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Mi reino no es de este mundo


Héctor Arnau, una vez más desdoblado cazurramente en su papel múltiple de pobrecito hablador a sueldo de las licoreras y de los antros de más alcurnia de la vanguardia estudiantil, representa a un párroco panteísta acongojado por el relativismo juvenil, el escepticismo psicotrópico, la pobreza espiritual, la saturación de la publicidad como conocimiento y la emprende desmanotadamente (con aventajada técnica vocal) contra la ley del talión, la democracia capitalista, las universidades-empresa, el turismo revolucionario y la etimología como ciencia infusa.
 

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