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"El parto no es una cuestión patológica"

Entrevista con Jesusa Ricoy
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“A la hora de parir sólo existe una postura peor que la de estar tumbada sobre la espalda, y es hacerlo colgada de los talones de una lámpara de techo.” La frase es del ex presidente de la Federación Internacional de Obstetras y Ginecólogos Roberto Caldeyro-Barcia, quien la pronunció en 1985, durante la cumbre en la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sentó las bases de las recomendaciones de atención al parto. Sin embargo, muchas mujeres siguen pariendo tumbadas en España, donde los hospitales mantienen prácticas obsoletas y desaconsejadas, como la maniobra de Kristeller. Las cesáreas, que según la OMS no deberían suponer más del 15% de los partos, se dan en uno de cada cuatro nacimientos: el 21,9% de los atendidos en la red pública y el 38% en hospitales privados, según datos de 2014 del Ministerio de Sanidad.

Estas y otras rutinas médicas, como no informar a las mujeres de los riesgos que tienen las intervenciones, hacerlas sin su consentimiento y no ofrecer alternativas, suponen una vulneración de los derechos de las parturientas. Así lo afirma Jesusa Ricoy, portavoz del Observatorio de Violencia Obstétrica. Ricoy es profesora perinatal en el National Childbirth Trust de Londres, ciudad en la que vive desde hace 25 años y donde imparte clases de preparación al parto. Acaba de llegar a Barcelona para participar en varias charlas y nos encontramos antes de una de ellas, organizada por la Asociación Catalana por un Parto Respetado ‘Dona Llum’. Durante el debate en el que participa, intervienen desde el público dos comadronas de un hospital que definen como “muy tecnificado”. Lamentan que los ginecólogos no hablen su mismo idioma. “Ellos dicen: ¡Venga, vamos a parir a esta mujer!”, exclaman llevándose las manos a la cabeza. Ricoy asiente. Para ella, como advierte al principio de la entrevista, el lenguaje es importante.

¿Qué es la violencia obstétrica?

Violencia puede ser el lenguaje utilizado por el médico si busca infantilizar a las mujeres. Colocarlas en un papel de niñas incapaces que necesitan la ayuda del experto y del que es casi imposible salir. Violencia obstétrica es desoír los deseos y la voluntad de las mujeres durante su embarazo, parto y postparto, aunque también se puede dar en las visitas ginecológicas rutinarias. Es imponer a las mujeres prácticas médicas sin informarles de los riesgos que tienen y de las alternativas que hay. En los hospitales, y en los partos, se reproducen ciertas conductas humanas de opresión. Incluso la del poli bueno y el poli malo. Por ejemplo, con un anestesista diciéndote ‘Déjalo, que si no va a ser peor’, para que no le insistas al médico.

¿La manera de atender el parto en los hospitales españoles hoy en día es la correcta?

El parto en sí no es una cuestión patológica, y cuando lo pones en el ámbito hospitalario y lo etiquetas como tal es difícil que se desarrolle de la mejor manera. Surge la necesidad de medicarlo, de controlarlo, de someterlo. Ojo, no estoy en contra de la medicina. Agradezco muchísimo los avances de la ciencia en muchos aspectos. Pero creo que el parto es uno de los pocos procesos que al haber sido encajado en el sistema hospitalario se ha resentido. Es un acto fisiológico, muy normal, que actualmente sufre de exceso de medicalización.

Tú trabajas en el Reino Unido, un país que muchas veces se pone como ejemplo en atención al parto. ¿Qué diferencias encuentras con España?

