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Confesiones de un atracador de bancos

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Fue uno de los atracadores más recordados por la policía en la Barcelona de los 80. Daniel Rojo Bonilla (Barcelona, 1962), conocido como Dani “El Rojo” o “El Millonario”, pasó muchos años en la cárcel, los suficientes como para pensar en todo lo sucedido. Las heridas de bala y las cicatrices por arma blanca quedaron en su piel, marcando una trayectoria empapada en drogas y dinero. A día de hoy, Dani ha superado todo aquello, primero trabajando como guardaespaldas y después como escritor y monologuista. De la mano del escritor Lluc Oliveras, publicó sus memorias en tres entregas: Mi vida en juego. El origen del gánster de Barcelona (Belaqva, 2005), Confesiones de un gánster de Barcelona (Ediciones B, 2010) y El gran golpe del gánster de Barcelona (Ediciones B, 2012). Por su parte, y ya como autor, Dani ha publicado las novelas El secuestro de la Virgen negra (Timun Mas, 2014), La venganza del tiburón (Timun Mas, 2014) y Gran golpe en la pequeña Andorra (Timun Mas, 2015). Sin prisas, responde al teléfono desde una cafetería en Barcelona.

Cuanto más dinero se tiene, ¿más se gasta?

Sí. Los políticos no quieren más dinero, sino más poder. Yo no llegué a ese nivel psicopático: quería dinero y por eso ejecutaba buenos atracos. Pero yo ya estaba contento con lo que tenía; me lo gastaba y buscaba más.

¿El motivo, entonces, era tener por tener?

No. A mí tener dinero me daba la felicidad, las putas, los coches, vestir bien, toda la droga que quería… Para mí eso era la felicidad. Por eso quería tener dinero.

Tu objetivo no era el poder, sino un status de vida.

Exacto. Todo eso lo hice influenciado por las drogas y por haber visto de jovencito a mis mitos; Lou Reed y toda esa gente. Eran triunfadores, se drogaban y eran supermillonarios. Yo quería ser como ellos, y como no era músico, pues me metí a atracar bancos. Primero empecé por farmacias y estancos, pero era una chorrada. ¡Yo quería dinero! Y en lugar de irme a una pensión, me iba a un apartamento que me costaba seis mil pelas al día. Claro, para pagármelo tenía que hacerme tres farmacias al día. Tampoco venía de una familia desestructurada. Yo tenía estudios, mi padre era lo que se dice un emprendedor (antes un empresario); nunca me educaron para ser delincuente. Estaba recibiendo una educación, pero de golpe y porrazo murió Franco, entraron unas influencias americanas y anglosajonas nuevas para España y cada uno lo cogió como quiso. Cuando Ian Dury soltó aquello de sexo, drogas y rock ‘n’ roll en 1977, compré entera aquella actitud de la canción. Me río ahora porque ya lo he pasado.

¿Hay similitudes entre la situación de antes y la de ahora? Me refiero sobre todo a los barrios del extrarradio de Madrid y Barcelona.

En general hay muchas similitudes entre los 70 y los primeros 80 respecto a lo que fueron los dosmiles. A partir de entonces no. Yo creo que estamos en un momento mucho más jodido porque antes, dentro de la incertidumbre, teníamos ganas de hacer cosas nuevas. ¡Incluso los políticos! No me creo que Felipe González —que apareció con todo su poder de convicción y luego nos la metió doblada con el tema del No a la OTAN—, no quisiera cambiar las cosas. Creo que los personajes públicos que salieron en aquel momento quisieron hacerlo bien, lo que pasa es que se encontraron con lo que ya estaba montado desde mucho antes; todo pactado y todo controladísimo. Mira lo que ha pasado en Cataluña con Pujol. ¿Hizo cosas buenas? Claro que sí. Y cuidado, que no quiero excusarlo, que tanto él como Felipe González tenían que estar en la cárcel —yo he estado en la cárcel por menos—. Pero cuando empezaron a hacer las cosas vieron que después les podían caer ciento cincuenta millones de pesetas. ¿Lo iban a invertir en los pobres? ¡Qué va! Se lo metían en el bolsillo. Lo malo es que los españoles, con ese ejemplo, pensamos que también lo haríamos y lo perdonamos. Y no, no hay que perdonar, sino comprender. Ahora estamos muy desilusionados. O pasa algo de verdad o no sé por dónde va a salir esto.

