Contenido

Tesa Arranz

Y yo te buscaré en Groenlandia, en Perú, en el Tíbet, en Japón, en la isla de Pascua
Modo lectura

Fotografías de Ricardo Rubio

1

Me muero de ganas porque se acerque un platillo volante a mi ventana y salgan sus tripulantes y me lleven con ellos. Adoro a los extraterrestres. Es un amor que se ha hecho cada vez más fuerte según ha pasado el tiempo. La verdad es que creo que he sido una marciana toda mi vida. Este mundo siempre me ha parecido algo extraño, ajeno a todas mis emociones. A lo mejor, por eso me dejé llevar de aquella manera.

Es posible que todo empezara con el fatal aburrimiento que nos machacaba en el instituto, en el curso de COU, a mi amiga Edurne y a mí. Estábamos hasta la coronilla de la vida, entre otras cosas porque la gente nos veía muy insípidas. Era el año 1978 y Edurne siempre me decía que tenía que conocer a la pandilla de su primo porque eran la bomba. Así que un domingo nos fuimos con ellos al Rastro y ese día conocí a Miguel Ordóñez, el que luego formaría con Bernardo Bonezzi el grupo Zombies, y a lo tonto terminamos en su casa haciendo un ménage à trois Edurne, Miguel y yo, el tío no se cortó un pelo. El caso es que les caímos en gracia y nos empezaron a arreglar. Nosotras, dentro de nuestro alocamiento, éramos normalitas, aunque íbamos casi siempre empapadas en las anfetas que nos daba un amigo farmacéutico a cambio de favores sexuales. Pero nos aburríamos mucho y necesitábamos más candela y con esa gente flipábamos en colores porque era una fiesta continua; yo nunca había visto a mi lado dos tíos follando como si tal cosa, no sé, de repente todo era muy nuevo para nosotras. Acabábamos de salir de la noche siniestra y represiva del franquismo y teníamos muchas ganas de ser unas cabras locas porque estábamos llenas de energía. Entonces, conocimos a más gente como La Lirios, Juan Pérez de Ayala, Will More, Beatriz, los hermanos Armero, el pintor Luis Ripoll, toda una farándula y todos mayores que nosotras. El caso es que un día nos fuimos a un concierto en el que tocaban Los Trog, unos garrulos horrorosos, en un sitio muy cutre que se llamaba M&M y que estaba por Diego de León. Y nosotras nos quisimos hacer las más monas e ideales y nos subimos al escenario con esos tíos horrorosos a bailar. Sacamos todo lo que llevábamos dentro y Bernardo Bonezzi, que estaba entre el público, flipó, y cuando bajamos por fin del escenario se acercó a nosotras y nos invitó a unirnos a su grupo como gogós. Y, claro, a Edurne y a mí se nos puso la sangre a cien y aceptamos sin dudarlo.

Así que a los pocos días nos presentamos en el local de ensayo, en Tablada, una casa antigua donde pululaban los Ñu, Coz, Mamá, Mermelada, Tos y todos los demás. Llegamos muy borrachas porque éramos bastante tímidas y nos desmelenamos furiosamente. Todos estaban alucinando con nosotras y con el tremendo aire que le metíamos al grupo. Ocurría que a Bernardo le tiraban huevos y otras cosas en los conciertos porque había gente muy tarada y le veían como a una maricona débil que no se enteraba de nada y no encajaba con el primer grupo que tuvo de las Zumbetes aquellas. El caso es que se crearon los Zombies y Bernardo nos llevó con él totalmente fascinado.

