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Memorias de la Plaza Real

Una conversación entre Nazario y Francesc Ruiz
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Nazario (Castilleja del Campo, Sevilla, 1944) es pintor y autor de cómics como La piraña divina, Anarcoma o Ali Babá y los 40 maricones. El libro La Barcelona de los años 70 vista por Nazario y sus amigos (2004) contribuyó a su reivindicación como uno de los pilares de la contracultura barcelonesa. Francesc Ruiz (Barcelona, 1971) es un artista interesado, como él mismo explica, en la idea del cómic expandido, plasmada en exposiciones individuales en el Museo Reina Sofía, la Fundació Miró o, más recientemente, en el IVAM. Este año ha sido uno de los representantes del pabellón español en el Bienal de Venecia. Los reunimos en la casa del primero, situada en la plaza Real de Barcelona.

MEMORIA GAY

FRANCESC RUIZ: Nazario, apenas nos conocemos. No sé si recuerdas que nos presentaron en una fiesta que organizó la Fundación Tom of Finland hace unos años, en Poble Sec.

NAZARIO: ¿Sabes cómo entré en contacto con su obra? Recuerdo que Jordi, el dueño de la Sextienda [primer sex shop de España, abierto en 1981] me enseñó unas ilustraciones fotocopiadas y medio ocultas en una libreta donde ponía “lecturas piadosas”... La fiesta que comentas tenía el objetivo de atraer al Ayuntamiento para que pusieran dinero. Por supuesto, no funcionó. Siempre he pensado que es una pena que no haya un museo o centro dedicado a la historia gay de Barcelona, creo que el Ayuntamiento no quiere que se identifique con eso, más allá del rollo Circuit y esas cosas que organizan para maricones. Siempre he reivindicado el reconocimiento hacia lo que sucedió aquí en los setenta, las primeras manifestaciones gays del estado, la creación del FAGC [Front d'Alliberament Gai de Catalunya]... Se trataba de una movida mucho más política que la de Madrid, no sólo centrada en lo sexual sino también en una emancipación social y política. Se han hecho exposiciones sobre Ocaña o las Ramblas pero no se han atrevido a hacer algo más global, que incluyera lo que sucedía en el cómic o en el teatro...

F. R. A mí me interesa esa época, sobre todo la producción de imágenes. He consultado el archivo en el Casal Lambda, que originariamente era de Armand de Fluvià. Hay boletines, revistas como Ploma o Party...  Fue un momento de producción efervescente. En la época se hizo mucha teoría marica, se avanzó mucho. De hecho, se sentó la base para las generaciones posteriores, que lo hemos tenido más fácil. Paradójicamente, con Internet la información circula más, la gente está más liberada y se organiza mejor, pero todo aquello que no aparece en la red es como si no existiera, y esa especie de nebulosa rodea los años setenta y ochenta. Por eso me sorprende que no se cuide más ese legado, como sí sucede en otras ciudades como Ámsterdam o Berlín.

N. Sí, hay cosas de esa época que ya no se encuentran, y también de épocas más recientes. Recuerdo que colaboré con una enciclopedia gay publicada por Salvat el año 1999 que se vendía por fascículos en los quioscos y de la que apenas queda rastro, me encontré un día a la editora y me explicó entre sollozos que había sido un fracaso y que habían acabado triturando todos los ejemplares. Volviendo a lo de los setenta, es difícil salvaguardar ciertas cosas porque fue una producción muy precaria, había revistas que duraban un número, como Privadísimo, que no duró apenas. En ella empecé a publicar Anarcoma. También recuerdo la revista Amigos, donde colaboré con Alberto Cardín ilustrando sus artículos.  Es verdad que fue una época especial. Muchos filósofos como Deleuze o Derrida chuparon de los maricones y del feminismo,  todo comenzó con estos movimientos. En todo caso la importancia de los setenta no fue sólo sexual sino política, el movimiento libertario adquirió gran importancia aquí cuando Franco murió. De ahí que luego esta época no interesara a los socialistas ni a los comunistas... recuerdo que [Manuel Vázquez] Montalbán nos describía como hijos de papá. Después vino la bomba en [la sala de fiestas] Scala en 1978, y el movimiento libertario se debilitó muchísimo. Y a partir de entonces ya comenzó el rodillo de la derecha convergent, que alisó Barcelona hasta legar a la situación de hoy, que es de una pobreza cultural terrible.

F. R. No sé si conoces Pipa, una revista que he ido sacando con la teórica Maite Garbayo y los diseñadores Ferrán el Otro y Roger Adam. En ella llevo una sección de cómic marica que inauguré con una colaboración de Sergi Ferré, el autor del personaje Cúlcul... En todo caso no sólo es una revista de temática gay.

