Contenido

Manolo UVI

Pura furia de punk por seguir vivo
Modo lectura

Fotografías de Ricardo Rubio

I

Mi padre, el gran Pantaleón, histórico futbolista del Real Madrid, con el que conquistó la quinta Copa de Europa, estaba empeñado en que yo también fuera pelotero y me llevaba a jugar con él y sus compañeros veteranos. A mí el fútbol me gustaba pero me parecía un poco esforzado. Tendría 15 años cuando mi padre me llevó a jugar uno de esos partidos a Eurovillas, ahí, al este de Madrid, donde entrenaba la selección en la época de Kubala, y durante el viaje escuché en la radio del coche a los Sex Pistols y me quedé flipado. Era la primera vez que los escuchaba y ya tenía claro que eso era lo mío, lo que yo quería hacer en la vida. Ya había pasado por el rock sinfónico, el sureño y todo tipo de zarandajas musicales, y cuando escuché a los Sex Pistols se me iluminó la mente. Al día siguiente, cuando fui al colegio, al Pilar, en la calle Castelló, sólo tenía en la cabeza hacer un grupo punki. El primer y único punki que ha tenido El Pilar, pero ahí estamos.

Entré en El Pilar de chiquitín y estuve allí hasta que terminé el bachillerato. Monté un grupo en el colegio en el que tocaba el piano, porque mi madre era pianista y me enseñó a tocarlo, pero como no había bajo pues me tocó a mí ser el bajista de ese grupo. Le pusimos de nombre Pan de molde y a partir de ahí, con Enrique Pérez Chust, montamos Los Seductores, que fue el germen de La UVI. Yo me movía en los billares de la zona de Castelló donde se juntaban todos los macarras y estaba todo el tinglado. Con mis compañeros del colegio solía ir a beber cerveza a la Cruz Blanca de Goya y a ligar y bailar disco en la calle Infantas y los clubs de la Plaza de Colón, pero el rollo estaba en esos billares. La vida se iba enredando; aun así, yo era un estudiante de matrículas. Y luego, cuando empecé Empresariales, también matrículas, pero en tercero de carrera lo dejé porque no sentía que eso fuera conmigo y me dediqué por completo a la música. Además, no quería pasarme la vida firmando despidos.

II

Estábamos al final de los años 70 y se empezaba a mover Madrid. Del barrio de Salamanca a Malasaña había un paso, y si había dos, pues se daban de un salto. En un bar de Malasaña, en la calle de La Palma, junto a San Bernardo, nos cruzábamos muchos músicos, o futuros músicos, como Enrique Urquijo, que fue uno de mis primeros contactos. Y, casi a la vez, solía aparecer por Onda 2, la FM de la antigua Radio España, que estaba cerca de la glorieta de Bilbao. Con esa emisora aprendimos mucho, ponían la música que aquí no se escuchaba, entre otras cosas porque los discos no llegaban y los locutores de otras radios no tenían ni puta idea. En Onda 2 estaba Gonzalo Garrido, Jesús Ordovás, Rafael Abitbol…, que era el que ponía toda la música punk. Y bueno, también estaba Jorge de Antón, que siempre nos quería llevar a su terreno, aunque era buen tipo. Ordovás y su Diario Pop descubrían los nuevos grupos día a día. Un enganche.

El caso es que ya me había liado en la cosa de ser punk. Dejé de ir a la facultad y me hice vendedor de equipos de cocina, ollas y esas cosas en una empresa americana, y conseguí pasta para pillar un bajo, un ampli y una batería. También tenía un amigo que me suministraba anfetaminas a través de unos laboratorios y de ahí también sacaba pasta. Así que ya estábamos preparados para montar el grupo, La UVI, lo monté con Guillermo, uno que tocaba muy bien versiones de los Sex Pistols a la salida del Metro, con un batería, Carlos, que era de mi colegio y ahora es alcalde de Villa del Prado, y con Quique y Brasi. Y mis padres se empezaron a hartar y me dijeron que podía seguir viviendo en su casa pero que ya no me daban un duro, así que convencí a mi abuela para que me pagara los estudios en el CUNEF, el Colegio de Estudios Financieros, durante dos años. Tenía que justificar que estudiaba para no ir a la Mili. Pero al cabo de los dos años la situación ya era insostenible y dejé los libros de cuentas y me llamaron a filas. Y claro, ufff, pedí pasar por un tribunal médico y les conté un rollo patatero, les dije que a mí me gustaban mucho las anfetaminas y que no podía vivir sin ellas, que a mí el ejército me molaba y que no importaría tener una metralleta en las manos, pero claro, siempre y cuando me hubiera jalado un bote de anfetas. Y los militares se quedaron a cuadros y me enviaron a otro tribunal militar para que me examinaran. Me tiré cinco días poniéndome de anfetas, sin dormir nada, mi novia alucinaba, para llegar en condiciones a la cita con los militares. Buah, y cuando vieron el estado en que estaba, nada, me dieron bola, a la calle, y me pasé un año más en observación. Al cabo de este tiempo me libraron definitivamente de ir a la mili, en mi cartilla militar reza el motivo: psiconeurótico anfetamínico, con todos sus sellos.

