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Objeto de deseo

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Los antiguos griegos, siempre tan finos pensando en sus cosas, ya repararon en que belleza y virtud iban en el mismo lazo. La belleza encierra virtud y la virtud se expresa en la belleza. Pioneros del culto al cuerpo, para esos griegos sabios el desnudo era un vestido y las Olimpiadas eran el gran escaparate donde se mostraban las formas ideales del cuerpo humano entre carreras y lanzamientos de disco y jabalinas. Y en ese canon de belleza y erotismo lo primero que figuraba en la lista negra eran los penes aparatosos. Aristófanes, a quien nunca leyó Robert Mapplethorpe, describía cómicamente el ideal griego del cuerpo humano: “el pecho fuerte, la piel brillante, los hombros anchos, la lengua corta, el culo grande, la polla pequeña”.        

El hombre superdotado no era sinónimo de virilidad en el mundo griego, al contrario. Un héroe como Heracles tendrá unos genitales pequeños, “como todos los hombres bellos”. El pene enorme era ajeno a la belleza y pertenecía a seres monstruosos como los sátiros, los centauros o los bárbaros. Las cosas podrían haber seguido así, para consuelo de muchos, pero los tiempos han cambiado y ahora para estar en determinadas cimas es preciso marcar buen paquete. Eso en lo que respecta al hombre, y en las mujeres, cuantas más tetas mejor. Por las protuberancias hacia Dios.

En los deportistas de élite actuales en el cuerpo está su mensaje. Ya dejó escrito George Bataille que “el erotismo es antes que todo un ejercicio o intento de comunicación”. El francés quería decir que el cuerpo busca la libertad por medio de la expresión, evadiendo cualquier tipo de censura, “donde hay un cuerpo que no habla se oculta un corazón que no siente”. Por ello, el cuerpo, según G.B, es un completo objeto de deseo que busca su propio objeto de deseo. Pero el cuerpo no se reduce solamente a deseos carnales, también lleva bien cosido a él una cierta espiritualidad.

Pero también sostiene Bataille que el erotismo lleva a la muerte, y no sólo por quedarnos sobrecogidos, con el corazón atravesado en la garganta, sin aliento, ante la visión de un bello cuerpo de mujer –en mi caso– marcando con sus deditos que rozan su braguita una jugada sobre el campo de arena del voley playa. Bataille nos deja fritos y estremecidos al advertir que el movimiento del amor que desencadena la violencia individual en cada cuerpo es un movimiento de muerte, “convirtiéndose así el erotismo y la muerte en mera violencia”, y en dicha violencia se pierde la conciencia de sí, al estar fuera de nosotros mismos y del mundo, y así llegamos a una animalidad perfecta, con la que alcanzamos el estatus de la santidad, esa animalidad es sagrada.

Gran parte de culpa de este aluvión místico de sucesos la tiene el poder de la mirada. Lo que el ojo ve y no ve en el teatro de los sueños que puede ser un campo de fútbol o un estadio de atletismo. Freud en Tres ensayos para una teoría sexual se refiere a la importancia de la mirada en el proceso de reconstrucción del objeto sexual, que se basa en buena medida en la imaginación.  Por medio de la mirada, la sexualidad construye el objeto de su deseo. Aquí Freud perfila lo que el llamó “perversiones, las cuales entran en la dimensión de la normalidad siempre y cuando no excedan más allá de los límites de la ética social".

Marcuse, en cambio, pensaba que la liberación del Eros comunitario nos traería una sociedad más amable, más igualitaria y, en suma, más feliz. La represión sexual y erótica tiene una utilidad esencial para mantener los sistemas de explotación humana y de guerra permanente. Como consecuencia de esa represión somos seres más frustrados, más reprimidos y amargados con unas relaciones sexuales pobres y conflictivas.

El caso es que desde que el primer atleta de la Antigua Grecia corrió desnudo en unas Olimpiadas –se llamaba Orsipo de Megara (720 A.C)– ha granizado lo suyo y las tradiciones y modelos culturales han sufrido diversos revolcones hasta llegar a la situación actual, que tampoco está muy definida, aunque la voracidad del modelo capitalista, con sus inevitables barreras de falsa moral, tiene mucho que decir. En las Olimpiadas de Londres 2012 se voceó mucho sobre el asunto: mini vestidos, culto al cuerpo, fotos explosivas de atletas….Todo estaba diseñado en torno al poder de la sugestión. El alcalde de Londres, Boris Johnson, entre las 20 razones para convencer de las bondades de los Juegos Olímpicos de su ciudad destacó la imagen de mujeres casi desnudas jugando vóley playa en el centro de la plaza Horse Guards Parade. La web del Daily Beast daba un paso más y aseguraba que la imagen de hombres musculosos y bronceados “hacen las delicias de mujeres y gays” y que la edición de los Juegos de 2012 marcan un punto de inflexión: “ahora ya no son los cuerpos femeninos los que alimentan los sueños de machos y lesbianas, las miradas han derivado hacia la belleza del físico masculino”.    

Ante el vendaval erótico que sacude el deporte profesional, y los Juegos Olímpicos actuales, el escritor Mark Simpson, padre del término metrosexual, ideó un nuevo concepto: el “sporno”, la mezcla entre deporte y porno.  Dice Simpson: “….Ahora, para retener la atención de los consumidores, hay que ir más allá: mostrar el cuerpo de un atleta en la ducha o un futbolista en calzoncillos con su miembro bien perfilado bajo la textura de la prenda. Los hombres, incluso los muy famosos, se han convertido en strippers”. Las causas por las que hemos llegado a esta situación tienen que ver con que las mujeres son el público televisivo mayoritario y también con el hecho de que a los hombres les gusta también ver el cuerpo frondoso de otros hombres. En fin, del imaginario metrosexual pasamos a un tipo de erotismo homosexual que va empapando la estética del siglo XXI. De esta deriva blandengue que acarrean estos tiempos tipos como El Fary tendrían bastante que decir –ahí están las videotecas con José Miguel Ullán de maestro de ceremonias–, pero lo dejamos para otro momento y otras historias.