En tu caso las drogas fueron un agravante.

Empecemos porque entré en la delincuencia por las drogas y estuve influenciado por ellas. Empecé a meterme cocaína y heroína por vía venosa a los 15 y a los 16 ya atraqué mi primer banco. Me junté con gente bastante mayor que yo. En aquella época la delincuencia tenía un punto romántico. No se trataba de hacer tirones o de ser como El Vaquilla; eso para nosotros era la antítesis, ¿entiendes? No es que quisiéramos ser delincuentes de guante blanco, pero creo que en los 80 logramos hacer mafia. Si éramos seis, tres eran atracadores y tres jugadores profesionales. En aquel momento no había leyes sobre el juego. Esos tres jugadores se juntaron con nosotros, que éramos atracadores con dinero, así que empezamos a montar minicasinos. No eran legales pero tampoco ilegales.

La primera vez que pisaste la cárcel, ¿sentías que debías redimirte o era un orgullo?

No es que fuera un orgullo. La primera vez fue en 1981 y tenía 19 años. La verdad es que me creía Superman. Con esa edad era ya un bigardo de tío porque, ya te digo, la droga nunca me quitó el hambre; comía siempre como un cabrón. Yo no era tonto porque sabía que delinquía, pero con el rollo del romanticismo de la delincuencia no nos veíamos marginales. Me creía cool. La cocaína y la heroína nos la vendieron como de triunfadores porque la tomaban los ricos. Me sentía satisfecho de esa vida que estaba llevando y haciendo con mis compadres. No es que trabajara, es que nos estábamos arriesgando la vida. Teníamos el orgullo de pertenecer a nuestro clan. La cárcel la veía lejos porque no creía que fuera a caer, aunque sabía que era una parte más de esa vida que había elegido.

¿Las novelas te han servido para reflexionar sobre aquello?

Sí. Haber escrito las novelas me ha permitido reflexionar mucho. Me acuerdo que tuve una gran impresión porque me encontré con tíos de toda clase: negros, gitanos, tatuados, heridos… Imagínate la impresión que me llevé. Al rato llegué a una conclusión: si estaba ahí era porque era tan marginal como ellos. El ser humano se adapta, así que me adapté.

¿Por qué atraco entraste?

Por uno a una joyería que hicimos entre cinco. Pero el único que fue a la cárcel fui yo. Entré con orgullo porque no me había chivado. Y en la cárcel, que sepan que un atracador entra habiendo dejado a sus compañeros afuera, ya te miran de otra forma. Encima era una joyería de 400 millones de pesetas, así que era el que más dinero tenía de la primera galería. En los tres años que estuve esa vez, vi que también había status hasta en la cárcel. De todas formas, sufrí más los tres días que estuve en comisaría. Fueron muy duros. Otro rollo.

¿Por qué?

En los 80, en las comisarías, se pegaba duro, fuerte y contundente. No había diligencias previas ni había nada. Igual que las cárceles no estaban preparadas —eran cárceles de presos políticos—, la policía tres cuartas de lo mismo. Hacía cinco años que había muerto Franco, pero los comisarios y los inspectores seguían siendo los mismos, como el grupo de antiatracos. En Madrid teníais unos cuantos malos, pero en Barcelona te podría contar de unos cuantos que no te paraban para detenerte, sino para matarte y quitarte el dinero que habías robado.

Que tú sepas, ¿se quedaron con parte de algún botín tuyo?

Mío no, pero sí de compañeros. A otros los mataron en la autopista sin que tuvieran nada del botín del atraco. Tú que eres periodista, investiga un poco sobre un tal Argüelles que estaba por aquí, por Barcelona. Era una cosa casi diaria. Si eras de los buenos te tenías que preocupar también por la policía, pero no porque te fueran a detener, precisamente. Era así. Igual que nosotros estábamos con la droga, ellos también. Se metían tanto o más que nosotros.

¿Se puede decir que la preparación de vuestros atracos era más intelectual?