Al poquito tiempo Edurne se enamoró de Kiwo, que era el exnovio de Elisa, la amiga de Pilar, que era la novia de un íntimo amigo de Ceesepe. El Kiwo era un yonki perdido y la Edurne se hizo yonki también; lo mío con el caballo vendría después. Edurne, la pobre, en los ensayos iba potando por las esquinas y Bernardo decidió apartarla del grupo porque eso no podía ser. La echaron y me quedé yo sola de figurín. Yo era como una madre, todo un torbellino, les arreglaba todo, desde la merienda hasta las cuerdas de guitarra que se les rompían o las tías a las que se querían ligar. Total, que acabé siendo imprescindible en el grupo sin hacer nada; bueno, sí, haciendo el gilipollas. Me movía en los conciertos sinuosa, ponía caras, agitaba los brazos, mucho glamour de pega. Lo que sí es verdad es que Bernardo, cuando componía una canción, me pedía opinión y yo le decía que era divina, aunque no me gustara nada. Y eso a él le subía la tensión, era muy inseguro, y si no le decía que el tema era divino se venía abajo.

2

Una vez nos robaron todo el equipo en Tablada y el padre de Bernardo, que tenía pasta porque era futbolista del Cremona italiano, nos compró todo el equipo pero nos obligó a irnos a otro local menos lumpen. Nos cambiamos a uno que había en la calle San Mateo, cerca de Malasaña, donde ensayaba Lolita, y apareció un día por ahí Honorio Herrero, el de la Charanga del Tío Honorio, y nos ofreció grabar un disco. El tío nos preguntó con qué compañía lo queríamos grabar y todos lo teníamos claro: ¡con RCA! Porque allí grababa David Bowie, nuestro gran ídolo, y pensábamos en nuestra profunda ingenuidad que en cualquier momento coincidiríamos con él en una de esas fiestas. Así que grabamos el disco con RCA, nos hicieron unas cuantas pifias, nos dejaron un 0,1 de royalties, nos llevaron por las islas a Bernardo y a mí, a los demás los dejaron en casa, apartados, porque Bernardo era el líder y yo era la chica boom, y nos metimos en el rollo más comercial del asunto. El tema “Groenlandia” fue un éxito total y todos tan contentos y felices.

Uno de los momentos cumbres ocurrió cuando fuimos a Barcelona a hacer unas entrevistas y por la noche nos plantamos en el concierto de los Clash y, al ver a Paul Simonon, casi me da algo, fue un flechazo fatal. Al día siguiente tocaban en Madrid y empecé a mover hilos para colarme con ellos en los camerinos. Durante el concierto me coloqué en la primera fila y le lancé una rosa, que atrapó y se la metió por el tallo en el bolsillo. Bernardo también quería ligarse a otro de la banda y junto a mis amigas Elisa y Pilar nos fuimos todos en un autobús al hotel Miguel Ángel, donde estaban alojados. Y todos ahí en la habitación, blablá y blablá, con la televisión puesta y la radio y un ruido horrible. A todo esto el Simonon no me hacía ni puto caso y era el Joe Strummer el que me estaba dando la vara, pero yo nada. Vi que Paul se levantaba y se iba a otra habitación y empecé a refunfuñar, aunque apareció al poco rato bebiendo coñac. Me acerqué a él y, en inglés, le dije que tenía una cosa mía. ¿El qué?, preguntó. Una rosa, le dije casi susurrando. Y se echó la mano al bolsillo y la sacó y me la volvió a dar. Lo que no sé es cómo, a esas alturas, seguía viva la rosa ésa, pero bueno. No pasó mucho tiempo hasta que cada uno se fue a su habitación y él me preguntó si me quería ir con él. Y yo, sí, naturalmente. Y pasé la noche con él y ya está. Al día siguiente bajamos de la mano a tomar el café y nos dijimos adiós en el bar del hotel. Era una monada de criatura, muy guapo, con un punto triste y desvalido. Siempre me han atraído los hombres así, como para ser mimados.