III

Ese diagnóstico: psiconeurótico anfetamínico me salvó la vida. Pero, en fin, mejor para todos, porque yo me tomaba al día unas 25 o 30 anfetaminas, sobre todo Dexedrina de 15 miligramos de acción prolongada. Empecé con dos al día, luego cuatro, después diez, y así, el cuerpo es muy tolerante, y eso que no comía apenas, un poco de queso con anchoas, y dormía lo justo, estaba hecho un chupete. Hombre, es verdad que gran parte de mi vida me la han contado mis amigos porque no me acuerdo muy bien. Había mucho caballo también, pero tuve la suerte de no meterme en eso porque me parecía una droga aburridísima que atontaba mucho. Punkis, punkis, no había muchos, la verdad: estábamos nosotros, Las Chinas, con Speedy, que fue mi novia, III Guerra Mundial, Dekadencia, La Broma de Satán, PVP, Reprisex…, pero con el resto de grupos más pop, más de nueva ola, éramos todos amigos, tampoco había muchos. Íbamos a los mismos bares, Rock Ola, el Penta, no sé. Me llevaba muy bien con el Urquijo, Antonio Vega, Ana Curra, con Poch, con Alejo. Con Poch monté un grupo que se llamaba Poch Pinza y se vino a vivir conmigo a una casa por el barrio de La Elipa. Eso fue la bomba, ¡qué tío, el Poch! Cuando pillaba algo de pasta le invitaba a comer marisco y salía Poch de la taberna con las patas de las nécoras colgando de las orejas. En casa era la hostia, vivíamos unos cuantos y yo le decía, mira Poch, si hay que lavar un día los platos tú lavas un día los platos, no pasa nada. Vale, vale, muy bien. Y una noche, serían las dos o las tres de la madrugada, se puso la radio a toda pastilla y se puso a lavar platos haciendo un ruido infernal. Los lavaba así con el temblequeo con el que se movía debido a su puta enfermedad y golpeaba las cucharas contras las ollas y las sartenes. ¡Clink! ¡Clink! ¡Clink…! Joder, con ese baile de San Vito, hasta las cinco de la mañana. Bueno, tampoco es que nos despertara, porque con las pirulas estábamos con los ojos como platos.

Por ahí pasaban Julián Tequila, Javier Frontera, Antonio Vega… Era un sitio de paso de un montón de gente, sobre todo músicos. Como sabían que ahí había juerga tropical todos los días, pues no fallaba nadie. Si comíamos, comíamos, y si no, pues nada, teníamos cervezas y un montón de anfetas y una buena colección de discos recién traídos de Londres por alguno. Decía Antonio Vega, joder, cómo mola este grupo, o este otro. Y luego cada uno se iba a ensayar a su local. Con Antonio coincidí poco después en otro edificio de Clara del Rey, junto al Rock Ola. Él vivía con su mujer, Teresa, y pasábamos muchos ratos juntos. Joder, acababa de cobrar en Autores y volvía a casa sin un pavo, se lo había gastado todo en caballo y entraba en casa sin zapatos gritando: ¡me han robado!, ¡me han robado! Y al día siguiente venía el portero con los zapatos de Antonio, enfurruñado: ¡estoy hasta los cojones de estos zapatos, joder, que no me caben en ningún sitio! Puto caballo, Antonio y yo nos poníamos de anfetas antes de que le diera por el caballo. Yo le decía, tronco, si eso es una mierda, pero nada. Cuando empezó a entrarle la pasta tenía un chalé en la sierra y era muy generoso. Se había comprado un telescopio y un tren gigante con los pueblos de la sierra en medio. Y como no llegaba al centro, el cabrón, se había inventado un sistema de poleas para bajar desde el techo y colocar en su sitio casitas y montañas… Madre mía, lo que era eso. Pero digo que el tío era muy generoso y yo le llamaba para decirle que ese fin de semana iba a ir a verle, y si Antonio tenía un viaje me decía: nada, no te preocupes, entra por la ventana y ahí tienes la nevera con birras y lo que quieras. Sin problemas. Y luego, a la vuelta, te llamaba para agradecerte que hubiéramos ido a su chalet. Eso ahora no lo hace nadie.