N. Vaya, suena muy interesante, déjame ver [hojea un ejemplar]. Yo siempre me he negado a participar en revistas exclusivamente homosexuales, me gustaba que Anarcoma estuviera en una revista de cómic hetero como El Víbora. Tampoco me gustaban los bares exclusivamente homosexuales, prefiero los resbalosos, como lo era el Jazz Colón, con fumetas, travestis y heteros. Si te lo currabas siempre podías ligar con uno que quisiera probar. También estaba el Kike o el Karma, un lugar interesante, al principio cuando lo llevaba Pep Rivolta, era de anarcos… después todo eso ya se disolvió.

F. R. Yo recuerdo el Karma, fue uno de los lugares a los que iba cuando comencé a salir, a finales de los ochenta. Es verdad que en esa época se desideologizó todo. También había una zona marica alrededor de la Plaza Gala Placidia que ya ha desaparecido, y que después se trasladó al Eixample donde ya se construyó un ocio gay comercial, aunque con antros extraños como el Satanassa o el Estebar...

N. Sí, allí se implantó un mariconeo más “al estilo madrileño”, con más dinero… pero había antros, ¿recuerdas el after Distrito Distinto, en la Meridiana?

F. R. Sí, claro. Lo que me pasó a mí es que me encontré de golpe con todo el tema del sida cuando comencé a salir de noche, es algo que aterrorizó a toda una generación, lo cambió todo. De la libertad sexual de la que hablas pasamos a un momento de retroceso, que se hubo de reconstruir de nuevo.

N. A mucha gente le entró una paranoia horrorosa. Tengo una vecina que se enjuagaba la boca con lejía, para desinfectarse, después de chuparle la polla a alguien. Había un miedo horroroso y había gente que no se dejaba ni hacer una paja....  Los movimientos gays montaron campañas para promover el uso de los condones, y de apoyo a los seropositivos. Eso fue muy importante para no demonizarlos. Con el sida se comenzaron a poner de moda los cuartos oscuros, en los setenta no había, ni apenas saunas. Se follaba donde se podía. La gente se conocía en la calle o en los parques. Bueno, la plaza Catalunya y las Ramblas eran zonas gigantes de cruising

F. R. Yo hice una obra sobre la zona de cruising de Montjuic [Montjuic, 2003]. Estuve yendo por allí una temporada y conocí a bastante gente. Muchos me decían que iban sin saber muy bien por qué, como si les llamara la montaña. Se juntaban muchas personas, y la verdad es que fue un lugar de libertad en la ciudad hasta que el Ayuntamiento decidió podar los arbustos.

N. A pesar de los lugares que comentamos creo que el espíritu de los setenta se fue perdiendo muy rápido. ¿Recuerdas la campaña “Barcelona posa’t guapa”?, la ciudad se puso terrible antes de las Olimpiadas y después comenzaron a subir los precios de los pisos, los dueños comenzaron a  hacer mobbing y todo se puso por las nubes. Muchos factores que casi te obligaban a recluirte en casa. Si al menos hubiéramos tenido el Minitel...

F. R. ¡Es verdad! Fue algo así como un pre-internet que solo funcionó en Francia, ¿no? Era una especie de chat de contactos, antes de los móviles...

N. Sí, y después ya vino el internet de verdad, que ha hecho que muchos lugares hayan cerrado, la gente queda directamente.

F. R. Sí, la aparición de [la página de contactos sexuales] Grindr y similares ha hecho que la gente se especialice más con sus deseos y placeres, aunque la militancia es otra cosa.

EL CÓMIC Y LA IMAGEN DE LA CIUDAD

N. Durante los setenta hubo cambios en el mundo del cómic. Drácula con Enric Sió o Esteban Maroto. Había una influencia muy fuerte de los franceses o italianos, Barbarella o Valentina... Ese fue el contexto en el que apareció el Víbora. Antes ya había hecho el Rrollo enmascarado o había colaborado en Star pero el Víbora nos reunió a todos.

F. R. Mi hermano compraba El Víbora, Makoki, Cimoc, Cairo y yo comencé a leer esas revistas con 12 años... Ese tipo de cómics fueron muy importantes para mi formación y me animaron a dibujar. Recuerdo especialmente la escuela valenciana como un revulsivo. Fue una producción de experimentación y vanguardia con autores como Calatayud, Torres o Mariscal. Me interesa mucho este último, y cómo acabó construyendo una imagen de modernidad. Algunos dibujantes trascendieron el medio y hasta construido cultura y sus obras han servido para reivindicar lugares, comportamientos... Toda vuestra generación dibujó mucho Barcelona, y acabó construyendo un imaginario de la ciudad.