Yo vivía con mis padres y acababa de dejar la carrera de Derecho porque me obligaron a estudiarla y yo no quería. Mi intención era hacer Periodismo y Políticas y un montón de historias, y al final no hice nada y decidí divertirme a fondo. Como no teníamos un duro, nos ligábamos a cuarentones, les prometíamos de todo, les sacábamos la pasta, no les hacíamos nada y nos las gastábamos con Miguel Ordóñez y Bola Barrionuevo. Miguel tocaba la caja de ritmos en Zombies y acabó siendo mi novio, y mi amiga Edurne se ligó al Bola para ir las dos juntas. Conseguíamos la pasta muy fácilmente con esos garrulos, éramos dos putones verbeneros pero no nos tocaban un pelo. Así que manteníamos a nuestros novios con ese dinero que sacábamos, qué cosas. Me encantaba sacar dinero de todos los sitios, tenía que haber sido banquera, pero bueno.

3

Mi única intención en la vida era derramar todo lo que llevaba dentro, escribía poemas, pintaba, yo qué sé, me aburría todo, no me sorprendía nada a esa edad de 18 años y tenía que tener la mente siempre alterada. Y también me dio por drogarme, primero me comí todas las pastillas habidas y por haber porque me sentía obligada a estar en un estado alterado de conciencia porque, si no, me moría de aburrimiento. Y luego me dio por el caballo y me hice yonki perdida, aunque Bernardo no se enteraba y eso que entre canción y canción echaba unas potas bestiales. Nunca salía al escenario a pelo, me metía dos, tres o cuatro copas y las rayas que fueran porque era muy tímida e insegura y necesitaba doparme. Fui yonki once años, pero tomaba de todo. Para la bajada del ácido tomaba caballo y me gustaba mucho mezclar la cocaína con la heroína.

Y a pesar de todo eso yo seguía ahí y mi relación con Bernardo era muy maternal porque era muy inseguro y yo estaba en el sitio justo para quererle y apoyarle en todo porque nadie le comprendía y todo el mundo se metía con él. Era un genio incomprendido ese niño. Golpeado por muchos y adulado por otros. Siempre estaba enamorado de alguien para nada. Y ese gran momento de fama que vivimos no nos impresionaba lo más mínimo, lo veíamos normal, estábamos más a otras historias. Porque de ahí no sacábamos ni un duro, se lo quedaban todo los de la discográfica. Tampoco hacíamos muchos bolos porque a Bernardo le daba miedo el avión y los coches y casi todo y no hacíamos giras. Yo creo que sólo hicimos dos conciertos porque él no quería hacer más. Sólo quería hacer música de estudio y grabar discos, no ganábamos un duro… Claro, como él estaba forrado y tenía su casita en la Torre de Madrid, pues eso. Sólo me comí algo cuando fuimos a Torrevieja de teloneros de Nacha Pop y nos dieron 20.000 pesetas y me lo pasé bomba. Había luna llena y me comí un tripi y le di otro al de las luces, me lo pasé bomba, pero no vi mucho más dinero, vamos, nada de nada. Y es la época en la que me voy con Las Costus.

Resulta que Las Costus estaban enamoradas, los dos, de Miguelito Ordóñez. Yo había roto con él y planearon llevarme a su casa porque pensaban que como Miguel estaba loco por mí iría detrás y también se colaría en su casa y lo tendrían a mano. Por ahí andaba también Fabio McNamara, del que yo siempre he estado enamorada. Para mí, Fabio ha sido lo más, un genio viviente, ahora está con el rollo místico, pero Fabio era el arte en vivo, un tío con una inteligencia arrolladora que siempre ofrecía su buen rollo, la mejor cara, siempre te entendía y te apoyaba en todo, era divino de verdad, y yo me enamoré espiritualmente de él. Y ahí estábamos los dos, en casa de Las Costus, con nuestro idilio ideal y nuestros flipes de tripis y otras cosas, y cuando llegó Miguel yo me piré porque no aguantaba más. Ay, dios, estuve tres años muy enamorada de Miguel y cuando todo acabó fue horroroso porque no hay cosa peor que dejar de querer a alguien. Y ahí estaban Las Costus esperándole detrás de la puerta con las uñas al rojo vivo. ¡Ay, Las Costus! Una mentira total, eran. Éstas pintaban diapositivas puestas en la pared, que eso lo he visto yo, así pinto yo también. Copiaban todo con un proyector sobre el lienzo. Así construyeron su mito y encima me querían enseñar a pintar a mí.

