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Alegrías y congojas del orgasmo

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Testimonio nº 1

—¿Tú qué sientes al correrte?           
—Un placer muy grande, satisfacción inmensa. Aunque después tengo que descansar durante unos segundos antes de seguir. ¿Y tú? ¿Qué sientes? Biológicamente, os quedáis exhaustos para que al menos uno de los doscientos millones de espermatozoides que eyaculáis pueda fecundar nuestro óvulo, sois incapaces de huir. La naturaleza os impide moveros para formar así el embrión. Por eso sentís sueño postcoital.
—No, no, no es sueño... me pongo triste. Bueno, tampoco es tristeza, es más bien melancolía… No sé por qué, por eso te preguntaba... ¿A ti no te pasa?
—¿A mí? No.

Testimonio nº 2

“Al terminar, la sensación es de suciedad. Siempre me entran ganas de largarme, de que me dejen en paz. Siento desazón… Intento pronunciar algo rápido en cuanto me corro, siempre cosas sin sentido: “falda de agua”, “perros locos”, frases de ese estilo… pero el truco casi nunca funciona y cuando acabo, aunque esté solo haciéndome una paja, siempre pienso que todo me sale mal, siento vergüenza, me angustio... El corazón se me apelmaza en el pecho como una masa de cemento, aprieto los dientes… Todo eso”.

Testimonio nº 3

“Yo lo llamo ‘pereza post coitum’. Pero sólo me pasaba antes de casarme, cuando estaba con tías por sexxxxxo”.

Testimonio nº 4

No lo entiendo… ¿Por qué tendría que derrumbarme o sentir melancolía después de eyacular? Sí que aparece esa desexualización en la que no te apetece hacer nada que tenga que ver con un coño y tienes que disimular para salir del paso y no tener que masturbar a la tipa… Pero disfrazarlo de “tristeza” es algo que me parece ruin.

Investigación

Partiendo de la diferencia entre entendimiento e imaginación, Spinoza apuntó en su inacabado Tratado de la reforma del entendimiento que al placer de los sentidos le siguen siempre melancolía y arrepentimiento: "Por lo que respecta al placer sensual, el ánimo queda tan absorto como si descansara en el goce de un bien, lo cual le impide totalmente [al hombre] pensar en otra cosa". Pero tras ese goce viene una gran tristeza que, aunque no impide pensar, perturba y embota la mente. Baruch Spinoza (Ámsterdam, 1632 — La Haya, 1677) no culminó la redacción del Tratado de la reforma del entendimiento al quedarle ciertos asuntos por resolver sobre los que dejó anotaciones para posteriores correcciones que, por supuesto y por procrastinación, no tuvo ocasión de realizar antes de morir. Por ejemplo, al establecer en el borrador de su Tratado que el hecho de entregarse a los deseos del placer sensual supone una muerte segura, Spinoza anotó: "Este tipo de hipótesis hay que demostrarlas con mayor rigor". Parece que no se atrevió a evidenciarlo y es que el postergamiento de actividades que deben ser realizadas, también hoy en día, denota inseguridad, ansiedad o miedo.

Quienes sí analizaron con rigor y fogosidad las consecuencias del clímax sexual fueron los poetas franceses que empezaron a denominar mort al orgasmo, definiendo así la pequeña muerte, la breve pérdida de consciencia seudomortal que supone la culminación del placer sexual. Sin rodeos, William Shakespeare (Stratford-upon-Avon, 1564 — 1616) define el acto sexual ya en el primer verso del Soneto 129 como “un gasto del espíritu, un vergonzoso gasto” y describe en el verso final del poema la tristeza posterior al coito como “un infierno inevitable al que se accede inmediatamente desde el cielo”. Naturalmente, Charles Baudelaire (París, 1821—1867) también hace referencia en Les Fleurs du Mal a la aflicción post coital, en la primera estrofa del poema L'aube spirituelle, al mencionar el ángel que, ante los libertinos, se despierta misteriosamente con sed de venganza.