¡Oh tempora oh mores! Al gran Real Madrid que ganó cinco copas de Europa consecutivas lo pilotaba el comandante Alfredo Di Stéfano, con tripita generosa y sin abdominales marcados como una tabla de lavar, al frente de virtuosos futbolistas que lo único que se afeitaban era el mentón, y sobre el césped dejaban la huella de su arte y el bravo aroma al after shave de Floïd mentolado fuerte. En nuestros tiempos, bien alejados de la posmodernidad maldita, ese argentino glorioso que vino del calor del tango y de la pampa fue también genial en el asunto del marketing, la primera estrella mediática y el primero que se atrevió a firmar con una marca publicitaria. El arte no se enseña, mucho menos el estilo, que se lleva dentro, cosido al corazón. Di Stéfano nos descubrió el fútbol moderno y cincuenta años antes de que Beckham, Buffon, Zidane o Cristiano Ronaldo se convirtieran en carne de top model sexys y pasarela ya les pasó por encima con un anuncio surrealista de….lencería femenina.

En eso también fue pionero “la saeta rubia”. Había que ser más que torero para salir en la prensa y en la televisión anunciando medias de mujer: Decía el genio: “Si yo fuera mi mujer, luciría medias Berkshire”.  Lógicamente, el presidente eterno madridista Santiago Bernabéu, que no fue informado de semejante ignominia, montó en cólera y al pobre Alfredo le desmontó el negocio. Bernabéu movió sus hilos visibles e invisibles y el anuncio se retiró a los pocos días. Incluso la plebe del estadio silbó a Alfredo por semejante afrenta. Había un espíritu de ley que ahora es difícil de comprender, ¡hombre, Alfredo, estamos a lo que estamos, ¿vamos de Rolex o de setas?! El erotismo que derramaba el gran Di Stéfano se disolvió entre el aroma del espíritu noble de caliqueño y brandy Terry que coronaba la catedral del Bernabéu. Claro, y ahora que le vengan con esas a Florentino Pérez o a sus colegas jeques o chinos que dominan el mercado del balón.        

No veremos ya, ahora a los atletas, competir totalmente desnudos y untados en aceite como los antiguos deportistas griegos, pero lo que sugieren los cuerpos de muchos de ellos, y de ellas, provoca cambios climáticos. Esos muslos tensos y sudorosos, la gracilidad del movimiento detrás de una pelota, las caritas de las tenistas manchadas de tierra batida. Objetos de deseo universal prefabricados en despachos de alta gama y que marcan tendencia allá donde se exhibe la mercancía. Aun así a estos genios del diseño, también atenazados por las múltiples caras que esconde su moral, en ocasiones se les escapa el asunto de las manos. Ocurrió con el spot publicitario que lanzó la WTA (Asociación Femenina de Tenis) bajo el título: “Strong is beautiful” y en el que participaban bellas jugadoras como Ana Ivanovic, Caroline Wozniaki o Serena Williams. El anuncio de marras recibió duras críticas por su alto contenido sexy e inapropiado. Cosas que pasan.

 

 

El rizo de este asunto del deseo y el erotismo en el deporte se puede seguir rizando…o alisando. La máquina no para y aguardan sorpresas de calibre alto. Mientras los clubes de putas siguen flotando en el margen de la vergüenza social necesidad y virtud se retuercen en su danza maldita: ahí tenemos el Pole Dance: la barra americana en el camino de la pureza del espíritu olímpico. Al barón de Coubertin le deben estar creciendo pelos en su esternón pelado ante la posibilidad de que el Pole Dance se convierta en disciplina olímpica. Las profesionales del baile de barra han creado una federación internacional y un campeonato mundial con la intención de ser aceptadas en el planeta de los cinco anillos olímpicos. En España la cuna de esta especialidad deportiva tan singular está en Chiclana, Esther Gallardo, a sus 38 años, es la pionera y el referente: “No vamos a tirar la toalla", asegura la lozana andaluza, "y hay tiempo para demostrar que el Pole Dance es una actividad artístico-deportiva que combina danza y fitness y, asimismo, sirve para relajar tensiones, divertirse, ganar en autoestima y mantenerse en forma. ¿Esto va en contra de los valores olímpicos?”    

Erotismo y deporte en el espejo del deseo. Impulsos humanos que determinan nuestra forma de relacionarnos con los demás y con los objetos que nos rodean. La gran paradoja existencial reside en que el deseo siempre ha sido un tema siniestro. En la ciencia positivista del siglo XX se ha tratado mayormente desde la perspectiva de la patología, como se esfuerza en subrayar la doctora en Humanidades Coral Herrera. Asegura Coral que el deseo erótico está clasificado dentro de aquello que consideramos el “lado oscuro” de nuestras sociedades. Dicho esto acurruquémonos en el consuelo de que el deseo y el erotismo son diferentes en cada cultura al estar atravesados por la ideología hegemónica de cada sociedad. En fin, mejor abandonarse a la emoción del instinto. Y si alguno siente un leve estremecimiento al ver a una jugadora brasileña de voley playa marcar de espaldas una jugada con sus deditos de algodón que no cunda el desánimo ni la mortificación, que no torture la culpa y pensemos, como los antiguos griegos, en la belleza que encierra la virtud. Y si no, antes que recurrir a un confesor de sotana, una ducha de agua fría siempre la tendremos a mano para espantar molestos demonios.