En el Reino Unido ha habido un movimiento importante para cambiar lo que no funcionaba que aquí se ha dado más tarde. Yo trabajo para una asociación que se dedica a formar a los padres y da clases de preparación al parto, que ahora cumple 60 años. Si lo comparas con organizaciones importantes de España que trabajan para mejorar la atención al parto, como El Parto es Nuestro a escala estatal o Dona Llum en Catalunya, estamos hablando de muchos años de diferencia. Además de esa ventaja, veo que los problemas en el Reino Unido son más sutiles. Aquí son mucho más brutos. ¿Cómo le puedes decir al marido de una parturienta “Tápale la boca, que se le va la fuerza”? ¿Cómo se puede seguir practicando una maniobra como la de Kristeller, que consiste en subir encima de la barriga de la embarazada y apretar, que está prohibida por la OMS, que produce un dolor horroroso y que tiene muchos riesgos tanto para la madre como para el bebé? Son cosas muy obvias, aunque también por eso deberían ser más fáciles de erradicar.

¿Por qué debería erradicarse la maniobra de Kristeller?

No hay nada que la justifique. Absolutamente nunca. Es una práctica obsoleta, está prohibida en el Reino Unido y la mayoría de matronas con las que trato, que llevan años en la profesión, cuando les digo que en España se hace no saben ni de qué les hablo. Tiene consecuencias muy peligrosas para madre y bebé. ¡Es un acto barbárico! Y en muchas historias clínicas luego ni se refleja. Es inconcebible que algo así ocurra en un hospital.

¿Y por qué crees que España no se actualiza?

Hay dos cuestiones que se repiten bastante en los países con peores ratios de atención al parto, por ejemplo en cuanto a número de cesáreas y episiotomías: la religión y el machismo. Las veo muy correlativas. Incluso aunque no sea la religión católica, porque por ejemplo Grecia también tiene malas estadísticas. Mujeres de Irlanda del Norte me explicaban sus partos y me parecía que hablaban de España. Eran las mismas historias. Creo que a medida que la mujer ha ganado terreno, y en España ha pasado muy rápido, se produce un abuso muy primario y bruto en otras esferas. Es como si ese machismo tuviera que salir por otro lado.

¿Qué es lo más urgente que hay que cambiar?

La falta de diálogo. Que se acabe la polarización que hay en torno a la atención al parto y se puedan sentar sin problemas ginecólogos, matronas y usuarias para buscar soluciones. Se debe cambiar la percepción de paciente por la de usuario de un sistema de salud que pagamos con nuestros impuestos. Todos deberían entenderlo así, y no como una relación de sumisión en la que vas a un jefe a que te dice si algo está bien o no. Debería ser un sistema en el que se pueda conversar con profesionales. Debería estar siempre de tu parte y ayudarte a tomar decisiones, informarte. La atención al parto que se quiere introducir ni siquiera es tan moderna y transgresora. Estamos hablando de recomendaciones que la OMS estableció en la Declaración de Fortaleza, ¡en 1985! Vamos con mucho retraso.

Pero España tiene una ratio de mortalidad maternoinfantil muy baja, alineada con el resto del mundo desarrollado.

Por supuesto, pero la mortalidad no debe ser el único parámetro para determinar que un parto ha sido un éxito, aunque sea el más importante. También hay que tener en cuenta la salud psicológica de la madre o si se favorece el vínculo entre la madre y el bebé. Y cómo queda la sexualidad femenina, que con algunas prácticas puede quedar gravemente afectada, como con la episiotomía.

¿Cuándo se debería practicar una episiotomía?

Solo en casos muy extremos. En Londres se hace en el 20% de los partos, pero en España la tasa ronda el 80%. Se sigue haciendo de manera rutinaria y no se tiene en cuenta la repercusión que tiene para la sexualidad femenina. Me gustaría que algún profesional me explicara cómo puede ser que en España la tasa sea tan alta. No creo que el 80% de las españolas necesite un corte en la vagina para poder traer un niño al mundo. Simplemente no me lo creo. Es aberrante. Y en todo caso, necesitamos encontrar métodos más humanizados para hacer lo mismo.

¿Qué puede hacer una mujer para llegar bien informada al parto?