De todas formas, claro, los que iban de caballo tenían su mundo y los anfetamínicos, el nuestro. Hubo un momento en que cada uno iba por su lado. Y eso también se notaba en lo que hacíamos. Se veía en las letras y en las composiciones. Eso sí, cuando nos juntábamos nos poníamos hasta el culo porque nunca hubo mal rollo entre nosotros, cada uno elegía su droga. Los rollos con las tías también iban según el punto de cuelgue que llevara cada uno. Yo iba de anfetas y me juntaba con tías que les gustaran las anfetas. He tenido algún rollo con una yonki pero de forma esporádica. No pintábamos nada una yonki y yo, mundos más que paralelos. Ufff, ni pensarlo. Y luego estaba el tema de la pasta. Cuando algunos se hicieron más famosos y empezaron a ganar pasta no cambió nada entre nosotros. Lo único, que se gastaban más. Llegaba el cheque de la Sociedad de Autores y decía Javi Frontera, ¡Manolo, vamos a comer, que acabo de cobrar! Claro, él cobraba 3 millones de pesetas y a mí me soltaban 20.000 calas. En el punk siempre había menos pasta, pero nunca tuve dudas y siempre he hecho lo que me ha salido de los cojones. Más adelante hice alguna incursión en el pop con Ana Curra, pero mi rollo es el punk, es la música que escucho y la que me pone.

IV

Las actuaciones siempre eran igual, íbamos puestos hasta las trancas y en el escenario el subidón era el doble. La diferencia con los tiempos actuales es que ahora te ofrecen algo y esperas a metértelo al fin del concierto. Porque lo que buscas es que el grupo suene bien y que la gente se quede a gusto. Aquellos conciertos tenían una electricidad especial, la gente lo notaba y te lo agradecía, ahora es otra cosa, sí suena mejor, pero falta frescura. Creo que estamos más agilipollados. Hemos cambiado lo que era energía pura en el escenario a dar mucha cancha a lo de tocar bien y que todo suene perfecto, que no vale para nada. Me quedo con esa primera época. Pero bueno, los grupos han ido tocando cada vez mejor según ha pasado el tiempo y ya no hay excusa. Antes daba igual porque todo el mundo tenía las mismas limitaciones, pero ahora, las 3.000 personas, o las que sean, que van a un concierto te exigen un nivel que se lo tienes que dar si quieres estar ahí arriba.

Aquel Madrid de los 80 era la hostia, la calle, la puta calle. Eran las cinco de la madrugada y estaba la Castellana petada de coches, era increíble. La gente estaba en la calle todo el puto día. No es que hubiera una libertad de bandera, porque la policía estaba muy despistada y aún les quedaban restos del régimen franquista, pero a nivel cultural había más libertad que en ningún país del mundo. Venía la gente de fuera y flipaban, y venían periodistas hasta de Nueva York a ver qué coño estaba pasando en Madrid. A mí me paraba la policía todos los días, y el día que no me paraban me mosqueaba, no sé, no era un día normal. Yo llevaba las dexedrinas en el dobladillo de la pernera del pantalón, podía llevar una caja entera en cada pierna. Creo que la pasma no estaba tan adiestrada como ahora y por eso no me colocaban con nada. La verdad es que me lo pasaba de puta madre, pero casi no me daba cuenta con los colocones que llevaba. Ahora parece que disfruto más porque soy algo más consciente de lo que hago, y eso que soy bastante irresponsable porque tendría que haber dejado muchas cosas. Bueno, he dejado de fumar, pero me sigo dando tralla, quizá demasiada, aunque tampoco me preocupa tanto. Creo que a los 55 años, si no he llegado a ser responsable, ya soy una causa perdida.

