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La táctica del gotelé

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En los cuartos nobles de la Casa Blanca —la del Real Madrid— ya no queda rastro de la sangre que salpicó sus paredes la noche que el Barça conquistó el Bernabéu. Ahora vuelve a oler a pintura fresca y a esencia de caoba. Todo está bajo control después de mandar a la lona al Shaktar, un paquete europeo que a punto estuvo de salir respondón, y al Eibar, brava escuadra de pueblo que no resistió el peso de la bota del Imperio. Los cortesanos de Florentino Pérez se cruzan ahora miradas complacientes y cómplices de refilón, la misma satisfacción que le hormigueaba esta semana al idiota por ser de los primeros en tener en sus bolsillos los nuevos billetes de 20 euros. Era igual de pobre que antes, pero alguien le había aliviado las penas poniendo en sus manos un billete nuevo. Unos y otros, maquiavélicos e ignorantes, estaban invocando la táctica del gotelé.

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El asunto del gotelé tiene su miga. Dicen que está proscrito pero es de eterna actualidad. Un viejo amigo, pintor fino de brocha gorda, me puso días atrás sobre la pista durante una charla de barra de bar. Describía los fundamentos del gotelé con notable pasión, sólo contenida por su exceso de cautela. No se sentía del todo cómodo hablando del gotelé en público. “El gotelé es tabú!”, llegó a exclamar sotto voce. Para que se sintiera más tranquiló le invité a dirigirnos a un sitio más discreto a hablar del tema. Y allí estábamos los dos, en un rincón del salón de una cafetería cercana, sólo él y yo sentados a una mesa en penumbra. ¡Íbamos a hablar del gotelé!

—Pues sí, hombre, el gotelé es una técnica que consiste en esparcir pintura al temple más espesa de lo habitual. Con una pistola se lanzaban a la pared gotas de pintura espesas para que tuviera una sensación de acabado grumoso. El objetivo era disimular la imperfección de las paredes. Era como un parche que funcionaba. Menos trabajo y más beneficio. Luego pasó de moda y surgieron otras técnicas. Pero se siguen poniendo parches, eso te lo digo yo.

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La corte de Florentino ha tirado de gotelé para tapar las grietas de Palacio como primera medida a la espera de que cuele el trampantojo. Es como el que pretende vestirse de domingo sin pasar por la bañera. La costra sigue ahí, bajo las grises solapas de la chaqueta. Hay una inteligencia maquiavélica que se manifiesta a través del uso de estrategias de disimulo, mentira y engaño tácticos. En ese planeta no parece residir el Eibar, fieles a una norma de vida que deja al desnudo el corral de los más gallos. Tiene interés la lectura del libro Otro fútbol es posible. El modelo Eibar, escrito por Aléx Aranzábal, el presidente del club. Eibar es una población de poco más de 27.000 personas y en el campo de fútbol de Ipurúa caben 5.000. Su presupuesto es inferior al precio del utilitario de cualquier jugador del Real Madrid. Y ahí están, entre los diez mejores de la Liga. Otras inteligencias reclaman su sitio en este universo imaginario. En principio parece que sólo hay sitio al fondo, junto a los servicios; pues muy bien, seremos los primeros en ir a mear.

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A Florentino no le va ese modelo de gestión de aldea guipuzcoana porque él vive en las nubes y pincha olivas con Mariano Rajoy entre risas atragantadas. Nunca dirá Mariano que Álex Aranzábal es un presidente de fútbol ideal, pero sí lo dice de Florentino, y lo repite sin descanso, envuelto en el mismo grumoso gotelé que le lanza en los brazos de María Teresa Campos en busca de los votos tristes y cansados de la audiencia dominguera. Ambos navegan por la ruta que más les calienta, magos del despiste y el disimulo, y también, casi sin darse cuenta, del autoengaño. Porque la capacidad para creernos nuestras propias mentiras nos ayuda a embaucar más eficazmente a los demás. Mariano y Flo se han dejado llevar por la corriente. Disimulo, mentira y engaño han formado siempre parte de todos los escenarios en los que ha transcurrido la vida social humana. Hasta han logrado hacer creer al personal que el gotelé es tabú.

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Pero el gotelé, que es un término francés, gouttelette —¡otra vez Francia!—, es muy probable que se introdujera en España por Cataluña, tierra sagrada donde han perfeccionado esa técnica hasta niveles de gran altura. Artur Mas aparte —gran maestro del engaño y al que ahora damos descanso—, en este Estadio Mental no podía faltar el glorioso F. C. Barcelona, a quien le están saliendo muy bien hasta ahora sus disparos de pintura gorda. Al contrario que el Real Madrid, el Barça puede tapar con el oropel de los goles y el juego exquisito la cuentas con la justicia que afrontan ex dirigentes del club y estrellas rutilantes. Florentino brama de envidia negra porque su maquiavélica inteligencia no sirve para reinar sobre el césped. La corona es del Barça y no lo puede soportar. Sólo le resta rebozarse en el autoengaño, pero Flo cada vez embauca menos mientras va perdiendo clientes en el estadio. Y en otro momento hablaré del Atlético de Madrid, porque el que esté libre de culpa que tire el primer gotelé.