Me gustaría que no fuera una cuestión de ella, que incluso la persona menos preparada, que no haya hecho ni una clase de preparación al parto, pueda tener un parto con respeto y dignidad. Es obligación de los médicos informar de las opciones y los riesgos de las intervenciones. Pero dadas las circunstancias recomiendo informarse mucho, no dar nada por sentado, buscar asociaciones en las que haya diferentes perspectivas, ir a grupos de mujeres. Buscar estadísticas de intervenciones en los diferentes hospitales. ¿Qué porcentaje de cesáreas tiene cada hospital? ¿Cuántas episiotomías practica? ¿Qué protocolos tiene? Cuando uno se va a comprar una casa o un coche se informa mucho y hace comparaciones. Pues aquí debería ser igual. Mira qué dicen otras mujeres sobre ese hospital, qué estadísticas tiene. Si un hospital concreto tiene una tasa muy alta de cesáreas, pregúntate si quieres meterte allí.

¿Por qué una tasa alta de cesáreas es un mal indicador?

La cesárea es una operación que salva vidas y que se ha mejorado muchísimo. Pero me parece un triunfo del progreso que no se utiliza bien. En las circunstancias en las que se hace, muchas veces es casi un delito. Y remarco que no estoy en contra de la ciencia. Disfruto viendo operaciones de cerebro fantásticas. Hay avances de la cirugía que me maravillan. De hecho, conocí en un congreso al médico que implementó el nuevo corte de la cesárea y aplaudí al ver un vídeo de una operación suya. La cesárea es una operación que a veces permite que una madre y un bebé puedan sobrevivir, que se debería trabajar para hacerla como un nacimiento respetado y tratando de incorporar al máximo la decisión de la madre de cómo quiere que suceda. Y se debe hacer solo en las situaciones que sea absolutamente imprescindible.

¿Se debe poner límite?

El médico que creó el tipo de corte que se usa ahora dijo en aquel congreso que se sentía culpable porque al haber simplificado la técnica había hecho que las cesáreas aumentaran, o eso creía él. Yo me alegro de que en casos de verdaderas complicaciones urgentes se pueda hacer una cesárea. Pero una cosa no quita la otra. Estoy en contra de la veneración social hacia un tipo de operación en situaciones en las que no hace ninguna falta, porque además suponen una serie de riesgos importantes. Y se promociona la idea de que la cesárea es algo inocuo y una cosa maravillosa. Las intervenciones en sí no son un problema. Lo es el cuándo y por qué se usan.

¿Las mujeres se informan?

Por desgracia, con el primer bebé suele haber bastante ceguera y se piensa ‘haré lo que haga todo el mundo’. Además, las malas experiencias que pasan muchas mujeres en su parto no salen a la superficie. Se silencian. Prevalece la cultura de que el parto es algo horroroso de lo que te salva un médico al que tienes que darle las gracias. Como si tuvieras que cerrar los ojos, pasar por el túnel y que sea lo que Dios quiera. Y, si al final de eso tienes a un bebé en brazos y estás viva, te puedes dar con un canto en los dientes. Y ni se te ocurra quejarte. Así que no se habla mucho de ello.

¿Es fácil conocer las estadísticas de los hospitales?

Hay muchos problemas hasta para conseguir un mínimo de transparencia en eso. Da pena que dar con el grupo de ayuda correcto sea a veces la única manera de que te avisen de si un hospital es bueno o no. En el Reino Unido hay un servicio que se llama Which donde puedes buscar datos y hacer comparativas de cesáreas, uso de epidural, etcétera. Es una página web para consumidores que da información para decidir, como podrías hacer si quisieras contratar a un fontanero, digamos.

¿Cuándo se debería suministrar oxitocina sintética para acelerar el parto?

La inducción con oxitocina es bastante salvaje para el cuerpo. Se crea un estado muy artificial que muchas mujeres viven con desasosiego porque el cuerpo no puede encajar esa artificialidad. En mis clases siempre explico que la hormona oxitocina que genera el cuerpo durante el parto es como cuando estás en una velada romántica: las hormonas llegan solas cuando pones música. La oxitocina sintética es como empujarte a la habitación, encender velas, poner Barry White a toda pastilla y obligarte a enamorarte. Te estresas. En Inglaterra se utiliza sólo en ocasiones, pero en otros sitios se pone casi al entrar por la puerta. En ese caso es un abuso en toda regla y una forma de control artificial del parto para el propio beneficio del hospital, para acortar el parto porque se ve como una cadena de producción y se ha ido hacia una industrialización del proceso.