Siempre digo que yo he vivido el doble o el triple que mucha gente porque no dormía casi nada, apenas tres o cuatro horas. Las anfetaminas me han acompañado siempre y para crear música y canciones han sido estupendas. Eso de que las anfetas son malas es mentira, a mí siempre me han parecido algo positivo. La putada es que ahora no hay pastillas, joder. Bueno, ya hace tiempo que fueron desapareciendo de la calle. Después de las anfetas tuve una época de tripis que traían de Ámsterdam. Llegaban aquí en una especie de folios que incluían 500 tripis. Eran los Súper Budas, un Buda que eran cuatro tripis. Y llegaban 15.000 de golpe cada vez. Los traía un amigo mío que era sudafricano blanco, y luego dentro del culo traía medio kilo de speed. Y en un par de días estaba casi todo vendido. El pedo de tripi también se las trae. Una noche en el bar Cuatro Rosas, después de comernos un ácido de esos, mi colega Brasi, el batería de La UVI, se puso a vomitar, y yo también. Y nos pusimos muy nerviosos porque pensamos que habíamos echado el tripi con la pota, y nos fuimos a casa echando hostias a comernos otro por si acaso no nos habían subido los anteriores. Pero los últimos mejores pasotes han sido con las setas, también de Ámsterdam. Ese viaje es fantástico. Claro, tienes que estar dentro de una casa porque fuera te cortan el rollo. Una vez teníamos tres cajas de quince gramos de setas muy frescas y el pedo era una pasada, muy visual. Veía a Alicia, mi chica, como una diosa de colores, así, con los brazos en alto y las palmas de las manos pegadas. El otro colega se había convertido en un muñequito como de plastelina de mil colores o más. Y yo les gritaba: ¡venid, venid, no os podéis imaginar lo que estoy viendo en el baño! Y tiraba de la cadena y salían chorros azules, naranjas, amarillos, ufff. Ahora me metería una de ésas, o un tripi, sí, pero con la gente adecuada, eso lo tengo claro, que hay mucho metepatas por ahí que no se entera.

V

Pero bueno, de todas formas, lo que más molaba era tocar en directo. Eso sí que era un subidón. Algunos tocaban más que otros, pero se tocaba mucho. Tocabas con tu grupo o con el de otro, daba igual. Cuando se murió Toti, el batería de Alaska y Los Pegamoides, formamos un grupo, Los Vengadores, con Olvido, Ana Curra, Carlos Torero, Jose Battaglio y Juanjo PVP. Era una historia muy bonita para hacer un homenaje a Toti, que era un tipo estupendo. Tocamos en el Revólver y montamos un buen lío. Por ahí estaba un equipo de televisión de los 40 Principales, o algo así, y nos propusieron hacer una gira y un montón de galas y yo qué sé. Y les dijimos, mirad, troncos, no queremos saber nada de vosotros, sois una mierda enorme, es lo que siempre hemos aborrecido, así que dejadnos en paz. Y se quedaron con la boca abierta. Y entonces nos pidieron una entrevista y volvimos a decirles que se fueran por ahí. A los cámaras hasta les expliqué que la cosa no iba con ellos, sino con sus jefes, y creo que lo entendieron, y si no lo entendieron me da igual.

Nosotros grabábamos, con Commando 9mm, con Fonomusic y nos trataban bien, exigías lo justo, te pagaban y ya está. Con los managers, siempre fatal, siempre acababa la cosa a hostias, te pasaban unas cuentas de mierda con unos gastos imposibles, era para matarlos. Prefería ser yo mi propio manager. El catedrático de Economía que me daba clases decía: las grandes estafas y las acciones corruptas son proporcionales al nivel de vida que ha llevado el tipo que las hace. Si estás acostumbrado a pulirte un millón de euros al mes y, de repente, la cosa afloja, pues habrá que sacarlo de donde sea. Y aunque no afloje, si te gastas un mes un millón, al mes siguiente te quieres gastar dos. Pura adicción, peor que los yonkis. Lo único que me ha interesado a mí era pasármelo de puta madre, tener un grupo que vendiera muchos discos, vivir de la música y tener las obligaciones mínimas. O sea, follar con mi novia todos los días que pueda, irme de juerga tropical y ser más feliz que una perdiz. En fin, que las cosas no han salido mal del todo aunque podría haberme forrado, pero para eso tendría que haber pasado por cosas que no estaba dispuesto a hacer, no me entraban en la cabeza; además, yo tenía mi dinerito, que venía de otras fuentes. Pero la dedicación a la música nunca me ha faltado. He ensayado durante mucho tiempo tres y cuatro horas al día. Nos lo currábamos pero bien.

