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Enfrentarse a una entrevista de promoción

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Uno de los problemas más grandes que existen para los periodistas de cultura son las ruedas de promoción. En dos o tres días se organiza un horario en el cual cada media hora vamos pasando uno tras otro, cual corderitos, para ponernos delante de un escritor, soltarle las preguntas de marras y a casa. Todos en la misma habitación, en las mismas sillas. Los días posteriores la entrevista estará en los periódicos –si el autor es MUY conocido también en alguna televisión—, en radios y en blogs. Habrá sido la semana de ese autor y para la posterior ya habrá pasado al cajón del olvido. Hasta que regrese dos años después, cuando volverá a suceder lo mismo.

El lector, ahora con Internet, leerá en casi todos los medios las mismas preguntas y respuestas. Como si fuera un eco repetitivo. Como un anuncio que sonara a todas horas pero que ha salido gratis. Ése es al fin y al cabo el propósito, y todos hemos entrado en el juego. No seamos ingenuos. Es muy raro que haya algo disonante, sorprendente. Que alguien haya conseguido un titular diferente. No, en las rondas de promoción, con autores conocidos y mil veces entrevistados, no hay titulares exclusivos.

Algo de esto pasó hace algunas semanas con John Banville, el irlandés que viene a España casi todos los años con nueva novela, ya sea con la firma de Banville o con la de su álter ego, Benjamin Black, el autor de novela negra. Ya antes de llegar dos medios grandes habían publicado una entrevista larga realizada en Dublín. En ellas estaba todo lo que este escritor iba a contar en esta ocasión. Después le trajeron a Madrid y Barcelona. Para lo mismo.

Formé parte de la ronda promocional como otra oveja más. Leo a Banville y le considero uno de los grandes autores actuales, con una prosa inmensa. Incluso me gusta cuando se transforma en Black y escribe esas novelas que parecen haber sido escritas en los años cincuenta y que son tan básicas como la ecuación asesinato-búsqueda del asesino-caza del asesino con un carismático forense como protagonista. No hay mucho más, pero son realmente entretenidas. Y están muy bien escritas, lo cual a estas alturas suma considerables puntos. Y bajando al terreno de la humildad: a Banville le admira muchísima gente y está considerado como uno de los candidatos al Nobel con premios como el Booket y el Príncipe de Asturias.

Además, a Banville ya le había entrevistado más veces y es un tipo interesante que te habla de todo. De la política en Irlanda, del catolicismo, de la libertad de las mujeres, del aborto, de la religión, del sexo, del amor, de la crueldad humana, del egoísmo. No es un escritor de obviedades y es un profesional de las entrevistas. Los periodistas tuiteamos después lo bien que nos ha ido con él, lo majo que es y lo bien que nos cae. Y es raro que quede mal sobre el papel. Por tanto, apuesta segura y allá fui para preguntarle sobre su nuevo libro, La guitarra azul. Quizá me tendría que haber preguntado que apuesta para qué.

El problema empieza —y lo sabes, que diría aquél— cuando lo que escuchas ya te suena, ya lo has leído. Primera ronda: por qué ahora Banville y no Black. “Los libros de Banville me llevan mucho tiempo escribirlos, tardé tres años para La guitarra azul, y entre medias dos o tres libros de Black”, suelta. La dualidad de siempre. Banville tiene 70 años cumplidos el año pasado y lleva años jugando con esta doble personalidad. Vale.

Entramos en la temática de su nuevo libro, el adulterio y el egoísmo de un hombre que en la medianía de su vida de repente no sabe qué hacer. Le pregunto si es que él se siente así —ya había leído que tiene dos mujeres, su esposa y su compañera, e hijos de ambas parejas.

“Todos los hombres son niños. Nunca crecemos, nunca superamos la pérdida de nuestra madre. Oli Orme [el protagonista] quizá sea más infantil. Es como un bebé loco que es total ego. Dicen que un bebé llorando por un biberón podría llegar a destruir el universo, y el espectáculo de este ego puro en problemas es algo interesante, da miedo y da frío”, responde. Los libros del irlandés suelen tener como protagonista a un hombre atormentado que busca salir de una crisis (ya ocurría con El mar, por ejemplo), y esta teoría no parece nueva, pero adelante.

Si hemos hablado de hombres lo siguiente son las mujeres, porque hay dos protagonistas en la novela que son las que cogen el toro por los cuernos, mientras los dos hombres ven cómo pasa el tiempo y llueve.

