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Actuación en la no actuación

El Año Nuevo Chino en el viejo distrito de Usera
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Durante una buena temporada, todas las tardes, a eso de las ocho, el joven Jiaye Shan, guitarrista y líder de la banda de rock Dark N Dawn, mirará al cielo de Usera, en Madrid, y pensará: “Vaya, hoy hubiera sido un buen día”, o tal vez: “Hoy hubiera sido mucho peor”. El caso es que el sábado 13 fue un día pésimo, pero eso no es necesariamente malo. No podemos estar del todo seguros. Por ejemplo: el sábado 13, a las ocho de la tarde, el grupo Dark N Dawn tenía programada una actuación en la plaza de la Junta del Distrito, y ésta era sólo una de las muchas cosas que iban a pasar en las celebraciones del Año Nuevo Lunar en Usera, pero fue el caso que a las ocho de la tarde corría mucho viento y llovía débilmente —lo débil vence a lo fuerte, lo blando nunca se rompe— sobre toda la ciudad de Madrid y por tanto no se podía actuar. Pero se podía no actuar, o se podía actuar dentro de la junta de distrito. Muchas actividades se trasladaron al interior de los salones distritales. Feria de la cocina china, exposición fotográfica, taller de máscaras y taller de recortables. La gente hacía cola bajo la lluvia y el personal municipal decía: “Lo siento, ya no cabe nadie más”.

Pero esto fue (o no fue, o fue de una manera distinta a la planeada) a las ocho de la tarde, y antes ocurrieron y no ocurrieron muchas cosas, y vino gente de todos los rincones de Madrid y Usera fue otra vez el centro del mundo. El pasacalles sí fue: el pasacalles pasó. Empezó a las doce del mediodía en la calle del Olvido, y luego recorrió Marcelo Usera y dobló en Rafaela Ybarra y enfiló hacia la junta de distrito, donde hizo una parada, y después siguió por Dolores Barranco para llegar otra vez a la calle del Olvido. Platillos, tambores, timbales, casacas rojas y amarillas. Dragones, todos esos dragones que serpentean entre la gente y ondulan libidinosamente. Asociaciones de paisanos de Fujian, asociaciones de comerciantes, asociaciones de padres adoptantes de niños chinos. Escuela China Nueva Partida. Interés vecinal, necesidad urgente de fotografiarlo todo. Hay medios audiovisuales. Hay un hombre de RTVE con el mentón pronunciado —expertos reunidos en un reciente Congreso de Cirugía Oral y Maxilofacial, celebrado en Barcelona, aseguran que el mentón pronunciado es percibido por la gente como una manifestación de poder— que camina escoltado por un cámara y un ayuda de cámara. Se pasea por entre los dragones con un gran dominio escénico. Inclina la cabeza para saludar a una señora, hace carantoñas a un niño chino y se guarda las manos en los bolsillos de su pantalón de pinzas. Igual que está en Usera podría estar en un desfile del cumpleaños de Buda en Bangkok o en la coronación de un sátrapa centroafricano. Además, hay un histrión de una productora televisiva que sólo lleva un cámara y se dedica a jalear al público. Su principal objetivo es conseguir que los chinos digan feliz año nuevo en chino, y que los españoles también lo digan en chino. Un hombre disfrazado de dragón juega a perseguir a una niña, y esa niña juega a que lo persiga ese dragón, que en realidad son dos hombres negros (de raza negra): uno se ha metido dentro de los cuartos delanteros del dragón y el otro se ha metido dentro de los cuartos traseros. ¿Cuántas patas tiene un dragón?, ¿cuántas vidas tendrá esta niña?, ¿cuántas oportunidades tendrá de vivir todo esto?

La idea de que la vida pasa como un sueño de primavera, sin dejar rastro (Su Tungpo), se ratifica en la mutabilidad del pasacalles, que termina antes de haber empezado. Durante un tiempo, el pasacalles altera el curso del tráfico y el de las cosas. Es todas las cosas, lo llena todo. Los negocios dejan de vender, el acordeonista rumano se apoya en la pared y deja de tocar. El tendero hindú, precedido por su melena de roble, se desentiende de su tienda de componentes informáticos, se acaricia los párpados y observa. Pero también hay una mujer mayor y española, que tiene el pelo distribuido en espirales diminutas, blancas y azules, y que sólo quiere cruzar la calle.

—¿Qué le parece, señora?

—¿Qué me parece qué?

Y luego sigue su camino hacia la sabiduría y hacia la ausencia de deseos. Después, todo sigue. Se abre el tráfico y se forman atascos: la maravillosa sensación, el goce casi físico, de presenciar un atasco desde la acera. La lluvia, que hasta entonces ha sido una potencia, se convierte en un fenómeno y, en consecuencia, empieza a mojar. Los integrantes de la cabalgata se meten dentro de unos chubasqueros traslúcidos y se pierden por las aceras, levantando a su paso un rumor de plástico y cultura milenaria. Los demás, el mero público, los asiaheridos que han dicho “Oh” y “Ah” y han venido hasta Usera porque simpatizan con el hecho chino y con el año del mono, buscan ahora restaurantes chinos para comer verdadera comida china el día del año nuevo chino (o unos cuantos días después, en realidad esto eran sólo las celebraciones).