Igual que Almodóvar, siempre a la sombra artística de Fabio, hasta que se cansó de él. ¡Lo que ha chupado de Fabio ese hombre! Pedro era un chico muy acomplejado, con muchos problemas mentales; luego, también, su trabajo en Telefónica. Es verdad que una cosa es el artista y otra cosa es la persona. Su arte era superior, pero en la vida cotidiana era un coñazo de tío, no había quien le aguantara, yo por lo menos. Era un petardo, como Las Costus. Y fue Fabio quien le dio todo, Fabio inspiraba a una mosca muerta, lo tenía y lo tiene todo. Me iría con él ahora mismo a un monte desierto. Es bueno, inteligente, amable, generoso, agudo, pacífico, es un genio. Y a mí me encantan los genios.

4

Había muchos petardos y petardas en esos años tan delirantes. Gran petarda era la Paloma Chamorro, igual que la Blanca Sánchez. Olvido Alaska, pobre, era simpática pero no ligaba nada y, en fin, se tenía que comer todo lo que no queríamos nadie y me caía bien, pero no excesivamente. Lo que sí tengo claro es que es una tía muy inteligente, nunca se drogó ni hizo mucho el gilipollas y ahí está, triunfando a su manera. Me da mucha rabia la gente que se mete con ella. Ana Curra era muy buena chica, pero luego se hizo bastante clasista: “Yo soy pianista y yo no sé qué”. A mí eso del “yo no”…, pero bueno, era legal. Eduardo Benavente me fascinó siempre. Desde que le conocí me di cuenta de que tenía algo especial, te enamoraba, me lo hubiera comido entero, lo habría reducido como un jíbaro y me lo habría zampado. Me entró un total afán posesivo con él, lo quería sólo para mí, y no pudo ser porque Ana me lo arrebató, aunque en algún momento me lié con él. También me lié con Toti Árboles, ese gran batería, y el asunto con los hermanos Cano fue la monda, ay, la que se lió. Llegó El Capi y me dijo que le gustaba al pequeñito de los Mecano, a Nacho, y a mí me parecía horroroso y me propuse joderle un poco porque me caía muy gordo. Total, que me lo llevé por ahí y acabamos en la cama y a la medianoche le dije: “Tío, no me das la talla, vete a tu casa”, y lo largué así. Y llamó al hermano, indignado y lloriqueando, diciéndole que le había echado de casa, vamos, era para abofetearlo, y al rato llegó el hermano y se lo llevó. Eran como nuevos ricos del arte que nunca me los creí, no tenían espíritu artístico, aunque José María me caía un poco mejor.

Nada que ver con gente como Carlos Berlanga, ese chico sí era un artista, aunque yo le chinchaba mucho. Como tenía complejo de brazos delgaditos, yo le decía: “¡Quítate la camisa!”, y se ponía furioso, pero era un tipo muy educado y muy inteligente y con mucho genio creador. Le pasaba como al Juan Perro, a Santiago Auserón, que como era tan amable y tan simpático no te quedaba otra que tragártelo. Ceesepe también era adorable a pesar de lo que digan muchos, era un cielo a pesar de que estaba en otro mundo. Iván Zulueta, una gran persona, o sea, me quito el sombrero. Fuimos amigos hasta que se murió, lo quería muchísimo. Adolfo Arrieta estaba como una cabra, aunque era muy auténtico y tuvo muy mala suerte. A mí me gustaban mucho los directores de cine por todo el torrente de imaginaciones que cruzaban sus cabezas, menos Pedrito Almodóvar, que nunca me cayó bien .Will More nos gustaba también mucho a todos, entre otras cosas porque era muy atractivo y todas estábamos enamoradas de él. Y Antonio Vega siempre me enterneció, fue otro de los hombres de mi vida.