N. Sí, creo que lo que sucedió con El Víbora después influyó en Madrid y en Valencia. Valencia siempre ha sido muy moderna, recuerdo que los dibujantes diseñaban discotecas, carteles... Montesinos, Tráfico de Modas, los Álvaro. Lo que dices de dibujar la ciudad es verdad. Era el escenario de Anarcoma o Makoki... Al final el Ayuntamiento nos comenzó a pedir que les diseñáramos los carteles de la Mercé o del Carnaval...

F. R. Lo que me fascina es la institucionalización de ese imaginario, que acabó convertido en una suerte de imagen de marca... después pasó el 92 y de repente se acabó todo.

N. Hubo un momento de saturación con todo el rollo de los bares de diseño y demás. Creo que el fin fue [la inauguración de la discoteca] Torres de Ávila de Mariscal en el Pueblo Español. Hasta entonces todo iba de partirse los cuernos a ver qué era lo más moderno pero aquello eso fue demasiado. Además, las revistas que habían ido saliendo décadas atrás fueron desapareciendo porque aparecieron otro tipo de publicaciones como El Jueves. Ceesepe dejó de dibujar y yo comencé a hacer mis primeras expos. Creo que fui de los últimos. Apenas ha quedado Max o Miguelanxo Prado… y además se popularizaron las novelas gráficas. Antes habían dos tipos de dibujantes: los profesiones y los underground, que éramos nosotros. Quizás por eso fue natural que la mayoría acabáramos en otros campos como la pintura o la ilustración. Pero hablemos de ti. ¿Tú publicas cómics?

F. R. No, a mí me interesan los cómics pero no como productor, sino ligado a una práctica del arte conceptual y de los estudios culturales. He creado varios kioscos de prensa en los que me encargo de realizar todo el contenido. Lo comencé haciendo en Barcelona pero también los he construido en Filadelfia o Londres. Los dos últimos los he hecho para el pabellón español de la Bienal de Venecia. En uno de ellos me basé en el tipo de contenido de los kioscos italianos, vinculado con su presente político. El otro tenía que ver con la historia del fumetto porno gay y su principal editor, Renzo Barbieri. Ahí investigaba alrededor de un periodo a mediados de los 80 en el que Renzo Barbieri editaba a la vez Macho, que aquí se tradujo como Supergays, un cómic con imágenes muy extremas de sexo y violencia, y Paninaro, la revista que dio forma al movimiento pijo que se originó en Milán. Barbieri publicó varias series con personajes gays. No sé si conoces Sukia. Se trataba de un cómic que relataba las aventuras de Gary, un personaje homosexual. En las portadas siempre aparecía una imagen sexy de Ornelia Mutti que servía para que los gays armarizados la pudieran comprar  tranquilamente. Tuvo bastante éxito; se editaron más de 130 números. Actualmente ese cómic ha caído en el olvido. Yo lo he investigado visitando los lugares donde se editó: Milán, París, Bruselas, Barcelona y Bogotá. El resultado son una serie de publicaciones donde relato esa búsqueda.

N. ¿Porque se olvidó? ¿Era clandestino?

F. R. No, se vendía en los kioscos, y mucho, pero se consideraba basura, material para pajearse, pero si los hojeas ahora ves que era muy revolucionario. En uno de los números Gary va a una manifestación gay en Rusia. Es como si su autor hubiera querido divulgar de un modo popular lo que hacían Mario Mieli y la gente del Fuori! (Fronte Unitario Omossesuale Rivoluzionario Italiano) en Italia.

N. Fuori! fue muy importante en su momento, yo por aquí tengo un ejemplar de Elementi di crítica omosessuale [de Mieli].

F. R. Aunque el personaje que más me fascina de los creados por Barbieri es Rolando del Fico, uno de los primeros personajes gays de la historia en tener su propia serie. Era un personaje en el armario y en las historietas existía toda una subtrama sexual que se representaba con salamis y angelitos. Para la Bienal también edité unos fascículos en los que él y Gary se daban una vuelta por los Giardini y visitaban los diferentes pabellones nacionales, en una hipotética Bienal del Cómic Culo dónde se encontraban con diferentes personajes de la historia cómic gay  como los creados por Ralf König y Tom of Finland, entre otros. Mi objetivo es reivindicar esa producción poco conocida actualmente a pesar del éxito internacional que experimentó en su momento. Por cierto, ¿tus obras se han traducido fuera?