Bueno, nosotros buscábamos más dinero porque queríamos ser lo que hoy se dice nuevos ricos. En aquel momento, como no había tanta informática, se podía engañar mucho (y al fisco ni te cuento). No quiero hacer apología de la delincuencia pero, para nuestra desgracia, España nunca tuvo una cultura de la delincuencia. Piensa en América. Culturalmente hablando, Estados Unidos tuvo a John Dillinger, Jesse James… También los cómics y las novelas. Aquí los niños de la época leían Hazañas bélicas; allí leían historias de Jesse James atracando trenes. Ellos tienen esa cultura de la delincuencia, como tú dices, más intelectual. También en Argentina, porque los atracadores argentinos eran la hostia.

¿Cómo preparabais vosotros los atracos?

Todo se iba aprendiendo. Al principio éramos tres amigos que iban buscando bancos, y si tenían guarda de seguridad, mejor, porque así podíamos robarle las armas, ya que al comienzo no teníamos armas buenas. En los años 1978, 1979 y 1980, los bancos tenían, prácticamente, las puertas abiertas. También era el momento del aumento del consumo de heroína. De hecho, creo que en 1981, se hizo un estudio periodístico sobre los atracos en España comparados con los de Estados Unidos. Y aún teniendo Estados Unidos más habitantes que España, nosotros les doblábamos en número de atracos. Como los bancos tenían las puertas abiertas, cuando vieron el aumento empezaron a tomar medidas.

Y empezó a cambiar la forma de atracar, intuyo.

Claro. Hacia 1982, los bancos ya tenían otras medidas de seguridad. Entonces, o nos volvíamos más inteligentes o no volvíamos a llevarnos el dinero. Había algunos que sí lo hacían así, pero se llevaban una mierda. Y nosotros… no sé. Igual yo, que había estudiado hasta BUP, tenía algo de inteligente [risas]. A lo mejor, porque como éramos seis, teníamos doce ojos, y ya sabes que doce ojos ven mejor que seis y que seis mentes piensan mejor que una. Cuando uno de nosotros decía que había visto tal cosa, el resto íbamos y mirábamos cómo entrar o por dónde. Hacer un buen atraco requería una buena preparación para hacerlo en el menor tiempo y sacar el máximo posible sin que nos vieran. Vaya, haciendo el mínimo daño posible. ¿Recuerdas el atraco al Banco Río en Argentina?

Sí, claro. Sucedió en 2006.

Dicen que fue el atraco en el que se llevaron más dinero. También montaron un show bestial: los tenían rodeados y ellos pidiendo pizzas… Estuvieron 24 horas dando por culo con los rehenes y tal. Pues en ese tiempo hicieron un agujero por un lado y se fueron por otro sitio. ¿Crees que no estaba pensado? Si hay que hacer una preparación pomposa pero con un efectivo así de bueno, se hace. Por eso es lo propio hacer un atraco sin que se vea. Y si, por los motivos que sean, la pomposidad es distracción, está de chapó. Ahora no estoy seguro si hubo algún muerto o no, pero para nosotros los atracos eran así. Buscábamos efectividad. Teníamos que saber la hora de entrada, el dinero que había dentro para saber lo que nos íbamos a llevar y tener muy preparadas las salidas. Aparte del romanticismo que teníamos por la delincuencia, ninguno de los seis era un psicópata. No buscábamos el daño ajeno pero sí el lucro personal. No éramos santos, éramos unos delincuentes que utilizaban la violencia con otros delincuentes.

¿Crees que una cárcel es mejor negocio que un atraco?

Bueno, la cárcel es un negocio. Hace tres años dije que dentro de diez años todas las cárceles de España serían privadas. Piensa que yo he pagado 14 años de cárcel. Cuando llegué en los 80 a las cárceles, había cinco o seis personas que tenían la EGB, el resto eran analfabetos. Yo tenía estudios y ahí, como en muchos otros sitios, el tuerto es el rey, así que los buenos destinos me los daban a mí. Ahí me di cuenta del negocio que había. Podría enumerarte cosas y fliparías. Esto que te digo fue en la década de 1980, pero en la siguiente, se movían verdaderas sumas de dinero en subvenciones, pagos y tal. Al final será como en América, donde son empresas las que llevan el tema de las cárceles. Una llevará el restaurante porque habrá que dar de comer a 2.500 personas. Es así de sencillo. Además, esas 2.500 tendrán gustos diferentes. En Colombia, en la Modelo de Bogotá, tienen siete restaurantes dando un menú a cada cuál mejor y más barato. Como no cambie la política, veo que todo se va a privatizar para hacer negocio. No sé cómo lo harán, pero lo harán.

