que eso conlleva, una especie de nerviosismo, un “vamos a conseguirlo”. Algo que tiene que ver con cosas que a nosotros nos flipan como “¿qué apostamos?”. No hubiéramos podido hacer el proyecto si las personas involucradas no hubiesen asumido ese reto.
Está claro, eso es lo que pensábamos los que estábamos en la presentación. El concurso era restringido y cada equipo lo explicaba ante los demás equipos y la empresa. Ese día, yo os miraba diciendo ¡si no lo saben hacer…!
Álvaro: En teoría, debía funcionar. Lo tanteamos, tenía que funcionar. Pero el momento decisivo fue cuando nosotros acabamos de hablar y ahí estaba…, ¿te acuerdas?, el ingeniero portugués. Yo vi como que hacía así [Molins hace un gesto] y dije “vale, ya está”. Si este tío ha visto que eso es viable…
Fue convincente como una sensación, no sólo como un pensamiento…
Álvaro: Nos planteamos incluso que fuera un comercial a vender el proyecto. Y gastarnos los trescientos euros, o el dinero que fuera que nos dieron por participar, que era nada, era muy poquito, en eso. Y eso habría acabado de redondear la historia de que estábamos haciendo un anuncio.
Ledo: Al final, como generó mucho interés dentro de Ifema, pusieron el pabellón en una zona mejor, exento, porque la imagen que tenía les interesó a los directores de la feria.
Álvaro: Conseguimos que el proyecto no necesitara que lo explicásemos para que se explicase. El gran acierto fue conseguir que la técnica de sus ventanas se asociase a un acto.
El proyecto era muy preciso.
Álvaro: Pasa a veces, habíamos dado en la clave. Eso fue muy guay. Con los dibujos les contamos las cinco palabras clave que ellos tenían en su memoria. Fue un trabajo que hicimos, pasamos el mismo tiempo leyendo su memoria, leímos tantas veces cuántas veces ponían la palabra “técnica”… Fue un acierto dedicarle el tiempo a eso, porque el proyecto era la comunicación de esa memoria. Por eso yo hablaba antes de comunicación, porque cuando está muy bien enfocada ayuda a que nosotros nos salgamos con la nuestra, a que podamos hacer un dispositivo muy cachondo, y a que ellos también se salgan con la suya.
Para acabar, me gustaría preguntaros acerca de cómo enfocáis el proyecto de Taller de Casquería, desde un punto de vista estratégico y comercial.
Ramón: Valoramos mucho los proyectos empresariales. Hay un reto en la comunicación de lo que, como profesionales, ofrecemos. Ahora empezamos a posicionarnos como una especie de asesoría artística.
Jorge: Idílicamente, intentamos plantearnos qué queremos hacer y buscar al interlocutor que quiera llevarlo a cabo. Igual hay un acto de cierta rebeldía con respecto a lo que nos enseñan en la Escuela de Arquitectura, una representación del agente libre, intelectual, que nada tiene que ver con el mundo comercial. Intentamos no prejuzgar al interlocutor; en cambio, valoramos que el proceso del proyecto pueda ser interesante para nosotros. A la vez, nos cuesta mucho concebirnos como herramienta tanto para una marca como para un particular.
Elena: Nos interesan las estructuras comerciales, ¿por qué no mezclarlas con unos procesos que vienen más del artesano y del artista?
¿El proyecto de Casquería está dentro de la arquitectura?
Jorge: Hacemos arquitectura, entendiendo eso de manera más amplia. Es un rol que tiene que redefinirse, por pura supervivencia. Nos consideramos arquitectos porque nuestra formación es ésa.
Elena: Y hemos ido desarrollando una metodología en base al proceso arquitectónico. Hacia donde vamos es hacia el desarrollo de herramientas que hagan que esa metodología tenga cabida en otros campos.
Álvaro: Lo que estamos haciendo es encontrar nuestro sitio, el que hace que todas nuestras cosas sean válidas… Y eso es guay, eso es lo que me emociona a mí casi cada día. En realidad, es entender que todo lo que hacemos nos define. Lo que pasa es que no hemos encontrado la manera de enunciar cómo todo eso nos define como lo que somos.
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Tomo una foto, y acabamos. Algunos nos quedamos fuera charlando, apoyados en un coche, frente al rótulo de Las Nieves.