Todo se complicó y giró al revés al resurgir mi trastorno bipolar. Eso empezó cuando un amigo vino de Ámsterdam con un cargamento de tripis y los dejó en un cajón de mi casa y me los comí todos. Tenía 21 años y ahí despertó mi enfermedad, que ya habían padecido mi padre y mi abuelo, y me dio una crisis terrible. Tuve una fase maníaca y luego tuve un período depresivo, y me veía vieja y me quería morir todos los días. Cuando compuse la canción “Me quiero” me vine un poco arriba y quería seguir componiendo y hacer más cosas en el grupo porque yo siempre me he sentido poeta, pero me atacó la depresión y ¡cataclás! Al sacar la cabeza, algún tiempo después, no quise saber ya nada de nadie, me metí en el CEU a estudiar Periodismo, años después tuve un hijo y me fui a vivir a Valencia. No quería saber nada, ni de la Movida ni de nada, pasaba olímpicamente, porque eso de la Movida para mí había acabado, porque movidas, movidas, he tenido muchas en mi vida y mucho más importantes que aquélla de los 80.

5

Entre todas esas convulsiones me sacudió una época mística, una experiencia intensa y poderosa, me ardía el corazón. Tenía 27 años y llegué a un estado especial siguiendo la vida de Santa Teresita de Jesús, haciendo su mismo camino, siguiendo su ascetismo, sus lecciones de humildad, para que sea Dios el que te levante, renunciando a uno mismo, al puto ego. Tú no eres nada y Él lo es todo. Llegué a no ser nada y me absorbió el todo y ahí sentí una llaga de amor que me penetró en el alma a palo seco, sin tomar ninguna droga, y el corazón me ardía. Cerraba los ojos y veía un sol muy grande que venía a apoderarse de mí, y me asusté un pelín, tuve miedo. Estuve con el corazón ardiendo cuatro meses y fui la persona más feliz del planeta, lo único que me salía era amar, amar, amar, entregarme, entregarme, entregarme, hasta que un día se me fue todo eso y me sentí abandonada y muy frustrada, otra vez más. Eso ocurrió justo cuando me quedé embarazada. Lo recuerdo de forma muy cruda: estaba sentada en un banco de la iglesia y veía las imágenes y todo me parecía una película ridícula y absurda y el corazón dejó de arderme.

La historia de mi embarazo fue una completa alucinación. A los 27 años me enamoré de Eduardo, un tío que estaba muy pirao y le seguí a ciegas, tan a ciegas que me fui con él a una secta en las afueras de Madrid, me enamoré de todos sus delirios y, justo a la mañana después de sentir que me había quedado embarazada de él, me dejó porque se murieron ese mismo día cuatro gallinas que había en la casa y me acusó de su muerte por mis malas vibraciones. Ese tío era un demente, leía la Biblia y se veía reflejado en ella, decía que salía en varios pasajes y el ambiente de ese lugar era de iluminados de tercera, había niños con nombres muy raros y una de las chicas que pululaban por ahí acabó suicidándose. La verdad es que yo me burlaba bastante y me tenían ojeriza, bebía mucho vino y rezaba el rosario al revés. Es que todos estaban gilipollas perdidos. Y yo no sé qué hacía con ese desgraciado, pero se me había metido entre ceja y ceja. Así que me largaron de allí y yo le dije a Eduardo que estaba convencida de que me había quedado embarazada y él me dijo que no era digna de él porque era un ser superior y las gallinas se habían muerto por mi culpa. Pues bien, cogí el coche, volví a Madrid y llamé a Jorge, un amigo que trabajaba en el Instituto Nacional de Estadística, y me lo tiré esa misma noche, y no tuve claro de quién era el niño hasta que nació. Mi teoría era la siguiente: yo sentí que me había quedado embarazada después de follar con el estadístico, con lo cual mi hijo es producto del empujón que dio el semen del segundo hombre, Jorge, al semen del pirado de Eduardo. El caso es que el niño salió divino y ahora tiene 25 años muy salados, es sociólogo, politólogo y toca muy bien la guitarra. Es muy inteligente y se ríe mucho cuando le digo que tiene dos padres, el que empujó y el otro que estaba ahí. Después de parir me fui a Valencia a vivir y dejé en Madrid todos los lastres de las drogas y de las historias pasadas y empecé una nueva vida, y hasta ahora, ahí sigo, entretenida en plena noche oscura espiritual porque creo que nunca voy a estar bien del todo, soy una persona muy complicada aunque muy vital y necesito que la gente esté, al menos, contenta a mi lado. El problema es cuando me sacuden las depresiones, eso es lo peor de todo.