¿Y los tactos vaginales?

Se deben hacer cada cuatro horas durante el parto, nunca antes de ponerse de parto. Sólo cuando ya tienes contracciones aceptables, cada 10 minutos al menos. Y siempre con consentimiento. Hay mujeres que no los quieren. Es muy personal. Es una intervención que no es agradable, pero con consentimiento y si tienes confianza con el profesional no es tan terrible.

La maniobra de Hamilton, despegar del útero el polo inferior de la bolsa amniótica manualmente durante un tacto, ¿es aconsejable?

Tiene alrededor de un 40% de éxito para conseguir desencadenar el parto. Pero tiene riesgos. Puede llegar a transmitir una infección o causar una rotura de saco amniótico accidentalmente. En Inglaterra, si se ofrecen a hacértela, lo puedes discutir y puedes decir ‘no, gracias’. Pero por desgracia en España se sigue haciendo sin permiso.

¿La epidural?

Ante todo creo en las opciones y la libertad de las mujeres, y quien la quiera usar, adelante. Pero a menudo la necesidad de usarla está muy relacionada con la postura en la que se hace parir a las mujeres. Hay que tener en cuenta que la epidural tiene riesgos, no es inocua. Y si dejas de notar del todo las contracciones, estás cancelando un sistema de comunicación muy importante en el parto.

¿Se abusa de ella?

Mira, en las clases de preparto que doy en Londres se reparten siete tarjetas informativas, cada una con un método de analgesia del dolor. Y la epidural es sólo una de ellas. Y no es un material mío, ¡es del colegio de anestesiólogos! Pero aquí no se informa suficiente sobre todas las opciones. Parece que no hay nada en medio entre la epidural y no usar nada. El porcentaje de mujeres que utiliza la epidural en Londres está en un 30%, pero en España es bastante más alto. La aspiración de gas nitroso para aliviar el dolor se utiliza un 60% allí y aquí se conoce poco. Pero el uso de métodos alternativos puede reducir las intervenciones que se hacen, que muchas veces son derivadas del uso de la epidural, que paraliza el avance del parto. Piensa que genera una serie de complicaciones.

¿Cuáles?

Te obliga a un monitoreo constante y a llevar un gotero. Además, estar completamente conectada impide la movilidad. Deja las piernas sedadas. Da menos posibilidad al bebé para encajarse por sí mismo. Se produce más distocia de hombros. Puede producir problemas y lo que se conoce como una cascada de intervenciones que acabe con el uso de fórceps, episiotomías o cesáreas. Como todo, cada persona es libre de decidir, pero entendiendo lo que conlleva. El problema es cuando se ve como la panacea. Sé que si se mira atrás, teniendo en cuenta la presión católica horrible que ha habido hacia las mujeres para que no pudieran tener ninguna posibilidad de analgesia, parece que se critiquen cosas por las que se ha luchado mucho. Y puede que no se entienda. Pero yo solo defiendo la capacidad de decidir libremente de las mujeres, con información basada en la evidencia científica.

¿Se debe abogar por el parto natural?

En España hay mucha división sobre la idea del parto natural. Parece que o eres pro parto natural, con piscina y velas, o eres pro parto medicalizado. En el Reino Unido hay más variedad y tus preferencias no marcan tanto quién eres. Aquí parece que venga con un paquete ideológico. No debe ser así. Lo importante es la información, tener opciones y que la gente decida en libertad. Parece que el parto vaginal se está convirtiendo en una consecución, en algo que se quiere hacer a cualquier precio. Hay mujeres que piensan que aunque hayan tenido un parto traumático, al menos pueden reivindicar eso. No sé hasta qué punto se convierte en una forma de competición con un sistema que te intenta hacer una cesárea.

 

Retratos por Rafael Ricoy.