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Liberar la idea

XII Encuentro del Libro Anarquista en Madrid
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Frente a la imagen mitómana de la bomba y la insurrección instalada en la sociedad a propósito del anarquismo, periódicamente alentada con montajes represivos como la Operación Pandora, resulta chocante la afición que sienten los anarquistas por el libro, ese objeto tranquilo que se deja interpelar amablemente sin acosar a nadie, continente de ideas y domador de voluntades, que expresa seguramente la cima de la modernidad ilustrada. Me gusta pensar que esa atracción es mutua. Ello explicaría que, al margen y también al lado de las tradicionales ferias comerciales del libro, proliferen por todo el estado español y por todo el mundo las ferias y eventos alrededor del libro de temática específicamente anarquista. No existen ferias del libro fascista, ni siquiera del libro socialista o neoliberal, aunque existen tales libros y contienen también ideas.

Como viene sucediendo disciplinadamente desde el año 2003, se ha llevado a cabo en Madrid el Encuentro del Libro Anarquista, un evento extraoficial que tiene expresiones análogas en otras ciudades del estado español, como la decana Feria del Libro Anarquista de Valencia o la de Barcelona, de alcance internacional. Este año cambió ligeramente sus tiempos para coincidir con el puente del Día de la Constitución, detalle que no deja de resultar curioso y por ello seguramente significativo. También cambió su espacio. Se preveía que la tradicional sede del encuentro, la Escuela Popular de La Prospe que ha logrado sobrevivir gracias a duras negociaciones institucionales, iba a quedarse este año pequeña, y se trasladó a la 13/14, un espacio okupado (la k es relevante en este caso) en pleno corazón de Vallekas, que cuenta con una amplia nave para actos y asambleas.

  

Sin embargo también este lugar se quedó pequeño, y no por falta de celo de la organización. Exposiciones (cartelismo animalista y fotografía), catering vegetariano y espacio para las peques (implemento cada vez más frecuente de los eternos debates entre adultos), además del tradicional mercadillo de objetos destinados más bien a ser expropiados de FNAC. Las charlas se encadenan casi sin respiro ni ventilación en la nave superior. La gente se agolpa en las escaleras intentando acceder a la misma y un flujo humano constante y preferentemente joven invade todo el edificio, en cuya entrada se fuma animadamente y se reproducen los debates.

Sorprende la gran afluencia de público a un evento de clara vocación alternativa e identitaria. Había por supuesto rastas, cabezas rapadas y piercings, las chaquetas negras y las capuchas de toda la vida, pero a su lado se desenvolvía también gente heterogénea del barrio, profesores de universidad, surrealistas, etnias diversas, familias enteras, creando un ambiente no muy distinto al de cualquier asamblea de barrio. Se trata de uno de esos bellos momentos en que el contenido desborda la forma dispuesta, abriendo así la posibilidad de producir acontecimientos.

Resulta evidente que en los últimos años el anarquismo ha extendido su radio de proyección. Décadas de represión y de semiclandestinidad le habían llevado a recluirse en sus viejos ateneos en proceso de derrumbe o expropiación, y en una búsqueda defensiva de la pureza ideológica que dividía el movimiento en facciones y generaba en su interior una auténtica caza de brujas. Los anarquistas nada tenían que negociar con la sociedad y se limitaban a funcionar en base a los principios que acompañaron sus buenos tiempos, por más que estos pudiesen haber quedado obsoletos. Cuando los media del espectáculo registraban su existencia era para destacar episodios violentos de baja intensidad en las calles de los que automáticamente se les culpaba. El 15M, que se inspiró en algunas de sus prácticas, también derribó muchas de estas barreras e insufló aire fresco entre los anarquistas, obligados a entenderse en las plazas con personas que no tenían una conciencia revolucionaria tan marcada o que tenían concepciones distintas de la praxis política.

Quizá por ello la parte más nutrida e interesante de las charlas se centró en un autoanálisis del movimiento libertario y de su posición en relación con distintos movimientos sociales en el nuevo contexto generado por el 15M y su actual deriva institucional. A este respecto, se criticó la lógica de las mareas, centradas en la defensa del estado y no en la producción de alternativas de gestión colectiva de lo público, y se exaltó la unidad de acción vecinal en conflictos como los de Gamonal o Can Vies, que torcieron el brazo del poder y frenaron sus pretensiones.

Para el grupo de reflexión “Equilibrismos”, el ciclo de luchas abierto por el 15M abrió un espacio de intervención social para el anarquismo que no se supo aprovechar, lo que ha permitido que la vieja lógica de partidos haya cooptado los procesos de transformación. Sería preciso repensar el anarquismo e intervenir desde posiciones menos dogmáticas y maximalistas para impregnar de forma efectiva la acción social. Distinto punto de vista presentó la intervención que cerró el Encuentro: el colectivo editor del libro “Reformismo y okupación” diferenciaba entre okupación (con k) como herramienta de construcción social y lucha política, y la simple ocupación como forma de atender lenitivamente determinados casos, y apuntaba a los procesos de negociación abiertos con la administración y los bancos como unos de los factores de institucionalización de la lucha. Esta intervención obtuvo la respuesta de diversos miembros de plataformas y asambleas de vivienda, no pocos de ellos anarquistas militantes, que desarrollan una importante obra social en un barrio tan castigado como el que acogía el evento.

Son en efecto momentos de indefinición y de cambio que cuestionan nuestras certezas y obligan a replantearse cada una de nuestras acciones. La ideología libertaria no deja de ser eso, una ideología que impregna la sensibilidad de mucha gente que no se considera militante. No se trata solo de una organización cerrada sobre sí misma y dividida en facciones enemigas, sino de una aspiración inconsciente de la humanidad entera. El anarquismo es también la flor azul, la imagen del superhombre que escribe su destino, la llama que ilumina al “espíritu” en su camino a la libertad y la perla escondida en el barro de la dictadura proletaria. Los libros están hechos para desarrollar el pensamiento, y el pensamiento no se da si no es libre. Incluso los malos libros y los libros buenos que sustentan malos sistemas son libertarios en su naturaleza y anhelan serlo en su realización final.

Quizá sea tiempo de abandonar los planteamientos identitarios y las pugnas por abrazar la radicalidad para que el anarquismo pueda “bombear” a la sociedad su extenso legado. Y tal vez convenga también abandonar las formas puras para que la anarquía se realice.