6

Enamorarme de verdad, creo que sólo me pasó a los 50 años, hace bastante poco. Estaba loca de amor por Emilio, un tío de 52 que se murió junto a mí en la cama poco después de echar un polvo. Nunca había sentido nada parecido a eso, flipé en colores con ese hombre, el único que me ha dejado huella de verdad porque yo siempre he sido una buscadora de amor, pero luego, a la vez, he sido como una perra abandonada que vendía su amor por una caricia. Pero he llegado a entender que el amor nos salva y es lo que da marcha a esta película. Cuando se murió Emilio escribí seis novelas, seis novelas en menos de dos años: “Emilio 1”, “Emilio 2”, “Emilio 3”… y así, hasta seis. Tengo diez novelas escritas metidas en un cajón. Y varios ensayos, entre ellos, uno con mucha miga: “La quietud de la ballena que sale a tomar el sol”, y dos obras de teatro: “Más allá del placer y del dolor” y “La amante olvidada”.

Y sigo soñando con tener experiencias con extraterrestres, es mi gran ilusión. Siempre han formado parte de mi vida, he pintado 500 cuadros de extraterrestres y a todos les he puesto nombre. Y no pienso vender ninguno porque son mis hijos y yo no vendo a mis hijos. Necesito conocer otros mundos porque en el que vivimos está muy visto. Lo que tiene que ocurrir es la gran fusión: creo que nuestro deber en la Tierra es convertirla en una obra de arte y hasta que no consigamos esto con la fusión y seamos todos uno no se acabará la película, pero como somos gilipollas no lo hacemos, y así esto no se va a acabar nunca porque estamos siempre dando vueltas en el mismo círculo. Y, de verdad, lo que más me gustaría es morirme ahora mismo, me encantaría, porque eso todavía no lo he probado, quiero morirme por pura novedad, ya he pasado por muchas cosas. Me gusta acompañar a la gente a la muerte y en algunas asociaciones en las que estoy metida me llaman para consolar a los moribundos, y yo les digo, mira cariño, que te vas, y no pasa nada, y se van tan felices que yo me quiero ir con ellos detrás. Yo creo que muerto se debe estar de puta madre, por eso quiero morirme ya, y se ha acabado. Los muertos son felices porque la muerte es un premio a todo este disparate.

*

Tesa Arranz nació en Madrid, en 1958, y saltó a la fama en los años de la Movida madrileña al formar parte del grupo Zombies, que lideraba Bernardo Bonezzi. Su imagen potente y distante y su manera de moverse en el escenario causaron estragos entre el ambiente moderno del Madrid de los ochenta. Ha escrito diez novelas y varios ensayos que no ha publicado, y tiene pintados más de 500 cuadros que no piensa vender.

 

En el primer díptico, foto promocional de los Zombies, 1980, y foto de Tesa Arranz con Bernardo Bonezzi.
En el segundo, dos cuadros de Tesa Arranz, colección privada: Étoile d’amour, 2011, lápiz de color y carmín sobre papel, y Ἀντίνοος, 2012, técnica mixta sobre papel, 45 x 32 cm.