Steve McQueen (Londres, 1969) recibió la alternativa shakesperiana para realizar la adaptación contemporánea del soneto 129 sobre la vergüenza que produce el placer sexual y rodó Shame (2011), película protagonizada por Michael Fassbender que narra la existencia de un hombre vacío de toda emoción y sentido vital que en realidad siente una profunda tristeza post coitum, también en el momento en que camina desde la cama al cuarto de baño para orinar. Con el pene erguido y rígido, muchos hombres se doblan o desmayan por puro éxtasis en cuanto se desborda la pasión. Los supervivientes que consiguen capear el síncope manteniéndose despiertos a menudo aguantan o sueltan un llanto agonizante como si el acto sexual fuera un asunto bilateral, privado y complicado como un ajuste de cuentas. La eyaculación es bastante más de lo que se necesita para hacer llorar a un hombre, quien tras el orgasmo acostumbra a tener sueño pero también suele caer preso del asco, la rabia, el miedo y la vergüenza sin ningún tipo de explicación racional y objetiva.

Hoy en día no se sabe a ciencia cierta qué produce esa tristeza o melancolía también denominada disforia post-coital. Los últimos datos científicos publicados al respecto incluyen infinitas estadísticas relacionadas con el modo en que se acuerda y consuma el acto sexual en el siglo XXI: de forma superficial y sin ningún tipo de entrega. No obstante, las primeras referencias a este tipo de spleen sexual se remontan a la Antigua Roma: fue el médico grecorromano Galeno y no Nacho Vegas (Gijón, 1974) el primero en afirmar que Triste est omne animal post coitum, praeter mulierem gallumque, esto es: en la sed mortal, todos los animales se ponen tristes después del coito, salvo el gallo y la mujer. El ritual de apareamiento es similar entre estas dos especies: el gallo realiza una danza arrastrando sus alas mientras baila en círculos alrededor de la hembra, quien probablemente se aleje. El gallo entonces desarrollará su astucia y atraerá a las gallinas hacia la comida o los cines Verdi para montar a la gallina elegida para el apareamiento mientras ella come tranquilamente sus granos de palomitas de maíz. Sin embargo, las costumbres post-inseminación son completamente distintas: en el caso de las gallinas, colocan un huevo fertilizado de donde saldrá un polluelo que será inmediatamente alejado de su padre para evitar que lo mate a picotazos. En el caso de la mujer, se sucede otro ritual familiar que no tengo intención alguna de investigar.

Retomando lo que conozco, los polluelos son independientes a los pocos minutos de salir del huevo (pueden alimentarse solos) y la gallina no tiene que ayudar al gallo en absoluto, no tiene que devolverle nada al macho que la fecundó. Vivan las gallinas. Rebelión en la granja. En la cama, los participantes de la fiesta tienen que estar al quite: si el hombre no consigue completar su faena, la mujer debe estar dispuesta a acudir a la llamada de auxilio en el momento de dificultad con una osadía y cortesía impropia de las gallinas: se presupone amabilidad durante el coito humano, un movimiento de muñeca acompasado hasta el final de la corrida. Los penes están diseñados para erguirse y penetrar con elegancia, dando aspecto de solidez y seguridad. En el caso de las mujeres, que también cuentan con un prepucio protector, la configuración es relativamente distinta (a pesar de que tanto el pene como el clítoris se erectan al excitarse) pues este último está concebido para que sirva únicamente para lo que se deben utilizar el tiempo y el espacio: disfrutar. Las mujeres sabemos encauzar el deseo, nuestra apariencia y actitud post coital es de la naturalidad corporal más absoluta despojada de artificios mentales. Sentimos alegría, completa tranquilidad también en francés, como si fuéramos Édith Piaf (París, 1915 — 1963) entonando el non, rien de rien, non, je ne regrette rien ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal tout ça m'est bien égal mientras que en los hombres la eyaculación a menudo implica la constatación brutal de un horror inexplicable (por naturaleza, el hombre reacciona con tristeza al sentir que ha eyaculado mal al desperdiciar su semilla) pero el mejor mecanismo de defensa, ante cualquier tipo de congoja, es siempre el humor.

 

Portada: "Representing the last stage of mental & bodily exhaustion from Onanism or Self-pollution" (R. J. Brodie, 1845)
"Woman riding on an enormous penis". (Gouache, XIX Century)
"A flying penis copulating with a flying vagina". (Gouache, XIX Century)
"A man ejaculating while holding a net for birds". (Gouache, XIX Century)

"Invocation a l’amour" (1825)
Fuente: Wellcome Library