Hay muchos negocios chinos en Usera, esto se sabe, y hay muchos restaurantes chinos, pero no son tantos o, al menos, no son todos. El caso es que a la gente no le vale cualquier cosa. La gente —la gente no china, se entiende— asoma la nariz por algunos restaurantes y luego mueve el hocico. Ellos no quieren un restaurante chino para españoles, ellos aspiran al auténtico restaurante chino donde van los chinos de verdad. Pero resulta que todos los españoles quieren lo mismo cuando se arrastran por Usera. Todo el mundo quiere ser atravesado por la experiencia verdadera y única, y es posible que no haya experiencias verdaderas y únicas para todos. ¡Ajá! Muy pronto, alguien abrirá un restaurante chino donde-van-los-chinos-de-verdad para que vayan los españoles que no se conforman con cualquier cosa, y eso estará bien durante un tiempo, pero un día el truco dejará de funcionar, y entonces alguien abrirá un restaurante chino donde-van-los-chinos-de-verdad-y-nunca-van-españoles para que vayan españoles que no se conforman con cualquier cosa. Es decir, un restaurante donde los españoles se sienten, miren a su alrededor y digan: “Es esto, es esto”.

Entre Marcelo Usera y Dolores Barranco, en un restaurante chino sin nombre español, todas las mesas están ocupadas por españoles. La dueña se comunica con los clientes por medio de su hija, que suma doce años y coge las propinas con las dos manos, como si fueran pajaritos de papel. Da la impresión de que el negocio se hundiría si no fuera por esta niña. En realidad, da la impresión de que el mundo se hundiría si no fuera por la niña, que anota los pedidos con dificultad. Lo tiene que escribir en chino para que lo entienda su padre, que está en la cocina.

—Es un poco difícil.

Un día, de pronto, dejará de ser difícil, y entonces esa niña dominará el mundo de la competencia lingüística. Pero de momento, ahora, hay una televisión donde dan una película china y de época: militares precomunistas, terratenientes egoístas que juegan al tenis y un pequeño héroe que trabaja en la redacción de un periódico. Hay una escena muy larga en un cuarto de revelado. Para ayudar al espectador a darse cuenta de que eso es un cuarto de revelado se han colgado muchas fotografías con pinzas en cuerdas que van de una pared a otra, y se ha virado la imagen a rojo. Aunque la carta —del restaurante chino sin nombre español— está escrita en español, se produce algún que otro malentendido —bellos malentendidos culinarios— y los platos vienen, van y, al final, vuelven para quedarse. En el restaurante sin nombre español sirven latas de Heineken y de Mahou de manera aleatoria, y en la jamonería Sabor, la familia Zhou sirve vino tinto y vende jamón serrano por piezas y al vacío. En la jamonería Sabor no hay televisión, pero en el restaurante Royal Cantonés sí, y dan una película de Rocío Durcal. El dueño de Royal Cantonés, Fuhua Luo, ha adquirido una cierta notoriedad de un tiempo a esta parte. Han reseñado su restaurante en los suplementos de ocio y en las mesas hay familias chinas y grupos de jóvenes españoles con barba y hasta con bigote. Además de la televisión, hay una pecera mediana donde peces amarillos, grises y naranja trazan círculos ajenos al tiempo, o a nuestra idea lineal del tiempo. Fuhua Luo, que gasta una camisa azulona con el cuello de botones y tiene cuenta de Twitter, nació en Cuandong y vive en España desde hace un cuarto de siglo.

—Sin reserva no, sin reserva no.

Cuando alguien hace una reserva en un restaurante es porque sabe lo que va a ocurrir en el futuro, o porque cree que lo sabe, y eso es verdaderamente insólito. Todas las familias chinas, todos los grupos de amigos españoles con barba y hasta con bigote han hecho reserva en el restaurante de Fuhua Luo. Han dicho: “Esto es lo que va a ocurrir”. ¿Cómo podían estar tan seguros? Jiaye Shan y el resto de la banda de rock Dark N Dawn —es decir: Keneng Gao, Liheng Chen, Zhili Pan y Haoqin Wu— se habían preparado para una actuación al aire libre en la plaza de la Junta de Distrito de Usera y, de pronto, el cielo y la tierra obraron una pequeña calamidad sobre Madrid y los sueños y las aspiraciones de las personas se convirtieron en papel mojado. Pero esto no quiere decir que no pasara nada en absoluto —de hecho, pasó todo lo que pasó, es decir, todo—, y esto tampoco quiere decir que Jiaye y sus amigos no hicieran nada, dado que no actuar (en la plaza de la Junta de Distrito) no sólo es lo opuesto a actuar, también es lo opuesto a no hacer nada y, entretanto, un rumor de agua desciende por la montaña: la primavera avanza.