“Las mujeres son infinitamente misteriosas, deseables y competentes, de una manera en la que los hombres no lo son. Mi mujer es profesora de niños y dice que es fascinante ver cómo las niñas son más inteligentes. Cuando llegan a los 9 años miran el mundo y piensan ‘si soy inteligente no me va a ayudar’, por lo que empiezan a hacer que parecen ser estúpidas para poder casar en el mundo de los hombres. Tengo dos hijas de 26 y 19 años y las dos son así, sobre todo la de 19. Pero sí, son ellas las que tienen que decirles a los hombres, venga, madura ya”, comenta.

Esta es una cuestión interesante que abre la perspectiva de hablar sobre la violencia contra las mujeres. Banville entra al trapo: “Yo crecí en los sesenta y era feminista, antes incluso del movimiento feminista. Pero después he visto cómo los hombres se han horrorizado de cómo son las mujeres, tan independientes. Cuando un hombre se asusta se torna violento”. Ajá, habrá que seguir tirando del hilo y le pregunto si con tanta idolatría a la mujer a él le gustaría ser una de ellas.

“Yo me cambiaría por una mujer, pero sólo durante tres horas. Sólo para ver qué es lo que se siente. Pero no me gustaría tener la responsabilidad que tenéis las mujeres. Es más cómodo ser un hombre: no tenemos que tener hijos, si los hombres tuviesen la regla ya no existiríamos, se habría acabado el mundo hace siglos. Yo tengo la teoría de que dentro de dos generaciones las mujeres no tendrán hijos, sino que se gestarán en otros sitios. Si esa fase llega, el mundo sí que va a cambiar”. Pero mientras eso no ocurra todavía, prefiere quedarse como hombre. “Es más cómodo, qué duda cabe”, añade.

En este momento recuerdo la obra de teatro, la famosa Lisístrata en la que las mujeres ponen en marcha una huelga sexual. ¿Y qué pasa si las mujeres dejáramos de acostarnos con los hombres? ¿Sería una forma de acabar con la violencia, con el poder del patriarcado, como se dice ahora? Banville sonríe como si la observación fuera una salida del tiesto: “Sería muy difícil porque entonces se llegaría a la violencia, ya que los hombres cogen lo que quieren”.

Ok, cambio de tercio, aunque me temo que entonces ya nos adentramos en terrenos más conocidos. El amor, la religión, la idea de la vida eterna, la muerte, el proceso de creación. Son los temas del irlandés:

AMOR

“La primera fase del amor es deliciosa realmente. Está tan vivo como cuando te enamoras las primeras semanas, eliges a esta persona entre todo el mundo y la conviertes en un dios o una diosa, irracionalmente. Y como te quieres ver reflejado en ello, si tú eres una diosa, yo tengo que ser un dios. Siempre, todo el amor es amor por uno mismo. Lo que pasa es que también hay un poquito de amor por los demás, pero poco. Pero nosotros somos la única persona a la que podemos conocer desde dentro y ni siquiera nos llegamos a conocer del todo.”

CATOLICISMO

“Yo me crié en la religión católica y me daba más miedo el cielo que en el infierno; en el cielo siempre había gente horrible, mientras que toda la gente interesante seguramente estaría en el infierno. Y luego, ese aspecto de la vida eterna, a mí sí que me aterroriza totalmente. Me gustaría vivir más, me gustaría vivir 300 años, porque 80-90 es muy poco. Sobre todo desde que cumplí los 70. No dejo de decir, ayer me acosté con 35 años y me he levantado con 70, ¿qué ha pasado? Pero este deseo de la vida eterna… Una de las razones por las que la gente no se siente miserable es porque están al son de los elegidos y van a ir al cielo, por eso no sufren tanto.”

CREACIÓN ARTÍSTICA

“El arte no retrata la realidad sino que establece un paralelismo con ella. Parece, huele como la realidad, pero no lo es. Y Oli, el protagonista, llega un momento en el que se da cuenta de que no llega a tocar la realidad, no se puede representar. Cada artista tiene que suspender su sentido de la realidad para establecer un mundo paralelo; él acaba de caer en eso y ésa es su crisis. Yo tengo mucha suerte porque tengo ambos mundos.”

La media hora de entrevista no da para más. Ya hemos tocado los temas pertinentes intentando esquivar los que han sido ya publicados y otros que es imposible —el libro va de lo que va—. Hay muchas respuestas que son las mismas, pero se hace difícil una entrevista —en profundidad— con un escritor al que sólo ves durante unos minutos y que lleva soltando la misma soflama durante toda la mañana y tarde (y algunos durante toda la vida). Aunque sea un profesional del asunto como Banville, calmado y sin un gesto de cansancio.

Es cierto que a veces ocurre la sorpresa. A veces se agarra algo, pero con estos tiempos marcados se crea una falsa sensación de entrevista. Es un anuncio. Y entramos.