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La violencia ‘DEL’ género

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“No creo en la violencia de género, creo que el género mismo es la violencia, que las normas de masculinidad y feminidad, tal y como las conocemos, producen violencia.”
—Paul B. Preciado

El pasado día 25 de noviembre, con motivo del Día internacional en la lucha contra la violencia hacia la mujer, vi un vídeo titulado Hombres, hablemos de violencias machistas que me produjo un enorme malestar. El vídeo, en el que participaban diversos “hombres” conocidos de la izquierda patria (actores, políticos, músicos, etc.), recrea una serie de situaciones cotidianas en las que las “mujeres” son víctimas o blanco de eso que se ha dado en llamar “micromachismos” (yo le llamaría, como mínimo, machismo, y dada su omnipresencia, “macromachismos”): ninguneo laboral y social, comentarios vejatorios o sexistas, celos, acoso, delegación de las responsabilidades paternales o del hogar, brecha salarial, etc. Es decir, el pan nuestro de cada día. Sin embargo, ¿por qué un vídeo tan bienintencionado me produjo un malestar tan enorme, casi convertido en repulsión? En la segunda parte del spot, más explicativa, los protagonistas adoptan un tono casi de colegueo para dirigirse directamente al espectador, al que interpelan en su acto de concientización. ¿Qué ocurre en este momento, tan abrumadoramente íntimo, para que no sólo no me sienta interpelado por el vídeo sino que incluso me sienta expulsado y “atacado”? Imagino que ya desde que leí el título del vídeo (ese “hombres” y ese verbo imperativo en primera persona del plural), mi intuición queer me hizo ponerme en guardia y refugiarme en aquella contundente frase de Monique Wittig de que “las lesbianas no somos mujeres”. Así pues, ¿es un hombre no-heterosexual como yo (desde el punto de vista político, social, económico y sexual) un “hombre”? Mucho me temo que vídeos como éste, tan heteronormativos, me lo ratifican: NO. Y sin embargo, a pesar de no ser un “hombre”, ¿soy (desde el punto de vista político, social, económico y sexual) una mujer? TAMPOCO. ¿Significa esto que yo, y otros/as “no-mujeres” como yo, no hayamos sufrido el efecto devastador del sistema sexo/género, del machismo, del patriarcado y del pensamiento heterosexual (el Straight Mind que da título a la conocida obra de Wittig)?

Sin ser “mujer”, siempre me he considerado feminista, puesto que ha sido el feminismo, y en especial el feminismo lesbiano o queer (Wittig, De Lauretis, Butler, Preciado, Rubin, Kosofsky-Sedgwick, etc.), el que me ha hecho tomar conciencia política de mi disidencia sexual. Durante mis largos años de aprendizaje/desaprendizaje como “hombre” —primero como “verdadero” y “heterosexual”, y luego como “falso” y “gay”— me he ido topando con muchos “hombres” que han ejercido distintos tipos de violencia contra mí, en su afán por corregirme, desde compañeros de colegio hasta jefes, pero he de decir que también me he encontrado con “hombres” que no sólo me han permitido mi disidencia, sino que la han estimulado, al igual que me he encontrado con algunas “mujeres” (desde profesoras hasta amigas) que me la han dificultado. Con esto quiero decir que el sistema patriarcal (que para mí no sólo es machista sino también homofóbico, y esto es muy importante) ejerce presión sobre todos los sujetos que somos productos de él, aunque obviamente, sería totalmente negacionista no reconocer que las “mujeres”, aunque sólo sea por número, han sufrido y siguen sufriendo más este sistema patriarcal. Qué duda cabe de que a partir del “hombre-heterosexual-blanco-de-clase-alta-mediana-edad-y-sano” (actualmente, podríamos añadir musculado y guapo), que ocuparía el lugar más alto de la pirámide de dominación, podemos crear toda una escala degradante de identidades víctimas del sistema patriarcal. Ya decía Marx que “los individuos de la clase dominante también están alienados, aun siendo ellos mismos los productores directos de las ideas que alienan a las clases oprimidas por ellos”. Aunque, como bien añadía, “sacan obvias ventajas de su propia alienación y pueden soportarla sin mucho sufrimiento”.