VI

Algunos de los grupos y músicos llegaron adonde llegaron, bastante arriba, pero luego les tocó bajar del carro. Muchos de ellos son amigos míos, y aunque ya no están en primera línea, no se han gastado toda la pasta y se han sabido buscar la vida y tienen unos mínimos aceptables para vivir. Han bajado su nivel de vida, se han acoplado. Yo no lo he notado tanto porque siempre he mantenido una línea similar. El punk siempre ha estado muy mal visto, pero ahí sigo dando tralla. Ahora me cruzo con muchos chavales de estos nuevos grupos indies y te tratan con mucho respeto y casi te piden perdón por lo que hacen y yo les digo que se diviertan y ya está. El problema de muchos de ellos es que sólo piensan en ser famosos y millonarios y por ahí van mal. Pero lo tienen más claro que el agua, esos quieren comerse el mundo y a mí me huelen todos a chamusquina. Han descubierto que el folk es rentable cuando el folk nunca ha sido rentable y se ponen a hacer el moñas con canciones y conciertos muy moñas. Hay unos que se llaman Manos de Topo…, que es para meterlos a todos en la topera y no sacarlos de ahí nunca en la vida.

Me da a mí que no se lo van a pasar tan bien como nosotros porque tienen mucha ansia y eso no acarrea nada bueno. Deberían aprender algo del puro nervio que tenía la gente del norte, esa gente era cojonuda. Estaban viviendo un momento político muy jodido y los contenidos de sus canciones eran muy políticas, normal, las nuestras apuntaban de otra manera. Nosotros íbamos más de Sex Pistols y Los Ramones, el otro gran grupo de mis amores. Y eso que cuando vinieron a tocar a Madrid, a la plaza de toros de Vista Alegre en 1980, no fui al concierto, estaría con mis cosas. Pero bueno, esos punkis del norte eran buena gente. Fermín Muguruza con los Kortatu o Negu Gorriak, Eskorbuto, las Vulpes. ¡Joder, las Vulpes! Fuimos a Bilbao a tocar con ellas a un colegio y cuando nos vieron lo primero que nos dijeron es: ¡joder, tíos, qué bajitos sois! Nosotros seríamos bajitos, pero ellas no eran Miss Mundo precisamente. En fin, que luego, según avanzó la noche, nosotros ya parecíamos más altos y ellas, más guapas.

Y a todo esto, mi familia me aguantaba como podía, tampoco tenía mucha relación con ellos. Iba a algunos cumpleaños, bodas o bautizos, y nada más. Un día fui a una de esas reuniones con una novia punki y mi padre se puso muy mal y me dijo que qué hacía con una puta, y me fui a por él, le tiré al suelo y le agarré del cuello ante el terror general. Y todos, ¡déjale, déjale, que le vas a matar! Y le solté pero le dije que como se volviera a pasar le mataba.

Hay que seguir adelante y yo no me quiero morir, pero como ahora está todo el mundo con el maldito cáncer, estoy un poco paranoico. Antes eso no me importaba, pero como lo estoy pasando tan bien… no me quiero ir de aquí. Quiero seguir vivo. Voy a intentar, eso sí, que no me toquen mucho las vísceras. Tengo el páncreas algo jodido, con un pequeño tumor por ahí que un cirujano me lo quería extirpar, pero yo no quiero, si no crece más, así se queda, porque creo que si me empiezan a foguetear no viviría mucho tiempo. Además, me iba a cambiar la vida y no me mola. Quiero seguir así, con lo que más alegría me ha dado en el mundo, que es mi chica, Alicia, con ella hasta el final.

Alicia es lo mejor, y lo chungo, chungo de verdad de mi vida, ha sido cuando empezaron a morir mis amigos. Y yo no le echo la culpa al caballo ni a ninguna otra droga, el problema era la forma como se usaban. Nos hemos drogado muy mal, ésa es la verdad, pero qué le vamos a hacer.

*

Manuel Quevedo, Manolo UVI, (Madrid, 1961), cantante y bajista de La UVI, Commando 9mm, TDK o Punk Guerrilla, entre otros, es considerado como el primer punk español: montó La UVI en 1982, en plena efervescencia de la Movida. Estudió bachillerato en el colegio del Pilar y realizó tres cursos de Empresariales. Con Ana Curra actúa de forma esporádica con el grupo El Acto.

 

La foto de Commando 9mm es del archivo de Manolo UVI.