Alguna vez has dicho que no te importaría cargarte a algún que otro político, farmacéutico o banquero…

Es que estamos en un momento… Si por hacer algo así cambiaran las cosas y me asegurase la felicidad de mi familia, iría contento a la cárcel. Es que es un descaro. Leí hace unos meses en el BOE que la gente no iba a poder ser feliz si no creía en Dios. ¡¿Y eso se lo van a decir a mis niños de siete años?! Esto no es franquismo, ¡¡es Edad Media!! Y no quise seguir leyendo las burradas que decían. Además, esto es a nivel infantil y de educación, pero… ¿y lo que están haciendo con la Sanidad? ¿Y las preferentes con los abuelos? ¿Y el tema de las tarjetas black? Y sin embargo se la lían a un tío que entra en un supermercado sin un puto duro para coger leche para sus hijos. A mí que me traten de pobre lo acepto, porque he nacido pobre y sé que vamos a ser pobres toda la puta vida, pero que no me traten de tonto. No quiero hacer apología de la revolución, pero es que… Soy más de la teoría del caos porque soy muy anarquista, aunque más diría que soy un anarcoaburguesado. Tengo dos hipotecas, dos hijos, estoy pagando mil euros cada mes de colegio. Estoy puteado como cualquiera, pero mis ideas de libertario no me las quita nadie. Que cada uno haga lo que quiera sin pisar a los demás; que cada uno pueda elegir lo que pueda hacer. ¡Si lo más bonito es hacer lo que uno ama! Así estaríamos todos contentos porque no parecería que trabajáramos. Si ya no tenía el concepto del valor de dinero cuando era atracador, ahora tampoco lo quiero tener. Creo que el cáncer mundial es el afán de aumentar capital. Más que la avaricia. Si te vas a morir, ¿qué quieres hacer con tanto dinero? ¿Cómo alguien que amasa tanto dinero y lo tiene ahí puede ser feliz mientras ve cómo los niños pasan hambre? Pero no son felices porque no tienen conciencia, por eso no pasaría si los matáramos de gratis. De hecho, además de ir contento a la cárcel, me pondrían laureles por donde vaya. Estoy convencidísimo. Igual que cuando uno nace no sabe de dónde viene, cuando muere tampoco sabe a dónde va. Hay que vivir contento, sin pisar a nadie. Si no hay otra cosa.

¿Quién crees que es o fue feliz?

Los únicos seres felices fueron los pobres neandertales porque sólo querían comer, follar y criar pelo. Esos tíos eran felices hasta que llegamos nosotros, los cromañones, y los matamos como si fueran animales.

¿Crees en el karma?

¿Sabes lo que pasa? Que estas palabras implican algo religioso y yo me cago en la hostia con esas cosas. La religión, como las excusas: todas falsas. Sobre el karma, más o menos viene a decirte lo que has hecho, como pasa con los cristianos, los budistas o los mahometanos. Todos lo dicen pero con otra palabra. Sin ser religioso ni nada, también lo creo, pero lo creo por hechos. Desde el primer momento en que decidí dejar las drogas, dejar ese mundo e intentar hacer una vida más o menos normal y di ese primer paso, todos los demás pasos que he dado durante 17 años fueron positivos y me han dado cosas como encontrar una mujer que me quiera, el empezar a trabajar con artistas —algo que amaba y que parecía que no trabajaba de tanto que me gustaba—, el tener a mis mellizos a mis años… Luego me detectaron cáncer de hígado, pero me operaron y no he tenido que hacer nada salvo seguir con estos pasos positivos. Creo que cuando uno va haciendo las cosas bien, le vienen dadas bien. Ni más ni menos. No tiene que ser por religión, sino porque uno, de verdad, lo quiere y está convencido. ¿Es el karma? Llámalo como te salga de los cojones.

 

Fotos (1 y 2) de vidasajenas.es