Volviendo al malestar que me produce el bienintencionado anuncio, trato de meterme de nuevo los dedos: ¿por qué? Queda claro que la palabra “hombre” y esa interpelación continua al “hombre” entendido como heterosexual me expulsa completamente de una lucha que creo tan mía como de las “mujeres” y “hombres” heterosexuales, pero ¿hay algo más en ese malestar? ¿Puede ser que de una manera retorcida y extraña —que contradice todo lo anterior— me moleste el simple hecho de quedar expulsado como “hombre”? ¿No hay en mí una identidad afirmativa en la que soy un “hombre” que tiene relaciones afectivo-sexuales con otros “hombres” o, por reducirlo todo a su máxima expresión, un “hombre” al que le gustan otros “hombres”? ¿Qué significa todo este revuelo identitario en torno a la idea de “hombre” o de “masculinidad” como sujeto y objeto de deseo? Quizás me esté desviando mucho del tema original, pero ¿es posible desvincular lo que en mí queda de “hombre” y lo que me gusta de otros “hombres” de todos los aspectos negativos que acarrea la palabra “hombre” en tanto que epítome del sistema heteronormativo y patriarcal (y todo ello sin necesidad de ser o devenir una “mujer”)?

Todavía recuerdo aquel anuncio contra la violencia doméstica heterosexual en que se afirmaba aquello de que “pegarle a una mujer no te hace más hombre”. Entiendo que el destino de este mensaje no era yo, ni siquiera otros hombres heterosexuales como yo, y que básicamente se trataba de hablar en el mismo idioma que esos maltratadores, pero ¿es éste el lenguaje con el que pretendemos educar a las nuevas generaciones de “hombres” (y de “mujeres”)? Es obvio que la Ley Integral de Violencia de Género era necesaria (las cifras de asesinadas hablan por sí solas), pero ¿no podríamos ampliarla, hacerla más ambiciosa, menos heteronormativa? ¿Entender que la lucha contra el patriarcado pasa por una disolución de las categorías de “hombre” y “mujer” tal como hoy las entendemos, por una mayor implicación de tod@s los actores, por una concepción del género menos biologicista y por una redefinición de las “masculinidades” y las “feminidades”? ¿Por una desestabilización mayúscula DEL género? ¿No sería conveniente replantearnos la familia y la pareja (heterosexual o no) en tanto que célula asfixiante donde va a morir el amor y el deseo y donde comienza un sentido de la propiedad y los celos muy relacionado con nuestras necesidades más primitivas frente a un mundo exterior que es del todo hostil?

Escribo esto en días marcados por la guerra y el terrorismo, dos formas colosales de violencia. ¿Alguien realmente cree que mientras exista una cultura depredadora y marcial en la que los gobernantes (ya se llamen Thatcher, Bush o Al Baghdadi) manden a la soldadesca más embrutecida de sus comunidades (en su mayoría “hombres” jóvenes de escasos recursos y cultura, enormemente frustrados) a combatir al frente en pro de los intereses de unos pocos desaparecerá la violencia machista o el terrorismo de género?

No deseo acabar el artículo con ningún mensaje positivo, ni siquiera en la forma, por el hecho de concluirlo. No soy nada optimista, en realidad. Mis preguntas se amontonan desordenadamente en mi buzón, como las cartas después de unas largas vacaciones. A estas alturas he aprendido a vivir con mis frustraciones y trato de gestionar mis fracasos lo mejor que puedo, evitando que rebosen sobre el buzón del vecino. No sé si esto es o no una lección de vida…

Tampoco pasa nada porque este artículo se convierta en otro fracaso más.

 
Liu Fei, The Last Supper (The Power of fashion #31), 2006. © Yang Gallery.