N. Sí, en su momento se editaron en Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia... y ahora parece que se editarán en Suecia. Siempre han sido ediciones un tanto marginales aunque se van vendiendo. La versión española de Anarcoma ya va por su cuarta edición. Lo de la difusión es complicado, y aunque no lo parezca, internet no ayuda. Colgué todos mis cómics en una página web y se ve que alguien lo denunció y me los borraron. Me sorprende que haya censura en la red, mi perfil de Facebook también ha sido denunciado tres veces.

F. R. Ya, es algo que también sucede cuando trabajas con instituciones artísticas, en muchas ocasiones aparece la censura, la negociación suele ser complicada... y casi siempre debido al miedo de lo que digan los políticos de turno... es horripilante.

PRESENTE

N. Desde que tengo uso de razón escribo un diario. Tengo mala memoria y hay cosas que apunto en él para no olvidarlas. Este material me ha servido de ayuda para redactar mis memorias. En ellas hablo de mi salida del armario, de mis amigos de Sevilla, de mi época de profesor en Vallbona, de la comuna de calle Comercio, la de Mariscal en el Masnou. También hablo de mis viajes: de mi detención por escándalo público en Picadilly Circus, de cómo viví la Revolución de los Claveles en un lavabo público de la plaza del Rocío...y así hasta la actualidad. Lo he llevado a  Anagrama y a Tusquets pero no parece que estén interesados porque es un mamotreto, pero es lo que yo les digo, que es gordo porque ya tengo 70 años. Ahora lo estoy puliendo y dividiendo en diferentes apartados. Por supuesto también hablo de los novios que he tenido, detallando polvos y penes. Mi novio guardia civil, el noruego, los marineros y por supuesto Alejandro, mi pareja durante los últimos 30 años y que falleció recientemente. Éramos una pareja abierta y manteníamos esta circulación de novios de toda la vida. Al principio follábamos los tres, después cada uno por su lado y por eso he ido teniendo mis chulos pakistanís, mulatos...

F. R. La primera ficción es la propia, cuando tienes que generar argumento lo más fácil es a partir de uno mismo, de tu propia vivencia. Y eso es una de las características de cierto cómic que me interesa a mí. En algunos de mis proyectos relato mi experiencia en lugares determinados, como en A Coruña o Tokio. Fui a esta última ciudad hace unos años para investigar el Yaoi, un tipo de cómic realizado por chicas heterosexuales sobre parejas gays masculinas. Me interesaba esta producción de erótica gay desde otro lugar, por una serie de personas que no lo son. En el cómic Manga Mammoth, relato esta investigación pero también mis excursiones por los bares y mi descubrimiento de un local fascinante llamado Mammoth... En mi caso, no hablo de penes, acaba resultando una historia romántica.

N. Hacer memoria es imprescindible, y además a mí me sirve ahora, que paso mucho tiempo en casa. Otra de mis aficiones es hacer de voyeur desde la ventana de mi piso que da a la plaza Real. En 1995 publiqué Plaza Real Safari, una recopilación de dibujos de ese lugar donde me centraba en la gente que la usaba. Desde entonces he ido tomando imágenes desde la ventana, ya llevo miles. Fotografío y grabo gente sin rumbo, despedidas de soltero... Durante 20 años los he visto envejecer a todos. Al mismo tiempo tengo una colección de fotografías antiguas de la plaza, ahora mismo ya suman más de 300, incluida la más antigua de la que queda constancia.

F. R. Y debes de haber notado el cambio, ¿no?  

N. Sí, ha habido muchos planes para cambiarla. Incluso se comentó de ceder pisos a intelectuales y escritores como Gabriel García Márquez para convertirla en una especia de Born 2.0. En ese sentido recuerdo que a María Aurelia Capmany le horrorizaba Plaza Real Safari porque decía que daba muy mala imagen. Desde hace años se ha llenado de guiris y de hecho ya hay edificios de la plaza que  se han reconvertido en hoteles...

F. R. Ojalá el cambio en el Ayuntamiento de Barcelona cambie todo eso. La ciudad está secuestrada y va a ser difícil variar esa situación.    

N. Sí, yo también estoy esperanzado con Ada Colau, aunque con el Gobierno de Mariano Rajoy cualquier pizca de optimismo acaba convertida en una calabaza de Cenicienta. Es verdad que no se puede cambiar una ciudad de golpe como la ha dejado [el exalcalde Xavier] Trias. Yo por si acaso me iré asomando a la ventana.

 

Fotografías de David Bestué. Kiosco de Francesc Ruiz. Página de Anarcoma (marzo 1978).